3.- Espectros y emergentes

 

    El proceso de referéndum con el que los costarricenses intentarán resolver en octubre cómo desean seguir viviendo y relacionándose en el más próximo futuro muestra como una de sus características la ausencia de sus organizaciones político-partidarias tradicionales. Éstas son el Partido Liberación Nacional, al que se le atribuye una inclinación socialdemócrata, y el Partido Unidad Social Cristiana. Con estos nombres u otros semejantes han administrado el Estado, casi siempre en mancuerna, desde la mitad del siglo pasado. Cuando evidenciaron su penuria ideológica y orgánica,, ya en la década de los noventas, y mostraron que sus mejores facciones eran las de servir como maquinarias electorales y de administración pública y las peores las propias de dispositivos clientelares y argollas para el saqueo de la institucionalidad común…. la gente, de a poco, empezó a reconocerlos como PLUSC: un único aparato mafioso al que se debía pertenecer para disfrutar de los buenos negocios y cargos, o de los negocios a secas, que ofrecen las posiciones de poder administrativo y resolutivo.

    La quiebra final del PLUSC se abrió con la indagatoria judicial de los expresidentes Calderón y Rodríguez, sospechosos de valerse de cargos y prestigios para enriquecerse personalmente (fueron apresados inicialmente en octubre del 2004) y, además, indagados por contribuir con sus acciones dolosas a la liquidación de instituciones como la Caja Costarricense de Seguro Social y el Instituto Costarricense de Energía y Comunicaciones (ICE). La acción judicial pareció poner punto final a la era de los políticos-empresarios que se entronizó desde inicios de la década de los setentas. Pero, antes de estos insólitos espectáculos policiales, los hermanos Arias ya habían dado inicio a un proceso de alejamiento de todo socialismo democrático y de claro acercamiento a la neoligarquía local. y a los poderes transnacionales.

   El despliegue ‘arista’, que reforzaba el fraccionamiento interno del PLN, puesto en evidencia con la elección de José María Figueres en 1998, se inspiró en la voluntad de los Arias de apoderarse nuevamente de la presidencia del país, cuestión que constitucionalmente les estaba vedada. Un voto dividido de la Sala Constitucional les abrió finalmente el camino en el 2003. Pero ya Óscar Arias, utilizando un sólido y oscuro financiamiento había manoseado al partido presentando su candidatura paralela en las elecciones primarias internas para la escogencia presidencial del 2002. Curiosamente, su gesto, irrespetuoso y antipartidario, no fue ni investigado ni sancionado. A partir del respaldo de la Sala Constitucional, los Arias jugaron las cartas de la reelección y de la transformación definitiva del PLN en un arismo antisocialdemócrata. El partido, que había entrado en agonía precisamente con su primera administración (1986-1990), llegó ‘depurado’ de todo ideologismo a las elecciones del 2006. Su triunfo  nominal se debió principalmente al deseo de los ‘liberacionistas’ de retornar al control de la administración pública después de ocho años de sequía, a la compra de sufragios y, probablemente, a que su aparato nacional le facilita la realización de fraudes en las urnas. Utilizando ferozmente la guillotina, el puntapié y la conspiración, los hermanos Arias hicieron del “PLN”, a redoble de tambor, una organización de secretarias ejecutivas, yes men y familiares. Esta caricatura de partido llega al referéndum fragmentado e internamente enemistado. Cualquiera sea el resultado de la votación, puede considerarse, en tanto partido, muerto y enterrado. Si existen fuerzas, se abrirá quizás en él la posibilidad de refundar, desde una crisis, una socialdemocracia minoritaria. El arismo, en cambio, se perfila como el rostro público de la derecha neoligárquica y antipopular. Con los Arias, Costa Rica arriba tardíamente a su centroamericanización.

   Como contratendencia, las elecciones presidenciales del 2002 habían avisado en las urnas el final electorero del PLUSC. Las candidaturas anti-Plusc (Abelismo, PAC, ML, Independiente Obrero y Fuerza Democrática) consiguieron entonces y en la primera vuelta casi un 68% de los sufragios efectivos. La votación era el primer indicio del carácter de dos organizaciones emergentes, el Partido de Acción Ciudadana y el Movimiento Libertario, y abría la oportunidad de un nuevo perfil, antiargollas, para los socialcristianos. Abel Pacheco triunfó en segunda ronda. Principalmente la pereza y torpeza de un abelismo sin partido frustraron el que este resultado electoral cuantitativo se transformara en el acta de defunción política definitiva del PLUSC. Sobre cadáveres, insuficiencias,  apetencias, concentración de poder y pugnas entre grupos de presión se montó la estrecha victoria de la maquinaria arista y neoligárquica en el 2006. Pero, en tanto partidos, ya ni el PLN ni el PUSC ‘tradicionales’, existen.

    El referéndum costarricense no contiene entonces una efectiva lucha partidaria. Comparten un bando el gobierno de los Arias, las jerarquías de las instituciones estatales, la neoligarquía propietaria, el capital transnacional y sus embajadores, parlamentarios y sectores oportunistas, y un despotenciado ML. En el otro, una incipiente pero entusiasta y novedosa organización social de base (que incluye grupos antisistema), sectores ciudadanos, trabajadores públicos organizados, ecologistas, frentes de mujeres, pobladores, indígenas, jóvenes y estudiantes, intelectuales, artistas,y el Partido de Acción Ciudadana y otros partidos minoritarios.. Por ello el resultado del referéndum, siendo importante, no resulta políticamente decisivo. En realidad, se enfrentan una tradición clientelar, venal y corrupta (aunque en ella puedan existir individuos sanos) y que hoy arropa su subordinación al capital transnacional mediante el neoliberalismo y, y ciudadanos y sectores sociales movilizados que podrían, vinculados al PAC y dándole su aliento, entregar un nuevo aire parlamentario a las instituciones democráticas y sociales del país e incluso darles la forma de un plural y sano proyecto-de-país largamente frustrado por el dominio del PLUSC. Lo que resuelve esta encrucijada no es el resultado del referéndum, sino qué hace el PAC con ese resultado

 

  

    4.- Lo sensible y la penumbra

 

    El Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, aceptado por los gobiernos centroamericanos y el de República Dominicana, conformados como un área específica de la región, se inscribe en el proceso básico de reconfiguración inducida de las economías/sociedades de los países de la periferia en la lógica de la acumulación global de capital bajo la forma posibilitada por las actuales tecnologías de punta. Desde hace más de dos décadas América Latina ha venido asumiendo, sin particular fortuna, por lo demás no buscada, los Programas de Ajuste Estructural, el llamado Consenso de Washington y, hoy, los tratados de ‘libre’ comercio (en realidad acuerdos de comercio preferencial) bilaterales avanzados por Estados Unidos una vez fracasado su empeño en consolidar un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que debió comenzar a funcionar hace un par de años.

   Visto así, y con entera independencia de situaciones específicas, como el enraizamiento de la fuerza de trabajo y la extrema movilidad de los capitales, como si solo estos últimos tuviesen necesidades, los tratados de ‘libre’ comercio en curso potencian la lógica transnacional de acumulación de capital en desmedro al menos de la fuerza de trabajo y de quienes participan del sistema como excluidos, materializan el vigor destructivo (o caótico) del capitalista y polarizante mercado mundial y de sus instrumentos internacionales, como el Banco Mundial, y su geopolítica, mientras debilitan la capacidad política y social de los Estados y Gobiernos de las regiones tercermundistas (que es el caso de las economías centroamericanas) para evitar o mitigar esa polarización autodestructiva, y, complejamente, contribuyen a agravar la crisis, hoy planetariamente reconocida, surgida de la relación entre el modelo productivo capitalista, la polarización social mundial y las necesidades del planeta para sostener la vida en él (desafío del ambiente natural).

   Los tratados de ‘libre’ comercio se constituyen de esta manera en groseros signos de una crisis civilizatoria planetaria caracterizada tanto por la ausencia de un buen gobierno mundial como por la perseverante renuencia para asumir que el principal desafío global de la actualidad consiste en transitar, política y culturalmente, desde la mera unidad biológica de la especie  a su autoproducción como especie política y cultural (o, si lo desea, espiritual). Por supuesto, estas cuestiones-desafíos no están en agenda. Se vive una estupidez e indiferencia generalizadas que aplaude el crecimiento económico sostenido (y con ello las ganancias de los grandes propietarios) mientras ese mismo crecimiento genera miles de millones de víctimas, no solo humanas, y tiende a destruirse a sí mismo. Radicalmente, no es sostenible. La especie humana podría desaparecer en el siglo XXI sin siquiera haber advertido que debía intentar políticamente autoconstituirse como especie espiritual. Lo que no implica homogeneidad ni hegemonía. Pero estas desafíos, urgidamente materiales, no están en agenda para el G7, ni para el FMI, ni para “menearse por un sueño” o para los “periodistas” de CNN. Ahí y aquí lo que reina es el “¡azúcar!”, “vivir la vida loca”, atender a las “burbujas bursátiles”, fucionar entidades bancarias o “expandir mercados”.

   Ejemplo de la bobería autodestructiva que pasa por civilización lo da el libro de A. Oppenheimer (aplaudido en Costa Rica como “excepcional”), Cuentos Chinos (Plaza & Janés, 2005), que en 350 páginas agita únicamente una “idea”, la de las soberanías compartidas, y reitera una ‘orden’: América Latina debe dejar su provincianismo e imitar la modernización de China. Con prescindencia de detalles, el capitalismo chino es ejemplo precisamente por lo brutal y autodestructivo: es decir por lo que no deberíamos hacernos ni permitir que otros hagan. Se afirma en la supexplotación (incluye el trabajo esclavo, la labor a destajo, el pago en especie, etc.) de su gigantesca y barata fuerza laboral y, todavía más brutal, en una extrema y cínica segmentación y estratificación de los mercados: se producen mercaderías de pésima calidad, de mediana calidad y de calidad, según la capacidad de compra de los usuarios. Para China es propio (aunque se debe procurar no ser sorprendido) incluir sustancias venenosas en pastas dentales o juguetes si ello incrementa ganancias. Si se es descubierto en estas prácticas, se procede a “suicidar” al responsable y asunto liquidado. A estos chinos perspicaces (que entendieron exactamente la ‘espiritualidad’ de la acumulación de capital, igual que las transnacionales Nestlé y Kellog’s) y también brutales, se les atribuye la sentencia: “No importa el color del gato si caza ratones”. No solo no importa en absoluto el color del gato, sino tampoco sus procedimientos. Lo que interesa es vender a consumidores a quienes se clasifica y trata como ratitas, ratas y ratones… y acumular ganancias y poder. No preocupa qué pase a la gente o al planeta en el proceso. China es ya una de las economías que más energía consume; es, como Estados Unidos, un terrorista energético. Oppenheimer, reportero ilustrado, encuentra sabio proclamar “modelo” a este gigantesco aporte al suicidio.

   Visto así, un TLC centroamericano y costarricense como el pactado con Estados Unidos es “chino”. Introduciéndose como cuña, desagrega a la región mesoamericana de América del Sur (también internamente desagregada por los mismos y otros motivos), intensifica la demencial polarización interna de sus sociedades, refuerza migraciones no deseadas, acelera costos ambientales ya ruinosos, sanciona la irresponsabilidad social de sus gobiernos neoligárquicos y ‘tecnocráticos’, maltrata raíces culturales vía la imposición de una sensibilidad única (mercantil) y el dominio del mercado y las ‘cosas’ (y su espejo jurídico) sobre las necesidades humanas. En el mediano plazo cultural no ofrece ninguna ventaja. Social y económicamente constituye un espejismo que será cruelmente destruido por la violencia social, étnica, militar y paramilitar. El pacto comercial se concreta, además, con la administración estadounidense más bestial y mentirosa de su historia.

   Lo nuclear no es cuántos chips o chayotes más se exportarán a Miami, sino cuánto un TLC como el pactado se inscribe, aunque sea mínimamente, en el principal desafío mundial actual: ir hacia la autoproducción política y cultural de la especie. Avanzar en la constitución de un Estado y Gobierno mundiales, con capacidad para corregir la omnipresente violencia del mercado, de modo que nuestros descendientes y todo el planeta puedan celebrar la vida y gratificarse. Aun siendo pequeño, un país puede colaborar en esta tarea.

   Por supuesto, las anteriores son majaderías si se las compara con la belleza de comprar por Internet, enviar un mensaje por celular a un amigo o asistir a un Mundial de Fútbol. Pero gansadas, como la aspiración a un Gobierno Mundial efectivo, constituyen el desafío radical del momento. Si no se las atiende, podría ocurrir que timbrar para llamar al amigo o reservar los boletos para el Mundial sea a la letra y exactamente lo último que haga la especie.

   Esto “último” se vota también, aunque no lo parezca, en el referéndum de octubre de este país pequeño y que, al parecer, no desea enterarse de ello..

 

  

   5.- Un primer gobierno regresivo

 

    La reforzada y persistente cautela con que las fuerzas de seguridad estatal aíslan al presidente de la República, Óscar Arias, en sus salidas públicas, y las acciones represivas (agresiones masivas y selectivas directas, violaciones de derechos ciudadanos) que acompañan este cerco, han sido disculpadas y explicadas por algunos analistas atribuyéndolas a la predisposición aislada de  funcionarios medios y bajos “más papistas que el Papa”. A la fórmula tradicional latinoamericana que designa a estas acciones como “excesos” puntuales, se agrega el sesgo costarricense que las clasifica bajo la fórmula de “torpezas represivas”.

   Sin embargo, las “torpezas” en que incurren las fuerzas ‘del orden’ para proteger a “su” presidente de protestas y objeciones de la ciudadanía, podrían valorarse también como síntoma de una sensibilidad y ejercicio sistémicos del gobierno y del poder más que como acciones desatinadas. Llama la atención, por ejemplo, que los hermanos Arias accedieran a su segundo gobierno haciendo fuerza (por decir lo menos) a la Constitución y apoyándose para ello en los grupos empresariales más poderosos y retrógrados de un país conservador. Ya en campaña, los Arias decidieron no discutir sus ‘ideas’, por ejemplo, la pretensión de que el desarrollo se sigue de la inversión directa extranjera. No debatieron ni con opositores ni con simpatizantes. Enunciaron rutas básicas y se negaron por completo a su examen. Producido su inesperado triunfo estrecho, desconocieron, y siguen invisibilizando, la votación del principal partido opositor, el PAC, no consideran interlocutor a su principal dirigente y, desde luego, no dialogan con él. Dan mayor reconocimiento a sectores que se muestran disminuidos, divididos, cuestionados y agotados (como la pequeña fracción parlamentaria del PUSC) o confundidos (como el también escaso ML), en circunstancias que la gobernabilidad pareciera pasar por acuerdos y negociaciones para una-concepción-de-país con la gente de Acción Ciudadana.

    Un segundo factor, también sintomático, es que los Arias conformaron su segundo mandato con una trama de de ‘yes men’, secretarias ejecutivas y parientes (más un reducido grupo de personalidades ‘aristas’ que se disputan la candidatura presidencial del 2010) que configura el círculo más cercano al Gobierno. Más atrás bulle el entorno de las clientelas empresariales y sociales. El reducido círculo de hierro de secretarias ejecutivas, yes men y funcionarios bloquea cualquier intento para que el presidente Arias escuche a la ciudadanía o a la población. El efecto es que nadie puede decirle al mandatario si va desnudo o vestido. Y el círculo de íntimos rechaza también lo que se diga de ellos. Se trata de un aparato autista que ni siquiera permite cambiar de conducción en la Asamblea Legislativa. Pese a la evidente torpeza e ineficacia de los designados, siguen en sus puestos por ser los más “fiebres” o incondicionales. Los Arias se mueven gratos en este medio que ellos se han procurado.

   Un tercer componente es que los Arias llegaron a la presidencia extirpando  ferozmente de lo que todavía lleva el nombre de Partido Liberación Nacional cualquier signo de ideología socialdemócrata, o de oposición. Hoy ese ‘partido’, previamente degradado,  no es más que un club arista.   

   Un cuarto factor lo reseña la polémica denuncia de un expresidente de la República, Luis Alberto Monge, nominal compañero de agrupación de los hermanos Arias, quien ha señalado que el país “nunca había estado enfrentado a un aparato de poder tan descomunal como el que hay ahora” (Universidad, N° 1725). Para el exmandatario, este aparato de poder comprende a la Sala Constitucional, el Tribunal de Elecciones, la Asamblea Legislativa, un dispositivo  de propaganda “totalitario” (legal e ilegal) e “intereses económicos nacionales e internacionales” que sostienen a un mandato al que califica de “aristocratizante” y “autocratizante”. Según Monge, los apoyos a los Arias se basan tanto en un corrupto clientelismo como en la coacción antidemocrática contra indecisos y opositores.

   Los juicios de Monge tienen asiento en la realidad. El acoso de opositores parece corolario de una extensión del control policial sobre la población, hecho posible con la excusa de la lucha contra el narcotráfico, y del aparato publicitario centrado en una orquestación de los medios masivos o frívolos o neoligárquicos. Por ello la actual disputa sobre el TLC, manejada por la administración de los Arias como una cuestión de vida o muerte para el país, no solo concierne a una elección entre un modelo o de crecimiento excluyente y transnacionalizado o uno de desarrollo sustentable, sino también al carácter democrático de sus actuales instituciones políticas y de la organización del Estado. Se recordará que las conquistas democráticas en Costa Rica se siguieron de una guerra civil, no de una concesión graciosa de la oligarquía costarricense.

   Vista así, la querella sobre el tratado de ‘libre’ comercio enrarece un proceso más estructural: el de una concentración de poder vertical y excluyente (disfrazada con la extensión de una ciudadanía pasiva) juzgada indispensable en esta fase de acumulación global y que se personificaría en la dictadura de los empresarios-tecnócratas (locales e internacionales)-políticos. Las tímidas instituciones  democráticas costarricenses se habrían convertido de esta manera, al pasar por una segunda administración de los Arias, en una atípica forma de arribar a las más clásicas dictaduras centroamericanas.
 

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   NOTA: El Frente por el Sí al TLC y el Gobierno triunfaron estrechamente en el el referéndum con un 51.61% de los votos. El No alcanzaó el 48.40%. La abstención fue del 40.10%.

 

   El triunfo del Sí se fundamentó en la continuidad del modelo exportador, el miedo al desempleo inducido entre la población más vulnerable, un financiamiento millonario e inexplicado, el cuasi monopolio publicitario en los medios masivos, el apoyo injerencista de la administración Bush y de CNN, la violación impune del reglamento electoral, una mayor eficacia en el transporte de votantes el día de la elección y la grosera descalificación de los oponentes como "mentirosos", "sindicalistas", "ignorantes" y "flojos". Para los parámetros de los grupos dominantes, constituyó un ejemplo de "proceso democrático" (9/10/07).