Red de las Artes Escénicas,
Parque Morazán, San José
de Costa Rica, junio 2008.
Lo primero es agradecerle a las compañeras de la Comisión de Diálogo con el Gobierno su voluntad para organizar este encuentro y a ustedes por llegar hasta aquí. La invitación que se me hizo llegar decía que el título de esta conversación sería: “En busca de filosofías sobre política cultural desde la Red de las artes escénicas”. ‘Desde la Red’ quiere decir desde ustedes. Por lo tanto esta es una conversación que versa sobre ustedes y de la que ustedes son protagonistas. No debemos olvidar ese eje: ustedes que son actuantes y actores sociales y profesionales y humanos complejos.
1.- Vamos a situar más específicamente la convocatoria. Tengo que elegir algunas determinaciones. Ya hice una: ustedes.
Una “política cultural” parece designar una acción o acciones. También podría designar una lógica (una secuencia que es sostenida por una sensibilidad), la lógica de una estructura, de un sistema. En principio quedémonos con la primera aproximación: la expresión ‘política cultural’ podemos asociarla con una o varias acciones.
¿Cómo se gesta una política cultural?, en el sentido de, en la dinámica social, desde dónde. Esquemáticamente, podemos elegir dos espacios sociales:
a) Desde un Estado ‘mecenas’: el Estado/Gobierno ofrece infraestructura, tiene compañías, subsidia amplia o selectivamente, organiza Festivales Internacionales, Exposiciones de Vacas y otros Animales, etc. Esto puede ser o gubernamental, que es más situacional o aleatorio, o estatal, que es más estable: existe una estructura estatal con su lógica, normalmente vertical, de arriba para abajo. La idea que domina probablemente sea gestar y financiar, parcial o totalmente, y exhibir una sensibilidad cultural oficial, para exportación y solaz de las buenas gentes o de las gentes buenas, de quienes ocupan con propiedad sus lugares sociales, los que les corresponden. En Costa Rica podemos elegir para esta política cultural el lema: Para qué tractores sin violines, atribuido a Figueres el Bueno.
b) La política cultural puede gestarse asimismo desde las expresividades sociales y ciudadanas. Lugar ciudadano y lugar social no son idénticos. Se vinculan, pero no son exactamente lo mismo. Menos todavía en el imaginario liberal. Volvamos al punto: desde las expresividades sociales y ciudadanas: es decir desde ustedes que, para estos efectos, son cualquiera, no con un alcance peyorativo, sino en el sentido inclusivo y a la vez personalmente determinado del conjunto de la gente. O, lo que es lo mismo, desde las tramas sociales básicas. La gente, y cada cual, va existiendo, sintiendo sus formas de vida, mirando, discerniendo, analizando y expresando raíces, conmemorando goces, fracasos , éxitos… exponiendo necesidades, deseos, frustraciones, interpelaciones, proyectando horizontes, creando (o destruyendo) sensibilidad ciudadana, social y humana. Ustedes, que los asumo como trabajadores de las artes escénicas, lo hacen (o deberían hacer) libre y creadoramente, o sea autónomamente y para crecer en humanidad y dar vida, pero desde raíces, sentidas y comunicadas y que gestan y acompañan emprendimientos colectivos. Ustedes condensan todos esos sentires y los expresan con sus cuerpos hablas, situaciones, como comunicación para acompañar e ir más allá: como arte.
En esta segunda lógica de gestación de una ‘política cultural’, ustedes, o sea la gente, contribuyen a cuestionar y exaltar el sentido o los sentidos tanto de los tractores como de los violines del lema de Figueres. Qué queremos hacer que digan los tractores (la producción, propiedad y consumo económico) y los violines (los imaginarios, la sensibilidad, la producción simbólica, su comunicación) en un emprendimiento colectivo que llamamos Costa Rica. Y qué debemos hacer, con nosotros y con otros, para que tractores y violines expresen lo que deseamos que digan. O sea, para ser lo que deseamos que sean. Para que alcancen lo que pueden ser… para que nosotros, o sea la gente, nos sintamos también existiendo humanos y gratos. Es una oferta y una tentativa para crecer, eso que deseamos, no la verdad o un dogma.
En breve: qué quieren decir tractores y violines y sus relaciones complejas para una producción de costarriqueñidad, que es una particularidad compleja, costarriqueñidad que, desde estos tractores y violines traducidos, resemantizados (producidos), por los trabajadores de las artes escénicas desea interpelar al género humano, que es un proceso y un universal (abierto). Estos trabajadores hacen el esfuerzo porque radicalmente anhelan contribuir desde aquí y desde sí con procesos de humanización. Se comprometen con estos procesos.
En el primer caso, y en la primera lógica socio/política, ustedes tocan el violín, mejor o peor. El Concierto N° 2 de Paganini, por ejemplo. La audiencia (socialmente seleccionada) educadamente los aplaude porque tocan a Paganini. Quien los interpela es Paganini, no ustedes. Por supuesto, la mayor parte de este público no se interesa en el Paganini social ni humano. “Sabe” que es un músico famoso. Por eso aplaude. Cuando alguien toca a un músico famoso corresponde a quienes escuchan aplaudir. El que tocó, agradece. Es también “lo que corresponde”.
En el segundo referente esquemático, ustedes pueden tocar esa música producida por Paganini y sus interpelaciones, pero lo hacen desde raíces propias y para sueños propios, desde interpelaciones que ustedes hacen y que otros, incluido Paganini, les hacen. Ustedes suelen hablar de “interpretar” una coreografía o una música o un texto teatral. Ahora, esto de las raíces y de las necesidades y de los sueños propios hace referencia a su necesidad de incidir en el proceso de producir una Costa Rica con sentido humano. No solo ‘educada’, sino cultamente humana: y esto quiere decir empeñada fieramente en producir humanidad desde sí misma, desde su particularidad y en ofrecer esta humanidad, así producida, a otros para crecer en autonomía, en comunicación, en sensibilidad. Para hacer esto, y volviendo al ejemplo de la música de Paganini, ustedes podrían generar sus propios instrumentos, sus silencios, sus armonías. Podrían reposicionar la instrumentalización, la música. Reposicionar lo que significa una experiencia escénica. ¿Quién la ofrece? ¿Un funcionario privado o público? ¿Un show man? ¿Un comunicador? ¿Y a quiénes? ¿A públicos o espectadores? ¿O a co-creadores?
Por supuesto, ambos tipos de acciones, las de la lógica que viene de arriba a abajo y la de la lógica que viene desde una matriz sociohistórica para ofrecerse como propuesta y para crecer con otros, pueden apoyarse mutuamente. La segunda, que es la que más me interesa, requiere de un Estado/gobierno que potencie o apodere (empodere) a los trabajadores de las artes escénicas, es decir que potencie su autonomía creadora, su capacidad para interpelar y ser interpelados, su voluntad de incidencia, por ejemplo desde la escuela básica… y que potencie asimismo a ciudadanía y sociedad para que esos trabajadores escénicos sean escuchados, sentidos, aplaudidos (vitoreados) o también molidos a palos. Que los ciudadanos y los diversos sectores sociales los amen o los odien furiosamente y que empleen esos sentimientos de amor o furia para crecer en humanidad. Digamos, no para mostrar su pequeñez, celos, envidia, mediocridad.
En breve, el Estado puede lanzar políticas sobre ustedes (y la gente), mediatizando sus necesidades y deseos, y ustedes instrumentarlas y cobrar (y hacer su arte ‘verdadero’ en espacios privados, en horas libres, o quejarse) o ustedes, y con ustedes la gente, ser protagonistas de sus voluntades y deseos y conseguir que el Estado reconozca y propicie que ustedes sean esos protagonistas, en tanto acepta que el arte es una función social, no privilegio de minorías o individuos o de cooptación de sectores, y que no se lo puede amarrar con reglamentos ni burocracias, y, al reconocer esto, facilitar que otros como ustedes aparezcan e interpelen. Que las artes, como expresividad, como sensibilidad, sean una de las formas originales de ser costarricense. Como parece serlo el fútbol para muchos (habría que examinar cuánto tiene de modelo y copia). O el catolicismo para muchos más. Que la gente cultive sus sentidos y su sensibilidad y ‘espiritualidad’ y haga de la integración personal y de la creatividad liberadora su oxígeno… para tomar café, para relacionarse como pareja o generacionalmente, para montarse a un bus o para crear una experiencia compartida de aprendizaje, o apreciar la diversidad y riqueza de la vida en la Naturaleza. Para cambiar quizás sus iglesias y sus vidas.
Como ven, la política cultural puede ser gestada como dominio desde arriba, como lección de urbanidad, o liberadoramente desde abajo, que quiere decir desde la complejidad existencial de las raíces, desde la existencia y la muerte de los emprendimientos colectivos. La identidad del trabajador escénico o como funcionario o como agonía. Y con estas opciones, la posibilidad o imposibilidad de un auténtico emprendimiento colectivo. Es un esquema, sin duda, pero creo sirve para pensar y conversar.
2.- El segundo núcleo de esta intervención debería ser más breve.
Las compañeras que invitan y organizan pusieron la palabra “filosofías” en la convocatoria de esta tarde/noche. Tal vez lo hicieron para conciliarse con el expositor invitado que, ya les señalé, no es filósofo. Quizás porque quieran que se hable de cosas difíciles, que nadie entienda. Así, nos podemos ir para la casa diciendo: “Qué buena estuvo la exposición. No entendí nada”. O tal vez para que compartamos irrealidades, por indeterminadas.
Cuando se habla de “filosofías” usualmente se está haciendo referencia a cómo ve uno el mundo. “Yo tengo mi filosofía” quiere decir normalmente cómo se posiciona uno ante el mundo o en él. No es lo mismo imaginarse al mundo enfrente que sentirse uno en él, existir él desde él, para él. Ustedes, los trabajadores de las artes escénicas, tienen, en mi visión, un posicionamiento: autónomos-en-el-mundo, creadores-en-el-mundo e incidentes en un emprendimiento colectivo ofrecido a otros como testimonio de humanización, para crecer colectivamente. Bonito. Pero ya hable de eso (aunque ustedes no lo crean).
Para ser breve, en esto de “filosofías”, elegiré a alguien con prestigio de escritor y pensador: Albert Camus (1913-1960) Este Camus escribió, en El mito de Sísifo: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”.
Cuando este anciano llegó a Costa Rica, poco después de la salida de Colón, a alguien se le ocurrió incluir en el programa de filosofía en Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica a Albert Camus. Y entonces empezaron a aparecer quejas y críticas en el periódico La Nación. Recuerdo una, de un caballero de origen italiano, “erudito”, que se preguntaba cómo era posible que se incluyera a un autor que incitaba a los jóvenes al suicidio.
En realidad, lo que escribió Camus es que si usted no se suicida es porque decidió vivir. Para él, de esto se sigue que usted debe hacerse responsable de su existencia. ¡Hazte responsable por tu existencia! Es un programa. En lenguaje del Incae, para estar a la moda: “¡Sé proactivo!”. Un programa político completo porque incluye integración de la subjetividad (un proceso) y su ofrecimiento (autoestima) a otros en razón de emprendimientos colectivos: una relación de pareja, la Red de las Artes Escénicas, la producción socio-humana de Costa Rica. La producción de humanidad genérica, universal. Todas palabras grandes. Emprendimientos complejos.
Camus dice: dese los medios para apoderarse de su existencia, apodérese de ella y ofrézcala como proceso y aproximación a otros para crecer en emprendimientos colectivos desde su función de trabajador-creador-libre-de-las-artes-escénicas en Costa Rica, o donde vaya y esté. En corto: ofrezca su autoestima legítima a otros como sincero y humilde, por particular, testimonio de humanidad para crecer con esos otros social y genéricamente. Para Camus, esto es lo que sostiene, en último término, la “búsqueda de filosofías”. Responsabilidad, integración (cuidado de sí), autoestima, emprendimiento colectivo, horizonte de esperanza, esté donde esté, vaya donde vaya. Contra esta actividad creadora, gozosa, ni Dios.
Ahora, este programa personal y social radical, hermoso, convocante, intenso, este programa político, no puede generarse ni realizarse sin hacer de los trabajadores de la cultura costarricenses un movimiento social. Y esto quiere decir, en esta tarde/noche, no puede hacerse, en el sentido de que no alcanzaría las incidencias buscadas, sin adoptar la lógica de “desde abajo” y “desde la autonomía” interpelada e interpelante, liberadora, en la conformación sociohistórica de una política cultural. Con eso, se supone, es que deberían colaborar “las filosofías”.
Muchas gracias.