Universidad Omega, Nº 105,
noviembre 2020.


   El giro “americano feo” se tornó relativamente popular a finales de la década de los 50 del siglo pasado. Dos estadounidenses (Eugene Burdick y William Lederer) publicaron un libro con ese nombre en 1958. Para ellos el ‘americano feo’ lo constituían los diplomáticos estadounidenses en los países extranjeros a los que habían sido destinados. En lugar de insertarse constructivamente en las costumbres, cultura e idioma de esos países pretendían, con algo de insensatez y mucho ‘aldeanismo´, que se portaran como los americanos. Se recordará que Estados Unidos sufrió su primer empate/derrota militar (no consiguió predominar) en la guerra de Corea (1950-53) ‘resuelta’ con el establecimiento de dos Coreas, la del Norte y la del Sur. La Unión Soviética y China apoyaron a los coreanos del Norte   y Estados Unidos a los del Sur. Se considera a esta guerra parte de la Guerra Fría entre los mundos capitalista y el socialista/comunista. A juicio de Burdick y Lederer, la desviación del cuerpo diplomático estadounidense perjudicaba al capitalismo en esta Guerra Fría. Por supuesto, ellos utilizaban “americano” como idéntico a ‘estadounidense’ lo que muchos latinoamericanos resienten o como error o como subestimación de los americanos que residen al menos desde México hasta la Patagonia. Los argentinos y los paraguayos y los haitianos, etc., resultan tan ‘americanos’ como los nacidos en Nueva York o Nebraska.

   Sin embargo, Burdick y Lederer y sus amistades podrían apoyarse en el Diccionario de la Real Academia Española para sostener que su enfoque era y  es correcto. Esta Real Academia entrega varios sentidos específicos al vocablo “americano”.  Ellos son: natural de América; perteneciente a los americanos; indiano (alguien que retorna enriquecido de América). Y estadounidense. Es decir que alguien nacido en Nueva York es desde el inicio un ‘americano’, todos los estadounidenses resultan así inmediatamente ‘americanos’, mientras que un argentino o mexicano es por nacimiento argentino o mexicano y solo por adscripción, digamos genérica, ‘americano`. Por supuesto la Real Academia podría cambiar de criterio, pero hasta hoy es lo que hay.

   Le debemos a Eva Golinger (n. 1973), ciudadana estadounidense nacionalizada venezolana, una más actualizada aproximación a la fórmula “americano feo”. Golinger no renuncia al legado de Burdick y Lederer, pero lo extiende al ciudadano estadounidense común: “Siempre me daba pena cuando veía a los turistas estadounidenses en Venezuela actuando como si estuvieran en su propio país, sin hacer el esfuerzo de hablar español, llevando 'shorts' y franelas —otro venezolanismo— playeras hasta en la ciudad y faltándole el respeto a las diferencias culturales, como si ni les interesara observar e intentar entender esas distinciones”. Luego, se extiende: “Esa era mi imagen del 'americano feo', esa y también la política intervencionista de Washington en Venezuela y en casi todo el mundo, que no solamente tiene su manifestación política, sino también cultural”. Y proporciona una imagen final: “Cuando veía a Donald Trump en su "primera gran gira afuera (…) no me decía otra cosa sino 'el americano feo'. Allí estaba, empujando a otros mandatarios en Europa para salir el primero en la foto, hablando a otros como si fueran sus subordinados, criticándolos por no seguir los órdenes de Washington. Él, que no podía caminar con los demás unos 100 metros, a cambio tomó su 'colita' en un cochecito de golf, como el gran rey americano al que todos tenían que esperar para cumplir con su agenda, en su tiempo y a su manera.// Trump es ese americano feo que ni siquiera toma tiempo en leer los informes sobre los lugares que visitaba. El que declara desde Israel que "acaba de llegar del Medio Oriente" porque venía de Arabia Saudita y no entendía bien que Israel también se encuentra en la misma región. No estudia, desconoce la geografía, se equivoca con los nombres de otros mandatarios, intentó despreciar al primer ministro canadiense llamándolo "Justin de Canadá", como si fuera un muchacho cualquiera. Trump es el americano feo que insiste en comer su hamburguesa con kétchup y papas fritas durante la cena presidencial en Riad. No le interesa ni siquiera probar la comida típica de los sauditas, aunque sea una comida hecha para reyes” (Golinger: “El americano feo, la imagen principal de Estados Unidos ante el mundo”, en Internet, mayo 2017). Este americano feo es abiertamente racista, niega el desafío ambiental, persigue a los científicos que denuncian su letal ignorancia ante la pandemia actual y, en estos días, pone en jaque la institucionalidad política estadounidense negándose a aceptar su derrota electoral y la victoria de un ‘otro’ que lo superó. Este americano ya no feo sino que horrible amenaza no solo a su nación (para nada perfecta) sino al planeta y a la especie. Resulta más peligroso que el comunismo-socialismo porque su desfachatez irreflexiva convoca a millones y no vacila en utilizar a su favor al ejército con más poder destructivo del planeta. Ya caminó en exceso. Los ciudadanos estadounidenses y sus instituciones deben detenerlo, juzgarlo y sentenciarlo. Nunca más este Trump. Nunca más otro Trump. El planeta no tolera un “renacido” americano feo. Con su castigo legal ejemplar ganamos todos. En primer lugar, los “americanos”.
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Conversación

Nélida, Irma, Luis. (Costa Rica.- Son dos cosas. No nos queda claro qué desea usted para Trump. Y lo segundo es si esta mala influencia de Trump podría repetirse en Costa Rica. Luis afirma que usted pide una acción jurídica contra Trump.

HG. – La principal intención del artículo es resaltar que el carácter de muchas de las acciones publicitadas de Trump carece de racionalidad y de legalidad y que por ello hay o que crear legislación si no existe o aplicar la que existe contra sus desafueros. Y desde luego, EUA debería darse legislación que dificulte o impida nuevas acciones de tipo trumpista por parte de él mismo o de sus discípulos. Y ojalá se pudiera dar rango internacional al asunto porque, aunque no se cumpla, podría reclamarse. Doy un ejemplo terrible de lo que pudo ocurrir con este Trump. Su orden de ataque con drones en Irak para asesinar al jefe militar de Irán, Qasem Soleimani, en enero de este 2020, avivó la guerra en Oriente Medio, agravó los peligros que experimenta Israel, con los costos que ello implica para los palestinos, e incluso pudo generar una escalada que terminara en una guerra por el control del planeta. Fue un ataque masivo, no quirúrgico, contra un territorio al que EUA está asociado. El mando político iraní decidió, como respuesta, derribar un avión ucraniano de pasajeros, comercial. 176 muertos. Irán declaró se trató de un “error”. Imagino indemnizó a las familias de los asesinados. ¿Resolvió políticamente algo en el área la liquidación de Soleimani? La respuesta es no. Y tanto el ataque como la réplica iraní asesinó a inocentes. Y se tuvo la fortuna que la escalada posterior no llevó a traumas peores.

Nélida, Irma, Luis. – No nos dice nada sobre un Trump costarricense.

HG. – Un presidente de Estados Unidos resulta una figura mundial por acción u omisión. Costa Rica no juega en esas canchas. Pero trumpeamos a escala liliput, aunque los alcances de las trumpeadas sean, en especial para la ciudadanía sencilla, muy serios. El comportamiento reciente de la administración de Acueductos y Alcantarillados, de la que se dice infla desmesuradamente los cobros, torna los reclamos en una tortura y su autoridad insiste en que todo es ‘normal’’, y todo esto en el centro de una pandemia-crisis-fiscal, resulta puro Trump, aunque en versión costarricense. Y aunque la prensa informe, el gobierno calla, no investiga, no ofrece soluciones a los consumidores y con ello potencia que la trumpeada local se prolongue y nadie se haga responsable y los afectados deben guardarse su malestar e impotencia. Entiendo que mientras se investiga un reclamo o se conversa un arreglo de pago no se corta el abastecimiento. Pero el tiempo perdido y la cólera por un suministro indispensable y que no debería generar problemas, no las atiende nadie. Para el consumidor, cualesquiera sea su porcentaje, todo es un enorme drama sin salida porque toda esa cantidad de dinero que le dicen adeuda no la tiene ni la tendrá en el corto y mediano plazo. Nada extraño, el costo del agua lo ahoga, pero el país no se inquieta ante la irregularidad. Para el proveedor, una empresa estatal, no pasa nada. En otro relato, dos personajes de edad avanzada llaman a bloquear carreteras, puentes y cruces en rutas y el asunto se sale de las manos de todos y se da violencia incluso armada, se destruye propiedad del Estado, se cobra ilegalmente peajes, se arrojan bombas molotov contra la policía, parte del narco penetra la protesta, hay policías heridos, propiedad pública y privada destruida. En fin, hay violencia y no tiene nada de ciudadana. Resulta de amontonamientos subversivos. Y con los dirigentes, que declaran públicamente ser responsables (uno se disculpa y se retira) de los bloqueos, y con ello de los motines y agresiones contra el gobierno y la ciudadanía no pasa nada. Finalmente, los dirigentes son citados a los tribunales. Y allí pasa muy poco. La Fiscala de Hierro no organiza el show que adorna su celo legal (le montó un operativo armado al presidente de la República) y los jueces ni siquiera les dan casa por cárcel a los llamados a comparecer. En apariencia no existe cargo alguno. Y sí está claro existió violencia y daños contra la propiedad pública, la vida y salud de los policías y el respeto que se debe a los ciudadanos. Para los jueces y la Fiscala de Hierro no ha pasado nada. Ni la prensa resalta la inconsecuencia. Son juegos de niños, los dirigentes son buenas personas, gatitos viejos. Como se advierte, las trumpeadas locales, aunque vistosas (y con costos no previsibles hoy) resultan ‘normales’. Todos hermaniticos. Lo que en Trump mundialmente resulta escándalo ominoso, aquí deviene triste y local comedia ingrata. Con el presidente costarricense y con la ciudadanía se puede pelotear. Tal vez incluso el presidente estime él también puede hacerlo. Quizás los costarricenses podrían rezar para que las distancias entre EUA y Costa Rica desaparezcan y se pueda gozar asumiendo los riesgos de un Trump de la periferia o al menos de una pareja Murillo-Ortega. Estos últimos en realidad no cuentan. Se trata de “nicas”. Este último juicio es otra trumpeada.

Luis. – No me queda para nada clara esta última respuesta.

HG.- Trump es una producción estadounidense-mundial y central del capitalismo en curso. Los actores costarricenses son producciones de la periferia de este último capitalismo. Lo que allá resulta obligatorio corregir o evitar para eludir catástrofes, acá es comedia con altas posibilidades de desembocar en dramas que a nadie importan, excepto a quienes las sufren (no serán nunca todos). Las vulnerabilidades por acá (y con ello las leyes) no tienen valor de mercado. O quizás sí lo tienen, pero está prohibido admitirlo.

Irma. - ¿Tiene usted una opinión personal sobre Trump’?

HG. – Sí, desde luego. Pero es a la distancia y carece de valor. Estimo que su resistencia a abandonar la Casa Blanca se sigue de que mientras resida en ella sigue juzgándose Presidente del país más poderoso del mundo. Padece alguna enfermedad o trastorno que lo hacen, en el mismo movimiento, astuto y torpe. Su astucia lo torna buen comunicador para millones de estadounidenses. Su torpeza lo muestra grosero y estúpido en los circuitos internacionales. Esta torpeza estúpida lo hace peligroso. Pero mi opinión es la de alguien que se crió muy al sur de América Latina y a quien le repitieron muchas veces que no era prudente ni útil realizar juicios sobre alguien a quien nunca se había tratado caraa a cara.
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