F-0039 Sem. Hinkelammert

LA CRÍTICA DE LOS DIOSES TERRESTRES

1.- Una coincidencia de días feriados, en cierto modo imprevista, interrumpió la marcha del seminario y conviene por esto volver a situarlo. Hinkelammert reclama que el desarrollo (una perspectiva inicialmente económica, con alcance cultural y fuerte presencia estatal en la situación latinoamericana) ha de centrarse en la no producción de empobrecidos (positivamente significa su integración personal y socio-cultural) o víctimas. Desde este punto de vista, aunque Hinkelammert no lo haga a la letra, rechaza una opción preferencial por los pobres porque estos ‘pobres’ no son azarosos sino producción de la religión del mercado, es decir una realización sistémica de las sociedades modernas y contemporáneas directa o subordinadamente capitalistas. Es la religión de los fetiches que Marx habría denominado “religión de los dioses terrestres” (mercado, dinero y capital), divinidades que hacen que sectores de la población sean tratados como seres ‘humillados, sojuzgados, abandonados y despreciables’ (pág. 183). Escribe Marx tempranamente en su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel: “La misión de la historia consiste, pues, una vez que ha desaparecido el más allá de la verdad, en averiguar la verdad del más acá. Y en primer término, el deber de la filosofía, que está al servicio de la historia, es el de desenmascarar la aniquilación de la persona humana en su aspecto profano o no santo luego de haber sido desenmascarada la forma sagrada de la negación de la persona humana. La crítica del cielo se cambia así en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del derecho, la crítica de la teología en la crítica de la política”. Posteriormente dará inicio a su programa con su crítica de la Economía política.

1.1.- El vínculo entre teología y economía (así en el cielo como en la tierra) o entre emancipación y redención (así en la tierra como en el cielo) queda planteado. Parte de la Teología latinoamericana de la liberación recogerá este campo temático, aunque no necesariamente apoyándose en Marx, como lo hace Hinkelammert. Uno de los textos citados por esta corriente es evangélico: “Entonces los fariseos le dijeron: —Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito? (los discípulos habían arrancado espigas). Pero él les dijo: — ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?  También les dijo: -El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado” (Marcos, 22). Institucionalmente (que entre los judíos quería decir religiosamente) el sábado no se debía trabajar, sino honrar a Dios. Pero Jesús indica que la necesidad humana se antepone a todo culto. Pone la satisfacción de las necesidades humanas (y con esto su vida que puede desearse digna) como criterio moral superior a cualquier institucionalidad, incluso la norma religiosa, generada por los mismos seres humanos. El punto puede traducirse: Dios no desea hambrientos. Si Dios fuese de cualquier modo causa de hambrientos sería un Dios falso. Un ídolo. Como sabemos, la veneración de los ídolos, mata. Insistamos: la veneración del mercado por encima de las necesidades humanas, mata.

2.- La cuestión religiosa y teológica que Hinkelammert requiere imperiosamente zanjar (él posee fe religiosa) la propone en uno de sus trabajos más polémicos, pero también más aplaudidos: “La fe de Abraham y el Edipo occidental” (1991, 2ª edic.). El capítulo con que se inicia, con el mismo título presenta el relato bíblico de Abraham, quien debe sacrificar  a Dios, de acuerdo con la ley mosaica, a su hijo, Isaac bajo la forma de un mito fundante. Para Hinkelammert, los mitos forman la conciencia social y así establecen el espacio (sensibilidad, ethos) dentro del cual todas las relaciones sociales, en especial las que implican jerarquía/dominación, se gestan. Como se sabe, Abraham no mata a Isaac (Génesis, 22) porque, en la interpretación de Hinkelammert, estima que un Dios que ordena matar no puede ser sino un Dios falso: ‘Cumpliendo con Dios, Abraham sale a matar a su hijo. Sin embargo, no lo mata porque un Ángel se le aparece y le ordena no matarlo’. De esta manera el Ángel y Abraham parecen haberse puesto contra la voluntad del Dios de la comunidad judía. Pero el raciocinio o sentimiento que Hinkelammert atribuye a Abraham es el siguiente: Lo que me pide el Ángel es hacerme libre y ponerme por encima de la ley. Su libertad lo pone por encima de la ley. Desde su vida, él juzga la ley. Y, desde su vida, puede estimar que un Dios que le ordena matar no puede ser un Dios verdadero. El mito de Abraham habla de otra forma de estar en el mundo judío y humano. El mensaje que entrega a su sociedad, de acuerdo a Hinkelammert, es: “Abraham, con su fe constituye una nueva relación ética, rompe la ley misma para imponerse a ella. Ningún hijo debe ser matado y sacrificado. Dios es un Dios de la vida (…) La fe de Abraham implica una ruptura con la cultura, la sociedad y la institucionalidad de su tiempo, para someterlas a la libertad del hombre, que es afirmación de la vida” (p. 18).
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