Vuelvo a leer en estos días la asnada acerca del Sísifo de Camus, burrada que parece ser dominante en un sector de los costarricenses. Esta vez se redactó así: “El propio Sísifo de Camus, repite su ritual de la colina, empujando una y mil veces su piedra sempiterna, sin preguntarse por qué lo hace, y aguardando que tal gesto tenga algún sentido, algún propósito vital… aunque Camus nos invita a imaginárnoslo feliz, en la maquinal repetición de su suplicio, perfectamente asumida su condición de héroe del absurdo” (J. Sagot: "¿Qué aguarda el ser humano?”, (La Nación S.A., 12/01/2021). Hay que recordar que Sísifo, en el imaginario griego de su época, es un ser humano, el más astuto y sabio de la especie. Por tener esos caracteres desafía a los dioses y a sus disposiciones. Entre ellas, Sísifo no acepta la humana muerte. El libro en el que Camus narra su versión de Sísifo se llama, para nada casualmente, El hombre rebelde. Se trata de un ser humano que desafía a los dioses con su astucia. Ella le permite a Sísifo “imaginar y ver” más que ellos. Y le abrirá paso a la inmortalidad.
Como engaña a los dioses una y otra vez, el para nada necio, Sísifo es condenado por ellos a subir eternamente una roca por la ladera de un monte. Cuando se arrima a su punto más alto empujando a la enorme roca, ésta cae y Sísifo debe volver a subirla. Su suerte consiste en hacer esto hasta el fin de los tiempos. El lector avisado ya se dio cuenta. Sísifo ha derrotado una vez más a los estúpidos dioses. Con su castigo le traspasaron la inmortalidad. Por eso el breve relato termina: “Hay que imaginarse a Sísifo feliz”. El comentarista de turno, como no entiende nada (tal vez ni leyó el texto) recita: “…sin preguntarse por qué lo hace”. Sísifo sabe que lo hace como castigo de los dioses que (aquí las risas) en su estupidez le otorgarorn la inmortalidad. ¡Les ganó! Será como ellos: inmortal. Y esto contra el deseo de ellos. Para la especie humana, Sísifo es un punto de partida. O mejor, el punto de partida para estos seres humanos es: serán ellos mismos si se atreven. Ninguna divinidad podrá contra ellos, si se atreven a desafiar a todos los dioses. El ser humano es la única divinidad para el ser humano. Sísifo resulta descarada, compleja y radicalmente humanista. Puede que la existencia humana resulte absurda porque carece de sentido anticipado o fatal, pero es decisión de los seres humanos conferirle sentidos. Una de sus tareas podría ser combatir toda peste que lo mate o rebaje o carezca de cura: resistir, combatir, curar hasta el último ser humano y aunque se carezca de esperanza: subir hasta lo alto la roca, verla caer y volver al pie de la montaña para subirla de nuevo: hacer lo propio da sentido, contra los dioses, a la acción. Lo dioses lo deseaban sufriente a Sísifo (subiendo la roca o trabajando con el sudor de su frente) pero el ser humano será infinita y eternamente feliz subiendo esa roca porque es lo que desea hacer. Al desearlo, le pertenece. Sísifo y Camus 100. Dioses Cero. Y esto sin ayuda arbitral. Paliza. Los escritores enormes, como Camus o García Márquez, deberían emocionarnos y comprometernos. Eso es lo que nos hereda Sísifo. Según Camus, por supuesto.
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Conversación
Sebastián (Costa Rica). - Lo de Sísifo, ¿no es parecido a la maldición que se acarrean Eva y Adán?
HG. - Pues al menos los antecedentes no lo son. Eva y Adán son creaturas de Dios, creadas por Él. Sísifo es un ser humano que nada le debe a los dioses. Para la mente humana crear un Paraíso con un árbol prohibido-para-las creaturas-de-Dios resulta absurdo. Solo si en todo lugar en que se mueven las creaturas de Dios hay árboles prohibidos el árbol adquiere sentido. Y esto es así porque esos árboles universalizados los pone el Demonio. La desobediencia significa aquí plegarse al Demonio. En la pugna entre la divinidad y el demonio los seres humanos importan poco o nada. En Sísifo la desobediencia no implica sino capacidad humana. No hay pecado. Tampoco forzada obediencia. En la narración judía el pecado consiste trascendentalmente en ceder al Tentador. En la épica de Sísifo no existe desobediencia humana sino un quererse a sí mismo, aunque eso atraiga la furia de los dioses. El universo de Sísifo resulta paralelo al de los dioses que carecen de poder último y primero sobre él. Para los cristianos de hoy un mundo de prójimos avisa el mundo del Cielo. Para Sísifo el mundo humano prevalece sobre los dioses si los seres humanos así lo creen y viven. La confianza y el regocijo que proporciona la esperanza es un dato humano, no de los dioses. Para Sísifo la esperanza, si la determinan los dioses o los demonios, es lo primero que debe perderse. Por esto es que Camus desea que veamos feliz a Sísifo apropiándose de los deberes que implican sus victorias sobre los dioses. Una felicidad que proviniese de los dioses o los demonios resultaría siempre falsamente humana.
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