EL PEOR CAPITALISMO

 

        Elogiando al capitalismo, bajo sus formas empresarial y gerencial, profesores de las Universidades de Nueva York, Virginia y de la Fundación Kauffman, todos  ellos sin lunar socialista alguno, separan las expresiones “buenas” del capitalismo, de su versión peor o pésima. Esta última es la del capitalismo oligárquico en el que poder y dinero están concentrados en pocas personas. Es el peor capitalismo, no solo por la desigualdad extrema de ingresos y riqueza sino porque sus minorías con poder lo utilizan para fijar reglas para maximizar entradas y reproducir, aumentado, su imperio.
 
   Los profesores (Baumol, Litan y Schramm) ubican la práctica de este capitalismo  en América Latina, Medio Oriente árabe y África. Se refieren a sus economías/sociedades como “empantanadas en el capitalismo oligárquico” y sin voluntad política para darse medios y transitar a otra versión. Terminan, ambiguamente compasivos, diciendo que en ellas “Tal vez se requiera una revolución, ni más ni menos --idealmente pacífica, por supuesto--, para sustituir a las minorías que ahora dominan esas economías y sociedades”. Que se sepa, nadie ha acusado aun a estos profesores estadounidenses como intelectuales del terrorismo por socializar sus juicios. (1)

   Colombia es modelo de capitalismo peor. Su concentración de la propiedad resulta malsana por centrada en la voluntad oligárquica de aprovechar todo factor, incluyendo la guerra, para hacer del territorio, vía el desplazamiento de su población, una fábrica de mano de obra barata. Hoy, un minúsculo 0.4% de los propietarios concentra el 61% de la propiedad. En el otro polo, el 97%  posee el 24% de la tierra. En 1961, presiones campesinas, guerra y Alianza para el Progreso dieron al país su primera ley de reforma agraria. Terminó creando pobres con tierra y fortaleciendo el discurso de que la chusma no sabía qué hacer con ella. En 1994 se buscó otro cambio, esta vez para tornar más competitiva la producción en un contexto de globalización. Solo sirvió para fortalecer la concentración de la propiedad. Hasta el Banco Mundial se espanta. La oligarquía no quiere un campo más productivo. Solo desea ser violentamente excluyente.

   El indicador de Gini sobre desigualdad (donde América Latina es campeona cósmica) da a Colombia un tercer lugar sudamericano, amenazando a Brasil y Paraguay, los líderes. Una muestra del resultado: el 62% de los niños colombianos malmuere entre la desnutrición, la insalubridad y la ignorancia (cifras de Cepal). Los perpetradores del crimen (y de incontables) poseen además el monopolio de la autoconcesión de prestigio. Los avivan medios masivos y la jerarquía católica. Hoy son socios de la geopolítica estadounidense. Discriminan, asesinan,  se construyen estatuas y se lanzan versos.

   Quienes resisten su ferocidad son o “alzados”, o “guerrilleros” o “comunistas” o “narcoguerrilleros” o “terroristas”, según la época. Contra ellos, y sus entornos, se puede hacer cualquier cosa. El resto, porque existe todavía un resto de población, ha internalizado discriminación y violencia como sujeción pasiva y clientelar. Los menos votan con “entusiasmo” por Uribe. Otros huyen. No hay de otra.
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     (1) La referencia es al artículo de William Baumol, Robert E. Litan y Carl Schramm, "Capitalismo bueno, capitalismo malo", en www.project-syindicate.org, traducido en La Nación (periódico) 16/03/08, San José de Costa Rica.