Taller Regional interno,
Ayuda Popular Noruega,
Quito, enero 2014.
A.- La metodología como camino de los sectores populares
1.- Lo de esta mañana es una discusión distinta a la sostenida en las jornadas anteriores. Se ocupa de metodología para llevar a otros espacios sociales lo que en estos talleres se conversa y trabaja. Voy a entender “metodología” como el camino que conduce a alguna parte, a una parte a la que queremos llegar. Este camino contiene una peculiaridad. No está hecho, sino hay que hacerlo entre todos los que queremos arribar a esa meta. La metodología pasa por un emprendimiento colectivo. Si se lo ve así, entonces la actitud que nutre y acompaña el paso en el camino resulta fundamental. Luego, voy a referirme a algunos factores de esa actitud, que es una actitud hacia los sectores populares y también una actitud que los sectores populares deben construir por sí mismos. Debemos construirla en nosotros mismos, en cuanto programadores, animadores e interlocutores de actividades populares, y los sectores populares deben dársela a sí mismos. Esto como parte de una ruta/proceso que se hace entre todos, que posee un sentido que compartimos mejor o peor (significa que contiene discusiones y diferencias, también coincidencias) y que lleva a alguna parte que nos parece buena para todos, tal vez no excelente para todos, pero sí suficientemente buena para todos. El punto implica que en el inicio del camino, en la actitud de querer caminar por donde usualmente no se camina, no nos sentimos a gusto. Si nos sintiéramos en ese punto a gusto, caminaríamos por donde todos caminan. Esos caminos ya están hechos y conducen sin falta a lugares donde los sectores populares no estarán a gusto. Son los senderos de los sectores dominantes.
2.- De lo anterior queda claro que “metodología” se entiende esta mañana solo en relación con sectores populares, cómo compartir con ellos estos asuntos de geopolítica. No se trata de “bajar” estas discusiones a ellos, sino de hacer que para ellos las cuestiones geopolíticas formen parte de su desayuno: que incorporen las relaciones locales e internacionales de poder, y sus vínculos, como parte de su subjetividad permanente y que por ello no sientan extraño (o una carga) iniciar acciones y emprendimientos o proyectos y propuestas que contengan lo geopolítico. También debería haber quedado claro que tan importante como ir haciendo el camino es la actitud que se tiene para caminar. Esta presentación inicial se ocupa entonces primero de la actitud y después de algunos formatos y contenidos. Los contenidos sin actitud solo pueden alcanzar éxito efectivo por azar. Y no resulta conveniente tener éxito por azar. En especial para los sectores populares, campesinos e indígenas, por ejemplo, porque a la siguiente movida pueden terminar aplastados.
2.1.- Si lo anterior conduce a alguno a imaginar que entiendo este espacio como un espacio de lucha popular, pues así es. Como todas las cosas humanas, la lucha popular es asunto complejo y este taller y nuestras reuniones en él pueden o no tener contenido popular. Ese contenido no resulta de nuestras intenciones, aunque ellas influyen, sino de la actitud con que hacemos del taller un emprendimiento colectivo popular.
3.- Sectores populares son todos y cualquier grupo social que sufre asimetrías (dominaciones) sistémicas en nuestras sociedades. Son populares, en este sentido, las mujeres porque sufren la dominación patriarcal o machista. Esto ocurre objetivamente y por el momento no resulta importante si un sector de estas mujeres, o todas ellas, se acomodan a esta dominación. O sea, que no la experimenten como sometimiento. Otro sector popular son los pequeños campesinos. Desde luego, las minorías o mayorías indígenas, rurales o urbanas. El más clásico, los trabajadores asalariados (productivos y no productivos, los “clásicos” son los primeros) también conforman un sector popular. Los ciudadanos, o grupos de ellos, bajo ciertas condiciones, pueden ser considerados un sector popular. Cuando se es objeto de dominaciones sistémicas, se es objetivamente un sector popular. Llamo a estos sectores, pueblo social. Es un concepto o categoría porque ya hemos visto que en la práctica se configura mediante grupos que sufren diversas asimetrías. E incluso varias: una obrera rural indígena y católica, por ejemplo. En la existencia de esta indígena concurren varias dominaciones/sometimientos. Todas ellas son sistémicas, o sea necesarias para la reproducción del sistema social, aunque se expresen situacionalmente.
3.1.- Cuando un sector social popular se organiza para luchar políticamente contra la o las dominaciones que sufre y resiente hablamos de pueblo político. Sintetizándolo en un lema de Lalive d’Epinay: “Pueblo es quien no es dueño de su vida… y lo sabe”. La lucha política popular se expresa mediante explosiones sociales, movilizaciones sociales y movimientos sociales. También puede expresarse a través de las propuestas y acciones de instancias organizativas como mesas de trabajo, sindicatos, partidos políticos, organizaciones político-militares, frentes sociales, etcétera.
3.2.- La lucha politica de un sector popular puede expresarse en lo político (economía, familia, sexualidad, existencia cotidiana) constituyente o en la política (escenarios constituidos por actores que se activan en relación con el eje estatal o político-cultural). Lo político y la política no constituyen ámbitos estancos o separados de la existencia social. Esta separación y autonomía es propia del marco categorial e imaginario burgués moderno, forma parte de sus recursos para dominar, y no favorece/potencia las luchas populares de emancipación.
3.3.- El imaginario ideológico moderno burgués que independiza el ámbito político (ligándolo al Bien Común o al bienestar de la mayoría) del campo económico-social (donde imperan los intereses individuales legales, y su expresión ‘racional’) adquiere en las sociedades latinoamericanas una especificidad propia. Consiste en una tendencia a la autonomización absoluta del ámbito político respecto del conjunto conflictivo de intereses y necesidades de su base social-civil. El espacio político así adulterado se inclina a ignorar y sobredeterminar estos intereses y necesidades sociales y a beneficiar a los actores políticos ‘oficiales’ y otros sectores mediados por la norma del “hoy por mí, mañana por ti” combinada con la tesis de la ley de Herodes: “Si no te jodo, me jodes”. El proceso redetermina el ámbito político como espacio patrimonial y clientelar y obliga a los sectores sociales que no forman parte de él a instalarse en él como grupos de presión transformables en “clientelas”. Esta peculiaridad del ámbito político latinoamericano está en la base de los procesos de corrupción política (entendida como pérdida de funcionalidad que se abre a desafíos de gobernabilidad y hacia crisis de ingobernabilidad), corrupción que se extiende con facilidad al espacio delincuencial de la venalidad política (enriquecimiento ilícito privado y público ligado al ejercicio de responsabilidades gubernamentales o estatales). Obviamente los caracteres de estos procesos no favorecen intereses populares.
4.- Imaginaré, por razones de tiempo y espacio, el encuentro conscientemente programado más elemental entre individuos que provienen de sectores populares. Por el momento no me ocupo de su historia personal. Los ubico como arribados a un espacio común. Este espacio más elemental es un ámbito de reunión y reconocimiento. Llegan mujeres y varones, adultos y jóvenes, urbanos y rurales. Responden a una citatoria amplia. Algunos tienen experiencias de lucha, variada: mucha, incipiente, otros escasa o puntual. Unos representan frentes y sectores organizados, otros vienen de organizaciones embrionarias, alguno carece de asentamiento orgánico. El último no es menos que los otros. Solo que carece de respaldo organizado. Son muchos y variados los senderos que conducen a este inicio de camino. Como quien anima (o desanima) el encuentro solo tiene alguna noticia de estos senderos recorridos (no la verdad, nunca la verdad sobre ellos), y él mismo porta su propio recorrido, que los otros conocen o desconocen de alguna manera, su primera tarea consiste en saludarlos con alegría a todos, en felicitarlos por hacerse presentes, en escuchar las dificultades que enfrentaron para llegar. Este intercambio personal e individualizado, y a la vez público, es su manera de pasar lista. Es bueno enfatizar un verbo de los utilizados en la anterior descripción: escuchar. Resulta conveniente para los sectores e individuos populares aprender a escuchar.
De acuerdo a horario (no se tiene todo el tiempo del mundo), o aproximado, se comienza con un espacio para subgrupos: 3 ó 5. Nadie presenta a nadie en esos grupos pequeños. Cada uno se presenta a sí mismo como lo tenga a bien. En el subgrupo se admiten preguntas. Las preguntas ponen de manifiesto interés por informarse y llegar a conocer y no deben reprimirse en beneficio del uso del tiempo. Quienes han llegado y conforman el grupo son dueños del tiempo. Ellos, en especial al inicio, resuelven el ritmo del espacio de encuentro y reconocimiento. Más adelante, puede conversarse.
¿Cuándo es más adelante? Se imaginó un fin de semana. Ingreso sábado después de mediodía. Salida domingo al acercarse la tarde-noche. A las 17. 30 horas, digamos. Dos jornadas de trabajo el sábado. Duermen en el lugar. Dos o tres actividades el domingo. Se alimentan en el mismo sitio. Si es factible, se reúnen a la semana siguiente en un lugar semejante o el mismo, pero esta vez el taller conducirá a algunas tareas o propuestas. En este primer taller, la idea es reconocerse y acompañarse.
4.1.- En un taller de encuentro [cada uno en él es individuo y también señal de un sector social popular] y reconocimiento [existen otras personas con sus luchas populares y se materializan en estas gentes que comparten aquí conmigo; ellas me respetan y yo las respeto] no existe una autoridad fijada. La autoridad es funcional y fluida. Pasa de uno a otro o de unos a otros. Ojalá todos en algún momento indiquen, señalen, determinen, resuelvan. Durante el segundo día ha de quedar claro que la autoridad reside en el colectivo. El taller consiste en una experiencia/vivencia de un emprendimiento colectivo. Este emprendimiento colectivo popular se afirma en el reconocimiento y respeto de cada uno hacia todos y de todos hacia cada uno. Por supuesto, irá adquiriendo en el camino nuevos caracteres.
4.2.- Si existen espacios populares de encuentro y reconocimiento, existirán también otros tipos de espacio popular. Siempre mantendrán el carácter de los espacios de encuentro y reconocimiento, enfatizo el respeto, pero construirán desde ellos en relación con otros fines. Se trata de talleres de organización, por ejemplo. La configuración de un frente vecinal o de una mesa de trabajo sobre algún tema de significación ciudadana y poblacional: la dificultad para conseguir agua. O la inexistencia de zonas verdes para las familias y sus niños. También talleres de programación y proyección. Cómo y con quiénes dar una determinada lucha. Cómo publicitarla. Qué hacer para acarrear adhesiones. Qué papel (qué aportarán, cuál será su peso en la articulación de tareas, etcétera) jugarán los distintos grupos en las acciones. Cómo se avaluará el proceso. También hay talleres diversos de rendición de cuentas y de evaluación. Y talleres de formación teórica, a los cuales se llega con alguna lectura previa realizada. Como una variedad de ellos, talleres de consolidación de fuerzas sociales o de cómo avanzar en la conformación de un bloque social y político popular. El ethos (espiritualidad, sensibilidad) de reconocimiento y acompañamiento se mantendrá en todos estos talleres. Estas actividades se llaman talleres porque al final de ellas se ha construido un producto que puede ser material, un afiche, por ejemplo, conceptual o cultural. Un producto que se puede utilizar. Que los talleres funcionen con un ethos penetrado de reconocimiento, acompañamiento y respeto no elimina de ellos el debate y la disputa que se inscriben en el deseo de un emprendimiento colectivo popular.
4.3.- La manera más sencilla de introducir a la noción de “respeto” que hace parte de la sensibilidad (ethos) de los talleres populares se logra vinculándola con atención, consideración y deferencia. Vale inicialmente para quienes organizan y dinamizan o conducen el espacio. Atención hace referencia a distinguir las diferencias entre los participantes y no juzgarlas sino en relación con la marcha positiva del taller. Consideración a aceptar los modos en que se expresan estas diferencias. Algunos hablan más que otros. Alguien no habla del todo. Alguno, como norma, interrumpe a los otros. Una dirigente se extiende en exceso en lo que pareciera ser un asunto sencillo. Nadie debe ser inicialmente censurado por expresarse como le sale. Una exposición extendida y que al animador (y quizás a otros participantes) le suena/resulta superflua es producto de toda una compleja existencia social y, al mismo tiempo, punto de partida, para ese individuo, del proceso de taller. Por supuesto algunas técnicas elementales y no represivas pueden alivianar disfuncionalidades evidentes (aunque se debe pensarlas con cuidado). El silencio ha de ser respetado. Es una forma popular social y humana de comunicación. La deferencia introduce de lleno a la actitud de estar con semejantes, no con iguales, que reciben un mismo trato. No existen en el taller popular obispos o autoridades de nacimiento o legisladas antes de actuar. Cada quien va generando sus roles y adquiriendo formas funcionales de autoridad en el seno del proceso de emprendimiento colectivo. El animador es un coordinador de la experiencia de taller, no una autoridad inapelable o permanente. La mayor parte de las decisiones en la experiencia de taller son consultadas al colectivo. Gana la mayoría, excepto que una minoría se oponga con fiereza. Si es así, entonces debe encontrarse una manera consociativa (reconciliadora) de salir del desafío. Normalmente, reposicionando/replanteando la discusión.
4.4.- Los participantes de un taller popular no llegan a él social ni políticamente vírgenes. Traen con ellos los marcos categoriales e imaginarios de la sociedad dominante, aunque también, consciente o inconscientemente, objetados/resistidos o combatidos por sus experiencias existenciales o sociohistóricas. Como normalmente han ocupado lugares sociales donde son relegados y tratados como objetos y como la escenografía del taller también contiene (o genera) espacios (lugares) de poder, conviene que esos espacios materiales y simbólicos (cerca de la pizarra, en el medio de la sala, de pie dirigiéndose al grupo, haciendo uso de un micrófono, etcétera), o la capacidad de resolver el momento de terminar o de salir de la sala para un descanso, sean ocupados o protagonizados por la mayoría o muchos y diversos (como representantes de mesas de trabajo, por ejemplo). Para efectos de la dinámica práctica del taller y de la asunción de actitudes en el trabajo popular, el punto no resulta secundario ni soslayable.
B.- Metodología: organización de los contenidos básicos
1.- El contenido inicial de cualquier taller popular es una o varias experiencias de existencia de quienes participan en él. Como ejemplos, se mencionan seis: a) el incumplimiento del salario mínimo a un trabajador; b) la dominación machista en la relación de pareja o familiar; c) la dificultad o imposibilidad para acceder a créditos para las mujeres emprendedoras, rurales o urbanas; d) el conservadurismo de inspiración religiosa y su alcance para la lucha social popular; e) la represión tras un golpe de Estado; f) la emigración forzada por razones económicas. Un séptimo podría ser: el carácter existencial del poder geopolítico.
1.1.- Las experiencias de existencia constituyen un hecho social. Todo hecho social puede ser visto/apreciado en su particularidad (en cuanto hecho), y como señal de un sistema o subsistema social que produce este ‘hecho’. La experiencia de existencia encuentra su concreción por el vínculo que se establece entre su particularidad inevitable (es ese hecho vivido y no otro semejante) y su carácter de señal sistémica. ‘Concreción’ hace referencia a su mejor determinación, lo que hace factible comprender con mayor propiedad su carácter.
1.2.- Las experiencias de existencia se dan, asimismo, en procesos, o como parte y factores de procesos. Estos procesos pueden o ser situacionales o puntuales y relativamente azarosos, o sistémicos o estructurales, o sea necesarios. Por ejemplo tomar café o no tomarlo al desayuno y en cierto horario es una experiencia puntual. Pero tomar un alimento en el inicio del día puede formar parte de un comportamiento cultural (interiorización de patrones de conducta como necesarios). En el último caso, quien “se pierde” el desayuno se siente extraño. Almorzar no le quitará esa “extrañeza”. Resentir una ‘ausencia de comida en el inicio del día’ apunta hacia una señal sistémica. Las señales sistémicas pueden ‘existir’ debido tanto a su presencia (se toman alimentos con regularidad) como a su ausencia (no se los toma).
2.- Para efectos prácticos, el avance e inserción metodológicos metodológico se inicia siempre con la discusión del hecho social que presenta alguno de los participantes o alguno de los subgrupos o mesas de trabajo: el no pago del salario mínimo, por ejemplo, en su sector laboral. Su elección se sigue de la temática básica propuesta por el título del taller, pero no es obligatorio. En la escogencia pueden influir otros aspectos. Siempre resulta factible, en un análisis sistémico, acercarse a núcleos sociales básicos. Del ‘hecho’ seleccionado se destacan sus caracteres existenciales (su significación para el modo de vida de los afectados). Si se eligió el no pago del salario mínimo de ley, se lo ubica en el marco de una economía que se mueve pagando salarios a trabajadores que venden su fuerza de trabajo. Se trata de una economía capitalista. El salario puede ser visto en esta economía desde varios puntos de vista: se destaca aquí tres: su componente jurídico (contrato, legislación, sanción), su componente económico-social (sobredeterminación de la acumulación de capital sobre el salario), su componente socio-existencial (su monto en relación con las necesidades de vida digna del trabajador). Cada uno de estos factores puede (y debe ser asociado) con el sistema o subsistema de la formación social en la que se inscribe la relación salarial:
a) el componente jurídico con el subsistema jurídico legal e institucional (Estado) de la sociedad y con sus transformaciones en esta fase de la globalización actual y cómo el trabajador se mira a sí mismo mediado por este subsistema jurídico: se ve (falsamente) como ciudadano con derechos e igual a todo otro ciudadano;
b) el componente económico remite al sistema de lucha de clases (siempre violenta, pero no siempre armada, en su sentido militar) en el orden/violencia capitalista; igualmente puede determinarse la relación salarial en un frente económico (la construcción, por ejemplo, o el salario en los call-center) de una sociedad centroamericana en el marco de esta fase actual de mundialización;
c) la relación salarial determina asimismo maneras de estar en un mundo que es muchos mundos (y contiene por tanto muchos órdenes/violencias). Digamos, esquematizando, los mundos de quienes pagan salarios y los mundos de quienes reciben salarios. Entre ellos puede existir un abismo social-existencial. A primera vista podrían considerarse mundos paralelos. Sin embargo están conectados. También entre los estratos internos de estos mundos altamente diferenciados se dan distancias. Los mundos de quienes reciben salarios para poder adquirir lo que requieren para satisfacer sus necesidades (alquiler de vivienda, escuela para los hijos, ropa, comida, etcétera) son variados y pueden contener conflictos: existen asalariados rurales y asalariados urbanos; asalariados en frentes económicos deprimidos y asalariados en frentes económicos dinámicos; asalariados en frentes económicos estratégicos (trabajadores de los distintos tipos de puertos, por ejemplo) y asalariados en frentes económicos no estratégicos (vendedores de mostrador en negocios o cocineros de un Burger King). Los diversos tipos de asalariados se siguen del monto y carácter de sus salarios y de la función que desempeñan en el sistema económico-político. Existen asalariados estables o relativamente estables (cierto tipo de empleados públicos, por ejemplo) y asalariados no estables, contratados para tareas o proyectos, por ejemplo. También asalariados mujeres y asalariados varones. Asalariados sindicalizados y asalariados no sindicalizados. Asalariados con alto poder adquisitivo y asalariados con poder adquisitivo carencial. Asalariados rurales y asalariados urbanos. De esta variedad aquí apenas bosquejada se sigue que la articulación de los trabajadores asalariados como fuerza social no es espontánea o ‘natural’, sino que se sigue de un trabajo político constante (los talleres populares son una expresión de él) que debe tomar en cuenta éstas y otras diferencias.
3.- La ubicación político-cultural de los ‘hechos sociales’ y de los procesos en los que se inscriben, desde el punto de vista popular, ha de asumirse, al menos, desde dos referentes de totalidad:
3.1.- Las sociedades modernas se constituyen y reproducen mediante lógicas de dominación sistémicas que se ubican/expresan en lo político: economía, familia-sexualidad, existencia cotidiana, y en la política (actores que se mueven en escenarios cuyo eje de referencia es el Estado). La economía genera dominaciones y dependencias que se derivan en último término de las formas de propiedad y apropiación y de la circulación mercantil y que se interiorizan finalmente mediante su sanción legal y su imposición/asimilamiento cultural. Estas dominaciones y dependencias son objetivas y subjetivas. El salario es una señal del dominio del capital, pero produce también las espiritualidades muy diversas del asalariado y del concededor de salarios. Por lo tanto la economía (propiedad privada, mercado, trabajadores, etcétera) genera asimismo una cultura que facilita la reproducción del orden/violencia contenida en esa economía política vía la interiorización de ella como único orden posible o, incluso, su naturalización religiosa (Dios ha querido que las cosas sean así: pobres y explotados habrá siempre). La familia, una institución económico-libidinal, está configurada mayoritariamente por la dominación patriarcal o machista. Las personificaciones de esta lógica de poder son el padre y la madre, esta última en cuanto autoridad delegada del poder en el hogar (madre todoterreno, jefa de hogar). El delegador de poder es el macho alfa (el padre, pero puede ser también un hijo u otro varón). El poder patriarcal se ejerce contra las mujeres, los niños y jóvenes y los ancianos. Se expresa en el seno familiar y en la sociedad moderna en general como sobrerrepresión libidinal con fijación genital. La fijación genital concentra y reduce el sentido de la sexualidad y de la energía libidinal en pene, vulva y vagina con sobredeterminación del primero. Esta reducción/fijación material suele complementarse en las sociedades latinoamericanas con un discurso que se dice religioso que determina el ejercicio de la sexualidad como sano y debido solo dentro del matrimonio y orientado a la producción de bebés y su crianza posterior. Queda negado/prohibido por estos posicionamientos y las valoraciones que contienen la sexualidad genital orientada a la integración personal vía el trato amoroso/erótico con otros (o lo otro) y la libido como energía creadora de nuevos espacios y mundos. A las dependencias y sujeciones derivadas de la economía se le articulan las dependencias/sumisiones derivadas de esta sobrerrepresión libidinal que fija cárceles para machos y hembras. La sociedad en su conjunto es enteramente atravesada por una lógica de imperio en la economía (contra la acumulación nada ni nadie) tramada con una lógica de restrictivo imperio en el imaginario mundo del deseo: transformación de la energía libidinal y de una sensibilidad erótica y empática en el uso calculado o ‘espontáneo’ de una genitalidad biológico-mecánica resuelta por la producción de niños (deseados o no deseados) asociada con sentimientos que combinan responsabilidad, culpa, vergüenza, ocultamiento e instrumentalización. Estas dos lógicas de imperio, la centrada en una economía que enajena y explota y la que disciplina una libido culpable por ‘pecadora’, se plasman en instituciones e institucionalizaciones. Institucionalizadas, nutren la existencia cotidiana (la del habla, la existencia en los lugares públicos pero también el cara a cara de las familias, la escuela, etcétera) como “normalidad”. El orden-violencia de esta normalidad explotadora y sobrerrepresora tiende a naturalizarse como un efecto derivado del carácter saturador o totalitario de la forma mercancía y de los sentimientos culturales, en particular los de inspiración religiosa y los derivados del mundo ‘del espectáculo’. Las formas subjetivas de la dominación se siguen de sus formas objetivas y se materializan como marcos categoriales e imaginarios de la sociedad. Estas decantaciones en la subjetividad individual retornan sobre las determinaciones objetivas, se reconocen en ellas y confirman la necesidad subjetiva (radicada en los individuos) de reproducir la dominaciones. La articulación de estas lógicas de dominación, y su expresión en la existencia cotidiana, bajo las formas/contenidos de un marco categorial e imaginario de la organización social, constituyen un referente de totalidad imprescindible para el análisis/comprensión popular de un ‘hecho’ social.
3.2.- El segundo, en este orden de exposición, referente de totalidad es el siguiente. La ubicación político-cultural de los ‘hechos sociales’ ha de hacerse, en términos conceptuales, en cuatro planos que configuran una totalidad metodológica: i) el modo de producción (propiedad, apropiación y conflicto, por ejemplo); ii) la estructura social (clases, capas, sectores, categorías sociales, ubicación y vínculo, inserción internacional, por ejemplo, historización interna o subjetiva del modo de producción); iii) la situación social (es un mapa semejante al anterior pero sociohistorizado, o sea comprende cantidad y calidad de las poblaciones, geografía, historia de los asentamientos humanos, religiosidades específicas, historia de luchas, etcétera), y iv) la coyuntura social (cuál es mi posición de fuerza/debilidad política actual en el mapa situacional). El análisis de coyuntura no consiste en un recuento de hechos periodísticos, sino en una determinación apropiada y actual del sistema de fuerzas en el que se inscriben las factibilidades de acción de un actor popular: utilizar escenarios tradicionales de la política o crear otros, por ejemplo. Modo de producción, estructura social, situación social y coyuntura son denominaciones conceptuales para cuatro planos de la realidad social y están conectados. Se pueden recorrer desde el plano más abstracto (modo de producción) al más situado (coyuntura) o desde el más situado sociohistóricamente al más abstracto desde el punto de vista analítico. El análisis de modo de producción es más abstracto porque fija determinaciones conceptuales básicas. El análisis de coyuntura es el más situado, o sea más sociohistórico, porque fija las determinaciones (sociohistóricas y políticas) más singulares de los actores políticos y sus capacidades efectivas y virtuales de acción incidente. Una referencia puede ilustrar el alcance de esta temática: la clase obrera es un factor o referente del modo de producción. El movimiento social obrero, con sus formas de organización socio-históricas, existe en situación y coyuntura social. Son conceptos articulados pero que se instalan en distintos planos de la realidad. No pueden utilizarse como sinónimos.
3.3.- Las dos referencias de totalidad metodológica resultan así: el sistema de lógicas (imperios) de dominación, siendo el más importante el tramado por la economía política y la economía libidinal de una sociedad, y la formación social concreta que articula planos de existencia social, desde el más conceptual ‘modo de producción’ al más sociohistorizado signado como ‘coyuntura social’.
4.- Un hecho social, como el golpe de Estado en Honduras en el 2009, contiene determinaciones del modo capitalista de producción, en una economía cuasi señorial y subordinada a la acumulación global, que determina y da carácter a la estructura social hondureña (sectores dominantes y sus divisiones y articulaciones; sectores dominados, sus separaciones y articulaciones, lógicas dominantes [económico-político-culturales; socio-político-culturales; religioso-políticas; libidinales], estructura en la que se insertan procesos sociales locales-nacionales e internacionales. Esa totalidad compleja de determinaciones configura marcos estructurados de fuerza/debilidad relativas en las que se expresan actores políticos (la presidencia depuesta, las fuerzas armadas, miembros de instituciones estatales, aparatos clericales, resistencia popular, etcétera) en escenarios (ruptura o continuidad institucional, por ejemplo) en los que pueden o no incidir esos actores (o sea entregarles carácter) bajo las formas básicas de orden/desorden objetivo y subjetivo y, en cuanto proyectos y programas estratégicos, como dominación/liberación. En esa totalidad compleja están insertos, como resultado de sus procesos, los sectores populares con sus fuerzas (organización y articulación, por ejemplo) y debilidades sistémicas (interiorización de las dominaciones objetivas [flujo mercantil, economía de deseos, por ejemplo] y subjetivas [religiosidades naturalizantes, por ejemplo, deslumbramiento/anonadamiento ante la fuerza y vistosidad del imperio] y objetivas (desagregación geográfica, miseria extrema, por ejemplo), y situacionales. Lo geopolítico (la embajada de EUA, por decirlo de un modo brusco, la Sociedad Interamericana de Prensa, la OEA y el fantasma del ALBA) se inserta en este marco complejo. Lo geopolítico se entiende aquí cómo el contenido y forma de las relaciones de poder (económico-militar-cultural) internacionales en la existencia local-nacional hondureña. Estas relaciones se abren a dos espacios básicos: instituciones y prácticas que expresan lógicas sistémicas orientadas a la reproducción y ampliación de las relaciones de dominación existentes, e instituciones y prácticas con mayor o menor conciencia antisistémica orientadas a la cancelación y superación de esas prácticas vía la resistencia organizada y las propuestas/programas de emancipación/liberación populares.
4.1.- El golpe de Estado en Honduras (2009) puede ser ubicado en un marco nacional e internacional. En lo internacional, Honduras se ubica en América Central y toda esta área centroamericana forma parte de una frontera estratégica (y zona de seguridad) de la actualmente única superpotencia militar mundial (EUA) y también una de las principales economías activadores del flujo mercantil (incluye el dinero) global. Por hacer una referencia, esta realidad geopolítica hace que el área centroamericana, sus gobiernos, no solidarice directamente con las fuerzas que se oponen al golpe, sino que, en el mejor de los casos, busque la mediación de la OEA y que esta última organización compruebe su debilidad para hacer cumplir su Carta Democrática Interamericana. Sin el apoyo de EUA y Canadá (que se extiende al FMI y al Banco Mundial, por ejemplo) la OEA no puede aislar prolongadamente ni castigar a los golpistas hondureños. Aunque objetivamente no es así, el alcance de la ruptura institucional hondureña deberán resolverlo sus “fuerzas internas”. La opinión pública mundial saludará como legítima esta resolución. Como se advierte, el golpe de Estado en Honduras es transformado, en y por el marco de fuerzas/debilidades enfrentadas, en un espectáculo internacional menor y, reducido a la apariencia de un juego interno de fuerzas y actores individuales (Zelaya y Micheletti incluidos). Se trata de ‘la verdad’ oficial. El sistema tiene la capacidad política de producir esta ‘verdad’ y, más inercialmente, una hegemonía que logra que sectores de la población se la traguen. En su momento (2009) no existió una fuerza contraria a esta representación internacional del golpe que deshiciera su falsedad y creara los escenarios políticos para una resolución no favorable a los golpistas y a su impunidad. Esto porque la fuerza política (y los actores que la encarnan) no surge espontáneamente, no puede improvisarse, sino que ha de prepararse. Es resultado de procesos políticos. Y estos procesos deben atender cuestiones tácticas y también estratégicas. Como poco o nada de esto existió internamente en Honduras, el golpe de Estado transitó por los carriles y escenarios que decidieron, no sin oposición pero infructífera, los golpistas. La debilidad de los antigolpistas se manifestó en muchos planos.
4.2.- En términos más conceptuales, nacionalmente el golpe de Estado se inscribe en una Honduras donde los poderes existentes, de hecho e institucionalizados, no son retados por la configuración, aunque fuese incipiente, de un bloque alternativo de poder de inspiración popular. La administración Zelaya nunca tuvo ese proyecto en mente. Por tanto, en el ‘mejor’ de los casos, el golpe alienta la oposición de sectores o agrupaciones que levantan banderas constitucionales, democráticas y referidas a derechos humanos (todos estos factores por desgracia insertos en un Estado de derecho oligárquico sobre el cual esos grupos y sectores carecen de capacidad de incidencia). Por ello estos sectores antigolpistas pueden ser reprimidos en descubierto e impunemente por las fuerzas golpistas, que poseen poder militar, policial, judicial y cultural-religioso, y que cuentan además con complicidad regional e internacional (CNN y Cámaras de Comercio centroamericano, por ejemplo). El golpe de Estado no puede ser resistido, menos obligado a retroceder y pactar. Finalmente, se impone. En su éxito concurren fuerzas locales e internacionales de los golpistas y debilidades nacionales (liderazgos dudosos o ambiguos, o mal interpretados, por ejemplo, o la esperanza ciudadana y popular acerca de que la solución de sus problemas vendrá “desde arriba”) e internacionales de quienes sufren el golpe (políticos civiles de toda América Latina, la OEA bajo control administrativo sudamericano).
5.- Situacionalmente el “éxito” del golpe de Estado hondureño muestra la debilidad o ausencia de un proyecto nacional hondureño y regional (centroamericano) por avanzar hacia un bloque popular de poder (articulado con fuerzas coincidentes o amigas en América del Sur y el Caribe y con fuerzas democráticas en Europa) alternativo del orden/violencia neoligárquico e imperial impuesto a Honduras y a la región.
6.- Metodológicamente, de la exposición se siguen los referentes de contenido infaltables en un taller popular que integre la cuestión geopolítica:
a) análisis del orden/violencia imperante, con su complejidad económico-libidinal y cultural, manifestado en hechos sociales que se inscriben en procesos de data diversa y los factores internos (nacionales, locales) e internacionales que influyen en ellos. Si es factible, estos factores deben jerarquizarse como muy decisivos y menos decisivos. De aquí se sigue una consideración de la relación actual de fuerzas (con sus actores, escenarios y procedimientos) que sostiene y reproduce ese orden/violencia (bloque en el poder, instituciones, dominio político-cultural);
b) elementos para la construcción de un proceso complejo que se oriente a la constitución o de un bloque de poder popular o de un frente político amplio democrático y antioligárquico: se abren aquí distintas posibilidades: i) estratégico/alternativo, o sea popular; contiene su propio orden y violencia); ii) táctico/paliativo aunque inscrito en un proceso estratégico alternativo: contiene frentes de denuncia, resistencia, organización articulada, participación electoral autónoma o asociada, alianzas sin pérdida de autonomía, etcétera;
c) la programación de acciones políticas pertinentes claramente insertas en procesos de acumulación de fuerzas propias y debilitamiento relativo de los adversarios. Estas acciones deben inscribirse en un proyecto de emancipación nacional lo que supone, al menos, para la situación centroamericana, una articulación regional constructiva.
C.- Recapitulación
1.- En todo taller popular resulta central que su funcionamiento o lógica interna contribuya con la creación o el refuerzo de una espiritualidad popular. Es lo que se ha llamado actitud, sensibilidad o ethos. Sin una espiritualidad política popular que nutra las acciones políticas populares, no se dará ni existirá cambio social significativo. La generación y asunción de una nueva cultura (factor de un nuevo bloque de poder, de un nuevo orden/violencia) resulta determinante para un cambio social que busque, por ejemplo, la liquidación de la discriminación y la explotación socio-económica y cultural o rompa la dependencia internacional para avanzar procesos de integración local nacional y regional. Estos caracteres determinan tres frentes objetivos y subjetivos de un mismo proceso.
2.- La cuestión geopolítica, al mismo tiempo que internacional, es existencial y, por ello, local y nacional. Afecta asimismo las subjetividades personales y grupales. El desafío geopolítico no consiste solo en la capacidad de la OTAN para lanzar bombas a los “revoltosos” o “terroristas”, sino también reside en poblaciones latinoamericanas que celebran esos bombardeos y masacres o a quienes esos sucesos les dejan indiferentes porque valoran, con negligencia, que no tiene nada que ver con ellos. Lo existencial, que incluye lo geopolítico, no es un dato individual. Se existe en un determinado modo de producción, en una determinada estructura social, en una determinada situación social nacional y regional y en una determinada coyuntura. Lo geopolítico en las sociedades modernas es factor de todos esos planos. No se puede ignorar.
3.- En lo local, nacional e internacional, los sectores políticos populares (que quieren hacerse cargo de sus existencias en condiciones que no determinan enteramente) pueden/deben generar acciones inscritas en procesos:
a) paliativos de la violencia que sufren (cambios en la legislación e instituciones, por ejemplo); estas acciones pueden ser activadas por obreros y campesinos, mujeres, jóvenes y estudiantes, indígenas, afroamericanos, ciudadanos, etcétera. Cada uno de esto sectores puede darse la forma organizacional que estime adecuada en relación con sus objetivos.
b) alternativos, en sentido fuerte, de la violencia que sufren. Aquí se trata de resolver situaciones específicas pero en el marco de la constitución de un bloque alternativo de poder político-cultural. Los procesos paliativos pueden inscribirse (o no) como momento táctico del proceso popular alternativo si este último existe. Las estructuras vigentes contienen lógicas sistémicas de explotación/alienación (las sufren todos pero principalmente los trabajadores urbanos y rurales, los pequeños campesinos, las empleadas domésticas, los grupos indígenas, etcétera), de invasión cultural y espiritual (las sufren todos pero principalmente niños y jóvenes, estudiantes, creyentes religiosos cristianos y ‘admiradores’ del mercado, etcétera), de sobrerrepresión libidinal (todos pagan factura, pero las sufren principalmente mujeres, jóvenes y ancianos, también los pequeños propietarios rurales), étnicas (las sufren principalmente indígenas, afroamericanos, inmigrantes no deseados, empobrecidos y miserables), de ciudadanía falsa (las sufren todos excepto los ‘ciudadanos por encima de toda sospecha’, o sea oligarcas, neoligarcas, curas, militares). Todo hecho social ha de ser asumido como señal de una o varias de estas lógicas de violencia antipopular y también como suceso puntual (que es como se presenta tradicionalmente en la prensa). Entender los hechos sociales como ‘señales’ sistémicas implica asumir la necesidad de luchas estratégicas, o sea que tienen como referente la dominación estructural. Atender su aspecto puntual, incidental, nutre los combates tácticos. Una mera sumatoria de victorias tácticas puede contener derrotas estratégicas. Una victoria táctica que acumula fuerzas en la constitución de un bloque alternativo de poder hace parte de la victoria estratégica, o sea del sentido de la lucha popular.
4.- En América Latina un bloque popular alternativo se determina como uno que se constituye mediante acciones (insertos en procesos que inciden en las lógicas sistémicas de dominación) antioligárquicas y antineoligárquicas, antiimperialistas, antimonopólicas, de trato cordial con la Naturaleza y social y personalmente integradoras. Todas ellas, de distinta forma, constituyen tareas anticapitalistas. El bloque político popular también se constituye como ciudadano, republicano y humano y rechaza por ello la sobrerrepresión libidinal, la exclusión y rebajamiento étnicos y el monopolio de la fe religiosa y la uniformidad cultural.
5.- Metodológicamente, un ‘hecho’ social se torna popular en términos políticos cuando se lo lee como señal de una trama sistémica de dominaciones que lo producen, trama que puede asimismo influir en la sensibilidad de los sectores populares y que debe ser destruida/superada mediante la lucha política popular que incluye una constante autocrítica de los marcos categorial e imaginario desde los que se dan y que dan sentido liberador a estas luchas. Esta destrucción/superación, que puede describirse como la creación de una sensibilidad/cultura popular, constituye siempre un conflictivo proceso en curso, no una acción definitiva ni el final de la historia.
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Diálogo
Mirtha (Ecuador).- No me queda clara una afirmación que se hizo al inicio de la exposición. Es que en el inicio del camino que deben recorrer los sectores populares para ganar identidad y autoestima ellos “no deben sentirse a gusto”. ¿Cómo van a emprender el camino si no están a gusto?
HG.- La sociedad los ha posicionado allí donde están: mujeres bajo dominación patriarcal. Obreros bajo imperio patronal. Pobladores sin servicios básicos y bajo represión policial porque son pobres y, por ello, sospechosos de delincuencia…, y también objetos de menosprecio por los grupos acomodados y medios. Es la noción de “experiencia de contraste”. Quiere decir, en lo que aquí interesa, no me siento a gusto con los lugares sociales y las situaciones en que me ubica la sociedad con sus lógicas de imperio. No me siento a gusto con las identificaciones que me entrega. Esto en un primer momento. La experiencia de contraste puede abrirse en al menos dos sentidos. Uno es el de la rebelión emotiva contra aquello que la sociedad me obliga a ser. Está en la gestación, por ejemplo, de las pandillas de muchachos, mujeres y hombres, delincuentes y agresores que pasan de “ninguneados” a mostrar su ‘autoridad’ y ‘poder’ agrediendo en la calle o en los estadios, como parte de las “barras bravas”. ¿Me creías un infeliz? Pues aquí está este infeliz golpeándote, robándote, humillándote y haciéndote gritar como un maricón o como una vieja loca. Es un camino. Otro camino que se abre a una experiencia de contraste social es el de una toma de conciencia político-cultural. Aquí se rechazan las identificaciones inerciales que provee la sociedad y se lucha/procura por producir una identidad desde uno mismo, con otros y para otros. Es un camino social porque a lo que se aspira es a ser reconocido como un ser humano legítimo, aunque se sea social y culturalmente poblador o joven o mujer obrera o indígena. No es inadecuado tener identidad indígena, sino sufrir dominaciones y rebajamientos porque se lo es. Este tipo de personas es el que llega a los espacios de encuentro y reconocimiento popular y el que se integrará después a espacios de discusión, organización/planificación y acción, por citar tres. Por supuesto, existen más de estos dos caminos referidos a partir de una experiencia social de contraste. Las tribus urbanas propuestas por sociólogos y antropólogos, por ejemplo. Pero estas tribus desean crear un nicho para ellas en el seno de la cultura que las produce. El espacio popular de encuentro en cambio se determina dentro de un proceso que busca transformar cualitativamente la sensibilidad, y la organización social, en relación con las cuales se produce su resistencia subjetiva y objetiva. Y el punto de partida es un disgusto, un rechazo u oposición que se puede comunicar a otros aunque se mantenga uno callado. Estar y participar de alguna manera en el grupo de encuentro y reconocimiento es la manera inicial de ‘hablar’. Parte de lo que se produce en este tipo de talleres es el inicio de un tránsito desde algo que no me gusta a algo que me gusta/interesa y que me resulta factible porque se deriva de mis acciones. Puedo apropiarme de esta producción mía y del grupo. A esto es lo que se ha llamado producción de una nueva cultura. En los espacios de reconocimiento/acompañamiento la nueva cultura está en embrión.
Mirtha, Silvia (Ecuador, Chile).- Si el coordinador del grupo no “baja nada” a quienes llegan al encuentro ¿cuál es su función?
HG.- El encuentro es horizontal, por eso nadie “baja nada”. Todos ponen en el ruedo algo de lo que traen. Cada uno comparte a su manera parte de lo que trae. El coordinador de la actividad (apoderador o facilitador) tiene alguna experiencia en esos trabajos de grupo y va entregando lo que le parece pertinente y oportuno para que los distintos que llegaron allí vayan interesándose en el emprendimiento colectivo que es el taller. El coordinador es un tipo de creador, de artista. Pero en realidad todos lo son a su manera porque entre todos están produciendo esa actividad, esa Torre de Babel en que consiste un emprendimiento colectivo orientado a objetivos y fines. En este tipo de encuentro inicial lo que no debe ocurrir es que alguien desde su casa traiga ya hecha la Torre de Babel que van a construir entre todos.
Silvia (Chile).- Pero algún contenido avanzarán.
HG.- Puede ser. Pero no se debe sacar de la manga. Debe generarse desde la dinámica que adquiere el colectivo. Por supuesto que el facilitador puede jugar un papel en ello. Por ejemplo, el primer día de trabajo como resultado de los intercambios comienza a perfilarse el vínculo necesario y a la vez conflictivo entre presencia social empírica y señal sistémica. Esto hace posible que en el segundo día o encuentro se resuelva partir de ella. Se trata de un factor central para el pensamiento/cultura o sensibilidad popular. Y es algo sencillo, muy intuitivo. Pero ha de surgir del grupo, no por una decisión autoritaria. Si la gente desea quedarse en el vínculo entre presencia social empírica y existencia personal (esta última es un proceso y la primera resultado de varios procesos e instituciones con sus lógicas) también se ha ganado/construido espacio popular. Esto por citar dos referencias del marco categorial e imaginario que requieren para producir sus existencias liberadoras los sectores/individuos populares.
Alberto (Honduras).- ¿En qué consiste eso del marco categorial y el marco imaginario?
HG.- Los seres humanos no aparecen (nacen, crecen, etcétera) en el vacío. Todos somos entrenados en una determinada cultura o subcultura. Este entrenamiento proviene de las instituciones vigentes y de las lógicas que las animan y también del lenguaje y, aunque admite variaciones, suele responder a una base común. El asunto puede ser distinto en sociedades donde co-existen varias culturas, como en Guatemala o Ecuador. Pero una de ellas está determinada como dominante. Un idioma, el shuar, por ejemplo, puede tener pleno reconocimiento jurídico, pero para muchos trámites, y en muchas situaciones de la existencia diaria ecuatoriana, quien solo habla shuar se ve en desventaja si no puede expresarse en castellano o no lo entiende. Entonces, somos entrenados para estar y ser de cierta manera en el mundo. La sociedad nos “educa” en ese sentido. Un niño habla porque tiene la capacidad humana-social para hacerlo, no porque vaya a la escuela. Sus cercanos y también sus necesidades le llevan a hablar. Ahora, un lenguaje posee una cierta estructura: nos dice que las cosas son, por ejemplo, no que están ahí y podrían no estarlo. En este ejemplo, además, el idioma nos “enseña” que existen cosas al frente y por fuera de nosotros, de nuestras prácticas. Al decirnos que son así, no que se presentan así, el lenguaje determina tanto nuestros pensamientos y nuestras acciones.
Todas las sociedades proponen un determinado marco de representaciones acerca del mundo en que se habita. También proponen vínculos entre esas representaciones y quien se las hace. En sentido lato, las representaciones corresponden al marco categorial. Se trata de una producción social, o sea determinada singularmente, pero que puede ser presentada y asumida en el colectivo humano como universal. En Occidente se habla de una razón universal que estaría en todos los seres humanos en cuanto humanos. Si no se la tiene, no se es propiamente humano. Algún filósofo occidental pretenderá que esta razón se sigue de formas puras que constituyen los objetos que pueden ser conocidos ‘racional’, o sea científicamente, y que ellas son patrimonio de todo individuo humano que las contiene a priori, o sea antes de tener ninguna experiencia. El mundo humano resulta producido necesariamente por un entendimiento y una sensibilidad humana universales. De aquí se seguiría que todos los seres humanos pueden llegar a acuerdos, porque poseen una racionalidad común. Esto es, a grandes rasgos, un marco categorial. No solo “explica” el mundo que vemos, sino que lo sitúa previamente para explicarlo. De paso nos dice qué podemos desear en relación con él en este mundo obligatorio y qué no pasa de deseo ilusorio. Esta conducción del deseo (lo posible, imposible o no factible, lo necesario, lo vano, etcétera), constituye el marco social imaginario. Ambos marcos, el conceptual y el imaginario, son producciones sociohistóricas y por ello no pueden ser universales aunque sean ofrecidas o impuestas como tales. El mercado actual se propone como animado por una racionalidad universal capaz de satisfacer todos los deseos que se puedan pagar. “Pagar por todo” es el contenido de la racionalidad humana. “No querer pagar” una afrenta al género humano. Es decir un delito de lesa humanidad. De aquí que el orden mundial se siga del mercado y que lo que obstruye a este mercado (incluyendo su incomprensión) sea alguna forma de “caos” o “terrorismo”, violencia que ha de ser extirpada en nombre de la Humanidad, o sea de derechos humanos. Por aquí es que se mueven los conceptos de marco social categorial (cómo ha de representarse cada quien el mundo y su orden/desorden) y marco social imaginario (qué resulta legítimo desear en este mundo así ordenado/desordenado). Ambos marcos, bajo su forma dominante, son funciones de una constitución y reproducción de las dominaciones sociales. En relación con ellos se dan las luchas decisivas para sostener o cambiar el mundo. Los sectores populares no pueden asumir sin más (sin crítica y superación) los marcos categoriales e imaginarios de la dominación, excepto que deseen cavar su propia fosa.
Alberto.- ¿Esto porque leerían el ordenamiento del mundo tal como lo han dispuesto sus opresores?
HG.- Sí, tenderían a discernir la violencia que se ejerce contra ellos como propia y ‘natural’. El marco categorial socialmente producido es un criterio complejo y tramado de discernimiento de la realidad y de la subjetividad humana en ella y el marco imaginario determina lo deseable, o sea la tensión entre lo factible, y que por ello se debe/puede desear, y lo imposible (que es en realidad lo que el sistema y los grupos dominantes prohíben) y que al ser deseado se presenta como irracional y también como violencia (caos, desorden) para los intereses/creencias dominantes. Ambos marcos son sociohistóricamente construidos. Si los sectores populares se disciernen/imaginan/desean desde los parámetros dominantes vigentes se ven a sí mismos como pecadores, revoltosos, irracionales, monstruos delincuentes, terroristas. Es como si la pareja de amantes adolescentes se asumiera desde la mirada de un obispo e incluso de sus padres. “Incluso” porque la mirada de los padres podría ser tensionada por alguna forma de cariño-ternura que los llevara a la comprensión. La mirada del cura, en cambio, expresa un poder no replicable o absoluto, es la mirada de Dios, y probablemente contiene mucho odio/envidia hacia el encuentro/felicidad de esos jóvenes.
Alberto.- ¿El planteamiento no conduce a una sociedad polarizada en sus fundamentos? ¿Una sociedad en la que estructuralmente no resulta factible entenderse?
HG.- En términos abstractos y de programa, sí, pero en la realidad inmediata, y por ello en la práctica, no porque las sociedades humanas se configuran mediante tramas de vínculos prácticos en que las diversas conflictividades y polarizaciones, incluso como tendencias, se influencian mutuamente. La idea de una cultura popular es un programa y una expectativa, y este programa se sigue de uno o muchos procesos. La cultura de los poderosos es asimismo un programa complejo pero también prácticas generalizadas, institucionalizadas. Existe una asimetría entre los conceptos de cultura popular y de cultura dominante y de dominación. De aquí también la importancia del carácter de los espacios populares, de sus talleres y mesas de trabajo, de sus organizaciones y de sus liderazgos. Todos ellos deben estimular la creatividad, la imaginación y el deseo y, al mismo tiempo, ser críticos respecto del discernimiento o discernimientos vigentes que contienen ‘autoridad’ inapelable porque se alimentan de ciencias, religiones y también del ‘sentido común’ propuesto por la experiencia cotidiana y porque están tanto en la boca como en los sentimientos y gestualidad de los personeros del orden dominante.
Silvia.- ¿Podríamos tener ejemplos de lo que se habla?
HG.- Bueno, el orden dominante posee personificaciones tan diversas como los padres, la empleada que cría a los niños, las conferencias episcopales, la prensa y la FIFA. Pero imagino que usted no se refiere a ese punto. En el plano más conceptual se puede hacer indicaciones, más que ejemplos, para no hacerlo tan extenso. El concepto de “guerra popular prolongada” contiene para el Che Guevara el discernimiento de procesos que conducen a un mundo todo otro generado por guerras de liberación tercermundista cuyo instrumento es un odio radical, pero cuyo sentido estratégico-cultural es la solidaridad y el amor contenidos por los emprendimientos colectivos liberadores. Más cercano en el tiempo, el alzamiento o insurgencia zapatista de 1994 aspira a ser un factor catalizador para que la mayoría de mexicanos (se trata de muchas diversidades) quisiesen un México sin discriminaciones, donde cupieran todos. En ambos casos se trata de discernimientos y valoraciones de mundos que están-siendo y que podrían no ser así, que son transformables en algo radicalmente distinto. La gente movilizada podría cambiar esos mundos. En Guevara y los zapatistas se trata de posicionamientos que combinan el deseo y la imaginación, deseo e imaginación que no pueden prosperar sino mediante una crítica político/cultural y una práctica política organizada que va generando nueva sensibilidad, nuevas identidades. Lo veo no como paradojas surrealistas, sino como sentido común popular enteramente factible, y además necesario-obligatorio, en el orden/violencia de las sociedades modernas.
Silvia, Alberto.- Pero Guevara y los zapatistas fueron derrotados.
HG.- Guevara murió asesinado, pero no derrotado. Los deseos de los individuos mueren con ellos solo si no logran comunicarse e incidir política y culturalmente. Aquí los derrotados seríamos nosotros, no Guevara, porque no nos estaríamos dando la capacidad para escucharlo. A la distancia, los zapatistas parecen derrotados (habría que estudiar la experiencia zapatista. Ella tiene sus fases, es un proceso), pero nadie ha asegurado que los sectores populares ganen todas las batallas en que se empeñan o la guerra en su conjunto. Pueden ser derrotados y con ellos todos los seres humanos serán derrotados. Lo seguro es que si los sectores populares no luchan serán aplastados y con su derrota por aplastamiento terminará un ciclo de la experiencia de humanidad de la especie. O, también, se acabará la especie como hasta el momento se la ha conocido. Esto es lo que se juega en un humilde e inicial taller popular de encuentro y reconocimiento.
Mirtha.- Me pareció interesante que en el ámbito de lo político se haya incluido la sexualidad. Aunque ya es historia del siglo pasado, ese plano, aunque bajo el nombre de ‘infraestructura’ se centraba en la economía política y la lucha de clases. En su presentación aparece en cambio una economía libidinal y la existencia cotidiana como señal compleja del sistema económico-político cultural. El punto parece dar otro rango e importancia a luchas sociales como el feminismo, o al menos a algunos de ellos. ¿Es esto así? ¿O se trata solo de un guiño?
HG.- No se trata de guiño al pasar ninguno. Las sociedades modernas se constituyen mediante una determinada economía política, que privilegia la propiedad privada enlazada con el mercado capitalista, y también mediante una economía libidinal centrada en una compleja economía de deseos que focaliza la genitalización (la cópula) y la utilización del ‘otro’ en beneficio de un ideológico ‘macho alfa’. No se trata de que la sociedad moderna haya inventado el patriarcado y el machismo, pero los articula sólidamente con la apropiación económica individualista y con la reificación (las personas como cosas) derivada del fetichismo de las mercancías, del capital y del mercado. La dominación o el modo de dominación estructural se sigue así tanto de la interiorización de una saturante circulación mercantil (economía del deseo individual y asocial) como del deseo transferido al empleo libre e íntimo (cuando deja de serlo forma parte del “espectáculo” en sus variedades de pornografía y show business) de los genitales de cada individuo, una forma sobrerrepresiva y animalizada de desocializar la energía libidinal. La institución cuya violencia aparece de inmediato es la familia tradicional, en especial su versión católica, en cuanto fija la experiencia sexual legítima solo como cópula orientada a la producción de bebés y a su posterior crianza. Sobre esta referencia neurótica por sobrerrepresiva se erige una familia ‘amorosa’ y ‘feliz’.
La anterior no es una referencia menor (la familia tradicional en cuanto espacio de violencia social sistémica), pero no es la única. La economía libidinal trata de la organización y administración socio-política de la sexualidad y el erotismo. Estos últimos se constituyen en el trato con el mundo de las personas y sus entornos. O sea, se constituyen mediante relaciones sociales. Aparecen como expresión de relaciones sociales y no pueden ser separadas (cortadas) de ellas. No se diferencian en este punto para nada del capital y de su acumulación centralizada, que expresan una determinada trama de relaciones sociales. Solo que uno, la relación que constituye el capital, disfraza el deseo como limpia racionalidad económica, mientras que erotismo y sexualidad se presentan como irracionalidades cuya energía pasional ha de ser cautelada o curada por razones moral-religiosas o económico-culturales. El deseo sin límites de ganancia-poder es racional, culturalmente encomiable. La opulencia coexistiendo con la miseria extrema no es obscena ni tampoco inmoral. Es por el contrario, resultado ‘natural’ de las diferencias y experticias individuales. La centralización del capital en pocas manos no requiere de cautela ninguna. En cambio sexualidad y erotismo, ambas irracionales y anticulturales, sí las requieren. 'Casualmente' ellas sí son universales. Como en la especie la hembra es quien posee mayor energía genital, esta energía ha de ser vigilada, enclaustrada, cautelada, castigada. Baños de agua fría y maternidad obligatoria. Patrones para ser madre todo terreno, o sea servidora multifunción y eróticamente inexpugnable o virgen. La lascivia del macho es pecado. ¡Respeta a la virgen, degenerado! La lascivia (concupiscencia) de la mujer es en cambio pecado ¡y delito! No voy a presentar las múltiples expresiones del machismo cultural que incluyen pornografía y omnipresencia de la sexualidad genital en la propaganda y el cine coexistentes con la mojigatería y los ojos blancos del recato y la zozobra ante la impudicia. Y en la tradición católica, pecado e infierno. Deseo sexual y erotismo son formas humanas de relacionarse con el mundo y de desear/buscar integración personal. “All you need is love” cantan los comerciales Beatles. Y llevan razón. Pero no van a encontrar “love” en este mundo comercial. Tendrían, Beatles y sus fans, que haberse empeñado en construir otro mundo en el que el “love” que proponían hubiese penetrado el discernimiento y la sensibilidad de mujeres y machos. Por este camino se transita a un feminismo con teoría de género. Y también a una aproximación a la sensibilidad de los varones liberados de sus temores machistas. Porque el machismo contiene mucho temor. Es este miedo a sí mismos y a los otros (mujeres y hombres) el que torna agresivos a los machos en la especie y los lleva a producir un mundo de vulnerables disfrazados de Superman en el que resultan legítimos, aunque no necesariamente legales, el femicidio, el imperio adultocéntrico con sobredeterminación masculina, la codiciosa acumulación y la guerra. El machismo no puede estar contenido de ninguna manera en una sensibilidad popular. Que los sectores populares practiquen ferozmente el machismo es resultado y decantación de las dominaciones y miedos/penurias existentes. Si estos sectores, que incluyen los frentes de mujeres, consiguen crecer desde sí mismos para ofrecerse a otros en procesos de liberación, y triunfan en su empeño, el machismo será una pieza con sala especial en el museo de la miseria de la especie.
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Enero 2014.