No está claro si fueron designios de Dios, la casualidad letal de la pandemia, o la astucia de la editora de opinión de La Nación S.A. (Guiselly Mora), pero el martes (según el dicho día malo para embarcarse) 4 de agosto (2020) coincidieron en la misma página un artículo-carta de Óscar Arias (“El gobierno no puede jugar con el destino del país”) y una columna de la ya habitual colaboradora del periódico Velia Govaere (“Una nota más”). El texto de Govaere se da como premisa la determinación de la pandemia como “el apremiante trance que debería obligarnos a reaccionar (…) pero, de hecho no nos obliga a nada”. Esta premisa, como todo, es debatible. En el inicio de la plaga un equipo de ‘notorios’ colaboradores del periódico llamó a ‘universalizar las patadas’ y, muchos, aunque no todos, lo hayan leído, reaccionaron con trabajo serio y solidaridad social. En primera fila, los trabajadores públicos (y quizás también los del área privada, más difícil de juzgar) del sector salud. No patearon a nadie. Atendieron, se esmeraron, no tuvieron miedo. Un par de enfermeros abandonó a una anciana y la forzó a caminar bajo la lluvia. Detestable y penoso, pero fue un hecho aislado y lamentado por quienes lo vieron y padecieron. Otros sectores en todo el país han solidarizado con quienes han visto mermados o anulados sus ingresos con víveres y prestaciones gratuitas. O sea, sí se han producido reacciones ciudadanas (incluso de investigadores profesionales que han generado respuestas médicas) y eso es bueno.
Govaere no lo ve así y redacta: “Son tiempos de cartitas, no al Niño Dios, sino a Carlos Alvarado. Se multiplican como pan y peces en el sermón de la montaña. Tiempos de acción se llenan de diagnósticos”. En realidad, la multiplicación de cinco panes y dos pescados está en Mateo 14. Y el sermón de la montaña, en Mateo 5. Son eventos distintos. Refiero desde la Reina Valera. Y el apuntado sermón de la montaña contiene una ética política y trascendental, no meros diagnósticos. Un ejemplo: “'Oísteis que fue dicho a los antiguos: 'No matarás', y cualquiera que mate será culpable de juicio, pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga 'necio' a su hermano, será culpable ante el Concilio; y cualquiera que le diga 'fatuo' quedará expuesto al infierno de fuego”. Nada de cartitas solicitando regalillos: quien maltrate a su prójimo (condición humana generalizada) irá de cabeza al infierno. Bueno, con el cuasi infierno de la pandemia, todos incurrimos en errores.
Govaere está harta de cartas: “Cartas van, cartas vienen, todas válidas, todas cortas (…) ¿Hasta cuándo la ebriedad de vaticinios funestos al pasito tuntún de la política tropical, sin visiones integrales para reinventarnos?”. Y, se puede discrepar de Jesús de Nazaret, pero el ofreció y exigió una cosmovisión desde la projimidad. Una Costa Rica efectivamente cristiana podría darle contenido político institucional empezando ya. Cierto: muchas iglesias se opondrían.
Bueno: el texto-cartita de Óscar Arias comienza mencionando la pandemia devastadora que se abre tanto a una crisis sanitaria como económica y sentencia: “Nuestros desafíos son graves y deben ser asumidos con seriedad”. Para él, esta seriedad no ha existido. “El país necesita saber cuáles son las medidas que el gobierno adoptará frente a la crisis económica y social que se acrecentará con el paso de los días. Cuáles son las medidas para la protección de las familias, los trabajadores, las empresas y el sector financiero”. La crisis económica y social (privilegiada por Arias) en Costa Rica contiene al menos dos factores: el déficit fiscal previo a la pandemia y el costo económico-social-cultural determinado por la pandemia. Ya sabemos que en la gravedad del primero alcanza un peso específico la última gestión de los hermanos Arias en la presidencia del país. Los costos determinados por la pandemia se muestran aún más intratables. La razón es que este plano se mueve directamente en relación con la vida y la muerte de la gente. Por el momento el gobierno ha resuelto: primero la salud, y de inmediato la economía. Manifestaciones contra un maltrato en el frente de la salud recién empiezan a aparecer: comprar mascarillas se hizo con negligencia o con negligencia-dolo. La comunicación sanitaria se volvió ritual desde hace al menos dos meses y con ello dejó de ser útil. Y el campo económico-social muestra al menos tres rasgos: insuficiente pasión gubernamental por atender y resolver en lo posible problemas, expectativas de muchos sectores que desean una salida estatal para sus dificultades y crisis y también la ausencia privada de ofertas y programas de sobrevivencia desde sus recursos aliada con una baja disposición gubernamental para escuchar y resolver conjuntamente. Se dice fácil pero no es sencillo este encuentro. Manteniendo el esfuerzo en salud, los interlocutores políticos debían dedicar al menos 12 horas cada día para avanzar acciones en la economía. Algunas darán resultados, otras fracasarán. El país-nación no es dueño de su economía y el resto del planeta tiene desafíos semejantes. Pero algo o mucho (nunca bastante) podrá hacerse.
La propuesta de Óscar Arias es enteramente operativa y débil, aunque su perspectiva resulte plausible. Habla de recobrar la confianza del pueblo en sus líderes políticos y que para esto el gobierno debe saber hacia dónde quiere ir. Como pone de referente la aprobación del TLC con EUA, parece olvidar que ese pueblo-ciudadano costarricense votó polarizado y las malas artes obligaron a su vicepresidente delfín a renunciar a su cargo (Memorándum del miedo). Pero esto es pasado. Lo peor de su propuesta radica en centrarse en que el gobierno PAC mantenga unida a su fracción parlamentaria y desde allí convenza a otros segmentos de parlamentarios para obtener los 38 votos requeridos para la aprobación del convenio con el FMI. Arias olvida que el PAC nunca se ha constituido como partido (excepto jurídicamente). Internamente es varias tendencias divorciadas entre sí. Orgánica y políticamente PAC es más débil que el PLN y el PUSC. Desde este punto de vista sería más sencillo y productivo que el presidente llame a las cabezas del PUSC y el PLN y a sus propios diputados y acuerden sinceramente un plan de colaboración en la Asamblea. Y los votos, desde luego. Convendría que la prensa en sentido amplio hablara de un Gran Pacto Nacional Costarricense para salir del abismo de la pandemia. La idea es que la ciudadanía se olvide de las próximas elecciones y haga silenciosa o alborotada presión por esos 38 votos y más. Por un efectivo gobierno de Unidad Nacional apoyado en una compleja sociedad civil para paliar la crisis y salir de ella. No es la pomada del oso. Pero es muchísimo más de lo que hay. Y lo que hay lo han producido costarricenses. Incluye a Óscar Arias. Lo que existe, no cayó del cielo.
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