Para la revista electrónica
Paquidermo, abril-junio 2015.

    

  Presentación

   Como explico alguna vez más adelante, la publicación electrónica Paquidermo me invitó a participar, en el mes de marzo de este 2015, en un dossier que contendría artículos sobre el primer año de gobierno en Costa Rica del Partido Acción Ciudadana (PAC) y del presidente Luis Guillermo Solís.
Les agradecí la invitación, estuve de acuerdo y les envié el artículo, con las características formales que la publicación establecía, a mitades de abril. Les señalé asimismo que publicaría un artículo más amplio, utilizando ese material, un par de semanas después que ellos hubieran hecho público su dossier. El material que sigue es la materialización de ese programa. Por razones particulares no ve la luz sino a finales del mes de junio. Incluye el artículo ampliado, el diálogo con lectores de Paquidermo y el inicio de una conversación con lectores de Pensar América Latina. Para el lector no-costarricense el título del artículo hace referencia a una declaración del presidente Solís, al inicio de su mandato, en el sentido de que ‘una cosa era verla venir (la Presidencia) y otra bailar con ella’.

    H. Gallardo

 

   FINGE LA VE VENIR FINGE BAILAR CON ELLA

   Después del patético o irrisorio informe de los 100 días, viene el primer año de gobierno de Luis Guillermo Solís o del PAC o de la ciudadanía, esta última que, como se sabe, es constitucionalmente soberana. Pero, ¿quién gobierna Costa Rica? La ciudadanía, o el pueblo liberal, no porque aunque figure en la letra constitucional los grupos de poder nunca le han dado instrumentos para que gobierne: referéndums revocatorios de funcionarios, diputados, o cierre de instituciones sórdidamente ineficaces, como el Ministerio de Hacienda o el de Obras Públicas, por ejemplo, y querella judicial contra las figuras delincuenciales que comandaron su, no pocas veces planificada, ineficiencia.

   El PAC tampoco gobierna porque, en su ridícula y aldeana lucha por liquidar al padre fundador, sus distintos sectores y “dirigentes” se olvidaron  de construir partido nacional, de generar cuadros PAC y de, aunque fuera medio balbucear, un proyecto de país. Hoy el PAC se divide entre quienes quieren un puesto en el gobierno central, los que aspiran a una embajada, quienes desean salir en la prensa, aunque sea en calzones, los iniciados que buscan acceder al reino de leche y miel de las cooperativas o de Washington D.C., o ganarse la redención en la iglesia luterana y quienes no saben qué es lo que quieren pero lo desean a morir siempre que eso humille, adverse o ridiculice a Ottón, máximo enemigo de la agrupación y causal exclusiva de que el Gobierno no camine, camine poco o camine mal.

   La gente votó por Solís y contra Laura (Chinchilla) y Calamidad Araya y la votación masiva y esperanzada, sin querer queriendo, liquidó al PAC, que muy sólido no venía.

   ¿Gobierna L. G. Solís? La veía venir y no sabía bailar con ella de modo que el hombre hace mutis y “juega de presidente de Costa Rica”. Como quien juega a casita. Si va a la montaña, se disfraza de montañés. Si a Limón, de limonense. Si a Guanacaste grita hui pi pía y hasta se ofrece para derrengar a un toro (prefiere uno dopado o muerto). Si de hablar con Obama se trata, pide dinero de vestido completo. Si está unos minutos con los diputados del Frente Amplio habla mal de Óscar Arias y después, cuando se entera que lo grabaron, recula. Pero, eso sí, no para de jugar de presidente costarricense lo que en términos locales e internacionales (sudamericanos, digamos) resulta mala nota.


   Lo peor es que aunque su gobierno no existe, tiene enemigos. La Nación S.A. le alza un día sí y otro también escandalillos (que la procuradora, que la Ley Mordaza, que el déficit fiscal, que el exceso del gasto, que no pone orden en el Estado liquidando a sus empleados y convenciones colectivas, que sus contradicciones, etcétera) para recordarle quien manda. Es tan pobre y confuso el desempeño de Solís que Figueres Jr. le ofreció este marzo (2015) pulsear votos para que mantenga la dirección de la Asamblea Legislativa. No es generosidad del hijo dilecto de la señora Olsen, sino la palmada en la espalda que termina de precipitar a Solís y a su PAC a la eme. Fue una conversación cordial y olorosa. Pero Solís ya ni huele. Juega de presidente. O mejor dicho, las fuerzas políticas se lo juegan a él.


   Como en apariencia nadie se lo ha dicho, contémosle al Presidente Solís por qué la gente votó masivamente por él hace ya un remoto 2014. Hagámoslo sencillo: votó contra la continuidad de las mentiras, de la falsa pompa democrática y contra la corrupción, el amiguismo y la venalidad de los políticos. En la elección pasada, Laura y Johnny apestaban. Por contraste, él era esencia de lavanda. El Frente Amplio, que jugó bien, ya sabemos, es “comunista”. Otto (Guevara) es mejor novio que candidato. Quizás.


   ¿Se podía terminar de tajo con la desidia, la mentira, la corrupción y la venalidad? En un período presidencial no se puede. Ni en dos ni tres. La no factibilidad del cambio inmediato contenía al menos dos tareas para el PAC, no para el Gobierno: tenía el PAC que darse una estructura nacional para ganar el 2018, solo o en alianza. Una tarea, fortalecer el partido dándole permanente cuerpo sólido e institucionalidad (ciudadana) al voto. Otra, ganar aliados sociales y partidarios que compartieran y protagonizaran acciones y programas comunes. Sin un partido vivo en todo el país, el PAC no podía gobernar. Con un PAC vivo en todo el país, y con aliados en la base social y partidaria, las conjuras de La Nación S.A. y otros medios terminarían por asfixiarlos a ellos. Pero para tener un PAC vivo en todo el país hay que trabajar. Los mejores organizadores en el PAC nunca debieron entrar al gobierno. Gobernar, cuando se quiere ser alternativa y dejar de jugar con Costa Rica, no consiste en repartirse puestos.


   ¿Y el gobierno? Es decir Zapote y Cuesta de Moras. Tendría que haber apechugado con el día a día nacional (primera nada fácil tarea: existe un déficit fiscal significativo y muchas exigencias urgentes, en infraestructura y vivienda, por ejemplo, no atendidas o mal atendidas durante 40 años; en otro ángulo, el gobierno parece destinado a perder la batalla de la comunicación social porque no le simpatiza a La Nación S.A. y a sus asociados) e  internacional (otro frente, en el que destaca el financiamiento de la lucha contra el narcotráfico). El día a día local contiene el trámite de los procesos en curso (reforzarlos o detenerlos) y la elección de frentes estratégicos para entregar señales a la ciudadanía de que el cambio va, con ellos y para ellos. Elijo dos de estos frentes, por su impacto en el imaginario nacional, pero pueden ser otros: el inicio de la rehabilitación de la Caja Costarricense de Seguro Social (siendo demagogo: al menos un hospital de la Caja cada año dotado para atender satisfactoria y limpiamente a los asegurados: sin filas, sin malos modos, sin biombos, sin citas para 6 años después, etcétera). Uno por año. No es la recuperación de la Caja, pero sí señal de que timadores, abusadores y malvados no volverán. Y en educación: 5 escuelas pilotos por año y 3 liceos ídem haciendo que los estudiantes aprendan haciendo, se formen para el trabajo y la ciudadanía, liguen su existencia cotidiana con el aula y el aula con su existencia cotidiana animados por docentes bien pagados, creativos y sanos. 5 escuelas por año. 3 Liceos por año. No más de 20 estudiantes por grupo. Invitación a los padres para unirse a la experiencia. Igual a los grupos privados que dan servicios en el área. No es la Escuela Nacional que el país requiere, pero sí señal de que los vende humos y sinvergüenzas tendrán difícil el retorno.


   Y duro con los sindicatos del sector público para convencerlos de que el refuerzo de sus Convenciones Colectivas pasa por la férrea articulación de ellos con los usuarios de los servicios. Crear un hermoso polo ciudadano, sindical y popular, legal y hasta social-demócrata que convoque aliados sociales y político-ideológicos. Y limpiar, al menos en la Caja y en Educación y en Hacienda, como primer estadio, camarillas y clientelas. No es la revolución, pero son anuncios de que el cambio va y de que hay que volver a votar por el PAC y sus aliados el 2018.


   ¿Será mucho pedir a dirigentes políticos parlamentarios y a un gobierno institucional que hagan lo que se requiere hacer para volver a ganar las elecciones mediante el voto de ciudadanos efectivos? Cualquiera y toda elección. Las medidas anteriores son vinculantes en el seno de un movimiento de más largo alcance. Entrarle férreamente al MOPT habría causado orgasmos entre la ciudadanía. Resolver lo del puente de la platina pudo celebrarse con medio día de asueto. Sacar del Ministerio de Hacienda a los funcionarios que no permiten la transparencia en las compras públicas y castigar a sus Ministros blandengues opacaría un triunfo de la Sele contra Alemania. Gobernar en Costa Rica pasa por avergonzar públicamente por su pereza, impericia y codicia a los políticos tradicionales y a sus publicistas. Y, además, en llevarlos a los tribunales. Impunidad cero. Pero el PAC decidió no existir, culpar a Ottón, y Luis Guillermo resolvió jugar de presidente.


   Internacionalmente un país centroamericano puede elegir entre configurarse como un Estado dependiente paracolonial o como un Estado dependiente, pero nacional. Independiente o autónomo no es factible porque el área es zona estratégica estadounidense y EUA no lo permitiría. El gobierno solisiano-luterano-cooperativo-cocacolesco viene aproximándose sin rubor al paradigma que ve en los países de la zona, y sus poblaciones, lugares paracoloniales. Por ejemplo, no enfrenta con sabiduría y tenacidad la militarización de la lucha contra el narco (error cuyas consecuencias ya son dramáticas y lo serán todavía más), no se busca conciliar asperezas y desencuentros, y construir emprendimientos colectivos, entre los gobiernos y Estados del área (que podría extenderse al Caribe insular), y se avanza sin rubor hacia ser peón de EUA agitando la ilusión del ingreso a la OCDE (que es parte de lo que se llevará al planeta entre las patas) y acompañando el griterío de la caverna latinoamericana y de la agresión estadounidense a la experiencia venezolana. Solo Israel puede agradecer a EUA haberlo adoptado como su socio. Una triste política exterior solo puede atraer afligidos resultados. Pero en este campo también anda jugando de presidente de Costa Rica Luis Guillermo Solís. Al chip en inglés va a tener que añadirle pronto los anteojos negro-pantano de un, en su caso, para nada afinado ni sexy, Ray Anthony.

 

II

   El texto anterior me fue solicitado por la revista Paquidermo [http://www.revistapaquidermo.com/] cuyos editores me señalaron haría parte de una publicación especial sobre el primer año de gobierno de la administración Solís. Lo envié con suficiente anticipación a los editores, el 15 de abril, cumpliendo con las normas que ellos deseaban tuvieran los artículos, y les indiqué asimismo que lo reproduciría, avanzado el mes de mayo, en mi sitio web extendiéndolo un tanto.


   Por supuesto, al 15 de abril del 2015 no se había producido todavía el colapso del Festival Internacional de las Artes (prueba rotunda y escasamente fragante de que la Ministra Elizabeth Fonseca Corrales ya era parte de la lista de infectados por el síndrome del “finjo verla venir, finjo bailar con ella” que aqueja a la administración y a la mayoría de sus diputados) ni tampoco la tragicomedia que finalizó con la entrega de la Dirección de la Asamblea Legislativa a la oposición y, de paso, mostró la soledad de un inexistente PAC y su grotesca división parlamentaria interna (resulta chocante porque remite a personas y a algunas de sus neurosis, no a ideas) y añadió a la murga, por razones más legítimas, la desagregación al menos aparente de una de sus diputadas.


   Este fiasco parlamentario se da en un año en que el Presidente Solís desea se conozca y discuta su propuesta de reforma fiscal. Quienes ahora dirigen la Asamblea, antes de conocer el proyecto, ya sentenciaron que no aprobarán nuevos impuestos sin que previamente se haya recortado el gasto público. Por supuesto, de acuerdo a sus demandas. El ladrido básico de los nuevos dueños de la Asamblea puede encontrarse en este texto de un ‘analista’ de La Nación S.A.: “A lo largo de los años el concepto de “Estado social de derecho” ha servido para impulsar la creación de un aparato estatal elefantiásico mediante el cual una camarilla sindical se ha llenado de privilegios y grupos económicos mercantilistas disfrutan de subsidios y protección frente a la competencia. Los políticos gustan de hacer gárgaras con la palabra “social” con el fin de venderle a la población más impuestos, gasto público y regulaciones que, al final de cuentas, nos terminan por empobrecer” (J.C. Hidalgo: Programa ideológico, LN: 4/05/14). El discurso es el propio del neo-tecnócrata ya clásico de la sociedad costarricense (están en toda América Latina) y a su furia pública y cuchillo privado es que debe exponerse el plan fiscal de Luis Guillermo Solís. Por supuesto, alborozo en la prensa escrita y televisada: por fin se apretará el cinturón y la yugular a los trabajadores públicos y recomenzarán, con sus familias, una nueva etapa de su destino: una existencia de perros. Es probable que durante el año también se le exija al presidente Solís mover la cola y ladrar agradecido un resto de pan no del día.


   No tiene caso recordar que el ejercicio político que ha llevado a Costa Rica a su actual desamparo estatal, y no solo económico, y a  su fragilidad social, lo gestionaron casi los mismos que hoy piden recortes y austeridad que, desde su perspectiva, no pueden comenzar y terminar, sino por los más vulnerables y los trabajadores. ¡Sus salarios y condiciones de trabajo, aúlla la neoligarquía, o sea los dueños del país, son inaceptables! La Caverna costarricense solo baila, y para nada fingidamente, con la Miss Descaro.


   El 1° de Mayo del 2015 los trabajadores, cuyos dirigentes esta vez lograron atraer más personas y sectores, aunque desagregadas, también aportaron su kilo y medio de papas al aislamiento y cerco del Gobierno de Solís. Uno de los dirigentes, entre los mansos, declaró: “… ha habido un distanciamiento con el Gobierno. Yo se lo dije a don Luis Guillermo Solís: ‘Si nosotros tenemos que darle una nota, tendríamos que calificar de insuficiente la primera etapa de su gestión’. Espero que en este segundo año exista más diálogo”. Como lo que desea este dirigente, sin identificar política y culturalmente enemigos ni aliados ni condiciones locales e internacionales, es mejorar condiciones laborales e ingresos de sus asociados específicos de repente hasta lo llaman a conversar, pero no le oirán y conseguirá nada. El asunto ni siquiera roza una eventual racionalidad o justicia de sus demandas. Es que el Gobierno no se da capacidad (ni voluntad) para, en relación con los trabajadores, generar condiciones que consoliden logros y creen horizontes de expectativas y permitan dar, aunque fuese medio paso, hacia ellas. El dirigente sindical, por su parte, no coopera demasiado al presentar demandas en bloque puramente reivindicativas, no insertas en procesos más amplios, y, por ello, no  adecuadamente cualificadas. Su cargo de dirección depende, en parte, de esta rudeza porque quienes lo siguen no se han educado tampoco excesivamente en ideas como las de un proyecto-de-país cuya economía posee una vertiente social positiva (integradora) y del papel de los trabajadores y de los ciudadanos sindicalizados en él. 


   Otro dirigente de los trabajadores, más fiero, tampoco capta en exceso los signos  de los tiempos. Amenazó el 1° de Mayo con “la democracia de la calle” porque la actitud del Gobierno (Solís), más la conformación del nuevo Directorio Legislativo, obligan a ella: “Ese Directorio tiene una agenda contra el sector público, contra el empleo público, contra los derechos laborales y contra la regulación del fraude fiscal”. Se quedó corto, pero su apreciación es correcta. En lo que la saca políticamente del estadio es al meter en el mismo saco al Gobierno de Solís con los dueños del país y sus delegados en la Asamblea (no todos obedecen a los mismos dueños; algunos de ellos son dueños ellos mismos). Si Solís tiene una agenda contra el sector público y el empleo en él, contra los trabajadores y sus derechos laborales y a favor de la corrupción y la venalidad pública y privada… la mantiene en secreto y la ejecuta tras un biombo mientras silba y palmea espaldas para disimular. Pero esta agenda, de existir, no resulta idéntica a la concentrada en el Directorio Legislativo, que sí existe y sin disimulo (al menos desde la década de los noventa), que es enteramente antipopular (suele llamársele Consenso de Washington en su versión ‘latinoamericana’, donde ‘latinoamericana’ quiere decir neoligárquica, ciega y estúpida, aunque los términos resulten redundantes).

      Imagine: un excurso

   ¿Qué letra habría improvisado para su canción “Imagine” John Lennon de haber estado temprano en San José el 1° de Mayo del 2015? Un par de líneas o una estrofa habrían hablado de llegar hasta Zapote (o a la habitación personal del Presidente Solís) para testimoniarle que su gobierno era un gobierno de mierda, pero que lo sentían más cerca de los trabajadores y del pueblo costarricense que los gobiernos de los últimos 25 años. Un grito habría sido: “¡Solís, amigo, el pueblo está contigo!”. No tiene la menor importancia que la apreciación no fuese correcta. Fuera de sectores de gobierno y de partidos de minoría, desde un punto de vista político-cultural, como el Frente Amplio, los trabajadores organizados (y los no-organizados que constituyen la mayoría) carecen de amigos políticos y por ello si se enemistan frontalmente con el Gobierno se quedan con solo su fuerza, que no es excesiva y también va contracorriente cultural. Luego, pelear se puede y se debe, pero descalificar frontalmente no.


   Otra estrofa de Lennon habría pedido a los manifestantes ir a Cuesta de Moras (Asamblea Legislativa) y sitiar como acción de repudio, al menos 24 horas, el edificio de la Asamblea Legislativa. O sea un firme y vistoso rechazo público a la plena restauración de la mugre antipopular y a los negocios particulares en la política. El bloqueo --la violencia habría sido responsabilidad de la policía-- habría impedido el ingreso de los invitados al hipócrita acto Popof institucional posterior y también el discurso del Presidente en Ejercicio. Pero este último habría podido, si lo hubiese deseado, hablar (conversar, discursear) a los trabajadores y a los ciudadanos en la calle. Desde luego se habría aceptado, aunque esta vez sin farsa, la guerra ya declarada por los grupos opositores que se apoderaban de mala manera (aunque legal) de la Asamblea. Pero no: los dirigentes de los trabajadores y la ciudadanía costarricense aceptaron el retorno de los infumables como algo ‘normal’. Los ‘parlamentarios’ hicieron su fiesta asestándole en el Legislativo una soberana paliza al Ejecutivo. Los trabajadores, en lugar de repudiar la hediondez, miraron para otro lado a ver si divisaban una invencible ‘democracia de la calle’.
   Como se advierte, imaginar no cuesta nada. Por desgracia, los dirigentes dizque populares en Costa Rica ni consultan brujas colombianas ni disciernen los signos de los tiempos. Tampoco estudian. Menos escuchan a Lennon porque lo encuentran antiguo y pop.


   Que lo hayan asesinado no les dice mayor cosa a estos dirigentes. Para ellos, murió por el disparo de un individuo.  
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   De modo que el 2015 Costa Rica asistió a un Primero de Mayo curioso: el Gobierno de Solís quedó con su discurso anual (un tipo de memoria de trabajo) refutado antes de las 9.00 de la mañana (el protocolo dice debe pronunciarlo en la tarde-noche), la fracción parlamentaria del PAC cerró su campaña por el Directorio desconcertada, dividida  y hablándose en grupos estancos, y los dirigentes sociales, o algunos de ellos, declararon al Gobierno PAC íntimo del PUSC y del neoliberalismo. De modo que hay que entrarle con el “garrote de la calle” sindical (ni siquiera ciudadano o popular). Desde luego estos dirigentes no han construido su garrote y manifestarse en las calles está legislado restrictivamente desde la década de los noventa. Dieron inicio a su imaginaria tarea garrotil sin siquiera organizar una sostenida rechifla ante la Asamblea Legislativa que era donde se había consumado el asesinato del gobierno infante.


   Para culminar la atrocidad, pocos días después, el 5 de mayo, el nuevo Directorio, el de los infumables, reconoció públicamente que carecía de proyectos específicos (tres meses después tampoco los tienen) y que sus integrantes solo coincidían en generalidades: necesidad de generar empleos, búsqueda de eficiencia en el Congreso, mejorar la calidad de vida de los costarricenses, racionalizar el gasto público y modernizar el Estado (LN: 6/05/205) Podrían haber añadido salir con paraguas cuando llueve y prestar atención a los semáforos al cruzar la calle. O sea que la “alianza” de los seis partidos (que tampoco lo eran, puesto que el acuerdo fue entre quienes se presentan como sus “parlamentarios”) solo buscó ganar el Directorio sin tener más referencia precisa que la de sacar de allí al PAC y, otra más fluida, sitiar al Gobierno.


   O sea, el grupo en el Gobierno perdió la conducción de la Asamblea Legislativa ante un conglomerado de diputados que solo tenían en común oponérsele (en especial en el campo de la reforma fiscal) y repartirse puestos (aquí los intereses individuales pueden ser muy variados, pero es poco probable que alguno de ellos resulte sano para la ciudadanía). Tras un año de gobierno los parlamentarios PAC hacían suya la consigna de la Casa Presidencial: “Fingimos verla venir, fingimos bailar con ella”. La que paga estas simulaciones es, por supuesto, la ciudadanía y la diversidad de rostros sociales populares en las que se encarna.
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   Diálogo con lectores de Paquidermo

   [Se reproducen aquí las reacciones a la publicación que distintos lectores de Paquidermo hicieron a la primera parte del artículo. Se han omitido los apellidos de quienes concurrieron; pueden verse en la revista, si interesan. Se han corregido solo algunos “dedazos” (normales, por lo demás) presentes en la edición de la revista. Se eliminó, además, las fechas de publicación de los comentarios. Ellos se dieron entre 4 y el 11 de mayo del 2015].

 
   Francisco.- Criticar detrás de la barrera, típico, especialmente típico porque no aporta nada.

   HG.- Francisco estimado: Pues sí aporta, si se considera la literatura nacional. Le menciono tres campos (y hay más), al azar: a) el trabajo tenaz y constructivo con los sindicatos; b) las experiencias-piloto en educación y salud, c) las diferencias entre el trabajo que le corresponde al PAC (partido) y al PAC (Gobierno).
   A esos campos corresponden (mencionando sucesos más recientes a la elaboración del artículo): 1) la separación Gobierno//trabajadores (o sus dirigencias; 1° de Mayo, 2015). Aunque el gobierno de Solís no es de izquierda (tampoco el PAC), su fuerza electoral es de trabajadores y sectores ciudadanos y eso es lo que debe preservar y reforzar; 2) el descalabro (cómico para los sinvergüenzas tradicionales, doloroso para quienes desean otra Costa Rica) que resultó de intentar mantener forzadamente la Dirección de la Asamblea sin resolver políticamente diferencias internas y lograr acuerdos nacionales. Hasta una diputada comienza a fugárseles y se quiere ver en esa fuga un problema administrativo. Desatinado.


   Ahora, el artículo tiene un matiz festivo (desde el título), que es aparente, porque ni el Gobierno ni el PAC parecen haberse enterado el tipo de animal (con altísimo potencial hostil) que montaron. Y esta ¿negligencia? podría borrar lo que pretendieron ser (sin trabajar, por cierto para ello, alguna vez). Ya ve.

 

   Guaima.- Jaja, cagado papi. Jajaja.

   Lilliam.-  Las ventajas que tienen los escritores, es que la pluma no tiene que ser aprobada por elección popular, ni debe pasar por una Asamblea Legislativa, ni está dentro de una institución o empresa del estado con mandos medios desinteresados por su trabajo a los que el régimen de empleo público y muchas veces los sindicatos, prácticamente los vuelve intocables. Otra de las ventajas que tienen los magos de la pluma es que lo que expresan está siempre cargado de subjetivismo. Porque aquí no estamos viendo un informe producto de un proyecto de investigación profundo o algo parecido, es un análisis y un criterio personal (que como tal merece respeto, pero es solo eso). Lo importante es tomarla como lo que es, su visión, que no es precisamente la realidad. Y por supuesto siempre será más fácil describir el ideal que trabajar en lo posible.

   Marcos.- Lilliam, me parece acertada su opinión de la opinión del Sr. Gallardo.

   Ana.- Atinado comentario mi querida Lilliam!
   Cipriana.- Eso.

 

   HG.- Estimados Lilliam, Marcos, Ana y Cipriana: Les agradezco los comentarios y quiero añadirles una información que ustedes no tienen por qué tener. El artículo me fue solicitado por los editores de Paquidermo. Desde este punto de vista tiene ciertas exigencias (legítimas) de forma. Además debería formar parte de un grupo de artículos que versarían sobre el mismo campo temático. Elegí un enfoque risueño y duro. Risueño porque imaginé que los otros autores darían aportes más solemnes. Duro, porque con el Gobierno PAC la ciudadanía costarricense jugó (tal vez sin tenerlo del todo claro) una carta que puede ser decisiva para las próximas décadas.
   El artículo se escribió tempranamente y fue enviado a Paquidermo a mitades de abril.


   Entonces no se había producido: a) la salida del señor Melvin Jiménez del Ministerio de la Presidencia y el anuncio de esa salida por parte de un diputado anticipándose al señor Presidente. El Presidente desautorizó al diputado; b) tampoco se había dado el espectacular fracaso del Festival de las Artes; c) el PAC y el Gobierno no habían perdido la Dirección de la Asamblea Legislativa y los parlamentarios que le hacen la guerra no habían suscrito un acuerdo que no permite plan fiscal (sección impuestos) sin que previamente se desmantele sectores y funciones del sector público; d) el mismo 1° de mayo trabajadores organizados y sectores ciudadanos se mostraron, esta vez con fuerza, hostiles a la administración Solís. Todos estos son acontecimientos políticos: algunos situacionales aunque sonrojantes (lo de la Asamblea Legislativa, si fue como lo describe La Nación S.A., es de una película de los Tres Chiflados. No conozco un desmentido oficial del PAC sobre esa descripción).


   Por supuesto que estoy enterado de las dificultades de intentar ser un Gobierno no tradicional en Costa Rica y en el área.
   Por supuesto el mío es un artículo de opinión (fundada) y no una tesis científica. Y por supuesto ustedes tienen derecho a discrepar de mi opinión. Para eso está, en parte, la publicación Paquidermo.


   Solo que no dejen que una opinión distinta a la mía los ciegue de tal manera que no les permita ver lo que anda mal y peor. El Gobierno y el PAC tienen tareas específicas propias y no las están cumpliendo. El partido ni siquiera parece sospechar tenerlas. El Gobierno tiene un plazo para recuperar terreno cada vez más corto. Pero sin el trabajo del partido (educando en todo el país, organizando en todo el país, produciendo pueblo y ciudadanía costarricenses, denunciando en todos los frentes) ni siquiera un éxito mayúsculo de esta administración conducirá a la victoria electoral en el 2018. Esto no es lírica. Es realismo político. El apoyo electoral tiene que ser transformado en adhesión político-cultural. Si esto ocurriera, aunque parezca extraño, una derrota electoral el 2018 solo sería un revés en el camino.


   No estoy buscando que cambien de opinión. La de ustedes proviene de sus experiencias. La mía, de las mías.
   En todo caso, les agradezco por leerme.

   María.- Gracias por el artículo y las posteriores aclaraciones, don Helio. Comulgo (para usar una palabra bien hallada en el ambiente político nacional) al 100% con su diagnóstico, casi premonitorio ante lo que faltaba por venir. Compartí el escrito y alguien me publica la pregunta “¿qué es un ciudadano efectivo?”. ¿Cuál sería su visión al respecto?

   HG.- María estimada: Gracias por su comentario y por compartir el artículo. En la lectura occidental, “ciudadanía” es el referente jurídico-humano del Estado de Derecho. El autor-fuente suele ser Thomas Marshall (“Ciudadanía y Clase Social”). Este autor distingue varios planos en el ejercicio de la ciudadanía: civil, político y social. En América Latina (es una abstracción) la sensibilidad política imperante suele recortar esa idea y privilegiar la ciudadanía civil (derechos y responsabilidades legales) y su vínculo con el plano jurídico. Esto tiende a hacer desaparecer la “igualdad” ciudadana por la diferente capacidad de acceso y manejo que tienen los diversos sectores de la población en los circuitos judiciales. Entre nosotros se trata, por tanto, de una concepción restrictiva y a la vez sesgada de “ciudadano”. Este no sería ‘efectivo’ porque los Estados latinoamericanos no contienen la efectiva igualdad jurídica y por lo tanto existe población que no consigue que sus reclamos de derechos sean atendidos o que no lo sean apropiadamente.


   Los otros planos mencionados por Marshall, el político y el social tienden a ser invisibilizados en América Latina mediante el “espejismo electoral” que moviliza a votantes pero no a ciudadanos y mediante la incapacidad del sistema económico-cultural para entregar seguridad vital y económica mínima, si no a toda, a la mayoría de su población. Tampoco en estos casos podemos hablar de ‘ciudadanía efectiva’. Este expositor (no es el único) ha ampliado la noción más tradicional de “ciudadanía”, ya mencionada, con los planos de una ciudadanía nacional, étnica y cultural de género y generacional que no son estancas respecto de la ciudadanía civil, política y social de Marshall. Dicho así, la no efectividad ciudadana compromete la noción de Estado de derecho, que es donde ella descansa. Un ciudadano “efectivo”, por decirlo con una descripción, es quien asume una postura activa en lo civil, alguien a quien jurídica y culturalmente se faculta, sin discriminación ninguna, para crecer, con otros y para otros, humanamente (principio universal de agencia), y que está en condiciones de determinar sus propios parámetros de felicidad en la existencia social. "Poca cosa", como se ve. Pero en mi opinión es una adecuada manera latinoamericana de sentir/pensar/imaginar el asunto.
   Le agradezco nuevamente el interés y la lectura.

    Roger.- Pues sí. Se trata de un fingir o varios. Un simulacro de gobierno. Y se trata de ciudadanía que -lejos de efectiva- hasta la fecha disimula, mira a otro lado, se hace que no es con ella; ciudadanía social y organizada que disimula se puede decir hipócrita o cínica cuando finge o protesta. Por ahora en el ecologismo hay algún amago de “devolver los peluches” entregados en un pacto electoral de mentirillas y el movimiento lgtb podría al fin reaccionar. Tal vez fue un año perdido o tal vez la ciudadanía social se puede recuperar.

   Giselle.- Agradezco a H Gallardo esta reflexión, en este país de “mejor no pensar”… sus palabras ciertas: “sin el trabajo del partido (educando en todo el país, organizando en todo el país, produciendo pueblo y ciudadanía costarricenses, denunciando en todos los frentes) ni siquiera un éxito mayúsculo de esta administración conducirá a la victoria electoral en el 2018.”

   Jerry.- Si, según Helio, Luis Guillermo “avanza sin rubor hacia ser peón de EUA”, no me quiero ni imaginar entonces que será lo que está haciendo Raúl Castro…
    Las etiquetas, como siempre, sirven para gritar consignas pero no para gobernar (que lo digan los hermanos venezolanos).

   HG.- Jerry estimado: El artículo solicitado era para un dossier (así decía la invitación) sobre el primer año de gobierno del PAC costarricense. No para un estudio comparado sobre la realidad latinoamericana actual y en especial de las experiencias venezolana y cubana.


   Ahora, tienes derecho a meter esos temas/países, que parecen preocuparte.
   A lo que no tienes derecho es a afirmar que mi artículo define al gobierno del Presidente Solís como el de un ‘peón al servicio de EUA’. Claramente el punto se inscribe en la realidad política centroamericana en donde se puede elegir ser dependiente paracolonial y dependiente nacional. Esta última categoría ha de ser cuestionada por la realidad actual de poder internacional/transnacional. Solís tiene pocas opciones, pero las tiene. El asunto me interesa particularmente porque el presidente Solís parece estar asumiendo el tema del crimen organizado desde la perspectiva militarista estadounidense. No criticar con sabiduría esa perspectiva (criticarla es exponerse) puede alcanzar resultados dramáticos para Costa Rica y el área. Usted es libre de no querer ver esto, pero se trata de futuros (México, Colombia) que ya están aquí. Obviamente este expositor no los desea.


   Sin ánimo de contradecirlo en nada, Cuba y Venezuela tienen historias (en relación con su vínculo con EUA) muy distintas a las de Costa Rica. El primero desde hace más de medio siglo. El segundo durante todo este siglo.


   Imagino entenderá que el “acercamiento” EUA-Cuba fue abierto por una iniciativa del presidente Obama, iniciativa que supuso un triunfo para la posición cubana de más de medio siglo. Segundo, no creerá usted que, como publica la prensa local el acercamiento EUA-Cuba solo compromete a ellos dos, existiendo una economía y política (geopolítica) global desde hace ya rato. El acercamiento diplomático de Cuba y Estados Unidos entreabre puertas a Cuba, por ejemplo, con la Europa (Noruega, Dinamarca, incluso Alemania) que retorna de los dogmas neoliberales o que nunca adhirió a ellos. Ni menciono el abierto respaldo sudamericano a Cuba. Y geopolíticamente también abre posibilidades de cooperación con China y Asia a la dirección cubana. En el último tiempo (tras la disolución de la URSS) no se podía porque Cuba figuraba en la lista estadounidense de países que cooperaban con el terrorismo. Como ve usted, no es este comentarista quien esgrime etiquetas al considerar las situaciones.
   Y déjeme asegurarle que no tengo odio ninguno por las poblaciones o gobiernos de Costa Rica, Cuba o Venezuela. Tampoco un amor que me ciegue. Tienen sus historias propias y van bregando con ellas con aciertos y errores porque tampoco es que se hayan construido (tal vez no los han dejado) como dueños de sí mismos.

 

   Jerry.- Le agradezco que haya sacado el tiempo para responder a mi comentario, en el cual sólo quería subrayar que Costa Rica no se convierte en un peón de EUA por negociar acuerdos con el gobierno de ese país.
   En relación con el acercamiento entre Cuba y EUA, yo comparto que es positivo para ambas partes, aunque por razones diferentes a las que usted plantea. A mediano plazo no dudo que el levantamiento del embargo económico traerá beneficios económicos a la población cubana (aunque no necesariamente a su “dirección”).
   Desgraciadamente no puedo decir lo mismo en el caso de Venezuela, cuyo gobierno insiste en culpar a EEUU y a la oposición de sus propios errores para ocultar su sorprendente incompetencia para administrar inteligentemente los millonarios ingresos que ha generado la renta petrolera durante los últimos 15 años.
Gracias de nuevo.

   Javier.- Helio: gracias por tu tiempo, tus ideas y sangre fría. Como bien sabes, polemizar fundamentando las opiniones, no es precisamente el fuerte de los costarricenses. Tu análisis es muy positivo, porque de lo que carece la vida nacional es de propuestas estratégicas, pocas y ejecutables. Ando en una gira de observación europea. En la bella Italia hay un gobierno que finge gobernar, pero no gobierna. Paralelismos con CR. Ojala encontrés contrincantes que tengan ideas, sepan exponerlas y se lancen a la palestra. Debatir con vos es un lujo que no todos se pueden permitir.

   HG.- Javier estimado: Te agradezco la atención y el comentario generoso. Al igual que una amistad a la distancia que nació desde el tiempo del exilio chileno. Me alegra saberte con salud y en gira de observación europea. Lo mejor para ti y para tu gente.
   Un abrazo sincero.
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    Diálogo con lectores de Pensar América Latina

  

   Leda (México).- Por acá la poca información que se tiene sobre Costa Rica suele versar sobre fútbol, un maravilloso destino turístico, la población más feliz del mundo, una gente, y un Estado, que ama la Naturaleza, o sea un país “verde” y, además, democrático y pacífico. Pero, por la discusión anterior, no parece ser ni el país ni la población que describe esa información. Por decir algo, habría varias “Costa Rica” que no encajan bien entre sí. Políticamente, por ejemplo, no sería exactamente un “modelo”.

   HG.- La información más generalizada que circula en América Latina sobre los distintos otros países (una mezcla de “periodismo” y mensajes “oficiales”) suele enfatizar estereotipos. Además, tanto el artículo como la conversación anterior versan sobre un suceso puntual: el primer año de gobierno de un presidente y de una agrupación que llega por primera vez a esa posición y que, en campaña, promete un “cambio”. La gente entiende que este cambio, que obviamente se entiende de maneras diversas, será inmediato y bueno. Pero no se advierten señales de este cambio, sino más bien sobresalen algunas prácticas tradicionales (el apetito por los cargos públicos, por ejemplo) y la distancia entre lo que se dice y se hace: la trasparencia ofrecida se llena de “secretos” y opacidad, en otro ejemplo. Al mismo tiempo la prensa dominante (cuyo eje es una sola empresa que forma parte de un conglomerado empresarial cuya fuerza está en bienes raíces, probablemente) se opone a este gobierno ‘de cambio’ porque lo estima disfuncional por inexperto y opuesto al ‘libre comercio’ (en Costa Rica esto puede ser equivalente hoy a “comunismo” o “chavismo”). Esta empresa periodística, La Nación S.A., juega el papel político de un periódico oficial o ‘nacional’, siendo un aparato privado, en cuanto ha conseguido posicionarse como portador de la identidad de los costarricenses. Costa Rica es un país pequeño (5 millones de habitantes), con dominio meseteño y urbano, y esta peculiaridad del periódico que se menciona, oficial y nacional, siendo privado, es un fenómeno costarricense que los mexicanos no tienen. Ustedes tienen prensa diversa, mejor o peor, en Costa Rica La Nación S.A. es el eje de todo el ejercicio periodístico y su efecto práctico es que en el país, estrictamente no existen ni ejercicio periodístico libre ni libertad de prensa. Los pocos espacios distintos son pequeños, Paquidermo o el Semanario Universidad,  por ejemplo, y su capacidad de incidencia es baja o mínima. Por supuesto esto no es responsabilidad de La Nación S.A. Sus propietarios han realizado un trabajo  efectivo.


    De hecho La Nación S.A. se ha configurado en la práctica como el principal y único ‘partido político permanente’ de Costa Rica por su capacidad de influir en el marco categorial e imaginario que la población costarricense estima propio. Los llamados “partidos políticos” en Costa Rica actúan casi exclusivamente para los períodos electorales (las elecciones son principalmente presidenciales y parlamentarias cada 4 años), hoy carecen de un proyecto-de-país, suelen ser personalistas y hasta caudillistas y delegan sus funciones partidarias en las instituciones. Se trata de un circuito vicioso porque su no existencia permanente en cuanto partidos los lleva a moverse solo para ganar las elecciones, ya que instalados en las instituciones estatales y de gobierno, existen. Obviamente hablo de una existencia política muy pobre, inercial, dominada por ‘personajes’ más que por personalidades (estadistas) y por ‘ocurrencias’ más que por programas o ideas. La sensibilidad hoy dominante (antes fue el desarrollismo) es un neoliberalismo vergonzante combinado con un neoliberalismo radical adoptado por minorías tecnócratas instalados estratégicamente en aparatos estatales o paraestatales y que La Nación S.A. publicita como las únicas legítimas. En este último juego participan asimismo sectores mayoritarios de los grupos empresariales. Así, la existencia política del costarricense de a pie resulta hoy tarea difícil. No tiene guías, porque las que le dan no le sirven y eso él lo nota en el día a día, en la práctica. Y en esta confusión pública no existen prácticamente organizaciones en las que trabajar o refugiarse. En este período ha emergido un Frente Amplio, pero se lo estigmatiza como “comunista”. Por supuesto no lo es, pero mucha gente desea creérselo porque una buena parte del país, y en especial sus “dueños”, no ha abandonado la Guerra Fría.


   Se suponía que el PAC iba a darle algunas respuestas a este costarricense de a pie. Por eso en parte ganó las elecciones presidenciales últimas aunque perdió las parlamentarias. Pero su primer año de administración no ha respondido a las expectativas, quizás ingenuas o infundadas, de la población. Ahora, la abstención en las elecciones recientes se acerca más al 40% que al 30%. Entonces en la población parece existir un desaliento o un desengaño respecto de sus instituciones y personeros políticos. Este desaliento empieza a manifestarse ahora (en parte inducido por la prensa) en relación con el gobierno del PAC, pero es de más antigua data.

 

   Leda.- Bueno, lo anterior me aclara un poco lo que ocurre con este nuevo gobierno, pero sigo sin entender demasiado el contexto político básico de Costa Rica.

   HG.- Costa Rica y su población, como todos los pueblos, tienen sus peculiaridades. Su ordenamiento político actual se gestó tras una guerra civil a mitad del siglo XX. En esa guerra solo fueron derrotados los trabajadores y el Partido Comunista. Los otros contendientes, una oligarquía centroamericana distinta a la de El Salvador y Guatemala, por ejemplo, y sectores medios emergentes casi empataron, con la ventaja para los últimos que se quedaron inicialmente con el Estado y el Gobierno y hasta se dieron un partido político. Su principal figura, además, y algunos de sus cercanos, tenían una idea de país. Desde sus posicionamientos se neutralizó por un tiempo largo las reivindicaciones sociales populares porque la nueva expresión del Estado llegaba más o menos nacionalmente a todos los puntos conflictivos de la población gracias a una Caja Costarricense de Seguro Social, la expansión de los servicios educativos (primaria y secundaria y, posteriormente, universidad pública), banca nacionalizada, un Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo, otra institución para atender la pobreza extrema, etcétera. Los conflictos resultaban así transferidos y neutralizados o cooptados por alguna terminal estatal, sus funcionarios y el partido (se trata del Partido Liberación Nacional). Los antecedentes de esta política social son anteriores a la guerra civil. La caja de seguro social, por ejemplo, nació en 1941. El resultado es que Costa Rica se dio un tiempo largo de “paz social” (uno de sus principales dirigentes caracterizó a este pueblo como “domesticado”), lo que debe traducirse como ausencia de una cultura ciudadana proactiva y, en los frentes positivos, tiene todavía una de las poblaciones más saludables de América, pese a que la institución de la seguridad social atraviesa desde hace años una crisis operativa y sistémica de la que al parecer no se recobrará.


   Se puede dar un indicador de esta Costa Rica post guerra civil: su coeficiente Gini venía inmediatamente después del de Uruguay, que históricamente es el país latinoamericano que mejor distribuye su riqueza. Hoy el posicionamiento de Costa Rica en la tabla Gini es enteramente otra. Antes de ella están Uruguay, Venezuela, Perú, El Salvador, Bolivia, Argentina, Ecuador, México y Chile. Costa Rica pasó a ubicarse en el grupo que peor distribuye la riqueza (0.512, año 2013) y solo la “aventajan” Paraguay, Panamá, Colombia, República Dominicana, el infaltable Brasil, y Honduras, este último con 0.573.


    La etapa final del decaimiento del programa desarrollista con alguna justicia social, el país de ‘hermaniticos’, puede datarse en la transición entre las décadas del 80 y 90 del siglo pasado. Social y políticamente el proceso podría describirse diciendo que los grupos medios emergentes que dieron la guerra se transformaron en empresarios privilegiados (con el apoyo del aparato estatal) y se integraron total o parcialmente en una más compleja nueva oligarquía (la antigua recuperó privilegios o los transformó de acuerdo a los tiempos) a la que se añadieron grupos tecnocráticos. En términos económicos el Estado pasó de impulsar un desarrollo que no se conseguía a comportarse como un aparato que tutela los intercambios mercantiles en beneficio de la acumulación global-local. Del desarrollo no logrado se pasó a un crecimiento económico que depende de la inversión extranjera, el endeudamiento y la concentración de riqueza. Institucionalmente el Estado dejó en manos de instancias falsamente independientes y tecnocráticas, el Banco Central, una Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos o Cinde, una oficina destinada a captar inversión extranjera que funciona con fondos públicos pero se comporta como grupo privado, por ejemplo, algunas de sus funciones de gestión política. Quiere decir que quedan fuera del control ciudadano (que nunca ha existido, por lo demás). Esta transformación del Estado, que ha sido morosa y sin una “limpieza interna”, y su nueva lógica económico-social-cultural, le significó transitar desde ser un proveedor relativamente eficaz de servicios públicos, de alguna manera generalizados, a ser un proveedor de “clientelas” (algunas de ellas configuradas en la etapa desarrollista) y negocios variados en beneficio de minoritarios intereses particulares, locales y trasnacionales. Un político suele hablar de hacer de todo el territorio costarricense una Zona Libre con “flat taxes” (impuestos bajos pero universalizados).  De modo paulatino pero constante (y en ocasiones brusco, como a inicios de la década de los 90) apareció o se reforzó la educación privada, la medicina privada, se liquidó el monopolio estatal de la banca y la población fue socialmente fracturada y desagregada (esto último lo realiza principalmente el mercado y una economía política global sostenida por el deseo). La transformación del carácter del Estado es lo que alimenta la conflictividad social que comienza a reaparecer en la década de los noventa, pero cuyos actores (agricultores, pequeños propietarios empobrecidos, estudiantes y sectores urbanos) reivindican demandas que corresponden al período ya liquidado del desarrollismo y sus instituciones. No es raro que del fracaso de sus demandas se sigan distintas formas de desaliento, un tipo no-weberiano de desencanto. Quizás también lo que se espera del gobierno del PAC es que haga retornar la mejor época del ‘desarrollo’. No resulta factible por razones internas y compromisos internacionales.


   Ahora, junto a estas reivindicaciones sociales desfasadas del ligamen de Costa Rica con el movimiento mundial de la economía, aparecen otras formas de reivindicación social, no necesariamente nuevas pero que ahora toman las calles: grupos y movimientos ecologistas, feminismos, sectores populares en defensa de su acceso y derecho al agua, lesbianas, gais, transexuales y bisexuales. Otros grupos buscan mantener, e incluso reforzar, su condición de clientelas especiales obtenida en la fase desarrollista. De manera semejante, aunque no idéntica, sus demandas se acercan a las de los taxistas y “porteadores” ilegales, que desean que el sistema o les incorpore o les conceda mejores tarifas. O sea que se trata de movilizaciones y movimientos no sistémicos sino que exigen un sitio en el sistema. Por supuesto existen distancias entre sus agitaciones. Por ejemplo, una transformación significativa del marco social imaginario (sexual) podría abrir frentes contra una economía orientada por  deseos y no por necesidades. Pero hasta el momento el gobierno de Solís no apoya este frente porque le significa enfrentar a la Iglesia Católica y perder capacidad de maniobra con grupos en la Asamblea Legislativa que ponen cara fiera a este tema. Se puede conversar y ceder, en cambio, a las demandas de los taxistas porque ellos solo desean mejores tarifas. Como se trata de exigencias que retornan una y otra vez, dejan la sensación de que la política no cambia. Ahora, una transformación de luchas situacionales en luchas sistémicas no se dan porque uno las desee. Y los gobiernos costarricenses solo tienen 4 años de mandato relativo (no el poder, que ése no se disputa en elecciones), o sea una capacidad relativa para modificar o generar nuevas políticas públicas. Además de sus errores, todas estas determinaciones no favorecen al PAC. Y ya se dijo que si la lucha es parlamentaria la principal obligación de un partido político consiste en ganar la próxima elección, solo o en alianza. Un gobierno cuya gestión la gente puede considerar bueno, o tan siquiera esforzado, ayuda.


   El fracaso de la política desarrollista con alguna justicia social en Costa Rica se siguió de varios procesos distintos. Economía y población son demasiado pequeños (y el territorio carece, o no se desea explotarlos, de productos estratégicos para la economía mundial) y el proceso contenía asimismo disfunciones internas que lo malograron. La generación de clientelas en los sectores público y privado facilitó la corrupción, o sea la ineficiencia de sus servicios y desempeños, lo que usualmente potencia asimismo su venalidad. El empresariado emergente y favorecido olvidó rápidamente que debía su éxito a las políticas estatales tanto o más que a su emprendimiento familiar o personal. Ambos procesos, el clientelar y el individualismo empresarial se fortalecieron porque no se impulsó la creación de una cultura ciudadana interesada y comprometida con las políticas públicas y el funcionamiento de las instituciones. Para una sociedad que se desea democrática y republicana este fallo resulta letal. Tampoco tuvo éxito un proceso de articulación centroamericana constructiva que habría dado a sus economías una mayor competitividad.


   Cuando llegó la década de los noventas unas personalizadas dirigencias políticas (casi todos ellos empresarios exitosos) carecían de fuerzas internas para oponerse al tránsito desde un Estado social a uno que vigilara el cumplimiento de los contratos privados y la acumulación de capital. Era la receta neoliberal (Consenso de Washington que, en su traducción latinoamericana, resultaba un guante perfecto tanto para los sentimientos de la oligarquía tradicional como para legitimar una neo-oligarquía) y, para un país endeudado externamente y con un déficit fiscal recurrente, esta receta resultaba obligatoria porque la apadrinaban el FMI y el BM. El endeudamiento público, privado e individual permitía además colarse en la “cultura” de una economía del deseo impulsada desde los centros del sistema mundial. Si en EUA existe un “viernes negro”, debido a un cambio estacional,  en Costa Rica (o sea en sus ciudades principales), país donde las estaciones son solo lluviosa y seca, se habla ya de “un mes negro”, no del Día del Padre sino del Mes del Padre. Todo esto ha ido acompañado por el auge de la medicina privada, de la educación privada y la concentración de la propiedad y la riqueza. Pero la población, especialmente la urbana y los jóvenes, cree existir en la etapa desarrollista. Vive la ausencia o ineficiencia de servicios públicos (el Estado no invirtió durante 40 años en infraestructura, por ejemplo, la Caja Costarricense da citas a enfermos graves para 3 años después, o más), pero cree que las cosas podrían arreglarse en algún momento. Este deseo mágico hace parte de la esperanza de un cambio con el gobierno del PAC. La mayor parte de la población no asume que el país (sus grupos dominantes) y el Estado ya adoptaron un nuevo sistema de convivencia al que disfrazan de crecimiento económico (no mencionan la coletilla: sin ningún contenido de justicia social y con escasos miramientos ambientales si no son rentables). Esto, mientras el antiguo ethos del desarrollismo pervive. No creo que sea una realidad básica muy distinta a la que vive México desde los 90 del siglo pasado. Por supuesto, cada país con sus peculiaridades. Pero esta mirada, que no se pretende histórica, se ha alargado ya demasiado. Habría que estudiar el panorama no solo apuntando detalles significativos, sino mostrando sus vínculos y con ello el carácter de los procesos.

 

   Liban (Costa Rica).- Mi opinión es que en Costa Rica nadie tiene claro qué cambio es el que quiere. Algunos le apuntan a la corrupción, otros a la economía, no faltan quienes alegan pérdida de valores. Y no solo no se sabe qué se debe cambiar, sino que tampoco se entiende cómo hacerlo. En estas condiciones un gobierno que no tiene un mensaje propio y claro tiene que verse y sentirse débil. Este sentimiento acentúa su debilidad.

   HG.- Bueno, este gobierno es el resultado de una campaña electoral en la que el equipo del candidato mercadeó un lema “Con Costa Rica no se juega”. La campaña fue exitosa y su éxito generó sorprendidos y también malos modos en alguna prensa. Pero Solís consiguió casi 1.300.000 votos, un 77% de los votos (ante un rival que se había retirado por no tener dinero), y ese 77%, que es una cifra electoral, debió ser transformado, incluso desde antes de que el presidente Solís asumiera, en una base política, en capital político. Esta era tarea del PAC, no de Solís. Iniciar esa tarea que, con diferentes fases, supone para este partido, el del gobierno, trabajar estos cuatro años, no se hizo. El punto avanza una explicación acerca de por qué un mensaje del gobierno, aunque fuese propio y claro, no genera comunicación. El efecto de comunicación lo generan los oyentes, no el emisor.


   Lo que era el inicio del cambio, y con ello su determinación no meramente electoral, era menos responsabilidad del PAC que del gobierno. Un pasado/tradición clientelar de las instituciones estatales obviamente no se puede transformar, en el sentido de  limpiar, en una administración de cuatro años, principalmente porque las clientelas se han blindado legalmente para no ser removidas y porque, además, medidas enérgicas (legítimas, pero poco pensadas) podrían tener como resultado una paralización de acciones urgentes y el acarreo de resultados peores que los males que se desea combatir. Esto, sin contar que se era y es minoría en la Asamblea Legislativa y que se tiene poco peso (o ninguno) en el poder Judicial. Solís y el PAC no ganaron el poder, como hablan y escriben algunos periodistas y analistas. Se ganó el Ejecutivo, se es minoría en la Asamblea y no se tiene peso en el poder Judicial, tampoco en la Contraloría ni en la Procuraduría, por citar otras dependencias. Menos aún controla la lógica de una economía que se ha movido en los últimos veinte años mediante acuerdos internacionales que no favorecen a un sector de los productores internos ni tampoco puede, este gobierno, incidir en el corto plazo en la cultura, en su sentido de sensibilidad, dominante. Por ello es que se requería dar señales de que el cambio iba aunque no fuera todo el cambio, o todos los cambios, que la gente y la ciudadanía, difusa o específicamente, deseaba. Y correspondía al PAC y no al gobierno de Solís explicar esto a la población. Al gobierno le corresponde realizar acciones, aprovechando acuerdos políticos o buscándolos, no agotarse en debates. Esta división de tareas habría dado sentido a las señales emprendidas por el Ejecutivo. Y una parte de ese 77% electoral habría hecho de esas “señales” su propio discurso sobre el cambio.


    Nada de esto se hizo durante el primer año. Pero no es por falta de discurso (porque ése finalmente, en términos políticos, lo produce la gente), sino por falta de ‘señales’ o sea de acciones. Lo que ha hecho el Gobierno de Solís durante el primer año es jugar a ser un Gobierno “normal” de Costa Rica. Y no es un gobierno normal y los ciudadanos no votaron por él para que fuera un gobierno “normal”. Institucional sí, pero no “normal”. Solís no fue un candidato triunfante “normal”, no se comportó como tal. Tampoco debe jugar a comportarse como un Presidente “normal”. Para la gente la situación, aunque no entienda los procesos que conducen a ella, no es normal. No son normales el desempleo, la violencia armada del crimen organizado, la lentitud e inoperancia de los circuitos judiciales y la fiscalía, la venalidad e ineficiencia funcionaria impunes, el derrumbe de la Caja Costarricense de Seguro Social, el horroroso estado de la infraestructura. No se puede exigir que la administración Solís sea “anormal” los 7 días de la semana, porque habría muchos colapsos. No se le puede entrar con tractores o tanques a la actual ‘normalidad’ de Costa Rica. Pero sí se le puede exigir a un gobierno que dijo querer cambiar cosas que sus funcionarios en ciertos frentes escogidos, y desde luego el mismo Presidente, realicen acciones ‘anormales’ algunas horas a la semana. Esto es lo que avisaría que el cambio va porque ya empezó. Y al PAC, y a sus aliados, les corresponde la tarea de dar a conocer este cambio, su detalle y su valor o alcance dentro de procesos, a la población. Estar en política quiere decir trabajar con discernimiento en ella todos los días. La ocurrencia, la imprevisión, la decisión al azar ocasionalmente quizás no puedan evitarse, pero hasta ellas, cuando existen, deben finalmente inscribirse con sentido en un programa. Esto torna también imprescindible el vínculo constante entre el Gobierno y el partido.

 

   Sandra (Costa Rica).- Me llama la atención que usted señale que en Costa Rica no existe ejercicio periodístico libre ni libertad de prensa.

 

   HG.- Existe, pero en la legislación. En la práctica y considerando la estrechez del mercado (diarios, televisión, radio), la hegemonía de La Nación S.A., la impresencia de ciudadanía activa y el conservadurismo generalizado de la población, esta legislación está en el papel, pero no se cumple.
Existen buenos ejemplos recientes de la lesión impune al derecho de los periodistas a ejercer profesionalmente su trabajo, sin presiones de los dueños de los medios. En la elección presidencial pasada, la directora de La Nación S.A. (Yananci Noguera) y la que era probablemente la principal periodista del área de investigación del periódico (Gianina Segnini) renunciaron porque se tomaron decisiones editoriales de diverso alcance que resultaban incompatibles con su manera ética y profesional de entender la profesión. Segnini probablemente se refería a que por “decisión superior” no podía dar a conocer aspectos del proceso electoral que parecían perjudicar la candidatura elegida por los dueños del periódico. Pero Noguera en su renuncia indicó un desafío sistémico: la empresa había resuelto “…un nuevo sistema de trabajo bajo el concepto de redacción integrada, en el cual el rol de Director de La Nación perdió relevancia y esto ha producido diferencias de visión de periodismo y gestión en el diario con la Editoría (sic) General”. O sea, el periodista Director ya no resultaba necesario. Una persona de confianza (la Editoría General) de los dueños de la empresa tomaba esa responsabilidad y una “redacción general” dejaba a los periodistas bajo la tutela de esta Editoría. O sea, desaparecía asimismo el “periodista” y se transformaba en “funcionario” de la empresa y de sus dueños. Quizás Segnini se refería a lo mismo.


   Con independencia de estas renuncias, el asunto se inscribe en un campo más amplio. La misma La Nación S.A. es un buen ejemplo de la penetración de la línea editorial del periódico en la sección periodística, o sea informativa. El asunto compromete las primeras páginas (la portada) que dice al lector, que incluso no compra el periódico impreso o no lo “hojea” en su versión electrónica, cuáles son las “noticias” relevantes del día y también la organización y contenidos de las crónicas internas, que debían ser responsabilidad exclusiva de periodistas profesionales. Así, resulta que la experiencia venezolana, por ejemplo, es denigrada en la primera plana, en los editoriales del periódico y en las colaboraciones de opinionistas y en la sección de Internacionales sin réplica de aquellos a quienes se denigra (el Embajador de ese país se queda callado, cosa que no hace el de Ecuador que es otro Gobierno atacado por el periódico). Lo de las páginas de opinión (editorial y otras) es legítimo. Pero “noticiar” unilateralmente un proceso o un hecho no es hacer periodismo. Es manipular opinión, crear un clima. En el caso de los ataques a Venezuela y Ecuador cooperar en una campaña continental, probablemente resuelta por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), contra esas experiencias de gobierno. Se trata de un “’periodismo’ orquestado” contra ‘enemigos’.


   En Costa Rica esta desviación “periodística”, la invasión de la línea periodística (informativa) por la línea editorial (presentación de una perspectiva, que en América Latina es la de los dueños de la empresa y la de personas de su confianza), se torna más seria que en otros países por la hegemonía de La Nación S.A. (ligada por relaciones estrechas con al menos la empresa de televisión con mayor impacto, Canal 7) en el campo de las comunicaciones. Este punto incluye el deseo de los profesionales jóvenes por trabajar en ese medio y su exposición a la corrupción informativa que el medio exige.


   Demos un ejemplo: un ciudadano costarricense fue detenido y enviado a prisión en Nicaragua porque contra él existía una orden de arresto emanada de Interpol. Al ciudadano se le había advertido antes de salir de Costa Rica que esa detención podía darse si salía del país. El periódico, alertado por la familia del hombre suponemos, transforma por varios días el asunto en noticia de primera plana y de gacetillas. Al costarricense se le estarían violando sus derechos humanos en Nicaragua (lo tendrían desnudo, sin alimentos ni medicinas, no aceptarían que se le visite). El periódico aprovecha la situación para recordar que Nicaragua y Costa Rica tienen disputas que se ventilan en tribunales internacionales. O sea, atiza el rencor o distancia de los costarricenses contra los “nicas”. Los “periodistas” que cubren un asunto al que conceden importancia publican cada vez un refrito de la misma versión sin jamás recurrir a fuentes obvias como Interpol o la policía nicaragüense. Se da solo la versión de la familia del detenido, del abogado y del diplomático costarricense local. El enfoque es doble: derechos humanos y enemistad de Costa y Nicaragua. Sobre el delito que habría cometido el detenido no se dice nada. Solo se insiste en que no se le han presentado cargos por la autoridad nicaragüense que, en este caso, solo es instrumento de la Interpol. No es Nicaragua la que acusa al individuo sino Interpol. Habría que preguntarle a esa fuente. Por supuesto, no se le consulta.


   Ahora, las condiciones de reclusión carcelaria en toda América Central (y de América Latina) suelen ser una desgracia para los reclusos y para sus guardias. La afirmación incluye a los presidios costarricenses. En las cárceles de Costa Rica debe haber decenas de nicaragüenses a quienes, como a todos los detenidos, se les viola derechos humanos (no caben en los presidios, algunos tienen que dormir en el suelo, la alimentación es mierda. Y adentro es la selva). A algunos de estos nicaragüenses debe habérseles hecho cargos y a otros se les ha detenido para que no huyan mientras se les investiga. Obviamente estos nicaragüenses presos no constituyen noticia ninguna ni menos las condiciones de su encarcelamiento se asociarían con una mala voluntad especial del Gobierno de Costa Rica contra su vecina Nicaragua. La gente detenida o ha cometido un delito o es sospechosa de haberlo cometido. Costa Rica no puede ofrecerles mejor cárcel que la que les da.
   El costarricense, a quien Interpol le atribuye un delito, detenido en Nicaragua, sin duda también necesita que se respeten sus derechos humanos. Y es normal y legítimo que su familia agite su situación. Pero transformar su caso en noticia de 10 días (sin realmente informar sobre lo que ocurre, porque no se buscan las fuentes de información) resulta telenovela manipuladora. Y si se le añade que se busca acarrear agua al molino de las rencillas entre Costa Rica y Nicaragua, el asunto se torna truculento, de mal gusto. Fétido. Y se encarga de su cocción a periodistas profesionales, jóvenes o viejos. Cumplen órdenes u obedecen a un “estilo” determinado por una Editoría General, en el lenguaje de Noguera.


   Por supuesto, el asunto contiene otras dimensiones para nada anecdóticas. Si van a seguir existiendo periódicos en papel y electrónicos… convendría existiese una legislación que distinguiera y separase claramente entre información, opinión y publicidad. La información debería ser responsabilidad (profesional y legal) del cuerpo de periodistas. La opinión la resuelven los propietarios del medio a su antojo. La publicidad, los agentes comerciales respectivos. Pero a los propietarios debería prohibírseles presionar y corromper el ejercicio profesional del periodismo, al igual que debería estar legalmente prohibido hacer pasar propaganda (comercial, ideológica, etcétera) por información. Pero si los periodistas no luchan por estas reivindicaciones, pues nadie lo hará. Y en Costa Rica, un mercado pequeño con una hegemonía “periodística”, hasta el momento sin contrapeso, de La Nación S.A., la vulnerabilidad del periodismo profesional se acentuará.


   Lo que en Costa Rica se entiende por “libertad de expresión” no es idéntico a lo que en ella se practica como “libertad empresarial de prensa”. Lo primero consiste básicamente en que sus pobladores pueden decir lo que quieran públicamente  (y también en radios o redes sociales), sin censura previa (aunque existe legislación que permite sanciones post-facto); la segunda en cambio funciona como una tendencia al monopolio que “fabrica” ideológicamente noticias y ‘campos de información’ en perjuicio grave del derecho de los ciudadanos a estar bien informados.

 

   Sandra.- Mencionó las redes sociales. ¿No son alternativa?

   HG.- Imagino que “las” redes sociales no existen así en general. Aunque todas son políticas algunas de ellas, sin decirlo, se insertan en el statu quo y lo promueven de diversas maneras. Otras, en cambio, seguramente las menos, expresan un ethos crítico y por ello producen y comparten información que resulte funcional para esa criticidad. El problema es que todas ellas resultan extremadamente manipulables por actores que deseen hacerlo y que tengan la capacidad para ello. Uno de estos actores es el Estado. Entonces las redes pueden transmitir o bloquear tanto información como desinformación, voluntaria o involuntariamente. Esta vulnerabilidad impide que sean alternativa efectiva a los medios de comunicación más tradicionales que algunos consideran “pasados de moda” olvidando que los medios “tradicionales” también se vienen posicionando electrónicamente. Todas las sociedades producen información y desinformación por todos los medios a su alcance. La motivación para hacerlo es política. La sociedad actual, electrónica o de la información, no constituye excepción. 

 

   Martha (Costa Rica).- No me queda clara la distancia entre “neoliberalismo” y “neoliberalismo vergonzante”. ¿Cuál es la diferencia?

   HG.- Si partimos de la experiencia costarricense, que es tal vez la experiencia centroamericana, encontramos que el advenimiento generalizado de la sensibilidad neoliberal y de su peso en decisiones de política pública y en el ethos colectivo es de finales de la década de los ochenta y se torna explícita en los noventa aprovechando un falso Consenso de Washington. Este Consenso… es falso porque nunca existió como acuerdo entre Estados o entre Gobiernos y el documento particular que lo originó fue mutilado en la lectura que de él hicieron los neoliberales latinoamericanos. Ese documento privado original hablaba, por ejemplo, de un redireccionamiento del gasto público desde subsidios indiscriminados  “…hacia una mayor inversión en los puntos claves para el desarrollo, servicios favorables para los pobres como la educación primaria, la atención primaria de salud e infraestructura” (itálicas nuestras).

   En cambio uno de los apóstoles del neoliberalismo latinoamericano, Barry B. Levine sentencia que los puntos claves para el crecimiento económico son: a) “…leyes laborales orientadas hacia un mercado que permiten (sic) que las fuerzas del mercado funcionen”. La idea-fuerza es que los trabajadores no puedan amparar sus intereses en legislación alguna; b) macroeconomía estable, que significa manejo autónomo y tecnocrático de la política monetaria, “…control del déficit fiscal, mejorar la recolección de impuestos, eliminar subsidios”. Nada de nuevos impuestos y austeridad en el gasto (o sea en la inversión) fiscal y la eliminación indiscriminada y unilateral de subsidios (abiertos o disimulados), por ejemplo, a la pequeña producción campesina; c) fomentar el ahorro y la inversión, “…reducir la fuga de capitales (más aun fomentar el retorno del capital y atraer inversiones frescas)”. Esto, en las condiciones actuales solo pueden hacerse dándole a estos capitales la seguridad de que sus ganancias serán máximas (observación nuestra), y d) “Habilidad y voluntad de la industria doméstica para enfrentar la competencia extranjera” (itálicas en el original) (El desafío neoliberal. El fin del tercermundismo en América Latina (Barry B. Levine, compilador. Norma, Bogotá, Colombia, 1992, pág. 58). Ni una palabra sobre salud y salubridad. La única referencia a ‘educación’ se hace en el cuarto mandamiento citado arriba: los “renovados” empresarios latinoamericanos que ahora compiten en la economía global deben “capacitar su mano de obra”.

   Levine reconoce que la receta es dura y que hay que aprender a soportar sus resultados: “Estas políticas exigirán males iniciales a corto plazo: –mayor desempleo, precios más altos en los alimentos y otros productos básicos, cierre de industrias no competitivas, reconocimiento de la ineficacia de una industria propia, etc.”. Su  “etc.” ahorra comentarios. Quien siguió la receta de esta inicial versión dura y explícita del neoliberalismo latinoamericano fue Carlos Menem en Argentina durante la década de los noventa. Privatizó, desreguló, dolarizó todo lo que pudo. El FMI lo transformó en ejemplo mundial. Así debían hacerse las cosas. Sobre el final de sus diez años de mandato, Argentina colapsó brutalmente: desindustrialización, desempleo,  hambre, endeudamiento, concentración de opulencia en pocas manos. El sucesor de Menem, de la Rúa, intentó seguir con el “modelo”. Pudo mantenerse solo 2 años en el gobierno. Lo liquidó la protesta social.

   Los sucesos argentinos, o sea el fracaso de la receta neoliberal o del falso Consenso de Washington en Argentina, son espectaculares, pero el debilitamiento del discurso venía produciéndose desde la segunda mitad de la década de los noventa, en parte por la finalización de las dictaduras de Seguridad Nacional en América del Sur. Los ‘nuevos’ regímenes democráticos restrictivos no resultaban compatibles con el recetario neoliberal explícito porque él no aseguraba el sostenido ‘crecimiento’ económico esperado (Levine advierte que la receta puede fracasar) y ello impide que se cumpla la profecía del “derrame” de riqueza sobre toda la población [uno de los más groseros mitos neoliberales habla de que el crecimiento sostenido hará que la copa económica se derrame y que la riqueza caiga desde sus bordes sobre todos aquellos sectores que en el inicio del proceso debieron sufrir privaciones). Se habló, durante la segunda mitad de los noventas, que las primeras reformas (desrregulación, privatización, etcétera) habían sido insuficientes por incompletas y que debía abrirse el paso a un segundo ciclo de reformas neoliberales. La catástrofe argentina colapsó también este discurso explícito, heredero de la primera fase del neoliberalismo latinoamericano.

   Pero el discurso y la práctica neoliberales latinoamericanos han sido siempre una elección oportunista de los grupos poderosos en el área (neoligarquías ya descritas y agentes extranjeros). Nos encontramos entonces con un discurso explícito desahuciado públicamente pero con una configuración política y sistémica neoligárquica que no ha variado significativamente (aunque en algunos países haya perdido terreno) porque la economía mundial la potencia. Entonces el neoliberalismo calla, o es predicado solo por algunos pocos fundamentalistas del mercado y la mundialización, pero se practica por los gobiernos y se disfraza a veces con el antiguo (y obsoleto internacionalmente) discurso del desarrollismo. A esta situación, que se ha desplegado principalmente durante el siglo XXI, la llamo ‘neoliberalismo vergonzante’.

   En el neoliberalismo vergonzante concurren no solo el fracaso de un crecimiento sostenido que termina beneficiando a todos (modelo menemista argentino), sino también la aparición en América Latina, en el siglo XXI, de gobiernos ‘anómalos’ (o sea no deseados por el sistema mundial para el área)  que explícitamente rechazan el neoliberalismo e intentan moverse en otra dirección: Chávez en Venezuela, los Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Correa en Ecuador, por ejemplo. Se les añade Cuba, que es un caso aparte. Para los primeros, que no constituyen en realidad una corriente sino casos específicos, se ha revivido la expresión “populismos” o neopopulismos. El PNUD habla de “facilismos”, tal vez recordando que el neoliberalismo inicial latinoamericano (representado por la dictadura militar-empresarial chilena, 1973-1990) hablaba de una medicina “amarga” o una experiencia dura pero necesaria. Por contraste, cualquier gobierno que no se comporte como neoliberal, resulta “facilista”. En realidad, ningún gobierno latinoamericano la tiene ‘fácil’.

   Así, hoy el neoliberalismo vergonzante enfrenta al facilismo. No es el mejor vocabulario. Para varios articulistas de La Nación S.A. todos los males actuales del país provienen de los ‘privilegios’ (pluses salariales, pensiones, etc.) obtenidos por los trabajadores públicos, lo que parece una explicación ‘facilista’ (aunque tiene inspiración neoliberal) y ello se debe a la actitud “facilista” del gobierno de Solís y del PAC (por supuesto el contenido de esta última afirmación es falso: si existen en Costa Rica “privilegios” para los trabajadores públicos y los rendimientos de éstos no son medidos por su eficacia y eficiencia, estas ventajas fueron concedidas por gobiernos anteriores, tienen sustento legal y Solís las heredó; no puede anularlas unilateralmente por decreto. Esto sin reparar en los desafíos sociales y económicos, nada sencillos ni “fáciles” de resolver que contendría la anulación). Pero es normal que la política latinoamericana esconda intereses e intenciones tras o mediante un lenguaje cargado de anatemas y tópicos.

 

   Martha.- ¿Podría dar un ejemplo de discurso neoliberal o facilista o vergonzante costarricense en estos días?

   HG.- Usted me hace llegar esta consulta o interrogante el jueves 2 de julio. La invito a leer La Nación S.A. del día anterior. Las páginas de opinión incluyen un artículo extenso de J. Woodbridge en la página 26 A. El señor Woodbridge es en estos días un opinionista constante del periódico y fue parte de gobiernos liberacionistas anteriores. Destaca porque hoy defiende la tesis de que la administración Solís no debe mirar los errores, omisiones ni delitos de las administraciones anteriores, sino que el país (y su dirección política) deben mirar solo hacia adelante. Usted juzgará cual será la motivación de esta tesis.

    Lo que preocupa en este artículo al señor Woodbridge es el significado de un acuerdo político entre la dirección del partido PAC, el Frente Amplio y algunos sectores sindicales agrupados en un colectivo latinoamericanista Patria Justa para buscar oponerse a algunos proyectos políticos que ellos estiman negativos para el país (aumentar la participación privada en la generación de energía, reformar el empleo público mediante una política salarial a la baja y entorpecer y malograr una reforma fiscal que impulsaría nuevos tributos y ayudaría a enfrentar el déficit fiscal). La alianza entre estos grupos es independiente del Gobierno y surge, en parte, como respuesta a la pérdida que de la dirección de la Asamblea Legislativa sufrió el PAC en mayo de este 2015. Los grupos hegemónicos han condicionado la reforma fiscal a que el gobierno, el de Solís, “gaste menos”. No la discutirán si no lo hace.

   Conviene recordar que el desafío de una reforma fiscal se discute desde la década de los ochenta del siglo pasado en Costa Rica y que el último impulso (en el sentido de debate intenso) lo tuvo en el 2005. Ninguna administración ha tenido éxito en que se apruebe su propuesta. 10 años o cuatro décadas parece tiempo suficiente como para que algún acuerdo de fondo se hubiera producido. El detonante en el 2015 es el tamaño y progresividad del déficit fiscal (6%) y del endeudamiento público (casi el 40% del PIB para el Gobierno Central y el 58.6% del PIB para el conjunto del sector público).

   Retornando a Woodbridge, su texto tiene caracteres de brujo zahorí, o sea sabe porque adivina lo que hará el grupo PAC-FA-PJ: “La nueva alianza buscará lograr un alza de sus salarios y privilegios, a cambio de apoyar una reforma fiscal que le permita al gobierno, primero cancelar sus granjerías”. En realidad, el PAC (dividido también en esta ocasión) y el Frente  Amplio no tienen los votos en la Asamblea para apoyar plan fiscal gubernamental alguno. Son minoría. Los sindicatos no votan. Y su presencia en la calle no convoca solidaridades amplias especialmente si se les estigmatiza como “comunistas”. Prosigue Woodbridge con su adivinación: “… Esta alianza también luchará por acabar con las exoneraciones a las empresas en zonas francas y por la “seguridad alimentaria”, dará más poder a Tributación para evitar el fraude fiscal descartando la decisión judicial e igual procedimiento seguirá con los portillos de evasión en la CCSS.”. Podemos detenernos aquí. ‘Evitar el fraude fiscal’ y los ‘portillos’ que contribuyen a desfinanciar a la principal institución de seguridad social no parecen peor idea. Pero el punto que los hace siniestros, para Woodbridge es “…descartando la decisión judicial”. En efecto, las trabas en los circuitos judiciales para castigar a quienes no pagan los impuestos que deberían pagar (en Costa Rica la evasión de impuestos equivalía, en el 2010 al 5,8 del PIB, unos 1.200 billones de colones. La legislación favorece la elusión y los circuitos judiciales ponen la cereza en el pastel entorpeciendo y demorando la sanción) potencia la impunidad de quienes no pagan. La respuesta no es obviamente brincarse la ley, sino crear una legislación que impida la elusión y obligue a los circuitos judiciales a sancionar en plazos breves a quienes se les compruebe no pagan o pagan menos de lo que deberían. Pero al zahorí Woodbridge le produce tanto horror su visión de que se castigue quienes delictivamente evaden impuestos que no imagina esa salida dialogada y republicana al desafío. Salida que, por lo demás, existe en las sociedades desarrolladas y post-industriales.

   Woodbridge ejemplifica bien las dos formas del discurso neoliberal que hemos expuesto: simplifica su análisis tornándose zahorí (facilismo ideológico) y atribuyendo a sus “enemigos” una potencia parlamentaria y de lucha callejera de la que carecen. La alianza que él combate solo podría prosperar en sus posicionamientos con diálogo en la Asamblea Legislativa y con capacidad de convocatoria político-cultural. Además, estrictamente, quienes hicieron la alianza que Woodbridge repudia no son “enemigos” sino actores legítimos y legales en los escenarios políticos que Costa Rica permite. No toca condenarlos tras adivinar qué pretenden, sino discutir con ellos, neutralizarlos y presentar mejores propuestas en los campos referidos.

   En el otro frente, Woodbridge no se presenta como ‘neoliberal’, pese a que todas sus tesis (libre comercio irrestricto, no a los impuestos, estabilidad macroeconómica, percepción de la acción estatal como gasto/derroche y no como inversión, etc.) y ataques (asco ante los sindicatos, intolerancia hacia las ideas de los opositores) expresan la sensibilidad neoliberal en su versión latinoamericana. Él es un patriota. Un salvador. Neoliberalismo vergonzante le hemos llamado. Quiere decir que no se atreve a proclamar públicamente la supremacía absoluta de la acumulación de capital y la ganancia privada sobre la fuerza de trabajo, las necesidades de la población y la Naturaleza. Un bárbaro.

 

   Ruth (Colombia).- Me deja apesadumbrada esta situación costarricense. Yo viví allá algún tiempo, en Turrialba, me atendí porque tuve necesidad en la Caja y me fue bien. La gente me ayudó. Pero por lo que se ha conversado aquí parece que todo ha cambiado mucho.

    HG.- La gente buena, como en Colombia, y quizás en cualquier parte del mundo, sigue siendo buena y generosa. Y si tiene suerte, todavía en la seguridad social costarricense podría irle muy bien. Si no la tiene, puede irle o regular o mal. Tiene algo de azaroso. Probablemente el factor azar era mucho menor o no existía cuando usted estuvo acá. Y me alegra que usted tenga un buen recuerdo.

   Lo que ocurre es que el tema político puede resultar deprimente porque el país (y sus dirigencias) no termina de digerir la transición entre su modelo de desarrollo con garantías sociales, que hizo de Costa Rica un país especial, y la imposición de un modelo de crecimiento determinado por los caracteres de la acumulación global. La distancia se hace todavía más grande porque el primero se seguía en parte significativa de la historia de Costa Rica y al segundo le tiene sin cuidado esa historia porque hace del país y de sus pobladores un espacio para inversiones privilegiadas.

   El país resiente asimismo la debilidad o inexistencia de partidos (los tradicionales se agotaron hace al menos tres décadas) y de personalidades políticas como las que tuvieron en la década de los cincuenta y sesenta. Y hoy es tiempo de demandas y cambios no solo ideológicos (en el sentido de proyectos-de-país surgidos de un diagnóstico) sino socio-culturales. Tiempo para personalidades y estadistas. Y de poblaciones y ciudadanos dispuestos a producir un país inclusivo. Porque la era es de desagregaciones y violencias. Y Costa Rica tiene condiciones como para desear ser distinto.

   Una sola anécdota reciente. El ex-Presidente Óscar Arias, Premio Nobel de la Paz en 1987, reaccionó mal ante la alianza PAC-Frente-Amplio-Patria Justa que ya hemos mencionado. Está en su derecho. Pero las razones de su reacción lo muestran viviendo en otra época. Habla de la alianza como un pacto del PAC (en realidad son algunos de sus dirigentes) con los “comunistas criollos”. Ni el Frente Amplio es “comunista” (aunque un sector del partido de post-guerra civil está entre sus antecedentes) ni mucho menos lo son sindicatos. Y si fueran “comunistas” tampoco sería políticamente un escándalo. Se trata de sindicatos legales y de un partido legal. No se ve por qué su inexistente “comunismo” demande su descalificación. Ya no se está en la Guerra Fría. El régimen cubano se ha vuelto aceptable al menos para la administración Obama. Raúl Castro recibe al presidente de Francia y otros políticos europeos. Arias no debería estigmatizar, sino criticar con argumentos.

   En segundo término, además de descalificar a actores por algo que no son, los comunistas locales tienen una notable peculiaridad histórica: un acercamiento de ellos con la cúpula de la Iglesia Católica y con el Gobierno permitió, en la década de los cuarenta del siglo pasado, la fundación de la Caja Costarricense de la Seguro Social y la proclamación de unas Garantías Sociales (además de la Caja se fundó la Universidad de Costa Rica y se promulgó un Código del Trabajo avanzadísimo para la época en América Latina). O sea, los “comunistas” costarricenses se ganaron un lugar respetable en la historia del país. Insistamos, sin embargo, que el Frente Amplio no es “comunista” en el sentido que Arias utiliza el término.

   Sobre estos falsos “comunistas criollos”, el expresidente Arias dice que generarán  “… todavía más desconfianza de la que hoy existe. Más desconfianza significa menos inversión nacional o extranjera y, consecuentemente, menor crecimiento de la economía, más desempleo, más pobreza y más desigualdad social”. Esta ‘desconfianza’ que aumentará de la que habla Arias no la puede haber generado en solo un año la administración Solís. Tienen que haberla generado las administraciones anteriores, incluyendo la segunda suya (2006-2010). Además, al capital global no le interesan las ideologías a la hora de invertir. Le interesan la seguridad jurídica y las ganancias. Si ellas son óptimas en Cuba, invertirán en Cuba. Si ellas son óptimas en Costa Rica, invertirán en Costa Rica. Por supuesto existen otras determinaciones, pero hoy ninguna de ellas pasa por la ideología.

   Arias, además añade otro disparate a su opinión: atribuye responsabilidad en la alianza que rechaza al Presidente Solís. El Presidente, en Costa Rica, no puede participar en ese tipo de actividades. Se lo prohíbe la ley. Es presidente de todos los costarricenses. Arias debería recordarlo porque fue presidente dos veces. Tal vez padece de Alzheimer selectivo.

   Pero a la opinión de Arias se añade la opinión de Ottón Solís (fundador del PAC y hoy diputado) por quien Arias ha mostrado siempre especial animadversión. La Nación S.A. (que utiliza a este Solís contra el Presidente Solís) titula en una de sus páginas interiores: “Otón: <Esto es un desastre para el PAC>”. El periódico lo entrevistó y el fundador del PAC se desató. Sus razones no son las de Arias, sino más actuales: a la intencionada pregunta del funcionario de La Nación S.A. “¿Este pacto beneficia políticamente al Partido Acción Ciudadana?”, contesta: “Es un desastre para el PAC, pero es ganancia para el Frente Amplio y una superganancia para el PLN y el PUSC, porque ellos siempre han tratado de ponernos en el rincón, donde está la izquierda, a la par del chavismo y nunca lo habían logrado, pero ahora, alguna gente de nuestro partido les ha dado la razón”.

   Este Solís ha dado antes, en la misma entrevista, una declaración que también lo torna zahorí y disminuye su estatura política: “Los firmantes de ese acuerdo consideran que luchar por la productividad del sector público es neoliberal; yo creo que eso es ser pacsista”. Sería una buena declaración, y legítima, si él alguna vez, o el PAC,  se hubiera acercado a los sindicatos para discutir y educarlos en la necesidad de ser eficientes y de establecer, desde esa eficiencia en los servicios que prestan (en Costa Rica los sindicatos son del sector público porque el sector privado no los tolera), una alianza con los usuarios, o sea con los ciudadanos. Pero Ottón Solís no se acerca a trabajar políticamente con los sindicatos porque al parecer, contaminan de “chavismo”. Con eso se acerca al Arias que lo ningunea y que existe todavía en la Guerra Fría. Lástima de prejuicios. Pero así está de floja y de ausencia de trabajo y discernimiento la política costarricense. Y usted lleva razón al sentir algo o mucho de pesadumbre.
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