F-6074 Seminario Antropología de Marx

SARTRE: EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO

1.- La “Carta sobre el humanismo” de Heidegger respondía en parte a una conferencia de Jean Paul Sartre (1905-1980) a la que se dio como título “El existencialismo es un humanismo”. Sabemos que al discutir el humanismo Heidegger propone que el dasein (ser ahí) no existe sino que ‘ec-xiste’ ya que ha sido puesto-arrojado por el ser para que habite diciendo (como señal) su morada, la del ser. Se trata de una propuesta metafísica (en su sentido de fundamento primero y de sentido de lo que existe, es decir los entes) o trascendental (y teológica aunque el dios (estructura inmóvil) comprendido en ella sea uno que no aparece. El ser sería condición universal de posibilidad de todo ente y de toda pregunta realizada por el estar haciendo algo ahí (Dasein) que es como se muestra el ente humano. La propuesta de Sartre, que ignora la distancia entre ec-xistir y existir establecida  por la discusión de Heidegger, se inicia con una determinación inicial de lo que él entiende por ‘existencialismo’ y por su defensa ante críticas provenientes de sectores marxistas (comunistas) y cristianos.

1.1- En su frente asertivo, Sartre determina inicialmente el existencialismo como una “…doctrina que hace posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda verdad y toda acción implica un medio y una subjetividad humana”. La expresión ‘doctrina’ ha de entenderse aquí como “conjunto de opiniones” en un debate y no como paradigma científico. Pero estas opiniones no tienen como punto de partida el ec-sistir (pertenecer al ser y al mismo tiempo estar fuera de él) heideggeriano.

1.2.- Los reproches que los comunistas/marxistas harían al existencialismo como corriente de pensamiento son: invita a las gentes al quietismo propio de la desesperación porque si todas las soluciones se muestran cerradas la acción siempre resultará fallida o no factible lo que instala al existencialismo en el campo de las filosofías contemplativas, o sea en el lujoso mundo burgués. Los comunistas también estiman que el existencialismo parte del individuo (el “yo” cartesiano) o de la subjetividad pura, o sea de la soledad del individuo. Y desde esta soledad no resulta factible desplegarse solidariamente hacia los ‘otros’ hombres que están fuera de este yo y que el cogito no puede captar.
1.3.- Desde la perspectiva cristiana se acusa al existencialismo de negar la realidad y seriedad de las empresas humanas porque “…suprimimos los mandamientos de Dios y los valores inscritos en la eternidad”. Aparece así en el existencialismo una estricta gratuidad que consiste en que cada uno hace lo que quiere de modo que todo resulta legítimo. En el mismo movimiento los existencialistas subrayarían “…la ignominia humana” acentuando lo turbio, lo sórdido y viscoso sin prestar atención “al lado luminoso de la existencia humana”, por ejemplo la sonrisa de un niño.

2.- Sartre ya ha planteado que el existencialismo que él declara y profesa busca hacer factible la vida humana y que, para él toda acción contiene un medio y una subjetividad humana. En este sentido se acerca a la sentencia de Protágoras (481 a.C-411 a.C): “El ser humano es la medida de todas las cosas. De las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son”. El juicio de Protágoras puede interpretarse como que el individuo humano puede descubrir/señalar la verdad o falsedad de un ente mostrando que su presencia oculta al ser que lo pone de manifiesto. Pero esto no es lo que Sartre quiere significar. Inicia su explicación señalando que existen dos maneras de declararse existencialista: una cristiana o católica y otra atea (en la última habría que ubicar a los no-creyentes religiosos y a los deístas). Para estos últimos el concepto común es que la existencia precede a la esencia. El punto de partida es la subjetividad. En el existencialismo cristiano la esencia (humana) ya está fijada o dispuesta en el Dios que produce su existencia. La esencia precede a la existencia. Cuando esto ocurre, el existente-con-esencia carece de libertad. Esta libertad sin esencia consiste básicamente en la obligatoriedad de elegir (y darse así procesualmente una existencia), elección a la que Sartre además confiere una universalidad. “Al elegir estoy proponiendo para los otros un camino universal”. De esta manera la especie se compone de individuos libres (equivale a sin naturaleza) cuya elección situada (sujeto autoconstituido) se propone universal. Esta universalidad (universalismo, en realidad) supone una responsabilidad para sí y hacia los otros. En sus palabras: “Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también queremos decir con esto que, al elegirse, elige a  todos los hombres. En efecto, no hay ninguno de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser. Elegir ser esto o aquello es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos, porque nunca podemos elegir mal; lo que elegimos es siempre el bien, y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos. Si, por otra parte, la existencia precede a la esencia y nosotros quisiéramos existir al mismo tiempo que modelamos nuestra imagen, esta imagen es valedera para todos y para nuestra época entera” (itálicas no están en el original). Se trata de un texto con supuestos polemizables, no necesariamente antiexistenciales.

2.1.- La universalidad (en realidad el universalismo) humana propuesta aquí por Sartre resulta especialmente débil. Uno de sus argumentos remite a Dostoievski. Este escribió: “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. Sartre lo comenta así: “…todo está permitido si Dios no existe y, en consecuencia, el hombre está abandonado, porque no encuentra ni
en sí ni fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas (…) no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad (…) Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace…”. Su propuesta carece enteramente de entidad porque no tener naturaleza no implica ‘nacer’ (ser arrojado al mundo) sin rasgos. Lo muestra el siguiente esquema:

                     

Como se advierte, exista o no la divinidad, los individuos humanos no se encuentran “arrojados” sin más en el mundo. Nacen en cuanto humanos para ser socializados y lo son. En este proceso (y durante toda su existencia) pueden darse o no experiencias de contraste radicales. Si las tienen, podrán o no darse agencia. La presencia o ausencia de dioses efectivos resulta irrelevante porque los seres humanos vienen prefigurados por su biología, su familia y sus procesos de inculturación en sentido amplio. La observación no vale para Heidegger porque éste señala que la inculturación contiene al ser que establece la morada del dasein (existir humano).
Sartre, por el contrario, avanza argumentos difíciles de sostener: “Y cuando se habla de desamparo, expresión cara a Heidegger, queremos decir solamente que Dios no existe, y que de esto hay que sacar las últimas consecuencias”. Que Dios no exista no puede traducirse como que el individuo humano nace histórica y socialmente desnudo. “El existencialismo se opone decididamente a cierto tipo de moral laica que quisiera suprimir a Dios con el menor gasto posible. Cuando hacia 1880 algunos profesores franceses trataron de constituir una moral laica, dijeron más o menos esto: ‘Dios es una hipótesis inútil y costosa, nosotros la suprimimos; pero es necesario, sin embargo, para que haya una moral, una sociedad, un mundo vigilado, que ciertos valores se tomen en serio y se consideren como existentes a priori; es necesario que sea obligatorio a priori que sea uno honrado, que no mienta, que no pegue a su mujer, que tenga hijos, etc., etc. Haremos, por lo tanto, un pequeño trabajo que permitirá demostrar que estos valores existen, a pesar de todo, inscritos en un cielo inteligible, aunque, por otra parte, Dios no exista’. Dicho en otra forma y es, según creo yo, la tendencia de todo lo que se llama en Francia radicalismo, nada se cambiará aunque Dios no exista”. En la especie humana los aparentes “a priori” provienen de su socio-historia o sea de relaciones de poder constitutivas. Los a-priori son por lo tanto siempre resultados de experiencias aunque los nuevos individuos puedan estimarlos a priori. En las sociedades modernas los a priori están fijados en la legislación y sus criterios fundantes que, sin duda, resultan a posteriori (o sea resultado de experiencias humanas no necesariamente universalizables).

3.- Sobre el planteamiento de fondo de la idea sartreana de que cada individuo que nace comienza de nuevo toda la existencia libre y responsable de la humanidad, Marx (que por supuesto no conoció a Sartre) escribió en texto de madurez: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis  revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal. Así, Lutero se disfrazó de apóstol Pablo, la revolución de 1789-1814 se vistió alternativamente con el ropaje de la República Romana y del Imperio Romano, y la revolución de 1848 no supo hacer nada mejor que parodiar aquí al 1789 y allá la tradición revolucionaria de 1793”. Es decir, al menos en las situaciones de crisis revolucionarias, los seres humanos arropan sus decisiones con ropajes antiguos para conferirles legitimidad o autoridad. “Disfrazan su libertad” o se comportan inauténticamente para sentirse ‘auténticos’ y ofrecerse como tales. Esta opinión sin duda complica las discusiones sobre “la verdad” o “autenticidad” de las acciones humanas, pero es la opinión de Marx sobre hechos históricos y sobre el carácter de sus personalidades o personajes.


3.1.- Por el contrario, Sartre estima que “No hay otro universo que este universo humano, el universo de la subjetividad humana. Esta unión de la trascendencia, como constitutiva del hombre no en el sentido en que Dios es trascendente, sino en el sentido de rebasamiento y de la subjetividad en el sentido de que el hombre no está encerrado en sí mismo sino presente siempre en un universo humano, es lo que llamamos humanismo existencialista. Humanismo porque recordamos al hombre que no hay otro legislador que él mismo, y que es en el desamparo donde decidirá de sí mismo; y porque mostramos que no es volviendo hacia sí mismo, sino siempre buscando fuera de sí un fin que es tal o cual liberación, tal o cual realización particular, como el hombre se realizará precisamente como humano”.


3.1.1.- Solo una observación. No existe tal desamparo, pero los amparos pueden resultar falsos (enajenantes). Amparos y desamparos se siguen de la conformidad o de la ruptura con el statu quo, pero también la ruptura puede contener factores de alienación. Fetiches. Los fetiches no son falsos, en cuanto operan. Resultan políticamente inadecuados cuando no son criticados. Toda crítica demanda lugares epistémico-político-culturales para ser tal.
En este sentido, aunque pueda parecerlo, la crítica nunca es individual, sino colectiva.
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