1.- El giro alemán Weltanschauung (‘observar el mundo’) fue introducida en la conversación filosófica por Wilhem Dilthey (1833-1911) en un trabajo suyo sobre el carácter de las ciencias humanas. Estas ciencias en su opinión, no podrían constituirse si su actor-sujeto, filósofo o científico, no se articulaba con su objeto de estudio mediante una referencia comprensiva de totalidad (verstehen: comprenderse en la tarea de interpretar/asumir una totalidad compleja). Se trata de posesionarse (interpretar) el objeto como parte o factor de un contexto histórico y cultural que cuestiona los contextos propios del analista. La figura propuesta para este método de producir conocimiento social fue la de un círculo hermenéutico. Si entendemos latamente “círculo” advertimos que se trata de una designación débil. Resulta positiva si se estima el ‘círculo’ como mediación mutua diferida (una no- inmediatez), pero resuena débil si se considera que uno de los alcances del término ‘círculo’ remite a una situación reiterada que no contiene novedad. Se habla así de “círculo vicioso”. En realidad la aproximación de Dilthey versa sobre un circuito (circular o no) donde cada nuevo giro o recorrido supone el anterior como algo diferente, situación que también determina en parte el carácter del siguiente recorrido del circuito (no enteramente determinado, por tanto). También podría utilizarse la expresión espiral hermenéutica dando a este movimiento o proceso en espiral un telos nunca enteramente consumado porque el ser del sujeto que interpreta, que es uno de sus factores (el ser humano), carece de naturaleza (no es fijo ni preordenado).
En todo caso lo que aquí interesa es que la propuesta de Dilthey puede asociarse con la noción de un mundo/totalidad producida por los seres humanos de una manera tal que exige compenetrarse con ella. En el mismo movimiento en que esto se hace, se juega o arriesga la identidad del intérprete. ¿Cómo nos interpela una determinada concepción del mundo, en especial si está vigente?
2.- En términos prácticos preguntarse por la concepción liberal del mundo (o concepciones) tiene sentido en cuanto ella desafía las identidades de quienes se preguntan, por ejemplo bajo la forma de “¿… en qué sentido soy liberal?” o “¿Por qué no me comporto como liberal?” Hacerse este tipo de preguntas implica preguntarse cómo es que Costa Rica ha sido producida y nos produce de cierta manera.
3.- Para Dilthey existían tres grandes tipos de concepciones de mundo: en una, la naturalista, los seres humanos se ven/experimentan a sí mismos como determinados por la Naturaleza. Aquí, saber consiste en reconocer el carácter de lo necesario y rechazar lo no natural e innecesario. En otra, idealista, los seres humanos se entienden a sí mismos como distintos de la Naturaleza por su libre albedrío. En una tercera, de cierta manera panteísta, el ser humano toma conciencia de su armonía con la Naturaleza. La concepción liberal del mundo no coincide exactamente con ninguna de estas tres figuras. En ella, los seres humanos son resultado de sí mismos (autoproducción, conciencia) y pueden alcanzar, mediante la integración de ese sí mismo (Razón, personalidad, individualidad, trabajo), una plena felicidad aquí en la tierra y, eventualmente, si tal cosa existe, la salvación en otro mundo. En este punto admitiría una articulación positiva entre fe ciudadana y fe religiosa, pero no la exige. La Naturaleza aparece como ámbito disponible en el que el ser humano actúa para resolver sus necesidades. El ser humano aparece como proactivo. La idea/sentimiento de que una disponibilidad de la Naturaleza tiene carácter infinito sólo será políticamente trizada o resquebrajada en la transición entre los siglos XX y XXI. La idea de un “progreso” constante e infinito buscado y conseguido por la acción humana también hace parte de la concepción liberal del mundo, pero el progreso puede ser entendido tanto bajo la figura del desarrollo como de la del crecimiento, ambos derivados de ciencias y tecnologías (racionalidad) y, en menor medida, por sentimientos morales (empatía). El progreso permite asimismo imaginar que las sociedades liberales carecen de disyuntiva: no admiten cambios estructurales porque ellos provocarán efectos menos positivos que los existentes. Su horizonte es el de un Final de La Historia: un siempre más de lo mismo, aunque lo mismo sea cierto tipo de cambio.
4.- Observada (o vivida) en términos amplios, la concepción liberal del mundo resulta la más optimista dentro de la cultura europeo-occidental. Se propone como horizonte racional la mayor felicidad para el mayor número. Esta felicidad se consigue aquí en la tierra mediante el esfuerzo humano. En términos básicos, nada resulta no-factible para la especie humana.
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