1.-Diciéndolo en términos rápidos y que atraviesan siglos, esplendores y miserias, la disolución del Imperio Romano por las invasiones “bárbaras” (476), o sea por gentes que no hablaban ni griego ni latín, significó ausencia de seguridad política y económica y fragmentación del poder. Desde estas condiciones surgió la institucionalidad feudal que articuló dos tipos de dependencias: una establecida entre individuos “libres” y por la cual uno de ellos recibía una tierra y se comprometía a luchar con su señor y otra (encomienda) que ataba a campesinos y su trabajo con una determinada tierra y su señor/amo que podía ser un conde o un duque o un barón, por ejemplo. El dominio de este último representaba la ley en su comarca. La concepción liberal del mundo se moverá ideológicamente de distintas formas contra el vasallaje entre “señores” libres y contra la dependencia personalizada de campesinos y artesanos (grupo que se especializaba en un arte dirigido por un maestro) ligados a señores y maestros. Reemplazará estas sujeciones sociales con Reyes Constitucionales (limitados en sus atribuciones) y, finalmente, con la adhesión a un Estado (maquinaria despersonalizada de poder)-nación (agrupación humana). El ciudadano será políticamente libre porque obedece a leyes comunes orientadas a su seguridad y a reproducir los vínculos económico-sociales. Podrá transitar por donde le plazca, organizarse como requiera, opinar de acuerdo a su conciencia… siempre que no infrinja leyes y cometa delitos. Lo que era antes un Bien Común feudal (la salvación del alma) se leerá, por ejemplo, como “…la mayor felicidad para el mayor número” que se seguirá de una libertad económica, política y cultural. En la transición entre ambos estadios, del feudal al moderno, se darán guerras, sublevaciones, enfermedades, traspasos culturales, hallazgos, levantamientos religiosos, ciencias y tecnologías. De todo ello se desprenderá el individuo libre en su versión liberal. Y, con él, su fotografía ideológica oficial: el hombre hace la historia. Siglos antes, era Dios quien la hacía.

   2.- Este individuo libre será sujeto y portador asimismo de las determinaciones de variados procesos de agudo cambio o ‘revoluciones’. Una cultural-identitaria y geopolítica: las invenciones de América (Invasión ibérica) y de Occidente como centro del mundo, a fines del siglo XV. Una revolución comercial surgida de esa doble invención y que se plasmó en una ideología acerca de la riqueza: el mercantilismo (ss. XVI-XVIII). Una revolución religiosa, la Reforma protestante (s. XVI) que precipitó el final de la hegemonía católica y del Papado, abrió a otra manera de experimentar la fe cristiana y provocó la aparición de iglesias nacionales. Una revolución cultural signada como Renacimiento: recuperación del carácter histórico del ser humano (ss. XV y XVI). Una revolución científica (ss. XVI y XVII) ligada a la anterior y que enfatizó el vínculo entre experiencia, teoría y lenguaje matemático y abrió paso asimismo a la transformación de técnicas en tecnologías, y una revolución política que puede condensarse en la propuesta de Maquiavelo (1469-1527), los procesos emancipadores de EUA (emancipación colonial) y Francia (revolución ciudadana de inspiración burguesa) de finales del siglo XVIII. Los valores de esta última serán llevados por Napoleón Bonaparte (1769-1821) a la Europa Occidental y Central.

   3.- Las transformaciones comerciales, en particular el impacto del oro y la plata proveniente de América, generaron la aparición europea de explicaciones respecto de cómo generar y sostener la riqueza en una nación. La primera de ellas, el mercantilismo, centrada en experiencias de comerciantes asentados nacionalmente, dominará entre los siglos XVI y XVIII para, posteriormente y bajo la crítica fisiocrática, generar una Economía Política Clásica (A. Smith y otros). Tres rasgos de la experiencia mercantilista son un polémico control estatal de la economía, la promoción de monopolios y la opresión de los trabajadores. Básicamente el mercantilismo se derivó de los intereses prácticos de gobiernos y comerciantes. Maximizaba la producción y el atesoramiento y se despreocupaba del consumo. Gestaba un cierto tipo de riqueza y también una gran miseria. Las principales experiencias mercantilistas se dieron en Francia, Inglaterra y España. En esta última, Don Quijote (1605-1615), un hidalgo empobrecido, no trabaja y, además, desprecia a quienes lo hacen. Las miserias de esta época española de cambios ya habían sido satirizadas en la carta-novela Lazarillo de Tormes (1554). La propuesta europea de un “individuo libre” surge en parte como experiencia de contraste en el mundo urbano comercial y financiero que hace que su riqueza se siga de la pobreza/miseria de otros. Quizás está en la especie humana el reflejo que se encuentra en algunos primates que, ante una eventual riqueza al alcance de su mano (arroz cocinado, por ejemplo) despliegan una gula/codicia que destruye su meta (que debería ser alimentarse para vivir y no vivir para tragar).
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F-0010 Antecedentes... de la concepción liberal del mundo