Conferencia en al 40 Aniversario

de la Facultad de Letras, Universidad

de Costa Rica, mayo 30, 2014

 

  

   1.- Buenas tardes a todos. Agradezco a la señora Decana Doctora Annette Calvo Shadid por darme la oportunidad de dirigirme a ustedes en este 40 aniversario de la Facultad de Letras. Agradezco también la presencia de todos ustedes.

   2.- Hace ya mucho, un profesor de Lógica recomendaba a sus estudiantes, algo socarronamente, poner el punto final de un escrito o informe cuando ya se hubiese terminado de escribir el texto. La idea era evitar que este punto final se pusiese al medio del escrito o, peor, en el inicio. Antes del título, por ejemplo. La  sugerencia, aunque pareciese extraña, tenía una finalidad práctica. Evitar perder el curso. Los cursos eran anuales y pre-requisito para los siguientes y por lo tanto el daño podía estimarse grave.

   Seguiré la recomendación de este profesor, ya remoto en el espacio y en el tiempo, cuyo nombre es Juan Rivano (Sandoval), pero al revés, o sea aplicándola al inicio. No respetaré por tanto lo que recomienda el dicho: “Al pie de la letra”. Comenzaré esta intervención,  de manera muy original, por el inicio. Es decir por las primeras palabras de su título: letras políticas.

   Las letras, cuando se organizan, adquieren significados. Quiere decir que se dan, o algo/alguien les da, una capacidad de comunicar. Para no dejar nada en secreto, la capacidad de comunicar se las da a las letras un emprendimiento humano, una comunidad humana. ¿Qué comunica la expresión letras políticas? O mejor: ¿qué quiso comunicar el anciano que organizó la fórmula “letras políticas”? De las letras, ya avanzamos algo. Organizadas, significan, o quieren hacerlo. Lo que signifiquen depende en mucha medida de quienes reciben esas letras. Requieren, por ejemplo, no estar dormidos. Si están centrados con intensidad en alguna tarea, probablemente tampoco tendrán la voluntad para captar el significado que quiso darles a sus letras quien o lo que las organizó.

    El sistema en el que se organizan las letras suele llamarse cultura. El subsistema que hace de mediador, lenguaje, con su gramática. Los seres humanos producen culturas, lenguas y gramáticas y son portadores de ellas. Las unidades de estas culturas que aquí interesan son las sociedades o formaciones sociales y las inevitables individuaciones humanas que en ellas se decantan. Existe un nexo ineludible entre tramas sociales (instituciones) y procesos de individuación (esto quiere decir que vienen juntas siempre, al menos en la experiencia humana), y esto termina haciendo a los seres humanos sujetos de sus letras. Sujetos de sus letras es una fórmula ambigua: puede ser traducida como estar los seres humanos maniatados y encarcelados por las letras que producen o, en otro polo, ser productores y gestores de letras y, a través de ellas, productores de sus mundos, la mundialización actual, por ejemplo, la trocha fronteriza, el funcionamiento de la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica y, por productores, responsables por sus producciones y alcances. La ambigüedad de la expresión “sujetos de sus letras” corresponde a la ambigüedad del término/concepto ‘sujeto’: o portador de predicados, en este caso identificaciones socio-culturales, o, si se me permite la alusión neoliberal, sujeto proactivo: el que hace que las cosas ocurran en espacios y tiempos también producidos por estos sujetos. Las distinciones entre sujeto pasivo y sujeto activo provienen de la gramática, pero también de la sociohistoria. Para algunos, en tiempos remotos y también ahora, solo existe un Sujeto: Dios. Los seres humanos serían portadores de una significación divina en su origen y en su final. Alfa y omega. Para otros, más recientes en el tiempo, los seres humanos producen/soportan todos los sentidos de sus existencias. Si algo los somete, el principio de sujeción o sometimiento reside dentro de ellos mismos y de sus prácticas e instituciones (institucionalización de la sujeción, podría llamarse). Aquí, una idea o instante feliz: si los principios de sujeción o sometimiento pueden albergarse dentro de los seres humanos, en su espíritu, digamos, también dentro de las capacidades humanas está el resistirlo y trascenderlo: o sea el liberarse de dominaciones. Los seres humanos producirían sus significaciones en marcos y condiciones que no controlan enteramente, pero que tampoco son exteriores a sus producciones. No existe exterioridad para la experiencia humana. Tal vez no seamos responsable de todo, pero somos responsables de mucho. Pero singularmente, por el momento no conocemos, en lenguaje cierto, otros responsables. Los indicados, con lenguaje incierto, llevan nombres como Darth  Vader, Lex Luthor, Satán o Harry el Aceitoso. Este último era el enemigo del Super Ratón.

   3.- Aunque parezca increíble he intentado acercarme al sentido de la expresión “letras políticas” contenida en el título de esta experiencia. Las letras, o sea una de las formas en que intentamos dar sentido a lo que hacemos, con mayor o menor responsabilidad, como inevitable forma situada de estar-siendo seres humanos quiere decir que las letras son factor ineludible de nuestra economía, nuestra sexualidad y nuestra existencia cotidiana. Siguiendo a Aristóteles, quien pertenece a una época parecida a la mía [fuimos juntos al parvulario, yo fracasé en todas las asignaturas y él fue aprobado con honores. Las maestras lo favorecían porque él hablaba griego de corrido], lo político se constituye en el trabajo (economía), la sexualidad (familiar y no familiar) y la existencia cotidiana. La política, no lo político, que he reseñado antes, como por ejemplo, la llegada del Partido de Acción Ciudadana al Gobierno de la República, la huelga ejercida por los maestros impagos o mal pagados y la pugna de las autoridades de la Universidad de Costa Rica para sostener o aumentar la contribución estatal a sus finanzas sin quedar condicionada a recibir más estudiantes, no serán objeto de esta ya muy aburrida exposición que forma parte, sin conflicto, gracias a ustedes, de la alegría por el 40 aniversario de la Facultad de Letras, de la que somos responsables, según no se ha dicho explícitamente pero que está contenida en la logomaquia pronunciada. ¿O será antilogomaquia? No se preocupen. Es un solo un recurso retórico para confundirlos y hacer creer que entiendo algo de lo que estoy diciendo.

   Letras políticas quiere decir entonces que en esta Facultad nos ocupamos, y a veces nos preocupamos, con su alcance de angustiamos, de manera profesional en el estudio y comunicación de asuntos indispensables para la producción de seres humanos y de humanidad. Producción de seres y de humanidad no son sinónimos. Las letras organizadas impiden reducir la producción de seres humanos a su dimensión biológica. Las letras de esta Facultad buscan, o deberían buscar, hacer de la producción de seres humanos un asunto cultural y ciudadano. Una reflexión, es solo una manera de decir, marginal: existe una pornografía centrada en lugares específicos de las anatomías de los individuos humanos y su ejercicio y también la posibilidad de una pornografía ocupada en rebajar, puede hablarse asimismo de denigrar, avergonzar o estupidizar, la estatura/dimensión civilizatoria de la experiencia social humana, o sea de sus letras. Un ejemplo de esta última pornografía: transitar desde el reconocimiento obvio de que toda producción humana, toda, contiene algún trabajo o esfuerzo, inversión de energía, y transferir esta obviedad, digo, al ideologema de que todo tiene precio, o sea todo ente, una hoja, una mariposa, un estudiante, una bandera, el suspiro grato porque la amada o el amado no ha muerto y retornará, debe llevar un número en la frente para ser transado en un mercado que produzca ganancias a accionistas y acumulación de capital a los empresarios. Este mensaje civilizatoriamente pornográfico lo popularizó en el país un economista de alguna manera icónico en Costa Rica. Fue profesor de la Universidad de Costa Rica, pero no de su Facultad de Letras. Y, desde luego, ni su vida ni su obra pueden ser juzgados por una frase/desliz pornográfico. En todo caso, con lentes o sin lentes, no distingo en la frente de ustedes ningún número que permitiese transarlos por otras mercancías en el mall más próximo.

   Mantengámonos sin ese signo en el espíritu y en la frente.

   Como he traído a cuento un detalle de mal gusto, y marginal,  intentaré repararlo con un recuerdo y un agradecimiento sentidos a quienes nos han representado y favorecido, y muchas veces decidido nuestros pasos, es decir nuestras letras, con sus aciertos y errores, en estos 40 años de la Facultad de Letras. Son sus Decanos. En la tradición occidental, algunos de ellos ya no están con nosotros. Pero en las tradiciones indígenas de esta América solo se muere si la comunidad y su cultura desaparecen, si la tradición se esfuma, si ya no se existe desde raíces o estas raíces no nos interpelan. Para los pueblos profundos de América, si un muerto nos interpela, desde sus obras o porque lo llevamos dentro de nosotros, está vivo. Y, en cambio, un próximo locuaz pero que no nos dice nada que asumido nos potencie para cambiar y mejorar, está muerto. Un parlanchín que no nos acompaña con sus retos, críticas, solidaridades y hasta errores, está muerto. Todos nuestros Decanos viven con  nosotros en esta Facultad y nos transfieren significados, nos interrogan, nos felicitan, premian o cuestionan. Estos Decanos y otras personalidades están vivos. Menciono a los primeros, pero no ignoro ni olvido a los otros. Todos ellos viven en nosotros y con nosotros en la Facultad. En una de sus canciones, que habla de su vida de luchas, y que él representa como un caminar de muchos, Atahualpa Yupanqui, un referente icónico del folklore argentino, sentencia: “Y con nosotros nuestros muertos, pa’ que nadie quede atrás”. En lugar de nadie, él escribe y canta “naide”.

   Estos decanos que caminan con nosotros, en nosotros, para nosotros, y para muchos, son, desde 1974: Víctor Manuel Arroyo, Cristina Brenes Vega, Annette Calvo Shadid, Alexander Jiménez Matarrita, Enrique Margery Peña, Emilia Macaya Trejos, Arnoldo Mora Rodríguez, Roberto Murillo Zamora, Allen Quesada Pacheco, José Alberto Soto Badilla, Virginia Zúñiga Tristán. He seguido con sus nombres un orden alfabético. Sus antecedentes, antes de 1974, están en Jorge Volio Jiménez, Carlos Monge Alfaro y Ernesto José Wender Simon quienes fueron decanos de una primera sección de Filosofía y Letras, creada en 1941.

   Así como he recordado los nombres y personalidades de estos decanos, voy a pedirles a  ustedes, ahí, en sus asientos, hagan para sí mismos el recuerdo de alguna anécdota de ellos, o de cualquier compañero de Facultad, un profesor, una secretaria o secretario, estudiantes, conserjes, que los haya hecho crecer como académicos y personas. Es un tiempo breve de memoria, treinta o cuarenta segundos, para que el espíritu de estas personas gratas nos acompañe en el 40 aniversario de todos.

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   Les agradezco el recuerdo de esta gente querida. Y voy a pedirles que les brindemos a estos recuerdos y a los recordados un aplauso generoso por lo que hicieron por nosotros y por lo que les retribuimos.

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  Muchas gracias en nombre de todos.
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   4.- Aprovechando este momento de trascendencia inmanente (cuando habla alguien del área de Filosofía todos esperamos que farfulle algo que no se entienda del todo) iré a otros asuntos de parecida importancia.

   5.- Primero, retornaré a un episodio mito clásico que se ocupa de los lenguajes. Está en la Biblia, en su Génesis, en el inicio del capítulo 11. Es un texto que interrumpe una algo extendida narración de la genealogía de los auténticamente judíos. Se trata de un mito, no porque en él participe Dios, sino en parte porque adhiere al imaginario de una única lengua en los inicios de la experiencia humana (monogénesis). Esta propuesta tiene adherentes, pero poca información que confirme su hipótesis. El texto trata de la voluntad humana que busca construir una ciudad y, dentro de ella, edificar una torre cuya cúspide llegase hasta el cielo. Así, estos seres humanos, asentados en Sinar, se harían famosos y además capearían los males de un nuevo diluvio. La torre es la que después será llamada Torre de Babel. Pero Dios se entera de este emprendimiento humano, tiene sentimientos negativos hacia él, quizás porque hacen su trabajo creativo sin su consentimiento (“…nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer”, reza el texto) y les hace llegar distintas lenguas “…para que ninguno entienda el habla de su compañero”. Y como ya no se entienden entre sí, no pueden realizar su emprendimiento común y se esparcen sobre la tierra. Se han generado así los pueblos y las naciones y las culturas. Y también las guerras y las servidumbres. Y las irredentas distancias sociales.

   Interesan aquí algunos puntos:


   a) los seres humanos tienen la capacidad de imaginar emprendimientos colectivos desde sí mismos, planificarlos y llevarlos a cabo, aunque en condiciones que ellos no determinan enteramente. Los seres humanos son, o somos, imaginativos, creadores, planificadores y libres. Pero su libertad, que aquí traduciré como autonomía, no es completa. Por ser una libertad situada, o sea que se ejerce en condiciones que no se determinan nunca por completo, puede fracasar;


   b) para fortalecer su libertad y creatividad, y no fracasar, los seres humanos requieren constituir una comunidad o colectivo cuyo lenguaje o letras les permita organizarse internamente, les signifique radical o constitutivamente y les proporcione identidades en las que se sientan cómodos y hábiles. Si ustedes lo prefieren y la hora lo permite, integrados y eróticos. Estamos ante un circuito virtuoso o  una espiral virtuosa. El espacio político-epistémico (es decir el ámbito desde el que es factible discernir humanamente) y el existencial-imaginario (que torna factible el desear y producir horizontes) consiste en un emprendimiento comunitario que genera individuaciones y singularizaciones  posibles y no excluyentes que, bajo ciertas condiciones, no retorna sobre sí como naciones o pueblos e individuos que se reencontrarán en los odios de la guerra, o el resentimiento del despecho y la envidia, ni mediante imperios y  sometimientos, sino en la producción efectiva y tenaz, una y otra vez, de irrenunciables Torres de Babel.

   Imagino el corolario de este fragmento bíblico es obvio: hagamos de la Facultad de Letras, si no lo ha sido, una Torre de Babel. Algunos de nosotros diremos con ironía: ¡Pero si ya lo es! Pero aquí Torre de Babel tiene como contenido un emprendimiento colectivo donde caben los distintos, aunque no los distantes, porque precisamente los emprendimientos colectivos contienen diferenciaciones, pero no jerarquías establecidas de una vez y para siempre, sino relacionamientos (y autoridades) funcionales a la empresa colectiva. Un emprendimiento colectivo supone la articulación amable de muchas diversidades, de muchas desagregaciones superadas si no resultan funcionales al emprendimiento colectivo.

    Pero, si seguimos el texto bíblico, existe una objeción mayor: ¡Dios, o un  presupuesto universitario escaso, se opone! No importa aquí qué determinación sociohistórica represente a Dios. Puede ser el MOPT, la Oficina de Registro o el principio de Departamentalización. El Vicerrector de Docencia. O todos ellos y muchos más juntos. Punzando y atacando en tropel. Enredando y desconcertando.

   Me permito recordar brevemente aquí a otro autor, esta vez no bíblico: Álbert Camus, Alberto Camus. En uno de sus trabajos recuerda el mito de Sísifo: por engañar reiteradamente a los dioses Sísifo, un ser humano, es condenado a subir eternamente una inmensa roca a la cumbre del Chirripó, solo para que esta roca ruede cada vez hasta el pie del macizo. ¡Subirla monte arriba casi cuatro kilómetros y la roca cae! La reparación del puente de la platina por parte del MOPT es parcialmente un equivalente local de este castigo. Camus termina su breve texto con una sentencia: “Hay que imaginar a Sísifo feliz”. El argelino-francés es un autor moderno. Traduzco: “En el espíritu humano, ni los dioses pueden”. Como se advierte, el esfuerzo que parece solitario de Sísifo, es parte de un emprendimiento colectivo: el de producir humanidad desde subjetividades integradas y sólidas que son resultado de emprendimientos colectivos. Sísifo, el bellaco y héroe que intentó avanzar un imaginario que imagina/crea condiciones para una inmortalidad de la especie humana, no está solo. Nos habla e invita a subir nuestras montañas una y otra vez. Nadie lo hará por nosotros. Si no desfallecemos, nuestro esfuerzo hablará a quien quiera escuchar. Si subimos nuestras montañas e invitamos a otros a hacer lo mismo con las suyas, seremos inmortales.

    Resumo lo que nos deja el mito de Sísifo. Con la producción integrada o articulada de la Facultad de Letras, ¡ni los dioses pueden! Es un grito de batalla. Pero nos proviene de la historia de esta Facultad que está inscrita en la más amplia búsqueda de una producción de humanidad. Así como la felicidad de Sísifo proviene también de su historia y de su sentido/identidad de pertenencia a un emprendimiento mayor.

   6.- Ya termino. Menos pronto de lo que ustedes desearían, pero ya. Esta vez me remito a la letra de una canción del argentino Horacio Guarany. La canción tiene como título: “Si se calla el cantor”. Tal vez no la conozcan. Por respeto a su autor, cito su letra completa: “Si se calla el cantor calla la vida, porque la vida misma es todo un canto, si se calla el cantor, muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría. Si se calla el cantor se quedan solos los humildes gorriones de los diarios, los obreros del puerto se persignan, quién habrá de luchar por su salario.// Qué ha de ser de la vida si el que canta no levanta su voz en las tribunas por el que sufre, por el que no hay ninguna razón que lo condene a andar sin manta//. Si se calla el cantor muere la rosa, de qué sirve la rosa sin el canto. Debe el canto ser luz sobre los campos iluminando siempre a los de abajo. Que no calle el cantor porque el silencio cobarde apaña la maldad que oprime, no saben los cantores de agachadas, no callarán jamás de frente al crimen.// 'Que se levanten todas las banderas cuando el cantor se plante con su grito que mil guitarras desangren en la noche una inmortal canción al infinito'.// Si se calla el cantor… calla la vida.”.

    Este texto, que es un texto exitoso en su campo, puede sentirse/leerse como una desviación que puede afectar  a las letras, aquí representadas por la figura/acción y función del cantor. Selecciono algunos de los versos quitándoles su magia lírica:

   a) según la canción, callado el cantor, los obreros del puerto deberán encomendarse a alguna referencia sobrenatural, o a algún rito supersticioso  (persignarse), porque ya nadie luchará por su salario; en esta versión, la de Guarany, se ha trastrocado lo que aquí se ha llamado lugar epistémico-político de las letras: porque existen socialmente asalariados, mejor o peor pagados, es que canta el cantor, y su canto retorna al espacio que lo gestó y se inscribe en él y en el ánimo (subjetividad) de los asalariados para darle un nuevo aire y rostro y brazos a su lucha por mejores o enteramente distintas condiciones de existencia. Pero no luchan porque el cantor canta, ni saben de su lucha porque él la cuente y acompañe. Más aún, organización y lucha obrera mismas son tipos de canto, lenguajes, una manera de sentir/hablar, discernir y significar, aunque ella no vaya expresada con guitarra y rima.

   Esta observación critica el lugar común, de mala forma socializado, de pretender ser “la voz de quienes no tiene voz”. La letra de quienes no tienen letras. Todos los seres humanos, socialmente situados, poseen voz, hablan. Manejan letras. Este “todos” los seres humanos se ha dicho aquí incluye a los muertos. Los muertos construyen con nosotros. Lo que puede ocurrir es que en relación con algunas voces  y letras quienes debían escuchar carecen social y culturalmente de oídos. Una anciana pordiosera muda y casi paralítica en sus oscuras y raídas ropas grita sus letras en la calle.

   b) Otro par de líneas del texto confirman el trastrocamiento que conduce a una soberbia del cantor, es decir de las letras: “Si se calla el cantor muere la rosa, de qué sirve la rosa sin el canto. Debe el canto ser luz sobre los campos iluminando siempre a los de abajo”. ¿De qué sirve la rosa sin el canto? Ya se dijo que la rosa misma es un canto, aunque nadie escuche. Pero la soberbia resulta más patente, en la línea siguiente: el canto ha de ser luz que ilumine a los de abajo. Por qué la luz habría de venir “de arriba”, y no del sur, o del oeste, o del este (¡del Norte no, por favor!) o más satánicamente “desde abajo” (Lucifer es inicialmente un ángel portador de luz), o, con más propiedad, desde ‘los de abajo’ mismos. Ellos, los de abajo, producen su propia calidad de luz y desde esta iluminación, que puede ser penumbra, canta el cantor. Los de abajo iluminan al cantor y éste iluminado o apenumbrado, canta.

   Lo que aquí se critica, y debería cuestionarnos, es que, en ocasiones, las letras se independizan de sus condiciones socio-culturales de producción, crean, o creen crear, un reino aparte, autónomo, y desde allí “iluminan” o estiman hacerlo. Pero la luz de las letras no es ni mero reflejo ni tampoco fulgor autónomo, desde sí mismas. Brilla y refulge esta luz porque se nutre de espacios que le comunican su luminosidad y energía, que las letras asumen y recrean, reconfiguran y retornan.

   Horacio Guarany lo sabe porque en el inicio de su canción su letra señala: “… la vida misma es todo un canto”. La vida, y con ella, la rosa, y con ella, ‘los de abajo’ son cantos, letras que significan. El problema es que, atrapado por su verbo entusiasta o por su guitarra o sus condiciones sociales, el autor olvida lo que ha dicho. Y reclama, unas líneas más tarde, que sin canto, es decir sin letras, no existe ni vida, ni rosa, ni esperanza de los de abajo, ni gorriones vulnerables porque no se les permite construir sus vidas, sus hábitats. Han sido socialmente producidos como gorriones mudos y vulnerables. Cierto. Pero cantan. Significan.

  7.- Tres textos, tres comunicaciones en este 40 aniversario de la Facultad de Letras: los emprendimientos comunes entre diversos constituyen el lugar epistémico/cultural de los discursos que significan para las identidades de quienes los producen. Contra estos discursos y la espiritualidad que los sostiene, desea Álbert Camus, ni los dioses pueden.

   Y Horacio Guarany, aunque vacila y se extravía, confirma: el canto, estas letras entonadas, nace desde los articulados aunque conflictivos esfuerzos humanos mismos. El canto no los crea, aunque pueda acompañarlos con su luz. Es la sinergia de estos esfuerzos y pugnas entre diversos lo que ilumina la existencia. La sinergia constituye la luz y la alegría. Las letras a las que concurren muchos, constituyen nuestra vida. La que podemos ofrecer a otros, incluso muertos.

    Nada, sospecho, que ustedes no hayan intuido y creído y conocido siempre. Que desde estos 40 años reforcemos el proyecto que nos configura como emprendimiento colectivo en el que unos y otros obtenemos nuestra energía de todos. Y que no nos ciegue la soberbia de la especificidad de las disciplinas que construyen muros y mundos paralelos y aislados, o el departamentalismo, o el culto al saber ralo, por elitario, que ignora sus complejas y conflictivas raíces sociales y, extraviando el espíritu de todos, se aleja de la aspiración a la universalidad que contiene la experiencia humana.

   Nada que ustedes no supieran desde siempre. Por eso los invito a darnos un aplauso desde nuestras letras que son letras de todos y también de cada uno y oferta de crecimiento humano universal, o sea para todos. Que los 40 años de existencia sean energía para nosotros y luminosidad gestada entre todos los costarricenses y para todos los pueblos del mundo. El himno de Costa Rica dice en su última línea, casi en el sitio donde mi profesor de Lógica indicaba debía ponerse el punto final: vivan siempre el trabajo y la paz. Trabajo, paz, sabiduría y contentura solo resultan factibles desde emprendimientos colectivos. Expresan el deseo de ser admirados por constituir universales Torres de Babel, rutas de sísifos. Si alguno de ustedes ha soportado esta tortura se dirá: ¿y qué pasó con el “largo aliento” de la segunda parte del título? Ese largo aliento estuvo con nosotros desde un inicio, hace 40 o más años. El largo aliento refiere el interminable esfuerzo humano por producir cultura. O sea, hábitat desde el que los seres humanos pueden reconocerse y acompañarse. Y también soñar.

   Un aplauso pues para nosotros y nuestros trabajos y empeños, con sus aciertos y errores, y para todos quienes hacen parte de nuestros sueños. Están invitados, sin soberbia ni vanidad, sino con justicia, esperanza y tesón, a condensar estos 40 años de encuentros y diálogos, con un prolongado y sentido aplauso.
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