La prensa comercial masiva de mayor circulación en Costa Rica no se caracteriza en sus páginas de opinión exactamente por su lucidez y progresismo. Más bien lo usual es encontrar en ellas, con transparencia y expuestas, en los mejores casos, con cierta ingenuidad, las tesis más desinformadas, conservadoras y reaccionarias. Un comentarista, por ejemplo, estima que los dirigentes sindicales que opinan sobre un tratado de libre comercio deben ser declarados sediciosos y encarcelados. Otro, que cada costarricense debe tener la educación y la salud que pueda pagar individualmente. Un ‘especialista’ asevera que la seguridad en el empleo no es ya más un valor social y que cada trabajador debe hacerse a la idea del despido día con día. Un cuarto, que las niñas que se prostituyen (el país es un lugar preferente del turismo sexual) deben ser consideradas mujeres adultas y perversas y tratadas en consecuencia, o sea castigadas como delincuentes. La adhesión fervorosa a las acciones de los gobiernos estadounidenses y el desprecio invisibilizador por el Tercer Mundo y América Latina, se transforma en altanería y sospecha frente a los centroamericanos. Por supuesto, se dan minoritarias excepciones.
Curiosamente, este aluvión grosero de intereses, ignorancias, egoísmos, codicias, hipocresías y vanidades parece ser aceptado e incluso degustado por los públicos. Al menos no se escuchan protestas masivas ni de los lectores ni de los profesionales del periodismo a quienes este estilo sistémico de ejercer la libertad de expresión (que se extiende a las informaciones) debería preocupar. La peculiar inclinación por la infamia hizo que, por cortesía con el sentido común costarricense, quien esto escribe se abstuviera de opinar en los medios de comunicación.
Finalmente, el que una editorialista de televisión asociara los cohetes, que la coalición multinacional arrojaba contra la población civil de Bagdad durante la llamada “Guerra del Golfo (enero de 1991), con los fuegos artificiales con que se celebra la Navidad en Nueva York, rompió esa abstención que pasaba a ser ya complicidad con el desafuero y la estulticia. Colaboro desde entonces, gracias a la generosidad de sus distintos directores, con el Semanario Universidad, único medio escrito alternativo del país con circulación significativa.
En el año 2004, algunas circunstancias (comprensibles limitaciones de espacio, básicamente) me llevaron a solicitar a la dirección del quincenario OJO la posibilidad de escribir en sus páginas. Cordialmente se me concedió ese espacio y pasé a ser su único comentarista permanente durante dos años. Promediando el año 2006 una posible reconfiguración ideológica y política del periódico hizo que tanto Alberto Cañas, un notable en el medio local, como quien aquí escribe fuéramos eliminados del medio, en mi caso sin ninguna comunicación. Sin embargo, hecho el movimiento, la inercia se impone. Decidí seguir realizando los comentarios que se publicaban en el quincenario y es así como se editan en este espacio. Los artículos de este Ojo Censurado existen únicamente en esta edición.
H. Gallardo
Agosto del 2006
En este recién pasado mes de junio falleció Franz J. Hinkelammert (1931-2023), alemán de nacimiento, pero también latinoamericano por elección personal. Como latinoamericano lo conocí por referencias en Chile en donde fue reclutado por la Universidad Católica (Santiago de Chile) cuyos estudios político-sociales (CEREN) pudieron competir, quizás por vez primera, con los de la Universidad de Chile (Santiago) que era animada, entre otros, por la pareja Vania Bambirra (1940-2015)- y Theotonio dos Santos (1936-2018). Las tres personalidades se inscribieron de, distintas maneras, en la que fue conocida como Teoría o Sociología de la Dependencia, propia de la segunda parte del siglo pasado en América Latina. La presencia de Hinkelammert en Chile se hizo sentir casi de inmediato con las nuevas discusiones que empezaron a darse en la publicación periódica de la UC: Cuadernos de la Realidad Nacional. Supe de Hinkelammert en Chile por referencias de esas publicaciones. Y salí al exilio (1973) con solo un libro en la maleta, del mismo Hinkelammert, “Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia” cuyo título estimé les diría poca cosa a los militares que vigilaban el aeropuerto. Franz tampoco los subestimó: el 11 de septiembre de 1973. Cuando se desencadenó el golpe militar en Chile, él se asiló en la embajada de Alemania en Santiago. En efecto, en la capital chilena los militares o disparaban a matar sin preguntar o apresaban y torturaban a los extranjeros que identificaban como “comunistas” o “terroristas”. Franz, con su estatura y aspecto alemán, habría resultado, sin ironía, blanco fácil, y su asesinato, explicado con sencillez: no aceptar el llamado del oficial a detenerse. En la embajada de su país, en cambio, habría resultado arduo o no factible explicar su liquidación. Quizás a los nativos nos faltó una comprensión más detallada del aparato militar chileno. Disfrazados de extranjeros (y obviamente asilados en embajadas de Estados del Primer Mundo) quizás algunas liquidaciones y torturas pudieron no producirse. A Franz le habría gustado este comentario de humor negro. No se habría reído, quizás. Pero le hubiese fascinado imaginar que muchos asesinados pudieran haberse salvado si hubiesen existido más embajadas en las que asilarse. Aunque Franz fue católico sincero, pienso no habría estimado a los templos, en particular los del 11 de septiembre chileno, como efectivos ámbitos para evitar el acoso, la tortura y la muerte.
Conocí al fin personalmente a Franz aquí en Costa Rica. Se presentaba su libro “Crítica de la razón utópica” (que el editor, en este caso entrometido, pugnó por titular “Crítica a la razón utópica” alegando que éste era el castellano correcto). Obviamente la voluntad de quien lo escribió, Hinkelammert, quiso asociar su trabajo con la Crítica de la Razón Pura, de Kant, al describir la imaginación utópica inevitable para la sensibilidad y proyectos efectivamente revolucionarios. Triunfó el editor, y perdió Hinkelammert, asunto que le causó molestia por años. Cuando se reediten o editen sus Obras Completas ojalá se recuerda el título que siempre quiso Franz. Digamos que Franz fue siempre correctamente obstinado. Como deben serlo quienes, como él, desean un mejor mundo para todos, donde la libertad/goce/dignidad de cada uno nutra o promueva la libertad/goce/dignidad de cada otro. Este tipo de pensar/sentir es el que lleva a imaginar que el catolicismo de Hinkelammert no fue nunca excesivamente ortodoxo. Las verdaderas divinidades así lo habrán comprendido.
En el encuentro mencionado para conversar sobre su trabajo “Crítica de la razón utópica”, se convocó a un número excesivo de comentaristas u opinionistas. Me quedó la impresión que solo Hinkelammert y yo habíamos leído el libro. Suele ocurrir. En fin, todos dijimos algo y nos saludamos/felicitamos al final. Unos días después me llegó una invitación para ser parte del DEI (Departamento Ecuménico de Investigación). Franz era el principal expositor y autor allí. Se marchaba Hugo Asmann y se me invitaba a hacerme cargo de la realidad política de América Latina. Supongo la invitación tuvo como protagonista a Franz. La posibilidad de poder dialogar y discutir con muchos sectores y movimientos políticos latinoamericanos, todos ellos con raíz popular, transformó mi exilio en proyectos, esperanzas, argumentos. Gracias, Franz. Y hasta la victoria siempre.
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Conversación
HG.- Desde la aparición en este sitio web de mi artículo sobre el fallecimiento de Franz J. Hinkelammert se han recibido en el correo del espacio saludos, desde México a Chile y Argentina, que acompañan el dolor de su familia y solidarizan con ella, al mismo tiempo que recuerdan aspectos del discurso de Franz y del sentimiento que los animaba. Coinciden en señalar que la muerte del maestro Hinkelammert no significa la desaparición de sus ideas y que ellas los seguirán sosteniendo en sus compromisos políticos. Indican asimismo su voluntad de reproducir algunos textos básicos de Franz para su discusión y mejor comprensión en las complejas y diversas luchas de todos los días. Se les agradece el mensaje y voluntad. Y se coincide en que la mejor manera de recordar al maestro que fue Hinkelammert consiste en internalizar su ideario y hacerlo parte de la cotidianidad de todos los diversos y complejos sectores populares de la región. Hinkelammert se sintió parte de esta complejidad. La mejor manera de recordarlo consiste en estudiarlo, discutirlo y tornarlo realidad política para los sectores populares de estas sociedades. Se trata de un rescate inédito. Difícil y complejo por lo tanto. Pero factible, no imposible.
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El conflictivo período reconocido todavía como Semana Santa, porque en ella se recordaría la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, hijo de Dios y Dios él mismo, genera para muchos días feriados y pagos, humildes devociones sinceras, católicas celebraciones institucionalizadas y, también, ocurrencias curiosas. Dentro de estas últimas ha de ubicarse un artículo de autoría de Víctor M. Mora Mesen, quien se identifica como franciscano conventual, y al que, el editor de las páginas de opinión de La Nación S.A. le concedió un amplio espacio el pasado 4 de abril de este 2023. Su autor lo tituló “Las locuras del dictador y el satán”. El texto trata de asuntos diversos (en un orden complejo de descifrar), y parece dedicado a ratos a Daniel Ortega y en otros a una crítica del poder absoluto cuando se carece de un satán (traducido éste como alguien que, con diplomacia, interrogaba al “monarca (o incluso a Dios, paréntesis nuestro) acerca de la veracidad de sus opiniones o la conveniencia de sus decisiones.”
Hoy lo usual es que ‘satán’ se traduzca como el Diablo, el Demonio, una personificación del Mal Absoluto, el metafísico inducidor del pecado con el que se pierde todo. Lo más humanamente parecido a este engendro sería hoy quizás Donald Trump (él se mira todavía líder en una potencia mundial) o, para quienes aún ven en Rusia una fortaleza comunista, Vladímir Putin. Daniel Ortega y su esposa, aunque hagan sufrir a muchos nicaragüenses, no dan la talla de Satán. Si así lo deseara, el gobierno de EUA podría deshacerse de ellos en horas y nadie protestaría, excepto quienes se ven hoy beneficiados en los negocios que tornan millonarios a la pareja Ortega Murillo.
Retornando al artículo de Mora Mesén, él habla de “monarcas absolutos” a quienes el poder “puede enfermar (…) y hacer tomar decisiones fuera de toda lógica o suposición”. En realidad, el adjetivo ‘absoluto’ para calificar acciones o naturalezas humanas resulta inconveniente. Los individuos de la especie, cualquiera sea su tesoro o rango siempre se remiten a circunstancias. En ciertas circunstancias algunos tienen mayor capacidad de decidir sus acciones que otros. Pero humanamente lo que existe siempre es una acción en circunstancia. La acción determinada por la circunstancia puede o dañar o beneficiar a muchos o pocos, pero siempre resulta circunstancial. Por supuesto, puede fijarse objetivos o metas de más amplio o corto plazo. Estas metas resultan de acciones pertinentes y cuando se alcanzan se ha tenido éxito sin que importen las motivaciones (amistosas, constructivas, odiosas o destructivas). En este sentido, los satanes críticos resultan constructivos. Pueden alertar sobre el logro o resultados de las acciones. Ningún humano, con o sin satanes, puede esperar que sus acciones, por meditadas que sean y por la limpieza con que se ejecuten, alcancen las metas buscadas con su ejecución. La acción humana contiene siempre un margen de incerteza y error y los satanes no pueden eludirlos porque son seres humanos y lo buscado/deseado con una acción determinada puede fallar, tener alcances impensados o conseguir éxitos fortuitos.
Lo que hace oportuno y útil al satán, entonces, es la incerteza de la acción humana que se ejecuta respecto a condiciones complejas que se combinan de modo que resultan cada vez nuevas. El satán previene así sobre las posibilidades del éxito esperado y que no se produce o que genera alcances no previstos. Por ello es que la locura de un dictador puede resultar exitosa y la virtud de un santo precipitar catástrofes. Una referencia bíblica al respecto se encuentra en el evangelio de Marcos, capítulo 8: “29. Entonces Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.30. Pero Jesús les dijo con firmeza que no conversaran sobre él.31. Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días.32. Jesús hablaba de esto con mucha seguridad. Pedro, pues, lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo.33. Pero Jesús, dándose la vuelta, vio muy cerca a sus discípulos. Entonces reprendió a Pedro y le dijo: «¡Pasa detrás de mí, Satanás! Tus ambiciones no son las de Dios, sino de los hombres.» 34. Luego Jesús llamó a sus discípulos y a toda la gente y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga.35. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará.”.36. ¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo? 37. ¿Qué podría dar para rescatarse a sí mismo?38. Yo les aseguro: Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles». Como se advierte, Jesús actuaba como Satán cuando juzgaba el asunto lo requería.
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El obispo de la diócesis de Tilarán (Manuel Eugenio Salazar Mora) se declaró en los recientes previos días santos (Domingo de Ramos) “…cansado de escuchar en este país la gran ignorancia, la gran burrada de la frasecita esa que no hay que mezclar religión y política”…”Usan la frasecita ‘a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” a la que traduce de manera sumaria como significando “…que los cristianos métanse a los templos a rezar y dejen a los políticos hacer lo que les la gana en el país” (La Nación S.A., (04-4-2023, p 6). En la realidad la que el obispo valora “frasecita” expresa la sana voluntad de no utilizar las creencias religiosas para imponer prácticas a los ciudadanos, porque esas prácticas podrían escindirlos y precipitar incluso guerras. Eso ya ocurrió, las guerras por motivos religiosos existieron, fueron crueles, y nada positivo puede predicarse de ellos, excepto una moderna libertad personal de cultos que se valora “civilizada”. Estimar que la ‘frasecita’ que menciona remite bobaliconamente a los católicos a sus templos contiene la presunción falsa de que las creencias religiosas de las personas se manifiestan exclusivamente en el culto religioso de iglesias y no se tienen en cuenta en la diaria existencia ciudadana. El punto puede resultar verdadero para algunos y falso para una mayoría. Que los católicos no recen en cada cruce de calle o antes de dormir en sus camas no implica que dejen de tener creencias religiosas fuera de sus iglesias. La idea de no mezclar sentimientos religiosos con comportamientos ciudadanos (debidos al Estado) tuvo como una de sus finalidades ligar a estos ciudadanos con el régimen legal en el que existían y del que dependían centralmente sus existencias. La libertad de culto religioso que acompañó estas propuestas implicó no la ausencia de conflictos, pero sí la tolerancia religiosa (desde luego no en todas partes y siempre).
De modo que nada hay de “gran burrada” en la frasecita “A Dios lo que es de Dios y al César (Estado) lo que es del César”. Mas bien se trata de una propuesta civilizatoria que en nada impide que los creyentes religiosos expresen su espiritualidad religiosa dentro y fuera de los templos. Al creyente religioso efectivo el templo lo acompaña en cada segundo de su existencia. De hecho asiste al templo porque experimenta su fe religiosa como parte de una comunidad con la que comparte sentimientos las 24 horas del día. Técnicamente ningún fiel religioso efectivo asiste al templo para que lo vean sino a compartir sentimientos intensos y permanentes con personas creyentes como él. Y claro, como es fiel reliigioso y también ciudadano mezcla sus sentimientos positivos con los sentimientos positivos de otros. Ni está siempre en el templo ni tampoco está siempre fuera de él. En el tempo lo acompañan sus deberes ciudadanos. Y fuera del templo deberían acompañarlo sus sentimientos religiosos.
Asumir que en la existencia ciudadana moderna la persona religiosa no es también ciudadana y que la persona ciudadana carece de sentimientos religiosos resulta falso. Más todavía: podría darse que la existencia ciudadana sea experimentada como una religiosidad: cumplir con la ley. Y cambiar esta legislación cuando ella perjudica a las mayorías. En relación con las religiosidades el asunto es más complejo: sus instituciones pueden datar de siglos y, además, suelen considerarse deseo divino o revelación de Espíritus Santos. Pero también aceptan cambios y ello no altera su santidad. Basta recordar a los atletas que meditan religiosamente antes de desempeñarse en la pista y agradecen a las divinidades en que creen cuando quiebran el record mundial de su especialidad. Le atribuyen haberlos acompañado en su entrenamiento y en la prueba que les llevó a un record mundial. Su entrenamiento es también su iglesia. Por supuesto existen también atletas para los cuales su especialidad es la iglesia.
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