Pluralidad y universalidad del Nuevo Orden

    En realidad la búsqueda de un Nuevo Orden tiene como antecedente político/cultural el paso desde el Antiguo Régimen al último de los regímenes, o sea a la sociedad moderna. Ésta ha solido imaginarse a sí misma como consumación del progreso humano, como el Último Régimen o final de la historia. El nuevo orden resulta así una configuración diversa dentro de una misma matriz. Es por esto que ‘nuevo’ puede reclamarse o como inédito, es decir como enteramente original, o como algo diferente que torna más eficiente y eficaz la misma o parecida matriz. ¿Existen motivos para reclamar la construcción política de un Orden Inédito? La respuesta, sin capricho, es sí.

    La razón hay que buscarla en las promesas de la modernidad. Dos, entre las más intensas de ellas, señalaron el final de la escasez, como resultado de la aplicación de la ciencia y la tecnología al proceso productivo, y el logro de la autonomía personal. Cada uno sería sujeto en su conciencia y en su comportamiento práctico. La autonomía desplazaría a la heteronomía en todos los campos. Las autoridades sociales resultarían del consenso activo de los ciudadanos. Las religiosas tendrían el aval de la libre opción personal. No es necesario hacer un notable esfuerzo para advertir que estas promesas no solo no se han cumplido, sino que la transición entre siglos avisa que no es posible cumplirlas: en la Historia, nos dicen, existirán siempre vencedores y vencidos. El fenómeno de una intensa alienación en el consumo cumplido o deseado pero siempre frustrado, condena a la subjetividad de todos al control de las burocracias públicas o privadas que administran los diversos efectos de la acumulación de capital determinado por un mercado orientado al lucro. Las tecnologías como capital, lejos de erradicar la escasez, sentencian a millones a la miseria y a la incertidumbre. Son los destinados al hambre, a morir de enfermedades curables, al desempleo, a la brecha digital, a la exclusión. Por ellos, y por la violencia que los crea, nadie responde y nadie exige tampoco eficazmente cuentas. Se existe en un orden inmoral que no sabe ni quiere tener vergüenza de sí mismo.

    Sin ánimo de escarbar demasiado, existen por tanto razones, responsabilidades. Y son urgentes.

    ¿Por qué un Orden Inédito?

    Todos los antiguos órdenes han funcionado haciendo de uno o varios particularismos dominantes un universalismo cerrado necesario o imperial. Ello ha contribuido a hacer de nuestras culturas encierros o agresiones, ambos expresión de barbarie. Tener la fe religiosa verdadera anima a negar las dudas internas y dibuja los universos de ‘infieles’ a quienes se debe convertir o aniquilar para que nuestro dios y nuestras ortodoxias triunfen. Practicar de varón conduce a la discriminación de quienes son sometidos como vulnerables al macho adulto: mujeres, niños, ancianos. Ser ‘blanco’ otorga al mundo de los coloreados un carácter de indignidad. Ser propietario, al desprecio y utilización por quienes carecen de ella. Ser francés o alemán o japonés, a la guerra y a la conquista. Administrar racional y democráticamente la sociedad a la última, por fin, de todas las guerras: The West against the Rest and the Remake of a World Order. Los universalismos fundados en la dominación de particulares (de clase, de género, de cultura, generacional, de fe religiosa, etc.) han gestado siempre la reproducción y ampliación de la dominación y del sometimiento. Con especificaciones diversas, la matriz ha sido siempre la de amos y esclavos, la de sujetos que constituyen a otros como objetos.

    Ahora, no es posible a la experiencia humana vivirse sino como experiencia de particularidad: se existe como mujer de alguna etnia, como campesino en un lugar, como joven urbano acomodado o rural y empobrecido. La universalidad de la experiencia humana particular no pertenece a su mismo plano de realidad, o al menos no se agota en ella, aunque también sea histórica. Un Orden Inédito no puede entonces aspirar a liberarse de la particularidad, porque ello no es factible, ni deseable, para ninguna experiencia humana. ¿Deberá proceder entonces a negar la universalidad de su experiencia? ¿Afirmará la exclusiva existencia de los particulares y de sus modos de ser incluyendo la agresión, la guerra y el rebajamiento? No buscar la experiencia de humanidad (género) es, obviamente, una forma de los antiguos órdenes, no de un orden que se desea inédito.

    El camino pasa entonces por afirmarse en la particularidad para reclamar legítimamente la universalidad, o sea la producción de especie humana. Es el programa de una práctica de una filosofía de la liberación sociohistórica que acompaña como sensibilidad, como analítica y como política la plural producción de particularidades que desde su autoestima y aproximación legítimas, resistiendo toda sujeción, gestan género humano, humanidad inédita, un concepto de existencia pasional y agónico abierto a la historia y a la vida.

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    Nota 

    [1] W. J.. Bennett: Un llamamiento a la dignidad    


   Bibliografía:

Benett, W. J.: “Un llamamiento a la divinidad”, en Tiempos del Mundo (periódico), año 7, nº 8, p. 28, febrero del 2002, San José de Costa Rica.
Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Siglo XXI, 8ª edic., México 1995.
Castells, Manuel: La era de la información, 3 vols., Siglo XXI, 3ª edic., México 1995.
Hardt, M. y Negri, A.: Imperio, Paidós, Barcelona, España, 2002.
Huntington, Samuel: The clash of civilizations and the remake of world order, Simon& Schuster, Nueva York, 1996.
Kant, Emmanuel: Sobre la paz perpetua, Tecnos, Madrid, España, 1985.
Locke, John: Second Treatise of Government, Hackett, Indiana, EUA, 1980.
Nueva Sociedad (revista): Gobernar el Globo, El Sur en busca del Norte, Nueva Sociedad, nº 132, julio/agosto 1994.

 

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