Seminario Hinkelammert: La maldición que pesa sobre la ley

LA REFLEXION POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA


1.- Una de las anécdotas creadas  sobre el extendido trabajo intelectual de Hinkelammert en América Latina ( y sobre su realidad) es que especialistas en Economía y Ciencias Sociales lo consideraron un teólogo (de la liberación) y los teólogos (profesionales) de la liberación lo estimaron economista. Por supuesto, de manera muy latinoamericana (o de una de las maneras de ser latinoamericano vigente en ciertos circuitos sociales) estas apreciaciones permitían a los dos tipos de especialistas ignorar o relegar el trabajo de alguien a quien se deseaba considerar ajeno a su especialidad. La especialidad de Hinkelammert consiste en ‘pensar’ e intentar comunicar para que otros también piensen. Se ha mencionado antes que la principal colección de escritos de Teología Latinoamericana de la Liberación (Mysterium Liberationis, dos tomos, 1991) no incluye artículo alguno de Hinkelammert. Mejor suerte corrió en la no en exceso afortunada crónica del principal publicista de esta corriente de pensamiento político, Juan José Tamayo (La Teología de la Liberación, 548 págs., 2009), quien le concede 12 páginas  y lo resume así: “La reflexión de Hinkelammert tiene como objetivo defender su posibilidad y necesidad (de una alternativa). La alternativa consiste en la construcción de una “cultura de la esperanza” y una “sociedad sin exclusión” a través de la resistencia al sistema” (pág. 425, el paréntesis no está en el original). Como se sabe, ‘orar’ tiene como uno de sus alcances ‘esperar’ (que el Ser se revele). Y el tema de la sociedad sin exclusión es legítimamente asociable con la proclama socio-político-cultural de los zapatistas en 1994: una sociedad (mexicana) donde quepan todos. En estos campos lo que sostiene Hinkelammert es que la revelación de Dios se personifica en un Abraham que no mata a su hijo (La fe de Abraham y el Edipo occidental) porque este asesinato es una institucional interpretación humana de un Dios que no puede ordenar este crimen ni emancipa ni libera a seres humanos que son como Él (encarnación), es decir tienen la capacidad para liberar (se) y emancipar (se). También, porque son libres, tienen la capacidad para oprimir y esclavizar y de crear divinidades e instituciones que obliguen a liquidar y esclavizar. Como se ve, de una acción humana mítica (Abraham y su interpretación de la fe religiosa) se sigue una teología. Y esta teología se prolonga en una crítica de la economía/sociedad/política/cultura: ninguna institución humana ha de sacrificar al social individuo humano. Dios no lo desea y si los seres humanos crean estas instituciones pueden también revolucionarlas. Como aproximación al punto puede verse el capítulo 6 de La maldición que opera sobre la ley... (2013), obra que por razones temporales Tamayo no conoce, pero que ya había sido avisada en La fe de Abraham y el Edipo occidental (1988) que sin duda debió conocer porque la refiere. En este campo, Hinkelammert apela a Jesús de Nazaret: ningún sábado que mate. El integral sujeto vivo y que hace resplandecer la creatividad y la vida determina la legitimidad de toda institución humana. El pensamiento del último Hinkelammert es interpelado sólidamente por el Marx filósofo (existe uno): ninguna enajenación contra la autoconstitución de sujeto (praxis) resulta legítima para un Dios que ha resuelto encarnarse humanamente. La resistencia contra la enajenación cumple la voluntad de Dios sin hacer del ser humano su siervo. La resistencia humana contra la enajenación no solo torna a las religiones que matan en ‘opio’, sino que muestra a la vida/libertad como proyecto divino. En este sentido el mejor Pablo de Tarso ‘avisa’ el pensamiento crítico.

2.- En Hinkelammert la crítica de la economía-cultura capitalista como expresiones de un sistema que mata (al reificar y desagregar a la especie con sus alcances para la vida en el planeta) se sigue básicamente de los mismos criterios que utiliza para su teología. Así en el cielo como en la tierra puede desdoblarse en un así en la tierra como en el cielo. Dicho sin misterio: si el cielo divino consiste en un gran banquete/fiesta, la tierra humana ha de consistir también en un gran banquete/fiesta. La espiritualidad supone corporeidad. Y la corporeidad contiene espiritualidad. El punto resulta enteramente digerible para un marxismo no dogmático. Este último no identificaría religiosidad con política institucional clerical y ya Marx advirtió sobre la religiosidad para nada cristiana inherente al circuito universalizado de las mercancías y el dinero. El mercado, no las mercancías, puede constituir sábados que matan y gulas por el dinero que genera más dinero (capital) constituyen sábados que matan. En Hinkelammert se trata de la irracionalidad de lo racionalizado o de una crítica radical de la razón instrumentalizada por sistemas humanos orientados al sofocamiento y la muerte. “Ha aparecido una racionalidad que se ha impuesto universalmente, que no es racional, y que hoy cada vez más visiblemente amenaza la propia sobrevivencia de la humanidad” (pág. 334 MPSL). Se trata de una crisis determinada por los límites del crecimiento. Este último sin duda no resulta idéntico al desarrollo. El desarrollo no puede incluir sábados que maten. El sofocamiento de las insurrecciones en América Central (década de los 80s), determinada por la geopolítica se hizo en nombre de los sábados que matan. Contra ellos se levantó la TLL con su propuesta de un Dios que sufre si se producen empobrecidos y que también lo hace si los empobrecidos no asumen responsabilidades por su sufrimiento. En el cielo, como en la tierra, se sufre por las mismas razones. Cuando se quita a los seres humanos libertad y se aplasta su emancipación creativa, Dios sufre y desea dejar de sufrir. Es el mito que sostiene a la crítica. O la legítima expresión crítica del mito.

3.- Entenderemos aquí el mito como referencia trascendental no factible que organiza la sensibilidad de colectivos e individuos humanos. Hinkelammert estima que la reflexión trascendental que podría animar a una espiritualidad liberadora en el mundo contemporáneo tendría que interesarse en el mito del comunismo, tal como Marx lo entiende. Hinkelammert señala que este mito contiene una mayor racionalidad que el cristiano sobre el reino de Dios (pág. 339). Ahora, el mito del comunismo en Marx descansa en tres factores: una tendencia a la eliminación de la enajenación como piso o plataforma, la absorción de la escisión entre trabajo manual e intelectual y, con ello, de toda división social del trabajo, y la extinción del Estado (Crítica del Programa de Gotha). Así, las comunidades humanas (o la comunidad humana) en las que cada individuo se apropia de sí mismo (integración) y se abre a los procesos de autointegración de otros recuperan o ganan su libertad y capacidad creadoras en cuanto ellas potencian la vida de todos y del planeta. Pueden así hacer de su existencia un permanente juego de elecciones responsables y gratificadoras que ofrecen a otros y a sus descendientes. Por supuesto se trata de una referencia trascendental, o sea no factible.
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