Taller Regional interno,

Ayuda Popular Noruega,

Quito, enero 2014.

     
    Preguntas guía para expositores invitados:

   1.    ¿Cuáles son las principales contradicciones económicas y políticas que caracterizan los procesos regionales en América Latina y cuáles son sus tendencias o posibles escenarios?
   2.    Valoración de los procesos de integración regional, tanto los que vienen de la iniciativa de los gobiernos progresistas (ALBA, UNASUR, CELAC) como de la derecha (Alianza del Pacífico).
  3.    ¿Cuáles son los debates al interior del campo popular sobre la lectura geopolítica y las principales contradicciones en juego? Y sobre esos debates, cuáles son las estrategias del campo popular y qué aspectos  merecen destacarse?
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   Criterio básico: las preguntas anteriores se han contestado de acuerdo a un criterio básico:

   Todos los sucesos que se presentan como ‘hechos’, o hechos sociales, son sociohistóricamente producidos. El sujeto social, actor político o ser humano que los aprecia es asimismo una producción social. De aquí que ‘hechos’ y 'actores' tengan que ser valorados como expresiones (momentos y señales) de procesos constitutivos y que quien los aprecia deba realizar una evaluación de su propio carácter socio-histórico. Esto último implica una evaluación de su fuerza relativa en los escenarios existentes y de su capacidad para incidir en esos escenarios incluyendo su potencial para crear nuevos escenarios. Este criterio vale para Ayuda Popular Noruega en cuanto se considera a sí misma o como actor socio-político y cultural o se estime ‘únicamente’ como organización no-gubernamental.

   Pregunta Uno: ¿Cuáles son las principales contradicciones económicas y políticas que caracterizan los procesos regionales en América Latina y cuáles son sus tendencias o posibles escenarios?

   En este encuentro el nombre América Latina se utiliza para designar al menos dos realidades distintas: América del Sur, región que admite experiencias diversas, y Centroamérica (dejando por fuera a Panamá) que diferiría de Sudamérica, entre otros factores, por el peso geopolítico de Estados Unidos en la subregión. Sin embargo, las acciones que se desplieguen en Sudamérica podrían tener efectos para la subregión. Igualmente, procesos desplegados en América Central podrían ser significativos para la realidad de América del Sur. Un ejemplo del siglo XX sería la revolución popular nicaragüense que se constituyó en factor de procesos de democratización en toda el área. Otro más cercano es el golpe de Estado en Honduras (2009) que generó un inicio (frustrado) de crisis en la OEA y que quizás avise el colapso de su Carta Democrática. Que las regiones sean distintas no implica que estén cercenadas una de otra o que lo que ocurre en una no tenga nada que ver con lo que sucede en otra.


      Los principales conflictos por los que atraviesa el área en su conjunto se derivan de la dificultad (o imposibilidad) de articular constructivamente, desde sus propias capacidades, crecimiento económico (un imperativo de la mundialización) con desarrollo (al que reduciremos aquí a dos notas: integración socio-cultural de la población y huella ecológica). Citamos las alternativas que al respecto ofrece el discurso dominante:


   a) ¿qué desean, o puestos de trabajo y bosques (biodiversidad, economía y cultura sustentables) o minería a tajo abierto y megaproyectos?;
   b) ¿qué desean o salarios mínimos u ofertas de empleo?


    El sistema en curso parece decir: elijan. Pero si se eligiera la peor opción: minería a tajo abierto, megaproyectos, más empleos… esto tampoco conduciría al desarrollo, o sea a una mejoría significativa en la calidad socio-humana de la existencia de la población. El sistema no puede alcanzar esta calidad. La estrategia para alcanzar una mejoría en la calidad de la existencia en la región latinoamericana pasa por una alternativa, en su sentido fuerte, al sistema. A caminar por esa alternativa, desde puntos de partida muy diversos, debe orientarse políticamente el área. Desde sus propias fuerzas (si no las tiene, debe construirlas) y articulándolas, tanto en América del Sur como en Centroamérica  No hacerlo podría resultar suicida.

      Por supuesto los conflictos, y con ellos los puntos de partida y los procesos alternativos, asumen distintas formas e intensidades según la región. En el área centroamericana, marcada por la pobreza, la exclusión, la migración forzada, los frentes de violencia abierta, economías débiles, etcétera, el desafío básico ha generado ya un golpe de  Estado (2009) que ideológicamente se dio contra el ALBA (al que se entiende como “populismo” y “comunismo”), un Estado penetrado por el crimen organizado (Guatemala) y ha reforzado una generalizada ausencia de ciudadanía repúblicana, lo que tiene altos costos para eventuales procesos de democratización e integración regional (aisladas las economías centroamericanas no resultan viables). Estrictamente, y a diferencia de América del Sur, no se puede hablar en este momento de gobiernos “progresivos” en el área. Esto se deriva tanto de debilidades internas como de la omnipresencia geopolítica de EUA y del relativo abandono negligente de la región por parte de América del Sur. Si bien las fracturas internas son comunes  a toda la realidad latinoamericana,  aunque su expresión se diferencie, el peso geopolítico de EUA varía según regiones y realidades específicas. Muy fuerte y permanente en América Central. Más diluido y situacional en Argentina/Uruguay y relativamente prudente en relación con Brasil. De aquí la significación, de doble vía, de la participación centroamericana en Celac, por ejemplo. O de que se la invite al menos, como región o a cada país por separado, como observadora, a Unasur. Articular las áreas en que se ha descompuesto históricamente América Latina hace parte de una alternativa al sistema mundial. El punto comprende al Caribe insular, del que no se habla aquí. La articulación comprende tanto acciones de los gobiernos como iniciativas de los pueblos organizados. El concepto de articulación regional constructiva expresa el valor estratégico, con independencia de sus resultados y vaivenes, de la iniciativa venezolana del ALBA.

   Pregunta Dos: Valoración de los procesos de integración regional, tanto los que vienen de la iniciativa de los gobiernos progresistas (ALBA, Unasur, Celac) como de la derecha (Alianza del Pacífico).

    La integración política-económica subregional de América Central es débil, por lenta y trabada y también por razones estructurales, aunque el comercio intrarregional resulta importante para todas sus economías. Puede recordarse que el TLC con EUA (2004-2006) lo negoció cada país por separado porque los países centroamericanos no establecieron una mesa previa para acuerdos (tampoco los países sudamericanos ofrecieron apoyo) y que las condiciones del comercio intrarregional se ven entorpecidas por trabas aduaneras e inseguridad regional. Existe, desde 1960, un Mercado Común Centroamericano cuyas exportaciones van dirigidas centralmente a EUA (45%); a América Latina se dirige un 27% y a la Comunidad Andina un 2%. Costa Rica orienta hacia América Central el 19.2% de sus exportaciones (a EUA el 41.5% y hacia la Unión Europea un 17.8%). Guatemala orienta hacia EUA el 41.2% de sus exportaciones e importa de él el 34.3% de sus importaciones. Sin embargo las exportaciones, en particular las de Costa Rica, no potencian el ahorro interno porque su producción tiene alto contenido de materias primas e insumos importados. Las principales  importaciones costarricenses relacionadas con la producción son circuitos integrados y microestructuras electrónicas, aceites medios y preparaciones de petróleo o de mineral, aceites livianos, circuitos impresos,  automotores, medicamentos, productos intermedios de hierro o acero, alambre de cobre refinado. Las importaciones provienen principalmente de EUA (46.7%), Asia (16.3%), América del Sur (8.9%). De América Central solo importa el 6.7%. Esto la lleva a tener un superávit con la región y un déficit con economías mejor integradas.


   Es mejor que sea un texto oficial el que describa esta dinámica económica a) “Hoy en día, las exportaciones de Costa Rica se han diversificado en miles de productos distintos exportados a todo el mundo y el país es altamente reconocido como uno de los 30 principales exportadores de productos de alta tecnología”. “Más de 200 compañías multinacionales han escogido a Costa Rica como su lugar de establecimiento”. “El país no impone limitaciones a las transferencias de fondos de capital asociadas a una inversión, independientemente de la moneda. No aplica ninguna restricción a la re-inversión o a la repatriación de las ganancias, cánones o capitales. No existe ningún requerimiento de registrar inversiones ante alguna de las autoridades gubernamentales. Costa Rica ha logrado estándares internacionales de protección a los derechos de propiedad intelectual (IPR, por sus siglas en inglés)” (Embajada de Costa Rica en Washington D.C. http://www.costarica-embassy.org/index.php?q).


   Como se advierte, el país se presenta como un paraíso para todo tipo de inversión extranjera. Al mismo tiempo, se precia de no competir en el campo de la producción tecnológica de punta o en su capacidad para adaptarla. La situación no es muy distinta en Nicaragua bajo el gobierno sandinista.


   La misma Embajada costarricense enfatiza que “El objetivo primordial de la política comercial de Costa Rica es promover, facilitar y consolidar la integración del país en la economía internacional”. Ese objetivo, por el momento, no incluye la economía regional ni la integración nacional. Tampoco un acercamiento a América del Sur. Mucho menos los desafíos sociales y ambientales internos, que van de la mano con la modalidad económica escogida. Los grupos dominantes esperan (o al menos eso afirman y practican) que el comercio desigual  determine y resuelva por sí mismo lo que debería ser enfrentado por políticas públicas y también por políticas de integración regional y latinoamericana.

   De los esfuerzos de articulación con América del Sur existe en la zona un vínculo estable de Nicaragua con Venezuela (Petrocaribe, Telesur) y un duro tropiezo en Honduras donde la relación con el ALBA fue agitada como uno de los factores que determinó el golpe de Estado del 2009. Guatemala desistió de su intención inicial de adherir a Petrocaribe. Un triunfo electoral del FMLN en El Salvador podría ligar a esta economía con el ALBA y Petrocaribe. En términos generales y para el área la experiencia venezolana es anatematizada por los grupos dominantes como económicamente fracasada y antidemocrática. Los logros de Venezuela, como uno de los países que en este momento mejor distribuye la riqueza social en América Latina, por ejemplo, no son conocidos por la mayoría de la población. Celac, como Unasur, están recién constituyéndose. En estos días Costa Rica asume la presidencia de la Celac por un año. Ojalá ello de tradujera en más y mejores nexos políticos de la zona entre sí y del área con América del Sur. Sin embargo, es poco probable.

 

  Básicamente los vínculos que establecen los gobiernos centroamericanos están ligados al intercambio comercial propiciado por la economía mundializadora en curso y su regulación por la OMC. Destaca al mismo tiempo, su lejanía del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC), espacio que incluye a economías como la de Rusia, China, Japón, Australia, México y Estados Unidos. Se estima que esta área determinará los flujos comerciales de los últimos tercios en este siglo XXI.

   Sin embargo el desafío continúa siendo para la región el vínculo (muy poco probable) entre crecimiento económico y bienestar humano generalizado con huella ecológica positiva en el marco de una mundialización que no transfiere capacidades a las economías subdesarrolladas, entendidas como las que tienen obstáculos internos complejos, incluyendo su voluntad política, difíciles de remover para agregar valor a las mercancías circulantes y retornarlo a su circuito económico interno. Para los países centroamericanos un vínculo constructivo más fuerte con las economías sudamericanas, podría constituir un aliciente para su transformación. Estos países, como contraparte, podrían ofrecer políticas públicas orientadas a mejorar las condiciones de existencia de sus poblaciones más vulnerables. Por supuesto, se trata de un fórmula muy general. A lo que no debería prestarse una eventual colaboración mutua sería a los "buenos negocios" para minorías. Estimo que los programas Alba y Petrocaribe buscaron moverse en el terreno adecuado. También lo ha hecho la cooperación social que suele proporcionar el régimen cubano, pese a sus problemas, con sus educadores y médicos.

 

  Pregunta Tres: ¿Cuáles son los debates al interior del campo popular sobre la lectura geopolítica y las principales contradicciones en juego? Y sobre esos debates, cuáles son las estrategias del campo popular y qué aspectos  merecen destacarse?

   Las relaciones internacionales han sido normalmente estereotipadas bajo la figura del ‘imperialismo’ en el área latinoamericana. Ello se sigue principalmente de la presencia estadounidense en la región y de los históricos nacionalismos jingoístas de inspiración oligárquica que llevan a las separaciones/desprecios, e incluso guerras, entre vecinos (Honduras y el Salvador, por ejemplo, o las múltiples agresiones contra Paraguay). A estos factores se sumó durante el siglo XX el antiimperialismo de izquierda bajo el esquema de Guerra Fría. Desde esta sensibilidad compleja el estereotipo se mueve mediante una oposición abstracta entre imperialismo (EUA) y nacionalismo (sociedad/Estado latinoamericano (Braden contra Perón, digamos). En realidad el “imperialismo” consiste en una trama internacional/local que, para lo que aquí interesa, reside en cada país latinoamericano (en su estructura social, política y cultural) y está económica, política y culturalmente personificado por sus grupos dominantes (pueden existir diferencias internas e incluso internacionales entre ellos, pero en situaciones de crisis esas distancias se superan). Hoy los grupos dominantes son neoligárquicos y tecnocráticos (nunca ha sido “nacionales”) y antipopulares. En fases anteriores han incluido a los ejércitos de Seguridad Nacional. Desde el estereotipo ‘imperialismo//nación’ resulta difícil entender que los sectores populares enfrentan una cultura mundial de dominación y que esta cultura, con sus personificaciones e instituciones internas constituye su más inmediato enemigo, aunque el principal sea la acumulación mundial y sus materializaciones internacionales (constelación internacional y transnacional de poder). El conflicto inmediato contiene a la vez factores internos (subjetivos y objetivos) e internacionales (objetivos y subjetivos). Las fuerzas que impulsan el modelo vigente son internacionales (muy poderosas objetiva y subjetivamente) y nacionales/locales. Existe un ethos mundial de dominación (derivado de la acumulación global y de la universalidad de la forma-mercancía) y en él se inserta un ethos ‘nacional’ de dominación que combina especificidades religiosas, económico-sociales y político-culturales. Hoy la combinación positiva de ambas sensibilidades de dominación se ve favorecida por la orquestación de los medios masivos e Internet que hacen del mundo, y de todo punto y suceso en él, un espectáculo. El orden derivado de la forma-mercancía se prolonga en las subjetividades como economía de deseos.  

   Afirmar que estos enemigos han de ser enfrentados, también y desde un inicio, mediante una transformación cultural, provoca normalmente burlas o sonrisas piadosas. Sin embargo es el camino, en cuanto no excluye ningún tipo de acciones o movilizaciones populares, como se ha indicado al menos en otro de estos papeles para conversar y discutir. Esto quiere decir que el camino puede ser trazado por combates ciudadanos, de sexo-género, obreros, de trabajadores, de jóvenes y campesinos, etcétera. Los combates pueden inscribirse en escenarios parciales/puntuales o estratégicos y de totalidad. Las luchas pueden tomar caminos parlamentarios (resistencia civil) o político-militares. Lo común en ellas, desde un punto de vista popular, es el esfuerzo de emancipación político-cultural (producción de identidades alternativas y oferta de ellas), no su contenido específico ni la estrategia también situada (sociohistórica) de estas luchas. Pero esto, el énfasis político-cultural y su diversidad (que implica articulación y no unidad) es lo que despierta o la conmiseración o el rechazo. Tras el rechazo o la piedad se halla una voluntad iluminista-autoritaria que no resulta factor positivo para generar/construir alternativas efectivas a lo que se presenta como ‘orden’ actualmente en el mundo.
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   Diálogo

 

   Marcela (Guatemala).- No se refirió usted a las iniciativas de derecha, como la Alianza del Pacífico.

   HG.- Cuando existe una crisis civilizatoria que se abre a la posibilidad de un genocidio sin precedentes en la historia de la especie lo alternativo no es de izquierda ni de derecha. Solo hay propuestas y acciones que conducen a la masacre y propuestas y acciones, emprendimientos, que procuran evitarla. En este momento existe una crisis de civilización. Y dentro de las poblaciones vulnerables y victimizables estamos los latinoamericanos. Resulta obligatorio entonces estar contra el sistema.

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