En este recién pasado mes de junio falleció Franz J. Hinkelammert (1931-2023), alemán de nacimiento, pero también latinoamericano por elección personal. Como latinoamericano lo conocí por referencias en Chile en donde fue reclutado por la Universidad Católica (Santiago de Chile) cuyos estudios político-sociales (CEREN) pudieron competir, quizás por vez primera, con los de la Universidad de Chile (Santiago) que era animada, entre otros, por la pareja Vania Bambirra (1940-2015)- y Theotonio dos Santos (1936-2018). Las tres personalidades se inscribieron de, distintas maneras, en la que fue conocida como Teoría o Sociología de la Dependencia, propia de la segunda parte del siglo pasado en América Latina. La presencia de Hinkelammert en Chile se hizo sentir casi de inmediato con las nuevas discusiones que empezaron a darse en la publicación periódica de la UC: Cuadernos de la Realidad Nacional. Supe de Hinkelammert en Chile por referencias de esas publicaciones. Y salí al exilio (1973) con solo un libro en la maleta, del mismo Hinkelammert, “Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia” cuyo título estimé les diría poca cosa a los militares que vigilaban el aeropuerto. Franz tampoco los subestimó: el 11 de septiembre de 1973. Cuando se desencadenó el golpe militar en Chile, él se asiló en la embajada de Alemania en Santiago. En efecto, en la capital chilena los militares o disparaban a matar sin preguntar o apresaban y torturaban a los extranjeros que identificaban como “comunistas” o “terroristas”. Franz, con su estatura y aspecto alemán, habría resultado, sin ironía, blanco fácil, y su asesinato, explicado con sencillez: no aceptar el llamado del oficial a detenerse. En la embajada de su país, en cambio, habría resultado arduo o no factible explicar su liquidación. Quizás a los nativos nos faltó una comprensión más detallada del aparato militar chileno. Disfrazados de extranjeros (y obviamente asilados en embajadas de Estados del Primer Mundo) quizás algunas liquidaciones y torturas pudieron no producirse. A Franz le habría gustado este comentario de humor negro. No se habría reído, quizás. Pero le hubiese fascinado imaginar que muchos asesinados pudieran haberse salvado si hubiesen existido más embajadas en las que asilarse.  Aunque Franz fue católico sincero, pienso no habría estimado a los templos, en particular los del 11 de septiembre chileno, como efectivos ámbitos para evitar el acoso, la tortura y la muerte. 

   Conocí al fin personalmente a Franz aquí en Costa Rica. Se presentaba su libro “Crítica de la razón utópica” (que el editor, en este caso entrometido, pugnó por titular “Crítica a la razón utópica” alegando que éste era el castellano correcto). Obviamente la voluntad de quien lo escribió, Hinkelammert, quiso asociar su trabajo con la Crítica de la Razón Pura, de Kant, al describir la imaginación utópica inevitable para la sensibilidad y proyectos efectivamente revolucionarios. Triunfó el editor, y perdió Hinkelammert, asunto que le causó molestia por años. Cuando se reediten o editen sus Obras Completas ojalá se recuerda el título que siempre quiso Franz. Digamos que Franz fue siempre correctamente obstinado. Como deben serlo quienes, como él, desean un mejor mundo para todos, donde la libertad/goce/dignidad de cada uno nutra o promueva la libertad/goce/dignidad de cada otro. Este tipo de pensar/sentir es el que lleva a imaginar que el catolicismo de Hinkelammert no fue nunca excesivamente ortodoxo. Las verdaderas divinidades así lo habrán comprendido.

   En el encuentro mencionado para conversar sobre su trabajo “Crítica de la razón utópica”, se convocó a un número excesivo de comentaristas u opinionistas.  Me quedó la impresión que solo Hinkelammert y yo habíamos leído el libro. Suele ocurrir. En fin, todos dijimos algo y nos saludamos/felicitamos al final. Unos días después me llegó una invitación para ser parte del DEI (Departamento Ecuménico de Investigación). Franz era el principal expositor y autor allí. Se marchaba Hugo Asmann y se me invitaba a hacerme cargo de la realidad política de América Latina. Supongo la invitación tuvo como protagonista a Franz. La posibilidad de poder dialogar y discutir con muchos sectores y movimientos políticos latinoamericanos, todos ellos con raíz popular, transformó mi exilio en proyectos, esperanzas, argumentos. Gracias, Franz. Y hasta la victoria siempre.
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Conversación

   HG.- Desde la aparición en este sitio web de mi artículo sobre el fallecimiento de Franz J. Hinkelammert se han recibido en el correo del espacio saludos, desde México a Chile y Argentina, que acompañan el dolor de su familia y solidarizan con ella, al mismo tiempo que recuerdan aspectos del discurso de Franz y del sentimiento que los animaba. Coinciden en señalar que la muerte del maestro Hinkelammert no significa la desaparición de sus ideas y que ellas los seguirán sosteniendo en sus compromisos políticos. Indican asimismo su voluntad de reproducir algunos textos básicos de Franz para su discusión y mejor comprensión en las complejas y diversas luchas de todos los días. Se les agradece el mensaje y voluntad. Y se coincide en que la mejor manera de recordar al maestro que fue Hinkelammert consiste en internalizar su ideario y hacerlo parte de la cotidianidad de todos los diversos y complejos sectores populares de la región. Hinkelammert se sintió parte de esta complejidad. La mejor manera de recordarlo consiste en estudiarlo, discutirlo y tornarlo realidad política para los sectores populares de estas sociedades. Se trata de un rescate inédito. Difícil y complejo por lo tanto. Pero factible, no imposible.

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