F-6074 Seminario Antropología de Marx
LA CARTA SOBRE EL HUMANISMO DE HEIDEGGER (I)
1.- La “Carta sobre el humanismo” de M. Heidegger (1889-1976) fue efectiva e inicialmente una carta dirigida a Jean Beaufret (1907-1892) en 1946. Se editó editada como parte de un libro en 1947: “La doctrina de Platón sobre la verdad”. Aunque el concepto ‘humanismo’ ocupa directamente pocas líneas de la carta, la misiva resulta útil para determinar el sentido que él tendría desde la perspectiva de Heidegger. El inicio de la carta dice: “Estamos muy lejos de pensar la esencia del actuar de modo suficientemente decisivo. Sólo se conoce el actuar como la producción de un efecto, cuya realidad se estima en función de su utilidad. Pero la esencia del actuar es el llevar a cabo. Llevar a cabo significa desplegar algo en la plenitud de su esencia, guiar hacia ella, producere. Por eso, en realidad sólo se puede llevar a cabo lo que ya es. Ahora bien, lo que ante todo «es» es el ser. El pensar lleva a cabo la relación del ser con la esencia del hombre. No hace ni produce esta relación. El pensar se limita a ofrecérsela al ser como aquello que a él mismo le ha sido dado por el ser. Este ofrecer consiste en que en el pensar, el ser llega al lenguaje. El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada. Su vigilancia consiste en llevar a cabo la manifestación del ser, en la medida en que, mediante su decir, ellos la llevan al lenguaje y allí la custodian” (itálicas no están en el original).
b) “…El pensar lleva a cabo la relación del ser con la esencia del hombre”. La ideación humana pone de relieve tanto la esencia del ser humano (de su tener la presencia de un ente especial), ya que ofrece al y para el ser la tarea que este mismo ser le ha preparado. Este “ofrecer” consiste en que “en el pensar, el ser llega al lenguaje”. El lenguaje (la comunicación entre el fundamento y sus entes) ‘es la casa del ser y en su morada habita el ser humano’. Pensadores y poetas son los guardianes de esta morada. Su cuidado (guarda/vigilancia) consiste en llevar a cabo la manifestación del ser. Mediante su decir, pensadores y poetas llevan el ser al lenguaje y allí lo custodian.
1.1.- En lo anterior, Heidegger desea, en 1946, combatir una expresión que él no quiere para sí o para su reflexión: “En el ser humano, el existir precede al ser, o a su esencia”. Es decir rechaza un existencialismo o la versión sartreana de él. Rechaza una propuesta de Sartre (1905-1980) que éste habría recogido de él: “El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. …este es el primer principio del existencialismo” (El existencialismo es un humanismo”, 1946). Para Heidegger, el ser humano ec-xiste en el mundo de los entes como parte del proyecto del ser (en la historia), como se ha presentado más arriba. El ser humano nunca ha decidido por sí mismo “aparecer o estar en el mundo”. Ha sido ‘arrojado” a él. Y posee la misión de recordar y decir el ser.
2.- Heidegger estima que Sartre invierte la separación metafísica entre (primero) esencia y (luego) existencia haciendo que la presencia/acción/elección ahí, es decir la existencia (resuelta o elegida libremente cada vez) conforme una esencia. Pero invertir la fórmula ‘esencia→ → existencia’ en [existencia→ → esencia] no la libera, para Heidegger, de su condición metafísica. ‘Metafísica’ es aquí mala palabra. Indica el olvido del ser por la inmediatez y brillo o ‘eficacia’ que pueden alcanzar los entes. El carácter fundante del ser se olvida, relega o extravía en el sinsentido del mundo de los entes al que corresponde un sujeto “libre”. Sartre ha traducido “existencia” como modo de ser real o de hecho, como estar ahí. Pero Heidegger ha redactado ec-xistencia para determinar el carácter especial de la experiencia humana que habita cuida la morada del ser y no se limita a aparecer ante la mirada como los otros entes. Como ec-sistente (habitar en la morada del ser) el individuo humano tiene una tarea determinada por el ser: impedir el olvido del ser por el brillo de la inmediatez de los entes finitos de los que sí el ser humano hace parte. En esta tarea el estar humano podría fracasar. Y solo quedaría esperar la acción de un Dios ausente. Se trata de una variación del mito de Adán y Eva. Una aparente ‘ausencia’ de Dios del Paraíso produce en el imaginario judío la condena y la muerte. O sea el tiempo.
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