1.- El nombre propio Revolución Industrial designa una decantación de procesos ubicados entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera parte del siglo XIX, inicialmente producidos en el Reino Unido pero que comprendió posteriormente a Holanda, Alemania, Francia y Estados Unidos e impactó al resto del mundo bajo las formas complejas de una economía mundial. Esta Revolución Industrial puede ser entendida como un proceso civilizatorio semejante a la invención de la agricultura (Neolítico, hacia ocho mil años antes de Cristo: domesticación de animales y plantas, aparición de los primeros poblados, o sea del sedentarismo, creación de símbolos en lugar de imágenes), pero el proceso civilizatorio llamado Revolución Industrial se focaliza en la región atlántica de Europa mientras que la invención de la agricultura se da en distintos sitios del planeta; Asia, África, Europa e incluso América Central y del Sur. La expresión 'proceso civilizatorio' se entiende como un cambio significativo en los medios de producción o trabajo que se acompaña con modificaciones de la mentalidad de la especie humana y, con ello, de sus instituciones. En términos esquemáticos, un proceso civilizatorio que se genera en distintos sitios del planeta en un mismo o parecido período potencialmente podría crear procesos de diferenciación e integración/articulación crecientes. En cambio, si se da focalizado, como es el caso de la Revolución Industrial, se abre a procesos de diferenciación acompañados de procesos de articulación (tramas) con integración decrecientes. Con una imagen actual: genera condiciones para las migraciones de poblaciones no-deseadas en los lugares donde se inicia su tránsito ni en los lugares hacia donde desean establecerse. Básicamente, produce distintas formas de imperio y colonialismo.
2.- En los espacios de la Revolución Industrial se produjeron los siguientes cambios significativos: a) paso masivo del trabajo humano manual (y residencial) acompañado de tracción animal al trabajo industrial ligado a maquinarias (industria y agricultura) que también inciden en el transporte humano y de mercancías (ferrocarril, barcos movidos por hélices o motores) con nuevas carreteras y edificaciones. El punto implica cierta obsolescencia del mundo y mentalidad rurales (relativamente estable y cara a cara) y el despliegue de una mentalidad urbana gestada por el tráfico mercantil y el cambio permanente ligado al crecimiento económico. Centrales en este cambio fueron la máquina de vapor (James Watt, 1769) y el desarrollo posterior del motor de combustión interna y el empleo de energía eléctrica (motores activados por derivados del petróleo o ligados a un motor eléctrico: el automóvil); b) el paso a una producción industrial significó asimismo la aparición del proletariado moderno (sectores de la población que no acceden a la propiedad de medios de trabajo); su contratación y pobreza, en sociedades de elevación permanente del nivel de vida, adquirió por ello no solo interpretaciones sociales, sino también políticas y culturales. Se presentan nuevas formas de enfrentamiento entre clases y surge la cuestión social que provoca incluso la primera publicación en este campo de la Iglesia Católica (Encíclica Rerum novarum [1891]), en la que se sostiene tanto la legitimidad de la propiedad privada como de las organizaciones de los trabajadores (sindicatos) y también se propone la existencia de un régimen político corporativo determinado por la acción conjunta de la Iglesia católica, el Estado, los empresarios y los trabajadores. En Costa Rica esta ‘doctrina social de la Iglesia’ se decantará tanto en formas de seguridad social pública como en las instituciones del solidarismo. En la Europa de finales del siglo XIX la doctrina iniciada con la Rerum novarum procuraba evitar una ‘descristianización de las masas’ a las que interpelaban entonces los discursos anarquistas y socialistas (marxistas y no-marxistas). Los discursos socialistas, con muy distinto carácter, habían surgido en la transición entre los siglos XVIII y XIX. El primer autor que se llamó a sí mismo anarquista fue Pierre J. Proudhon (1809-1865) quien sostenía que la propiedad era un robo y llama a cambiarla por el disfrute.
3.- Acompañando a los cambios en las mentalidades y en la producción resaltaron asimismo desafíos políticos modernos: el del Estado de derecho y su vínculo con el régimen democrático de gobierno, derechos humanos y el de una existencia social orientada a la felicidad del mayor número (utilitarismo), cuestión esta última que, de alguna manera, trasladaba el cielo medieval a esta tierra. Estas ideas provenían del siglo XVIII y habían sido propagadas en Europa por las guerras de Napoleón Bonaparte.
4.- Significativo en particular para América Latina es que la consolidación europea (y estadounidense) como centro económico y político-cultural del mundo transforma asimismo las prácticas geopolíticas imperiales modernas. Desde su condición de factor de la acumulación original de capital transita, hacia finales del siglo XIX, a desplazar capitales hacia sus entornos (periferias) ya para comprar materias primas baratas o como salida de capitales excedentes. Su tarea es mantener o aumentar las tasas de ganancias en los centros y esta tarea no puede cumplirse sin establecer alianzas políticas en las periferias. Aparece un tipo de sistema-mundo (una sola división del trabajo y múltiples culturas) que, para la situación latinoamericana, se resuelve tanto en migraciones forzadas de población ‘sobrante’ como en camisas de fuerza económico-políticas que impiden dialogar sobre el déficit fiscal.
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