1.- El llamado Renacimiento designa un fenómeno europeo ubicado entre los siglos XV y XVI. Coincide con los momentos iniciales de una economía que tardará varios siglos en tornarse efectivamente planetaria y con el ideario económico del mercantilismo. Se liga asimismo con el movimiento de Reforma protestante. Contiene, entre sus personalidades relevantes, al primer pensador de la lógica del Estado nacional: Maquiavelo (1469-1527), expositor franco del realismo político y también del carácter del régimen democrático y, en cierta manera, republicano. Por esto último es menos recordado, pero Maquiavelo apunta que siendo no factible evitar el conflicto en una sociedad con intereses encontrados, la respuesta se encuentra en canalizarlos institucionalmente. Este es uno de los temas de su trabajo “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”. (Tito Livio, 59 a. C.- 17 d. C. “Década” hace referencia a un número de libros). En su texto más difundido, El príncipe (1531), Maquiavelo expresa un interés por la historia (de Italia) y por el carácter socio-histórico de un poder nacional en sociedades interna e internacionalmente conflictivas. Los intereses de Maquiavelo constituyen una muestra de que el nombre “Renacimiento” está sólidamente ligada no con un retorno al pasado o a su evocación, sino a la historia como producción humana y de humanidad. Puede existir Dios, pero es el ser humano el que traza su propia historia. El Renacimiento es un movimiento hacia adelante, que avisa algo.


   2.- Un estereotipo muy difundido enfrenta absolutamente al Medioevo con el Renacimiento. Los enfrentamientos se darían entre inmanencia histórica y trascendencia religiosa; paganismo y religiosidad; individualismo y comunidad; ciencia y retórica o empirismo y disquisición dogmática, aristotelismo científico contra platonismo metafísico, por ejemplo. Pero la principal distancia renacentista en relación con el medioevo es la afirmación inicial de un ethos cultural interesado por la historia como producción de humanidad en lugar de un ethos que asumía la historia como una determinación de la voluntad de Dios. Giambattista Vico (1668-1744) asumirá este ethos con su Scienza nuova (1725) y su sentencia: La verdad resulta del hacer. La historia consiste en una autoproducción humana y esta autoproducción y su orden pueden ser entendidas científica o filosóficamente. En el mismo Vico, sin embargo, el conocimiento de la historia humana se inscribe en marco teleológico: la historia es ciencia por su objeto y a la vez por su sentido: Filosofía de la historia. En la propuesta de Vico puede advertirse cómo la sensibilidad medieval (un orden providencial para la historia eterna) penetra tensionalmente la sensibilidad que nace: el ser humano hace la historia, sí, pero ésta tiene un sentido o matriz.


   3.- El interés por la historia como hacer humano se expresa asimismo como preocupación no-religiosa por el sí mismo. Un autor, ya mencionado anteriormente por su utopía tecnológico-científica, Francis Bacon (1561-1626), avanza una crítica de los productos que configuran el espíritu o lo expresan. Su teoría de los ídolos propone una crítica del pensamiento y del lenguaje en cuanto configurados por errores y prejuicios que impiden a los seres humanos interpretar adecuadamente el mundo. Para Bacon, una ‘interpretación’ efectiva del mundo solo resulta de un método científico: una combinación de procedimiento inductivo protocolizado con generalizaciones cautelosas (hipótesis) derivadas de errores y aciertos. Critica de esta manera una inducción que generalizaba desde observaciones no protocolizadas y una deducción que no producía conocimiento efectivo, al ser solo confirmación de algo previamente aceptado. En relación con esta propuesta, de alta significación para el despliegue moderno de las ciencias, Bacon establece su teoría de los ídolos: estos ídolos provienen de la naturaleza humana y de determinaciones personales. Los llama ídolos de la tribu e ídolos del espejo. Provienen de tradiciones culturales determinadas por errores de los sentidos y de las emociones humanas y de la educación individual y sus circunstancias. Además de estos ídolos que se determinan por la ausencia de un cuidado efectivo de sí, existen los ídolos de la plaza generados por el habla/lenguaje (un filtro de la realidad) y los ídolos del teatro determinados por doctrinas filosóficas (sofística, empírica y supersticiosa) y experimentos sin protocolos adecuados. La verdad, escribe Bacon, es hija del tiempo, no de la autoridad.


   4.- Con la Reforma y Bacon se avisan las rupturas de un proceso transicional: el fundamentalismo de la fe religiosa individual remplaza al fundamentalismo de la institución y de la doctrina. El fundamentalismo de la fe religiosa individual deviene fundamentalismo de la razón y de su crítica. En el mismo proceso, la razón ya no busca la verdad sino su eficacia.   
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 F-0010 Antecedentes... de la concepción liberal del mundo.