NEOLIBERALISMOS LATINOAMERICANOS I
En estos días sólidamente neuróticos para todas las poblaciones latinoamericanas, y quizás del mundo, por la acción, descarada y multifrentista, de un coronavirus, se suscitó en La Nación S.A. un inicio de discusión en sus páginas de opinión. La precipitó un artículo de Eli Feinzaig (uno de los que deseaba la crisis en salud potenciara patadas entre todos los costarricenses): “La larga noche neoliberal” (LN: 10/06/2020). Lo replicó Enrique Obregón Valverde quien tituló su texto “El largo día del liberalismo”. Obregón Valverde ha sido toda su vida, creo, militante de la corriente política que lideró José Figueres y que suele denominarse (o se denominó) socialdemocracia. Se trata de un liberalismo con rostro social que se institucionaliza como ‘Estado de bienestar’ y que podría evolucionar hacia un régimen democrático y socialista. Este Estado interviene en la economía (directa o indirectamente), y no solo en ella, también en la cultura, intentando que todos y cada uno de los ciudadanos y sus familias realicen sus potencialidades (algunas las traen al nacer, otras son permeadas por instituciones) y las traduzcan solidariamente en bienestar colectivo. A Eli Feinzaig sus cercanos lo nombraron como temprano sucesor de Otto Guevara, fundador, con otros, del Movimiento Libertario en la década de los noventas del siglo pasado. El Movimiento Libertario fue creado, entre otras razones, para que Guevara ganara la presidencia (era calderonista pero el camino a la candidatura se le hacía muy lento allí) y una de sus referencias es el Cato Institute, asentado en Washington (EUA) desde 1977, plantel que se interesa en promover un tipo de Estado (mínimo, no interventor en economía), la desregulación económica (mercado de libre competencia) como vía para alcanzar y sostener el desarrollo económico, la privatización de la previsión social, el libre comercio, la defensa y seguridad internacionales (nació en el marco de la Guerra Fría). Sus ideas sobre el Estado fueron admirablemente bien condensadas por uno de sus fundantes autores-estrella F. Hayek (1899-1992). Es un epígrafe al capítulo II de su libro “Camino de servidumbre”: “Lo que ha hecho siempre del Estado un infierno sobre la tierra es precisamente que el hombre ha intentado hacer de él su paraíso”. La referencia remite a un poeta (F. Holderlin), pero puede generar asociaciones para nada líricas: el Estado que viola al mercado (cuya mano invisible o libre competencia establece lo justo e injusto) provoca un infierno. Aunque Hayek al citar esto probablemente ni siquiera sabía que existía Costa Rica (después hasta visitó el país, en 1965) sus seguidores (un tipo de neoliberales o libertarios) suelen resultar tan tajantes como él: el costarricense Instituto Libertad indica: “El Instituto Libertad es una institución sin fines de lucro que promueve el liberalismo por medio de conferencias, seminarios y publicaciones. Somos la única organización liberal en Costa Rica.// El liberalismo es una filosofía que considera la libertad individual como el valor fundamental de toda sociedad próspera y pacífica. Ésta se fundamenta en una extensa escuela de pensadores como John Locke, Lord Acton, Frederick Bastiat, David Hume, Adam Smith, Ayn Rand, Milton Friedman, Friedrich Hayek, Murray Rothbard, Henry Hazlitt, H.L. Mencken, James Buchanan y Ludwig von Mises, entre otros.// La libertad es una; es decir, no puede hablarse de libertad económica, libertad civil y libertad política por separado. Al violarse una, se violan todas. El límite a la libertad individual es el respeto por la libertad de las otras personas. Según este principio, la única función legítima de un gobierno es proteger y garantizar la libertad individual”.
Como se advierte, el Instituto habla de liberalismo. Feinzaig probablemente aprovecha este uso amplio del término para indicar que nunca ha sabido lo que significa “neoliberal”. Al igual que para el Instituto Libertad para él solo existe el liberalismo sin “neo” alguno. Por supuesto se trata de un truco retórico. En política y sociología ‘liberal” puede utilizarse como adjetivo o como sustantivo. Como adjetivo significa centralmente que se tiene una actitud abierta, tolerante, generosa hacia otros seres humanos y los entornos. Estados Unidos sería geopolíticamente liberal si aceptara que las naciones latinoamericanas (con sus Estados) tienen capacidad para autodeterminarse. La invasión unilateral de Panamá (1989) y los golpes de Estado en Chile (1973) y Honduras (2009) muestran que, al parecer, pese al amor que se dice tienen los Gobiernos estadounidenses (y su Estado) por los individuos libres, en este campo no se comporta ‘liberal’. Como sustantivo, en cambio, liberal se vincula con libertad y en política significa que el individuo humano nace libre y que desde esta libertad individual constituye las sociedades y sus instituciones, incluyendo la propiedad que se deriva del trabajo propio. Este trabajo se puede vender a quien quiera contratarlo y así el objeto de valor producido resulta propiedad de quien contrata ese trabajo. Aquí el liberalismo resulta claramente una ideología (en el alcance negativo del término) y también una cosmovisión que posee una trayectoria/despliegue históricos. John Locke (1632-1704) fue liberal, igual lo es Donald Trump (n. 1946) y también lo son demócratas y republicanos en EUA. Costa Rica califica asimismo de liberal. El problema, para quien no quiere pensar, del uso del sustantivo, es que posee una trayectoria histórica y, con ello, materialidades específicas. Por ejemplo, existe liberalismo sin derechos humanos para las mujeres y liberalismo con derechos para ellas (aunque no se cumplan demasiado). Por esto es que se utiliza el término ‘neoliberal’ (nuevo liberalismo) casi cada vez que se estima requerirlo porque políticamente el sustantivo ya no significa lo mismo que en períodos previos. Nótese: no existe un solo liberalismo. Cuando, por ejemplo, Obregón Valverde habla de liberalismo lo ve con horizonte de socialismo. No todo el mundo entiende así el posicionamiento y la institucionalidad liberales. Trump valora ‘liberal’ lo que él hace. Volviendo a derechos fundamentales, existe un liberalismo político sin derechos humanos universales (estos fueron universalizados durante la segunda mitad del siglo XX) y otro con derechos humanos inevitablemente universales (aunque en su inicio no se los haya visto así). Luego, para distinguir las nuevas versiones institucionalizadas (y eventualmente dominantes) del liberalismo se utiliza el “neo” y se añade “liberalismo”. Constituyen usanzas. El keynesianismo de la primera parte del siglo XX, por ejemplo, fue llamado neoliberalismo. Recurría al Estado para superar las crisis económico-financieras determinados en esos circuitos. Keynes promovía una política estatal que sostuviera o aumentara la demanda. No es el liberalismo de Locke. En la práctica el último (y primero) neoliberalismo como ejercicio de gobierno reconocido como tal a finales del siglo XX fue la dictadura militar chilena (1973-1990) que se caracterizó por su guerra contra los sectores populares organizados y su aplaudida propuesta de una economía orientada por la mano invisible de Adam Smith (entera –casi-- libre concurrencia en los mercados respectivos) y el terror de Estado. Lo protagonizaron pintoresca y letalmente “Chicago boys” en referencia a una universidad estadounidense en la que la economía estaba a cargo de los gurúes Milton Friedman (1912-2006) y Arnold Harberger (n. 1924). Por supuesto este neoliberalismo ‘chileno’ es una de las expresiones del neoliberalismo. Keynes no habría aprobado el terror de Estado.
Tras la dictadura chilena vino Margaret Thatcher (1977-1990) aplaudida como un ser casi sobrenatural después que liquidó a los sindicatos ingleses. Creo que se advierte por dónde va algún neoliberalismo del que Eli Feinzag dice ignorar todo. Ha de haber residido en otra galaxia. Esto porque existe hasta una Biblia del neoliberalismo latinoamericano. ¡No puede pasar inadvertido! Tiene 518 páginas. La prologa el insospechable Mario Vargas Llosa. Lo editó Norma (una multinacional), en Colombia, 1994. Por Costa Rica firmó su colaboración Miguel Ángel Rodríguez. La Biblia se llama “El desafío neoliberal. El fin del tercermundismo en América Latina”. Su compilador fue Barry. B. Levine.Se vendió en Costa Rica. Para algunos, un inexistente pero publicitado Consenso de Washington (trucado, además), de 1990, determinó al neoliberalismo como la ‘receta’ para que los latinoamericanos abandonáramos el subdesarrollo. De nada de esto se ha enterado Eli Feinzaig quien declara en el primer párrafo de su artículo: “… nunca he sabido a qué se refiere la gente cuando lo usa (el término neoliberal hoy), ni mucho menos he entendido qué es ser neoliberal” (paréntesis no está en el original). Lo iniciamos en el campo. Metafísica del mercado total. Y, en la versión latinoamericana, desprecio absoluto por la fuerza de trabajo asalariada. Si está organizada, persecución y exterminio. Nuestra versión (la latinoamericana) se acerca más a Hayek (sólido antisocialista y anticomunista) que a Friedman/Harberger.
NEOLIBERALISMOS LATINOAMERICANOS II
Como un lado de la polémica (Feinzaig) declaró que no tenía ni remota idea acerca de qué significaba ser considerado neoliberal, pues hubo que aclararlo. Conste que ni su interlocutor, Enrique Obregón Valverde, ni quien esto escribe, lo ha llamado neoliberal. Él tampoco se reconoce en la expresión. No puede hacerlo porque dice que no tiene idea acerca de qué significa eso. En apariencia, el título de su artículo debió llamarse <La larga noche “neoliberal”> para que se entendiera desde el inicio que no había existido tal larga noche neoliberal (que eso era algún tipo de infamia necia) sino que se trataba de un nocherío de expansión frenética de la institucionalidad pública (entre 322 y 199 instituciones en los conteos de Feinzaig). Ya vemos, a Feinzaig no le simpatiza un Estado amplio o grande. En especial, y con razón, si resulta ineficiente. Escribe: “De esas 199 instituciones, 96 fueron creadas en los 164 años transcurridos desde la independencia hasta 1984, a un promedio de 0,6 instituciones al año. En los siguientes 29 años, los de la <larga noche neoliberal>, fueron creadas 102 instituciones. Esto es un ritmo de 3,5 entidades nuevas anuales”. Si se relega el hecho de que está comparando períodos históricos distintos (o sea realidades distintas: por ejemplo la producción de pobreza y pobres cambia en calidad y número, igual los requerimientos educativos, por hacer dos referencias) son en efectos cifras que exigen un estudio (no la inmediata condena, que es lo que Feinzaig parece buscar). En cuanto a la eficiencia/eficacia de las instituciones, Feinzaig proporciona un dato que le entregó un documento de Ottón Solís (con quien conversó recientemente): “…del 2010 al 2015 los recursos destinados a combatir la pobreza se incrementaron en términos reales en un 14.5%”. A pesar de ello, agrega Solís “… la población afectada por pobreza extrema pasó de un 5, 8% del total de la población, a un 7,2%”. Aquí la expresión “los recursos destinados se incrementaron…” parece referir al monto de inversión y no al carácter y la calidad del trabajo de la tarea/meta. Los seis años constituyen además un período extendido que no puede ser evaluado mediante cifras únicas. Tal vez existieron años positivos y años negativos. Las cifras no convocan a escandalizarse sino a investigar, corregir o, si es del caso, iniciar un nuevo proceso cautelando lo aprendido del fracaso (si éste existió). La producción de pobres y miserables es un dato estructural de las sociedades latinoamericanas. Un incremento de la pobreza/ miseria ha de ir acompañado de información acerca del carácter de la concentración de riqueza de los sectores internos e internacionales que determinan el carácter dependiente y subdesarrollado de estas economías y, con ello la generación de pobreza y miseria. Por ello no existe una relación inmediata-directa entre inversión pública para atender la pobreza/miseria y las condiciones sociales generales de la economía y propiedad que pueden generar nuevas formas sociales de producción y pobreza que se suman o articulan a la pobreza //miseria existentes o generan nuevas presencias de pobres y miserables. Los medios desde los que hablan Feinzaig y Ottón Solís (Canal 7, La Nación S.A.) permiten presentar números, pero usualmente no mencionan cómo se producen social y políticamente esos números. El aumento de la riqueza exportada (transnacionales, Zonas Francas) y la mayor ganancia de grupos internos (que monopolizan los bonos estatales, por ejemplo, sin producir empleo) pueden tener efecto en la persistencia de la pobreza miseria y en su ampliación. De nuevo, no basta mostrar cifras, hay que estudiar si en ellas concurren, por ejemplo, referentes sistémicos e impericias y corrupción situacionales. Ottón Solís y Eli Feinzaig son de profesión economistas. Hablan de y con números. Si esos números se vinculan con las relaciones sociales que los constituyen (y la totalidad en que descansan) su significado puede cambiar. Se trata de otra forma de ingresar a la realidad y explicarla. No se habla aquí de disculpar o negar las cifras presentadas por Solís-Feinzaig (para eso habría que hacer una investigación independiente) sino de mostrar que pueden ser entendidas de manera distinta.
Es oportuno decir aquí algo sobre el éxito relativo del discurso neoliberal en América Latina. No proviene para nada de la calidad de su perspectiva sino de que el Estado en América Latina presenta rasgos patrimonialistas y clientelares. De esta manera cualquier pedrusco o roca que se arroje contra el Estado hace brotar pus. Entre nosotros vale aquí el dicho futbolero cuando el portero rival es muy malo: “tirar y abrazarse”. Por eso, y por galán, algo ganó Otto Guevara mientras no se le conoció mejor. Feinzaig se apoya en un clásico arrojador de piedras (Ottón Solís) para avanzar sus propios proyectiles. Sin duda sacará pus. Pero el neoliberalismo latinoamericano nunca ha mostrado talento y compromiso para ser tomado en serio. Y aunque Feinzaig no sepa lo que es un neoliberal despide su olorcillo característico. Desprecia e ironiza a los dirigentes sindicales (escuchado en el espacio que le prodiga Ignacio Santos), desluce (porque no los soporta) a los ‘comunistas’: basta leer su alusión a José Merino (¡fallecido hace 8 años!) y a José María Villalta en el artículo comentado, y denuncia el “gasto” estatal cuando es su inversión histórica, por ejemplo en salud, la que permite a Costa Rica capear algo de la pandemia actual.
En cuanto al otro protagonista de la polémica, Enrique Obregón Valverde, se limita a exponer la trayectoria que llama “liberal” del país y también al liberalismo como ‘concepción del mundo’. Ve a este liberalismo en revoluciones como la estadounidense y la francesa y tiene razón. Lo ve imponiendo el sufragio universal y también tiene razón. Lo encuentra en el origen de los socialismos y esto resulta más discutible aunque estampa la frase “…la democracia o es social o no es democracia”. Lo ve en la soberanía popular y en el gobierno resultado de elecciones y tiene razón. Lo experimenta articulando distintos y respetando minorías y también tiene bastante razón. Desde aquí rechaza los dogmatismos de izquierda y la estulticia de derecha (latinoamericana) que ve a Marx tras toda idea de cambio. Se muestra algo cajonero al hablar de régimen democrático de gobierno (pero nadie es perfecto). Se me terminó hace rato el espacio. El título de su artículo es ingenioso: “El largo día del liberalismo”. Contrasta el mal título elegido mañosamente por Feinzaig y dice lo que él ve como historia de su Costa Rica desde su independencia. Siempre ha sido liberal: “Tendremos democracia liberal, por lo menos durante un siglo más”. Y termina con un horizonte: “Si hay voluntad para ello (…) la socialdemocracia sobrevivirá, a trancas y barrancas, dentro de un liberalismo cada vez más desteñido. No obstante, el liberalismo será la fuente del futuro socialismo, consecuencia de la evolución natural democrática”. Narra convicciones adquiridas durante su vida. Respetable. Y su estilo se abre a la discusión: “Si Eli Feinzaig me responde a estos ligerísimos comentarios, estoy seguro que algo aprenderé”. Menciono un único desliz: “Y no me va a convertir (Feinzaig) al liberalismo porque ya lo soy: liberal socialista, como John Stuart Mill, como Norberto Bobbio”. Bobbio tiene un criterio sobre John Locke quien sin duda avanza un criterio sobre derechos humanos y un régimen institucionalizado de libertades, pero en el mismo movimiento crea la figura de la “no-persona” (animal dañino, le llama). La no-persona es alguien a quien cualquiera puede matar porque ofende/lesiona la propiedad privada. Esto se acerca más al Cato Institute que a un socialismo democrático en el cual, cuando llegue, la libertad de cada uno potenciará la libertad de cada uno de los otros.
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Conversación
Silvia, Marta, Eugenia.- ¿Por qué le parece a usted que Feinzaig alega desconocer por completo en qué consiste hoy el neoliberalismo y rechace ser etiquetado como tal?
HG.- No conozco suficientemente el pensamiento de Feinzaig y por lo tanto no puedo dar una respuesta precisa. Además yo no intento "etiquetarlo". Pero en este siglo XXI el neoliberalismo, como metafísica del mercado total, se aproxima bastante a ser la sensibilidad planetaria hegemónica y, al mismo tiempo, la más generalizada, lo que supone que puede ser asumida por muchos como ‘sentido común’. Nadie se declara neoliberal porque todo el mundo poderoso, o casi, lo es. Quienes no lo son, resultan “idiotas” o, casi peor, “soñadores”. También puede operar la descalificación absoluta: irracionales “comunistas”. Ahora, si se trata de una ideología planetaria (en sus distintas versiones) también tiene que enfrentar los desafíos actuales y transformarlos en problemas. Los principales desafíos planetarios hoy son el daño ambiental y las migraciones triplemente no deseadas que son la principal señal de una “población sobrante”. En relación con el mercado mundial vigente sobran miles de millones de personas. Esto ni siquiera suscita encuentros y acuerdos (que no se cumplen) como la Cumbre de París (2015-16). Entonces declararse ‘neoliberal’, hoy, casi equivale a llamarse incompetente ante los desafíos planetarios. Esto no era así en la década de los noventas del siglo pasado. El neoliberalismo se proponía como respuesta a la necesidad de salir del subdesarrollo. Este es un factor. Otro, más local, es que el principal personaje del neoliberalismo costarricense fue Otto Guevara. Cayó en desgracia electoral y también se ha visto afectado por conflictos judiciales. Su ‘liderazgo’ no permitió competencia alguna. Y creo dejó mal sabor. Toca distanciarse de su fracaso. Guevara charraleó prácticamente todo lo que tocó. Al Movimiento Libertario hay que reconstituirlo, o fundar otra cosa o intentar hegemonizar a sectores social-cristianos, por ejemplo. Guevara inicialmente era PUSC. En Costa Rica un político que no tiene fuerza electoral no llega a ser “alguien”. Esto podría cambiar, pero por el momento no lo está haciendo. La pandemia actual no ayuda tampoco en este punto, porque sin la conducción estatal y la CCSS los costos humanos serían mayores y un lento proceso de recuperación económica requiere también de la acción estatal y privada. Este es un factor local y eventual. Bajo ciertas condiciones podría cambiar radicalmente (un colapso total de la administración Alvarado, por ejemplo, podría abrirse a un descrédito completo de la casta política vigente). Una salida podría ser un régimen ortodoxamente neoliberal. Pero creo poco probable que Feinzaig lo liderase. Se puede añadir al menos otro factor. El neoliberalismo latinoamericano fue asociado con dictaduras como la chilena. Hoy ese régimen, el chileno, no se tolera a sí mismo. Su presidente intenta convocar a otra Constitución en la que quepan (ojalá) todos los ciudadanos chilenos. Entonces el régimen neoliberal con “mejor prensa” del subcontinente, naufraga tras medio siglo de existencia. Y lo hace colapsar un alzamiento social. En Costa Rica, por citar algo que se ha ocultado, el imaginario neoliberal publicitó en los medios masivos un “Consenso de Washington” (1989), inexistente como acuerdo político de gobiernos, una receta que cercenó de la propuesta el siguiente texto: “…Redirección del gasto público en subsidios («especialmente de subsidios indiscriminados») hacia una mayor inversión en los puntos claves para el desarrollo, servicios favorables para los pobres como la educación primaria, la atención primaria de salud e infraestructura” y dejó todos los que favorecían a la acumulación de capital. Se puede consultar en Internet: https://es.wikipedia.org/wiki/Consenso_de_Washington. Entonces este tipo de neoliberalismo latinoamericano arrastra también algo más que gotas de sinvergüenzura. Pero, como digo, no tengo una respuesta precisa para esta pregunta. Y la que da Feinzag (no sabe lo que es) no resulta creíble.
Erika, Mercedes, Paulo (Costa Rica).- Nos da gusto saludarlo. Como grupo, estamos poniéndonos al día en la lecturas de sus artículos. En la Conversación, del artículo mencionado arriba, dos indicaciones suyas nos motivan a escribirle para pedirle el favor de ampliar sus conceptos. Una es la pregunta referida a migraciones no deseadas, como uno de los desafíos globales. 'Triplemente no deseadas', y esto es lo que nos gustaría de usted, más información, una conceptualización. Quizás no se trata, o no exclusivamente, del deseo que mueva a las personas migrantes o a las personas que les reciben. Es parte de nuestra consulta. La segunda cosa es que usted menciona que el llamado neoliberalismo (que claramente tiene existencia entreverada con otras fuerzas) hoy es distinto al que experimentamos en los años 90. Hoy enfrentaríamos condiciones de un neoliberalismo "sin esperanza" por así decir, mientras en los 90s se ofrecía la promesa de salir del subdesarrollo. ¿Qué elementos podemos buscar para distinguir uno de otro momento, especialmente desde el punto de vista de quienes lo sufren y, entonces, su contrapartida popular (por ejemplo, el presunto cambio de época latinoamericano con gobiernos llamados progresistas hasta años recientes)? Nos parece que aclaraciones de su parte sobre estos temas, mucho contribuyen a formar opinión y cimentar discusiones entre personas deseosas de dejar atrás el momento neoliberal en nuestros países. Desde ya agradecidos.
HG.- Les agradezco la paciencia para para leerme y las preguntas. El giro "migraciones triplemente no deseadas" es inicialmente descriptivo e indicativo (pero exige ser pensado) y hace referencia a que esas poblaciones/familias migrantes tienen poca o ninguna posibilidad de subsistir en sus regiones de origen o aseentamiento inicial (Asia, África, América Latina), son esquilmadas /incluso asesinadas) en las zonas por las que obligatoriamente deben transitar y obviamente tienen el rechazo de los ciudadanos (no siempre de los Gobiernos) en los espacios que han soñado como refugio, trabajo y posibilidad de una primera nueva vida. En Costa Rica eso se da con migrantes haitianos y cubanos, por ejemplo. Constituyen ejemplo vivo de un "sobrante de población" que ni tiene capacidad para producir con eficiencia ni tampoco ingreso para consumir con opulencia. La nueva revolución en la producción que ya inicio su marcha probablemente acentuará la producción de población sobrante. Es un desafío que debió ser discutido hace 30 años, por decir algo. Toca el tema del modelo de crecimiento económico planetario que reta tanto la capacidad del planeta para reproducir la vida en él como la necesidad de producir riqueza desconcentrada y nuevas referencias para producir, distribuir y consumir que no hieran al sostén vital de nuestra existencia y no produzcan miseria (no solamente económica) humana. Deberíamos todos estar buscando y tanteando salidas contra este suicidio devastador. Deberíamos estar apasionadamente conversando y buscando un ocio productivo de humanidad articulada en su seno y frentes. Por el contrario, nos siguen dividiendo y nos ponen al borde de guerras, diferencias por la hegemonía mundial y una producción/consumo que, visto desde la miseria que es su lado oscuro/obsceno, genera infrahumanidad.
Erika, Mercedes, Paulo.- ¿Y la segunda cuestión?
HG.- La segunda cuestión se inscribe en la transición entre siglos, estimo. Se acabó el 'desarrollo', enfatizado tras el término de la Segunda Guerra Mundial, y apareció la 'mundialización'. El desarrollo seguía mostrando opulentos y fulgores pero ahora el mandato era crecer. Y la receta para crecer pasaba por exaltar la iniciativa privada y hacer del Estado un vigilador o cautelador de contratos. Estos lugares hacen nacer el actual neoliberalismo. Para la mundialización ningún opulento ha de ser estafado jamás. Es por supuesto tiempo de guerras. Vale para las personas y los Estados. Los Superhéroes (su matriz es Batman/Leviatan) salvan una y otra vez al planeta (EUA) de la amenaza de extraterrestres que vienen a romper el idilio de la pareja Capital-Planeta. Estos extraterrestres pueden ser máquinas. No importa: son máquinas malas y nos defienden máquinas buenas. Las máquinas malas destruyen y las buenas salvan y construyen.malas. Un cuento para niños que es en lo que hemos sido transformados. No importa que el asunto se vea y huela mal aquí y allá. El Capital-Superhéroe aunque, nos mate, hará que planeta y Creación resplandezcan. A quien levante la bandera de la Vida Buena, de una Existencia Sana, del Encuentro de Diversos, golpe de Estado. Los gobiernos progresivos que ustedes mencionan no tienen el respaldo activo de masas que requieren ni la claridad exigible. Esta vez estamos todos y todo el tiempo. Nada de golpecitoss de Estado nacionales. El mazazo es planetario. Hay una razón especial: cultura pseudo pop y medios masivos están por el suicidio. Los sectores populares sienten/presienten que el asunto va con ellos pero posponen puño y energía organizada quizás porque el enemigo y su neblina van delante de ellos y ellos entre cegados y alelados. Habría que gritar y defenderse y crecer en cada momento y en todo punto con lo que se pueda y para lo que se pueda sin parecerse nunca al enemigo. Mujeres, varones, jóvenes. Rurales y urbanos. Por todos lados. Es tiempo de huracanes y tormentas. Momento para una sensata y continua ira popular. Malos tiempos que se desean irremediables. Y no exactamente por la pandemia, aunque ella ayuda.
Sergio (Costa Rica.- Ante la situación de pandemia que vive el mundo y el país, han salido muchos empresarios y liberales-neoliberales repudiando el Estado y todo sus institucionalidad como es normal. Ante la situación de crisis económica producto del confinamiento, los empresarios han calado con un discurso que me llama poderosamente la atención y me gustaría conocer su postura.
HG.- Se da en la fase larga con que se transita entre los siglos XX y XXI una situación especial para las sociedades latinoamericanas. Ninguna de ellas ha abandonado como sociedad el subdesarrollo que las afecta en cuanto se posicionan en una de las periferias del universo capitalista. Una periferia que, además, hace parte del orden estadounidense cuyo interés político suele estar centrado en sí mismo y le importa poco ‘conocer’ realmente a otros. A Trump se le ocurre levantar un muro y atribuir a sus inmigrantes de ‘color’ dedicarse a violar mujeres como parte de su degeneración alcohólica. En las periferias, y las sociedades latinoamericanas somos una parte de ellas, el sistema social se liga con la historia específica que han tenido o soportado sus pueblos. Los latinoamericanos fuimos mayoritariamente configurados por lo que algunos autores llaman la cruz y la espada. La cruz católica (padecer sin chistar, aceptar el sufrimiento por ‘amor Dios’ y para obtener el Cielo en otra vida) coloca en la sensibilidad latinoamericana tanto un culto mariano (muy sólido todavía en algunos países; el declive del catolicismo no implica un idéntico retroceso del culto mariano) se alía bien con poderes políticos centralizados y autoritarios (aún bajo su apariencia democrática y más cruelmente en los regímenes dictatoriales personalizados) y con una sociedad que inicialmente resulta oligárquica, excluyente y culturalmente poco sensible hacia la crueldad abierta y la explotación (a la que se le entrega un carácter natural: no es un signo social sino voluntad divina; para los sectores deprimidos y explotados/ninguneados, de su situación colectiva y familiar o individual se sale por medio de “milagros”.
Para los minoritarios sectores dominantes, su ejercicio del poder (dominante y excluyente, por exclusivo), también resulta del deseo de Dios. Así, la configuración social (de clases) puede devenir “natural” y “sagrada” para dominantes y también para sectores amplios de los dominados. Esto hace que nuestros históricos sectores opulentos algo o mucho romos, inerciales, generen, con el tiempo, ya en el siglo XX sobre todo, una oposición interna de lo que podría llamarse una ‘burguesía nacional’ en la que veces militan sus hijos o nietos. Esta burguesía y pequeña-burguesía (porque también recibe efectivos generados en las capas medias pobres urbanas que logran educarse o prosperar generándose nichos en los mercados) representa, o dice representar, una esperanza social si se la considera internamente, pero es débil en términos internacionales o sea de una economía-mundo. Salir de la periferia capitalista y competir en los mercados internacionales con los dueños económicos, militares y culturales del planeta no resulta tarea sencilla ni fácil porque la cancha la marcan ellos y también ponen los árbitros. Y, si se les parece, los militares.
En términos más precisos, los latinoamericanos requerimos constituirnos como una región, no de puntos iguales, sino de espacios y poblaciones diversas que se autoconstituyen como una región. Se trataría de una región, América Latina, internamente articulada, constructiva. Actor planetario significante. Actualmente cada punto de América Latina tiende a recibir su significado desde fuera. Por eso creamos dentro de 'nuestros' territorios "Zonas Libres" para compañías extranjeras. La tarea política-cultural de construirnos como región va contra corriente y genera más héroes trágicos (quizás Simón Bolívar es su principal antecedente) que resultados. En este sentido nos hemos constituido (naturaleza, poblaciones) más como puntos de curiosidad turística que como efectivos espacios humanamente habitados (con otras poblaciones) del planeta. Perón, por ejemplo, que inicialmente imaginó otra senda para su país y América Latina, termina huyendo con su botín y ridiculizado. El ‘peronismo’ puede sobrevivir sin él, pero dividido, y frecuentemente, a muerte. Esto porque nuestro individualismo (nacido tanto del catolicismo como del señorialismo ibérico), ni siquiera hijo del imaginario liberal, que tampoco nos sirve en la periferia, no consigue emanciparse del caudillismo. Somos sociedades de status. Y ejercemos este status para dominar a otros. Entre nosotros todavía existe el Bien Común (que en el medioevo era la salvación en el Cielo) y no una voluntad ciudadana que, por mayoritaria y colectiva, resulta general-vinculante, si se quiere republicana y democrática.
República y régimen democrático de gobierno son tareas que se han de asumir responsablemente cada día hasta que se tornen sensibilidad cultural. No hemos recorrido este camino. Pero este inicio de respuesta tentativa ya va para muy largo. Constituimos una región de curiosidades. Una de nuestras celebridades neo-liberales, o al menos reputada como tal, Hernando de Soto (n. 1941), indicó en El otro sendero que la ruta para el desarrollo (económico) de las sociedades latinoamericanas se seguiría del trabajo/empeño de nuestros ‘informales’ que realizaban su labor fuera del Estado y contra él. Esa era la ruta (el Otro Sendero) para nuestro capitalismo. Su libro es de 1986. Estamos en el 2020 y los informales limeños (de Soto es de familia peruana) siguen en su marginalidad-miseria (en Costa Rica algunos de estos informales habitan en las ‘cuarterías’ recién descubiertas por la autoridad costarricense). De Soto aprovechaba que la prensa llamó a sectores que se quisieron revolucionarios en Perú “Sendero Luminoso” (practicaba un tipo particular de terror político). Para de Soto la alternativa a la revolución popular, o al menos senderista, era el trabajo informal que se hace paralelo o “en contra del Estado”.
En realidad el trabajo informal estructural masivo resulta propio de unidades capitalistas periféricas con débil cohesión social que es función de la debilidad de sus mercados internos (añadimos poco valor a nuestras mercancías) y de la tendencia a la insularidad (desagregación) de sus familias y sectores sociales. Con suerte, constituimos ‘masas’, no movimientos sociales. En Chile estos rasgos de ‘nuestras’ sociedades (que Figueres Ferrer quiso extirpar en Costa Rica) generó una Teoría de la marginalidad (Roger Vekemans) que buscaba insertar a estos sectores expulsados de la sociedad a la sociedad civil (uno de cuyos afluentes es el Estado) con sus derechos y responsabilidades. Como se advierte, generamos todo tipo de respuestas: Vekemans y de Soto. Pero ninguna acierta (si es eso lo que pretendía). Seguimos produciendo empobrecidos y miserables. Y opulentos, para nuestras sociedades, extremos, que se admiran y aplauden entre ellos mismos. Y que, cuando se les importuna, recurren al golpe de Estado. Los golpes de Estado requieren el consentimiento o apoyo de EUA.
En su conversación con Enrique Obregón (en el periódico La Nación S.A.) quien parece ser la nueva ‘cabeza’ del neoliberalismo costarricense, Eli Feinzaig, resume su posición (hoy) así: “Para prosperar, Costa Rica necesita más libertad económica, no más socialismo, aunque sea de la variedad democrática. Don Enrique, que no logra sacudirse la confianza marxista en el determinismo histórico cree que “el liberalismo será la fuente del futuro socialismo, consecuencia de la evolución natural democrática.// No, don Enrique. El socialismo no sería la consecuencia de la evolución de la democracia. Sería una tragedia, y los datos lo demuestran” ("Larga vida a la democracia liberal", La Nación S.A. 26/07/2020).
Feinzaig tuvo la oportunidad de estudiar. Es economista. Pero cualquiera que se oponga a sus planteamientos, incluso Obregón, roble liberacionista, le huele a marxista y a un “determinismo histórico” (que nada tiene que ver con el marxismo de Marx-Engels). En realidad el socialismo democrático, al que hace referencia Obregón, es el que permitió, junto al social-cristianismo germano, desplegar y consolidar lo que se llamó el “milagro alemán” después de la Segunda Guerra Mundial. Y “sus datos” demuestran que una economía-país-población, que hasta sus trabajadores varones y jóvenes y casas de habitación perdió en la guerra, puede recuperar y ampliar su fuerza económica y social y humana desde la idea social-cristiana y social-demócrata de poner a dialogar a empresarios, trabajadores y gobierno (cada sector contribuye con lo que está en su mano, no con lo que otros quieren que ponga) para salir del abismo. Y no volver a caer en él.
Aquí, entre nosotros, latinoamericanos, cada sector y todos llegan con sus apetitos sectoriales en la lengua e hígado y las ‘mesas de diálogo’ se transforman en griterías y trucos hasta que todos se van sus casas enfurecidos por el dogmatismo de los otros. A veces se firman compromisos que no se piensa cumplir. “Idiosincrasia” le llamamos, tras haber bebido algo fresco. La experiencia alemana, para nada ‘milagrosa’, es lo que se conoció como “economía social de mercado”. A su complejidad apuesta Enrique Obregón. Feinzaig desea en cambio apostar a un único número: la “libertad económica”. Los plutócratas y sus militares y algunos 'economistas' apostaron a eso en Chile en 1973-2020. En este 2020 un levantamiento social no orgánico apuesta contra el gobierno y lo fuerza (o al menos finge para salir del paso) a cambiar la Constitución. Ni siquiera la amenaza de un nuevo “terror de Estado” logró desalentar a quienes protestaban para sorpresa de quienes despreciaban a la mayoría de chilenos por “domesticados” e “inválidos”. Chile practicó por decadas los fraudes antimayorías sociales que Feinzaig valora 'pomada del oso'. Es dudoso que su 'libertad económica' (que así planteada no existe en sociedad alguna) haga de Costa Rica una sociedad mejor. El peso de su historia (como tendencia, como raíz, no como programa actual) por la que, mejor o peor, ha apostado desde el siglo XIX quizás tendría mayores posibilidades de generar la Costa Rica que todos políticamente necesitan. Un país con 5 millones de habitantes no soporta las discriminaciones extremas que se dan en Brasil o México. Pero sí, esta ha sido una intervención muy extendida.
Carmen, Leyla, Abel (Costa Rica).- Sí, extendida pero también insuficiente porque estimamos no tocó el tema de la emergencia de muchos empresarios neoliberales repudiando al Estado y sus instituciones. Eso estaba en la intervención de Sergio.
HG.- O sea, puros defectos. Larguísima e incompleta. Respuesta de novio sorprendido en falta. Hagámosla peor, si resulta factible. La ‘economía social de mercado’ social-cristiana tiene asimismo una versión socialista democrática en la cual el Estado interviene tanto puntual como sistémicamente en la economía y puede alcanzar la forma de Estado-subsidiario. El rol que se atribuye este Estado no es solo garantizar derechos y exigir responsabilidades a los ciudadanos, sino que socorrer y complementar a una economía que no posee capacidad para atender y generar vivienda o salud o distracción, o financiamientos, etc. a la población. También este Estado se da capacidad para sortear eventuales crisis, como las que pueden derivarse de una catástrofe natural. Así, pueden aparecer dependencias estatales que se ocupan empresarialmente de carreteras, viviendas, banca, educación especializada y universitaria, salud, seguros, etc. El Instituto Nacional de Seguros (que no siempre ha tenido ese nombre) existe en Costa Rica desde 1924, pero adquirió el monopolio legal de los seguros en 1948 y se abrió a la competencia privada en el 2008 por exigencia del Tratado de Libre Comercio con EUA. La banca fue nacionalizada también en 1948 y el retorno de bancos privados se dio recién en 1994. Figueres Ferrer fue el caudillo que ganó la guerra civil del 48. Y él y Oduber, y con ellos el PLN, crearon empresas estatales que se ocuparon de negocios que antes fueron privados. Entonces no solo ganaron la guerra, Figueres y Oduber, sino que tornaron difícil la existencia de los antiguos titulares de muchos buenos negocios. En la práctica, los sometieron a un tipo de expropiación. Legal, porque para eso eran mayoría. Así, Figueres Ferrer y Oduber resultan malas palabras y malos recuerdos para las familias de los poderosos que perdieron la guerra. De hecho, resultan imperdonables. Voy a ponerlo en términos de los vencidos: “Nos robaron la plata y se hicieron ellos millonarios”. Con sus amigos, desde luego. Existe un resentimiento u odio histórico que recién va a comenzar a ajustar cuentas mediante los gobiernos de los “hijos de los caudillos” en la década de los 90. A estos hijos se les puede considerar proclives al neoliberalismo emergente con la mundialización en curso. El referente odiado, además de las personalidades y partidos, es un Estado empresarial, clientelar e ineficaz, que creó nuevos ricos y estableció clientelas y que paga salarios exorbitantes a empleados públicos, concede aguinaldo navideño (Luis Alberto Monge) y ahora ¡salario escolar! También toleró, aunque me parece que no auspició, los sindicatos del sector público. Oduber volvió a legalizar a los comunistas. Y todas estas fiestas y derroches y excesos, desde la perspectiva de los antiguos dueños del país, son cubiertos desde los bolsillos de los empresarios privados, únicos productores de riqueza, vía impuestos, y que además deben pagar por servicios públicos ineficientes y caros (agua, electricidad, calles, carreteras, etc.) que podrían estar a cargo de empresas privadas. De hecho, su ejecución suele estarlo, pero se asigna a ‘clientelas’ del nuevo régimen. Este malestar/inquina entonces encontró algunas salidas, que los empresarios privados antiguos y nuevos han considerado insuficientes, recién con “los hijos de los caudillos”, en la década de los 90’s, cuando arriba el impacto del crecimiento globalizador y el país se abre a las Zonas Francas, esto último principalmente desde la década de los 80s. Un hito de este proceso fue la atracción de Intel en 1997. Originalmente Intel instaló un espacio de fabricación de ensamblaje y prueba y hoy, con menos gente, es un Centro de Investigación y Desarrollo. Pero las empresas instaladas en Zonas Francas trabajan en condiciones especiales que los empresarios locales desean también para sí y éste es otro motivo para sumar enemistad contra un Estado que se ha instalado en Costa Rica desde la década de los 50.
Los grandes empresarios locales, tradicionales o nuevos, adversan el crecimiento del Estado y su patrimonialismo, la multiplicación y duplicación de funciones en instituciones de bajo rendimiento y la ausencia de una evaluación seria de su funcionamiento y eficacia y del número efectivo de funcionarios que requieren. Hoy además se grita en contra de algunos de sus salarios. No creo adversen su clientelismo porque él se disputa por trozos cada cuatro años. En varios de los aspectos criticados crean llevan razón. La deseada eficacia en la función pública exige una actualización y evaluación permanentes de las instituciones y de la calidad de todos sus funcionarios si se desea un nivel óptimo de ella y se da por regalado que los criterios de reclutamiento del personal son sanos. Si lo anterior no se cumple, entonces hay que rezar y duro para que la eficacia aparezca. Si los santos están de espaldas, entonces usted le abre paso tanto a la corrupción desnaturalizadora de las instituciones como a la corrupción delincuencial que en el país queda impune, o casi. Creo que un buen ejemplo de esto último es la “trocha fronteriza”, una buena idea de la administración Chinchilla, que derivó en fiesta para Alí Babá y algo así como un centenar de aprovechadores. Entiendo su enjuiciamiento y castigo se ha demorado y no camina. Lo juzgo más escandaloso que el ruido ocasionado por el “puente de la platina” y que el nivel de corrupción contenido por el “cementazo” durante la reciente administración Solís.
Pero el clima enrarecido existía ya desde la década de los 90 (se recordará que dos expresidentes de la República fueron detenidos y juzgados, uno fue condenado y el otro se salvó porque los fiscales “equivocaron” el levantamiento de la prueba y un tercero porque su “ruido legal” estaba a derecho (y tampoco pudo investigarse a fondo). Un Estado amplio, y clientelar con rendimientos irregulares o débiles, afectado por la corrupción institucional (desnaturalización) y que da señas de corrupción delincuencial materializadas en personalidades políticas del más alto nivel, incluyendo expresidentes de la República, ve nacer un Movimiento Libertario pequeño pero que ve ampliado su mensaje porque los medios periodísticos empresariales más importantes simpatizan con sus ideas (metafísica del mercado libre, desregulación, tasa única y baja de impuestos, reducción del aparato estatal que implica menos gasto público y transferencias al sector privado, inflación cero, acorralamiento de sindicatos, etc.), que se va a sumar a una ANFE (Asociación Nacional de Fomento Económico, fundada en 1958) ideológicamente partidaria de la libertad del individuo liberal clásico y su consiguiente limitación del Estado cuya tarea central ahora es proteger la (gran) propiedad privada ya instalada, no producir competencia. El punto deshace la nación y crea un país con grandes propietarios (locales y extranjeros) voraces siempre insatisfechos y precarizados compradores y trabajadores de distinto nivel siempre al borde de un “ataque de nervios”. Por supuesto hay sitio para lugares intermedios porque las sociedades son complejas y varían de tiempo en tiempo.
El Estado-sociedad costarricense no se rompe en los 90s porque el Estado es inercialmente clientelar y esto vale para todos los actores políticos centrales. A todos los que alguna vez fueron partidos ideológicos les resulta útil un Estado patrimonial y clientelar. El PAC pudo ser distinto pero nunca terminó de nacer como partido y no pasa de un agregado de sectores que no se tienen demasiada simpatía mutua y que se presentan bajo un mismo nombre a las elecciones. Estimo la desaparición de partidos políticos ideológicos tiene un costo irreparable para los regímenes democráticos. Si se le suma la debilidad de la identidad ciudadana, parece un régimen de escándalo abandonado a los oportunistas. Es aquí donde aparecen caracterizaciones como Otto Guevara. Desaparecen los partidos programáticos (e ideológicos en el sentido constructivo del término) se fortalecen los pseudopartidos, sus propagandistas eventuales y el universo de la política se satura de ruidos. No resulta factible distinguir entre ruidos y conceptos, entre propuestas y desvaríos. Si la ciudadanía es floja, que es la situación costarricense, menos. El ruido puede resultarle a esta ciudadanía, idea. La campaña que ganó el señor Alvarado, actual presidente, se saturó de ruidos y musiquitas. La mayoría de candidatos intentaba apoderarse de un botín.
Todavía un detalle que no es pequeño: los medios masivos más significativos del país, o sea con mayor impacto, son voceros y publicistas (a veces astutos, en otras truculentos) de las ideas que están en el aire: Consenso de Washington (trucado), Estado pequeño, denuncia de la corrupción (cuando conviene) y el decaimiento de los partidos tradicionales (PLN y PUSC). Su última hazaña, al momento de hacer estas notas, fue socializar y legitimar el término/concepto de “usura” cuando se discutía el interés que debía fijarse para los préstamos financieros y ventas a crédito. “Usura”, en español, siempre designa un abuso, una violencia. El Diccionario determina: Interés excesivo en un préstamo. Utilidad excesiva que se saca de algo. Y culmina: Interés ilícito. Así, no puede existir una ley de usura. Lo que puede existir es una ley contra la usura, puesto que fija los límites sociales razonables del interés en una venta a crédito o en un préstamo a uno o varios ciudadanos. Pero los medios hicieron correr la legitimidad de la usura y, que yo sepa, nadie reclamó.
Bueno. En el contexto de los 90s, que de alguna manera hemos avisado, surgen los Ottos y los Ottones como respuestas a los “embarrados” hijos de los caudillos. Del libertario, algo dijimos. Este libertario todo lo que desea es ganar/figurar/posar pero refuerza la idea de que los problemas se resuelven achicando y limitando el Estado y cobrando menos impuestos mejor diseñados. En este sentido coincide con los principales medios masivos y se torna figura (a ratos caricaturesca) hasta su colapso electoral en el 2018. Por cierto, en el momento del fracaso final, parece ser el último mohicano o Toribio el náufrago. Los libertarios, que en Costa Rica expresan una sensibilidad portada por muchos, no lo acompañan esta vez en las urnas. Solo le mantiene algún aprecio La Nación S.A. El macho, en cambio, deja entrever, inmediatamente después de su derrota, otra posible candidatura para el 2022. En cuanto a Ottón Solís, se trata de una persona informada que mira más a la derecha que al centro (tal vez teme le cuelguen el sambenito de ‘comunista’) y cuya fragilidad se deriva de que no pudo o no supo construir un nuevo partido político. Su abandono del corrupto PLN fue correcta. El PAC no es un partido porque nadie, o eso parece, hizo el esfuerzo que contiene levantar uno, y por ello el nombre designa grupos sectoriales (mujeres, jóvenes, profesionales, etc.) que no desean estar ni el PLN ni en el PUSC (probablemente esos ‘partidos’ tampoco los deseen a ellos, excepto como votantes) pero que asimismo no saben bien dónde desean estar políticamente. Esta impresencia partidista (además de algún “amigo” cultivado por el presidente) perjudicó su primer mandato presidencial y está hundiendo su segundo mandato electoral (sin Asamblea Legislativa) al que le sobrevino una pandemia que nadie todavía consigue desanudar. Sin partido, hasta una tos ferina masiva, que no afectase a los muy menores, lo habría hecho tambalear. Si sobrevive a este segundo mandato presidencial, excepcionalmente complejo, el PAC tendrá que fundarse como organización partidaria e ideológica y como la mejor “izquierda” que una Costa Rica conservadora puede albergar. La tiene sencilla: le basta mirar alrededor y hacer lo que La Ausencia grita. O sea, crear presencia ciudadana organizada. Su mayor tarea será persuadir a una ausente ciudadanía que puede llegar a ser una gran-maravillosa ciudadanía. Pura Vida.
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