Seminario Filosofía y DsHs

JOHN LOCKE: LA PRESENTACIÓN POLÍTICA DE DERECHOS HUMANOS III

1.- En el capítulo III de su “Tratado sobre el gobierno civil” Locke inserta una frase que parece afortunada: “… la libertad es la base de todo”. Por desgracia el capítulo tiene como título Del estado de guerra y no remite a la libertad como capacidad de elegir con autonomía relativa (de una comunidad y de cada uno de sus individuos) y de hacerse responsable por la elección, sino al imperativo de matar, en ese estado, a quien amenace nuestra vida/propiedad. En efecto, el “…estado de guerra es un estado de odio y de destrucción” que se autodetermina porque alguien manifiesta “de palabra o por medio de actos un propósito preconcebido y calculado contra la vida de otro hombre”. “Por ley fundamental de la Naturaleza, el hombre debe defenderse en todo lo posible; cuando le es imposible salvarlo todo, debe darse la preferencia a la salvación del inocente, y se puede destruir a un hombre que nos hace la guerra o que ha manifestado odio contra nosotros, por la misma razón que podemos matar a un lobo o un león. Esa clase de hombres no se someten a los lazos de la ley común de la razón ni tienen otra regla que la de la fuerza y la violencia; por ello pueden ser tratados como fieras” (# 16). Obviamente está hablando del ‘estado de naturaleza’, pero éste es la matriz del Estado de derecho. Por ello pueden darse en ambas situaciones “no-personas” a quienes aquí se caracteriza como individuos que violan la racionalidad universal o natural (trascendental) y también la libertad propia de cada individuo (# 17). Razón y libertad (trascendentales) son dos de los componentes de la propuesta que Locke hace sobre derechos humanos. Desde ellos se configura aquí una no-persona absoluta. Interesa que esta no-persona lo es tanto por lo que hace como por lo que ‘parece’ intentar hacer. O sea, puede seguirse de una aprensión respecto al individuo o Estado que sería atacado. Factores fundamentales de la propuesta de Locke acerca de derechos humanos se pueden utilizar para violarlos, especialmente si determinan acciones derivadas de un poder que no castiga hechos sino intenciones o posibilidades de hechos. Esto vale tanto  en su estado de naturaleza/guerra como en un Estado de derecho.

1.1.- Que la propuesta de Locke debe entenderse no por la lectura del antiguo dicho “ojo por ojo, diente por diente” (esta ley del talión se atribuye a Hammurabi, (1810 a. C.-1750 a. C.), uno de los reyes de Babilonia,  pero está también en la Biblia (Éxodo, 21): “…entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”. En el Nuevo Testamento, Jesús rechaza la propuesta: “Oísteis que fue dicho: “Ojo por ojo y diente por diente”.  Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.  Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues” (Mateo, 5). Locke puede ser moderno-contemporáneo y occidental, pero no es jesusiano. Ve en los otros agresores potenciales, no prójimos.

2.- La idea de Locke de que un delito de lesa humanidad puede (o debe) ser castigado por cualquiera que tenga el poder para hacerlo lo ejemplifica una propuesta de este siglo XXI. Pertenece a Michael Ignatieff (n. 1947). Está discutiendo la legitimidad de una intervención en regiones (Estados) ajenas a las de quienes intervienen (potencias), utilizando como bandera derechos humanos: “Si los derechos humanos son universales, su violación nos compete allí donde se produzca (…), pero necesitamos un criterio claro para tomar estas decisiones”. Propone los siguientes rasgos para este criterio claro: 1) las violaciones de DHs deben ser evidentes, sistemática y continuadas; 2) han de amenazar la seguridad y paz para la región; 3) la intervención militar ha de tener una probabilidad aceptable de éxito, y 4) la región objeto de intervención debe ser de interés vital (estratégico) para una de las potencias del mundo y otra potencia no debe oponerse (Los derechos humanos como política e idolatría, p. 65). El planteamiento es claro: castiga quien tiene poder para hacerlo. Quien carece de ese poder o tiene menos, es castigado. El castigo en el mundo actual se sigue de un acuerdo político entre Estados poderosos. Estos Estados son también los que juzgan si se producen violaciones o no y quienes son los violadores. Este panorama resulta heredero de la idea fundante de Locke. Una reflexión semejante aparece hoy en La Nación S.A. acerca de lo que ocurre en Venezuela (Richard N. Haass: Lo que revela la situación en Venezuela, pág. 21A).

3.- Pese a que Locke considera que la libertad es la base de todo, según se mencionó, tampoco tiene reparos en que se haga esclavos. El capítulo IV del Tratado… se ocupa de la esclavitud. Es reflexión cínica por transparente. El esclavo es responsable por su suerte: “… quien ha perdido, por su propia culpa (…), el derecho a su propia vida, puede encontrarse con que aquel que puede disponer de esa vida retrase, por algún tiempo, el quitársela cuando ya lo tiene en poder suyo, sirviéndose de él para su propia conveniencia; y con ello no le causa perjuicio alguno” (# 22). La esclavitud requiere ser derrotado en una guerra justa, ser no-persona y la gracia del amo. El esclavo debe agradecer su existencia. Sabe que morirá mañana o pasado, pero aun así debe mostrarse reconocido. Podría haber muerto ayer. Agreguemos que entre las acciones que lo transforman a uno en no-persona está el intentar sostener el uso de las tierras para caza y pastoreo y no limitarlas como propiedad privada. Es un aporte de Locke al “encuentro de culturas” y al imperialismo occidental. Los desencuentros entre culturas se resuelven con la ‘guerra justa’. Los perdedores devienen  esclavos y los ganadores amos.
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Conversación.-

Ariel.- ¿Cómo se relaciona el texto que nos menciona de La Nación sobre Venezuela con John Locke y su propuesta acerca de derechos humanos? Lo que me interesa es avanzar en un criterio de análisis.

HG.- La referencia inmediata es con la puntualización de requisitos que traza Ignatieff respecto a la intervención de una potencia política y geopolítica contra otro Estado y su población (que puede estar dividida y enfrentada, lo que la torna más débil). Se habla en el artículo de La Nación S.A., desde varios ángulos, de una acción política (geopolítica) en la que derechos humanos sirven como parte de la excusa para una acción cuya finalidad central quizás sea otra u otras. Existe una universalización (falsa universalidad) de derechos humanos que la superpotencia incluso tal vez no respeta ni siquiera en su patio (hay que recordar el racismo estadounidense e incluso un patriarcalismo que hizo nacer, inspirada por ONU, hace poco [2014] un tímido He for She en EUA). El estado “en que se encuentran naturalmente los seres humanos” (Locke, # 4) es político aunque carezca de autoridad estatal y, por ser ‘de naturaleza’, o sea esencial, resulta matriz de toda sociedad institucionalmente bien ordenada, es decir “que se entrega una legislación y una autoridad”. Ya discutimos que este ‘orden político natural’ puede albergar un estado de guerra, propiedad individual o corporativa exclusiva y egoísta, atesoramiento y acumulación y, también producir esclavos y obreros y empleadas/os domésticos. Y desde luego, niños, jóvenes, ancianos, mujeres y etnias ‘inferiores’. O sea diversas expresiones de no-personas.

El texto de lectura recomendada (se aprovechó que su aparición coincidió con el curso) comienza con el siguiente párrafo: “El New York Times publicó recientemente que la administración del presidente norteamericano, Donald Trump, había mantenido reuniones con oficiales militares rebeldes de Venezuela que planeaban derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. Finalmente, los responsables de las políticas de Estados Unidos tomaron distancia de la idea; pero, no sorprende, la reacción al artículo fue esencialmente negativa”. Que funcionarios de gobierno de la superpotencia planetaria se reúnan con “oficiales militares rebeldes de Venezuela” que planean derrocar al Gobierno de ese país y que el suceso lo publique el New York Times debería resultar, por sí mismo, grotesco y escandaloso, excepto que se  estime, siguiendo el pensamiento de Locke, que la presidencia de Maduro ha instalado en ese país un “estado de guerra”. Es por lo demás lo que alega la oposición venezolana contra Maduro. Lo que se sigue es que Maduro y sus colaboradores y familiares deben ser matados o asesinados o sus equivalentes civiles (prisión perpetua, por ejemplo). Ha de recordarse que Maduro, en elecciones parlamentarias que nadie ha cuestionado porque ganó y ampliamente la oposición a él (56.22%), obtuvo un 40.91% de respaldo (año 2015). No es poco en un país polarizado. Creo que la mayor parte de los seres humanos vacilaría al juzgar la conveniencia de asesinar a más de un 41% de la población (a la que habría que sumar un porcentaje de quienes se abstuvieron) que se ha puesto en “estado de guerra” al votar por el partido de Maduro. El esquema conceptual de Locke no resulta útil en la vida política efectiva, aunque ésta sea la de Venezuela, un país de “indios” (no-personas) subdesarrollado y sudamericano. La esquemática propuesta de Locke (siglo XVII) permite ejercer poderes y justificar demasías, pero no los explica y por ello resultar indefendible y debilitar hegemonías.

De hecho el mismo artículo de Richard Haass aporta a esta última apreciación. Su segundo párrafo dice: “Sin duda, existen buenos motivos para oponerse a un golpe en Venezuela respaldado por Estados Unidos. Muchos de quienes probablemente estarían involucrados tendrían mala reputación, dados sus vínculos con el narcotráfico y sus antecedentes de violaciones de los derechos humanos. Un golpe casi con certeza fracasaría, lo que le daría a un gobierno ya represivo un nuevo justificativo para perseguir a sus opositores” (itálicas no están en el original). Se trata de un texto también escandaloso. EE.UU. no debe intentar un golpe militar en Venezuela porque se aliaría con rufianes sin poder de fuego para ganar y, además, fracasaría. Este texto ya no sigue a Locke, sino a Maquiavelo (1469-1527) porque para este último la violencia o fuerza debe ser virtuosa, o sea eficaz. No existen por lo tanto en la existencia política efectiva individuos naturales puros o esenciales (que devienen buenos ciudadanos) sino gentes con apetitos, conceptuaciones e imaginarios diversos (asociables o desavenidos). Los primeros jamás han existido y por lo tanto jamás ha exisitdo para la especie un estado primigenio de naturaleza. Lo que existe, tal como lo dice Haass, son buenos y malos aliados (fuerzas sociales) para buenas o para malas causas. Insisto: el articulista Haass no recurre a Locke para este párrafo sino a Maquiavelo: el golpe no sería exitoso y daría más poder a los maduristas. Este posicionamiento se llama realismo político. Lo de Locke no pasa de ideología filosófica que desea potenciar y justificar poderes despóticos en beneficio de la propiedad privada y una determinada geopolítica. Pero, en el mismo movimiento, Locke resulta un ‘pensador’ fundamental para  la percepción que los grupos dominantes del mundo contemporáneo se dan respecto a derechos humanos. Se seguirían tanto de la naturaleza del hombre como de su commonwealth  (mancomunidad). Creo que se advierte que el camino hacia la efectividad de estos derechos no pasa por ideologías filosóficas, como elogiaba Bobbio, según discutimos antes, sino por movimientos sociales que, desde experiencias radicales de contraste, se dan una identidad autoproducida respecto de sus necesidades de existencia y, dentro de ellas, confieren sentido (o sentidos) a derechos humanos y lo (s) comunican socio-políticamente.

Inés.- ¿No se está confiriendo un exceso de perversidad a este articulista Haass?

HG.- Estimo que no. Su artículo se publica en el principal medio periodístico escrito del país (La Nación) y quien lo firma lo hace desde su calidad de “(ex) Presidente del Consejo de Relaciones Exteriores”. Haass ha sido funcionario del Gobierno de EUA durante este siglo (Departamento de Estado) y fue premiado por su desempeño en relación con Afganistán e Irlanda del Norte. No se trata de un joven universitario inexperto (nació en 1951) o de un aficionado a los artículos para pavonearse ante sus amigos y deslumbrar a eventuales novias o novios. También ha escrito al menos un libro “Un mundo sin orden” (A World in Disarray). Él, con otros igual de feroces, trabaja para que este mundo recupere el orden ‘natural’. Con ocupaciones, balazos y genocidios si es del caso. Aquí sí es discípulo de Locke. En los últimos párrafos de su artículo, después de señalar que América Latina es una región especialmente desordenada (con el 10% de la población mundial concentra cerca de 1/3 de los asesinatos del planeta), puede esperarse que su población y los inversionistas se marchen o no elijan un espacio así. Por eso cordialmente recomienda a sus gobiernos “fortalecer las fuerzas policiales y militares”, dejar que otros países (de donde vienen las inversiones) fortalezcan (el utiliza la expresión “asistan”) a esta policía y milicia (ejemplifica con Colombia, un país en el que se libran varias guerras desde hace bastante más de medio siglo). Por último recomienda a los gobiernos (en la OEA, por ejemplo) dejar de buscar consensos para terminar con los problemas de seguridad: “El requerimiento de consenso antes de que se pueda tomar una acción es una receta para el titubeo”, escribe. Para terminar con la violencia e inseguridad es necesaria violencia aterrorizante por ejemplar, desproporcionada y unilateral. Da estos consejos para ayudar a “…repensar la seguridad de la región. América Latina ha evitado en gran medida la geopolítica y las guerras que han plagado a otras partes del mundo. Pero esta tregua de la historia ha terminado. Las amenazas a la estabilidad interna son grandes y están en aumento; y, como demuestra Venezuela, cuando se quiebra el orden interno, los flujos de refugiados, las pandillas y los carteles de la droga ponen en riesgo la estabilidad regional. Es hora de que los líderes de la región hagan frente a su entorno de seguridad en rápido deterioro antes de que éste los supere” (itálicas no están en el original). Como buen funcionario político estadounidense Haass olvida (o nunca se informó) que hace unos sesenta años (1961) la administración Kennedy (1961-1963) reaccionó ante las “amenazas” que, a su juicio, planteaba el proceso revolucionario cubano para el área americana, tanto con una Alianza para el Progreso como con una reconfiguración de sus ejércitos y mecanismos de seguridad interna (se pasó de ejércitos de Defensa Hemisférica a Ejércitos y espías de Seguridad Hemisférica). La Alianza… se esfumó a fines de la década. La reconfiguración de los aparatos armados y de espionaje de la población es uno de los factores que condujo a las Dictaduras de Seguridad Nacional (uno de sus rasgos es que hacen de la violación sistemática de derechos humanos una política pública) que se iniciaron en Brasil (1964) y finalizaron en Chile en 1990. Pero Haass está lleno de buenas intenciones: “Es hora de que los líderes de la región hagan frente a su entorno de seguridad en rápido deterioro antes de que este los supere”. El consejo incluye a una Costa Rica orgullosa de haber proscrito el ejército. La Nación S.A. lo publica en tiempos de huelga, narco, sicariato y estudiantes ‘maricones’ que se refugian en su campus universitario al que valoran ‘inviolable’. Como se advierte, mi aproximación más bien peca de prudente y no de temeraria.

Luis.- Hay algo que no entendí del todo del artículo de Haas. Habla de una doctrina R2P adoptada por Naciones Unidas en el 2005 y que hoy ya nadie recordaría.

HG.- Pues él no explica la sigla, pero relativamente lo sitúa. Se trata de un alcance del genocidio en Ruanda en 1994. Un millón de asesinados (la mayor parte tutsis, una de las etnias del país, por hutus, la otra etnia. En intensidad parece ser el mayor genocidio de la historia: un millón de liquidados --podrían ser dos millones-- en pocos meses. El genocidio nazi (la Solución Final) liquidó unos 11 millones, pero en varios años (1941-1945). El genocidio de la Invasión Ibérica entre 80 y 100 millones, pero tardó un siglo y utilizó el asesinato directo, el trabajo forzado y propagación de enfermedades. Una crueldad extrema es común a todos ellos. La R2P mencionada en el artículo es un tipo de acróstico de “Responsibility to Protect” cuya importancia Haass describe como “… la soberanía conlleva obligaciones así como derechos y que cuando se cumple con estas obligaciones los gobiernos pierden algunos de sus derechos soberanos” (itálicas no están en el original). Es decir le interesa el punto porque en su lectura R2P facilita a las potencias intervenir en otros Estados sin su permiso y a la vez violando su soberanía y, de paso, pisoteando derechos humanos. Como buen político, Haass olvida que una aparente desidia y negligencia de la administración Clinton facilitó el genocidio en Ruanda. El gobierno de Clinton evitó incluso hablar de “genocidio” y lo reemplazó oficialmente por “actos de genocidio”. Con ello evadía la obligatoriedad de Naciones Unidas de detener las acciones criminales con una fuerza internacional. EUA posee numerosas bases militares (30 ó 40) en África, y el genocidio en Ruanda no podía pasarle inadvertido. El área africana en lucha es económicamente importante por sus riquezas en variados minerales estratégicos y África, en general, es disputada por EUA, China y Rusia.

Haass tampoco tiene buena memoria al referirse a que R2P ha sido olvidada porque China y Rusia no la respaldan por lo sucedido en Libia. En la destrucción del régimen de Gadafi en Libia (2011) el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó una intervención “protectora” y “limitada” contra los recursos militares de Gadafi (zona de exclusión aérea). EUA presentó la petición. Rusia y China se abstuvieron y con ello posibilitaron su aprobación. La OTAN intervino en Libia, y se combinó con las fuerzas armadas de EUA, Inglaterra y Francia, pero para apoyar sin límites a los insurrectos y asegurar su victoria. El cambio de régimen no ha significado para Libia mejoría alguna. Desde este episodio EUA y Occidente no pueden esperar nuevos apoyos o abstenciones de sus adversarios en el Consejo de Seguridad. El punto que Haass lamenta puede advertirse claramente en la actual guerra en Siria. Si Estados Unidos y Occidente desean guerra frontal en sitios conflictivos (Medio Oriente, por ejemplo), deberán enfrentarse con sus rivales geopolíticos. Haass escribe que la resolución del 2011 fue juzgada como un engaño en el marco de la “primavera árabe”. Lo fue, igual que la tal ‘primavera’.

En todo caso, lo que interesa a Haass es que la R2P facilitaba intervenir en Estados soberanos cuando el interventor juzgaba que ese Estado o gobierno no cumplía con lo dispuesto por el estado de naturaleza de John Locke. Un posicionamiento semejante encontraremos más adelante en Ignatieff. Si se lee ampliamente se entiende que resulta legítimo y plausible intervenir a quien tiene el poder para hacerlo si se juzga que otra nación o Estado no coopera con la acumulación mundial de capital o con alguna de las empresas que encabezan esta acumulación. Tímido no es Haass. Tampoco Locke. Se tiene derechos humanos (es un decir) si se apoya la acumulación de capital. Si se la ralentiza o estorba, ¡intervención señores! Es uno de los escenarios actuales más tristes para derechos humanos y tiene alcances en fenómenos como migraciones no deseados, guerras abiertas, salarios miserbles e inestabilidad generalizada. Es decir que Haass desea liquidar el ‘desorden’ actual mediante la violencia. Al desorden que esto produce lo califica de ‘orden’. Se lo dicta Locke.
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