Foro Escuela Sindical de APSE,
Costa Rica, diciembre 2012.
Foro: Derechos Humanos y Lucha Sindical en el contexto de la Crisis Económica [*]
Preliminar:
Gracias por la invitación, por la organización de este evento y por la presencia de estos casi cien talleristas sindicalistas que se reúnen para terminar un primer ciclo de estudios y discusiones realizadas en el marco de la figura, el testimonio y el recuerdo de la luchadora social Luisa González Gutiérrez. Una especial mención a quien está a la cabeza del esfuerzo organizativo que culmina esta mañana: Ariane Grau Crespo.
Ustedes tienen en sus carpetas algunas indicaciones con las que he reaccionado a las cuestiones motivadoras que ha sugerido la organización del evento. Voy a referirme a algunas de ellas, no a todas, por razones de tiempo. Una segunda parte, más breve, la ocuparé para mi tema específico, también asignado por los organizadores: Derechos humanos en la agenda sindical. Ustedes ya advierten que, cada vez que puedo, evito, hablar de “los derechos...” y elimino el artículo “los”. Es para recordarles que la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, no lleva el “los”. Y esto porque quienes la firmaron no lograron ponerse de acuerdo sobre el carácter de estos derechos y tuvieron que asumirlos como proceso que no termina, abierto. La ‘experta’ costarricense-mundial en derechos humanos, Elizabeth Odio suele escribir y hablar de la ‘Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU’, pero ella está en un error. No cometan ustedes este error porque no les conviene. Ella puede darse el lujo de ser ignorante en derechos humanos, ustedes, sindicalistas, trabajadores de la educación y sector popular de Costa Rica, no pueden darse ese lujo porque él tiene un fuerte costo político.
A.- Los organizadores de la actividad de esta mañana han propuesto las siguientes preguntas motivadoras:
1) ¿Qué relevancia tiene en la actualidad la lucha por derechos humanos? 2) ¿Cuáles derechos están en juego en este contexto? 3) ¿Estamos en presencia de una vuelta atrás en la defensa de los derechos humanos? 4) ¿Cómo ha llegado Costa Rica a esta situación? 5) ¿Cuáles son los conflictos principales en la sociedad costarricense? 6) ¿Cuáles son las estrategias de lucha mundial y nacional? 7) ¿Qué rol debe jugar el movimiento sindical? 8) ¿Es válida la bandera de derechos humanos para luchar contra la crisis, las medidas de los gobiernos y la represión? Hasta aquí las preguntas. Vamos a referirnos a ellas:
A1.- Relevancia de la lucha por derechos humanos.- ‘Derechos humanos’ es una invención político-cultural y económica de las sociedades modernas. Las conflictividades propias de diversos momentos de estas sociedades, y las luchas que de ellas se derivan por transferencias de poder, constituyen el fundamento de derechos humanos. Ellos no se siguen de ningún Derecho natural y por tanto esta lucha es hoy inherente y constitutiva de los sectores populares. Para los sectores populares, o sea los que sufren dominaciones, esta lucha es siempre relevante. Y aquí ‘relevante’ quiere decir decisiva para transformar el sistema y abrir la posibilidad de una sociedad centrada en el trabajo, creativa y libre. Una sociedad donde desempeñarse como maestro y profesor es un arte, una actividad creativa que apodera la existencia de instituciones de liberación.
En la lucha por derechos humanos es necesario distinguir momentos: la pelea por derechos, su positivización jurídica y el reconocimiento (legitimidad cultural) político-cultural de ellos. De esta legitimidad depende la efectividad de los derechos ganados. De lo contrario estarán en el papel y no se cumplirán. La legitimación de derechos pasa por la legitimidad de las luchas que se dieron por ellos. Debe recordarse asimismo, en cuanto desafío y peligro, que al mismo tiempo que Occidente/Europa inventa derechos humanos, crea la figura de las no-personas. Es decir de quienes, personas y sectores sociales, no dan, para las autoridades de la dominación, la talla de seres humanos. Estos pueden ser los empobrecidos y mendigos, las ‘razas’ y etnias inferiores, los obreros rurales de América Central y ¡cuidado! Podrían ser los sindicalistas.
A2.- ¿Qué derechos humanos están en juego en el actual momento de la mundialización actual? La mundialización actual determina una larga crisis civilizatoria. Puede entenderse esta crisis como un momento en el que las poblaciones de las sociedades advierten y resienten, con diversas emociones, que lo que dicen de sí mismas (sus identidades) no coincide con su realidad. El resultado es una intensificación de las violencias sociales y culturales, una aspereza y brutalidad en los tratos entre las personas, un cinismo sin retorno en los escenarios políticos. Para efectos de esta mañana, lo que se ha dicho acerca de derechos humanos y lo que se ha creído acerca de ellos (cuestiones que no son iguales para todos los sectores sociales ni para todas las culturas y subculturas) muestran ser no-factibles y no deseables. El gran capital financiero (una institución), por ejemplo, asume que su dominio resulta incompatible con las necesidades humanas de la población mundial. La crisis se expresa en sociedades capitalistas, es decir en formaciones sociales en las que permanentemente están en juego los derechos inherentes al sector débil de la relación salarial (los asalariados) y la oposición entre trabajo vivo (trabajadores) y trabajo muerto (acumulación de capital). En los países centrales o postindustriales de hoy podemos enfatizar tres aspectos acerca de derechos humanos: a) un discurso académico que busca reducir sensiblemente el campo de derechos humanos (anulando los económico-sociales y culturales, los nacionales, los de sexo-género, etcétera); b) un discurso político público que legitima la tortura como necesaria; c) una instrumentalización de todos los recursos (incluye Naciones Unidas, OTAN, guerra cultural, bloqueos económicos, legislación contra los emigrantes, por ejemplo) contra los ‘otros’ a quienes se considera no-personas: islámicos, palestinos, narcoterroristas, etcétera. En Costa Rica, alguna prensa califica a los sindicalistas como terroristas pasivos.
Habría que agregar, para América Latina, un cuarto punto: las sociedades latinoamericanas se han configurado mediante una dominación oligárquica y neoligárquica con fuerte presencia cultural (identidad/subjetividad) clerical, que genera un Estado de derecho que es más una discusión que un dato. A este componente se agrega hoy un imaginario ‘tecnocrático’. El resultado de la combinación de estos factores es que en estas sociedades nunca ha existido una cultura (sensibilidad generalizada) de derechos humanos, como tampoco existe o ha existido una cultura ciudadana. Ambos desafíos, la ausencia de Estado de derecho y la debilidad de una cultura ciudadana, debilitan las luchas por derechos humanos y potencian su incumplimiento. Están en el papel, pero no se cumplen o se cumplen casuísticamente, o sea para algunos y en algunas situaciones. Piensen, por ejemplo, en las debilidades del Ministerio del Trabajo costarricense que le impiden denunciar en los tribunales a los empresarios que no pagan el salario mínimo legal o del Ministerio de Hacienda que no puede revelar los nombres de empresas (y los de sus dueños) que no pagan sus impuestos o a quienes se les permiten deudas que terminan siendo incobrables. Habría que agregar, para América Latina y porque el punto castiga a la población costarricense, que la mundialización determina a la mayor parte de Estados latinoamericanos como factores no-dominantes rn o de constelaciones transnacionales de poder (integradas por corporaciones privadas transnacionales, organismos internacionales, potencias estatales, circuitos financieros) de modo que las acciones ligadas con derechos humanos siguen las tendencias imperantes en el seno de estas constelaciones. Y estas tendencias expresan hoy desprecio por derechos humanos ligados con su manipulación (incumplimiento y a la vez exaltación). En Costa Rica, y bajo el disfraz de defender a la población del crimen común y organizado, aparece una policía garroteadora de civiles y, al mismo tiempo, una Ley Mordaza que prohíbe denunciar la corrupción y venalidad políticas. Éstas no son casualidades. Son señales de los tiempos. Incumplimiento de derechos humanos e impunidad. La impunidad, como tendencia, solo pueden alcanzarla los sectores dominantes, no los sindicalistas, no los trabajadores, no los pequeños comerciantes endeudados o los maestros, conserjes y profesores.
A3.- ¿Estamos vuelta atrás en derechos humanos? Sí, o por lo menos a eso aspiran los Estados poderosos, las corporaciones transnacionales y los sectores académicos postindustriales. Estrictamente nunca se ha estado política y culturalmente muy adelante en el campo de derechos humanos. La Declaración Universal es de 1948, pero los Pactos, que son textos vinculantes para los Estados que los firman, datan de 1966. No alcanzamos ni a medio siglo de esos pactos. Y en términos culturales no existe una sensibilidad profunda ni menos mundial de derechos humanos. Solo se les recuerda y reclama cuando se los viola. Esto quiere decir que, para la mayoría de la población, existen puntualmente, no todo el tiempo como un factor de la identidad y de la manera de relacionarse con otros. Mucha gente atiende su salud como una preocupación permanente, aunque en ese momento se sienta sana. Pero otros se preocupan de su salud solo cuando enferman. Hacia derechos humanos impera generalizadamente esto último: solo me importan cuando me los violan a mí o a alguien cercano. Pero no se percibe en el ‘orden’ del día a día, y en el sistema en el que se produce ese día con día, su violación. Esto en ninguna parte del mundo. La señal reciente más dramática en estos campos es la utilización de la Corte Penal Internacional y la OTAN para “llevar la democracia” a los países árabes e islámicos. La prensa llama a estas intervenciones masacradoras “primavera árabe”. En la década de los noventa se las llamó “intervenciones humanitarias”. Cuando aquí, en la década de los ochenta, en la vecindad, se asesinó a cientos de miles de guatemaltecos humildes y se torturó a miles, no sentí a los ticos consternados por estos sucesos. No tenían nada que ver, supongo, con la democracia costarricense. Algo semejante ocurrió con la invasión estadounidense de Panamá, en diciembre de 1989. Miles de muertos y abierta transgresión del derecho internacional, pero los ticos miraron para otro lado y mantuvieron su “espíritu navideño”. Muchos, incluyendo los medios más poderosos exaltaron la invasión. Se la merecía Noriega por cholo y degenerado. Ni se les pasó por la mente que la próxima invadida podía ser Costa Rica y que esa invasión y las muertes que generó no podían quedar impunes. Al menos había que denunciarlas. Pero éstos son solo ejemplos de lo epidérmico-puntuales que somos acerca de derechos humanos, en especial cuando los violan los poderosos. Y estos ‘poderosos’ los violan todo el tiempo. Pero sus violaciones parece que no las sentimos. Sus violencias, quizá, forman parte del ‘orden’. De ‘nuestro’ orden.
¿Qué factores marcan este ‘retroceso’ en derechos humanos? Quizás el más importante sea la liquidación de las sociedades del socialismo histórico en el final de la década de los ochenta y comienzos de los noventa del siglo pasado, pero también influyen el carácter de las actuales tecnologías de punta (informática, ingeniería genética) y el dominio incontrarrestable del capital financiero. Estos factores están ligados al ‘triunfo sin contrapeso’ del capitalismo, de sus Estados y de su democracia. Ni la lógica de acumulación de capital, ni el Estado que la privilegia, ni la democracia sin ciudadanía y que invisibiliza los conflictos sociales sistémicos (clase y sexo-género, por ejemplo) tienen inclinación ninguna por derechos humanos. Por ello se entra de lleno tanto a su manipulación como a su uso propagandístico. Lo que hacen los dueños del mundo, cualquiera sea su costo y el número de víctimas, es defender y propagar sus intereses particulares y sectoriales adornándolos con las bandera de derechos humanos y de régimen democrático. Quien (sectores sociales) o lo que (Naturaleza) se opone a los dueños del mundo y a la acumulación de capital ofende derechos humanos y tendencialmente puede ser tratado como no-persona. O sea, que carece de todo derecho.
A4.- ¿Cómo ha llegado Costa Rica a una situación de deterioro de derechos humanos? La guerra civil del 48 tuvo un solo gran derrotado: los sectores populares y con ellos las organizaciones independientes, en el sentido de autónomas, de los trabajadores y ciudadanos. Sobre estas derrotas se constituyó un Estado ‘benefactor’, llamado asimismo ‘social’, que canalizó y “resolvió” los conflictos sociales sin atender sus causas efectivas y sin construir ‘nación’ ni ciudadanía. En su misma configuración residían los factores de su decadencia, acentuada posteriormente por la propensión al clientelismo y personalismo de sus partidos mayoritarios. El aumento de la población y las debilidades de la economía/cultura tornaron no factible atender universalmente las clientelas sociales. Con el cambio tecnológico y la ‘normalización' de las guerras en Centroamérica llegó una mundialización que hace de Costa Rica parte efectiva de la acumulación mundial de capital. Hay mejores buenos negocios pero también menos de ellos para las voracidades internas. El dominio lo ejercen sectores oligárquicos, neoligárquicos y tecnócraticos. Los aparatos clericales (algo distinto de las iglesias y de la fe religiosa) recuperan peso político-cultural. El proceso de apertura al capital global, iniciado a finales de los ochenta, puede ser descrito como el ingreso del dominio unilateral de la acumulación global (trabajo muerto) sobre el trabajo vivo. Esto no puede lograrse sin resistencias e irritaciones. Ellas surgen desde las experiencias de la existencia cotidiana (porteadores, propietarios de motos, educadores, pensionados) y desde la ‘tradición social’ costarricense. Los partidos tradicionales (y también sectores de trabajadores sindicalizados) carecen de respuestas para los conflictos. La crisis del sistema de partidos, determinada en parte por el amafiamiento de sus direcciones y la sumisión cultural, representados en el subsistema político (figueristas/calderonistas, principalmente) es imaginada como ‘ingobernabilidad’ o como ‘crisis del sistema’. Ambas percepciones son inadecuadas. Ante la ausencia de organización popular efectiva, la inserción/mezcla corrupto/tecnocrática local dominante con la constelación internacional de poder (que hacen del país un espacio para inversiones privilegiadas) generan formas propias de autoritarismo, corrupción, venalidad y represión, tanto preventivas y defensivas (Ley Mordaza, garrote) como de ataque y adecuación (reformas legales y constitucionales). En el proceso se culmina la erosión de la CCSS y se anuncia un perfil capitalista para el ICE y el INS, por ejemplo. El INVU atraviesa un nuevo limbo. Hoy se vive un proceso acelerado de concentración de poder económico-político-cultural que puede ir acompañado de descentralizaciones administrativas (municipalización) que, en el marco del clientelismo, pueden determinar una feudalización de Costa Rica. Ninguno de los procesos mencionados favorece a derechos humanos, sea que se los considere situacional o sistemicamente.
A5.- ¿Cuáles son los principales conflictos sociales en Costa Rica? Un conflicto social puede ser visto como ‘principal’, en el sentido de dominante, o porque es sistémico (lucha de clases, lucha nacional, lucha de sexo-género, conflicto étnico-cultural, por ejemplo) o porque crea nuevos escenarios políticos sean o no sistémicos (los conflictos no-sistémicos, pueden ser valorados como situacionales y pueden ser resueltos o refuncionalizados por el sistema; los sistémicos solo pueden ser paliados por el sistema, pero no resueltos). Si se toma el segundo criterio, los principales conflictos actuales en Costa Rica admiten ser caracterizados como ciudadanos más que sociales (corrupción, venalidad, defensa de la CCSS, etcétera) y como ciudadanos con raíz social (ambiente natural o ecologismo radical, manifestaciones regionales o locales, paros en instituciones, marchas de mujeres, protestas de porteadores, etcétera). Pueden darse combinaciones de ellos. Los conflictos sistémicos, por su parte, se ligan con la propiedad/apropiación y sus efectos sobre el trabajo y los empleos, la dominación patriarcal y adultocéntrica, la administración social de la sexualidad, y el daño al medio natural derivado del modelo de propiedad/producción/apropiación. Con excepción del último de ellos estos conflictos se ponen de manifiesto más como movilizaciones que como movimientos sociales populares y esto puede querer decir a) que no acumulan fuerza social (por su menor impacto cultural o en la sensibilidad de la población) y b) que las movilizaciones carecen de una adecuada conciencia del carácter de su movilización. El principal nuevo escenario para los dos tipos de conflictos es la manifestación, que puede ser selectiva o masiva, que obstruye calles y carreteras. En mucha menor medida, aunque es la privilegiada por los medios dominantes, las redes sociales. En el primer caso, los dueños hacen legislación que tiende a prohibirla (o se interpreta como tal) y reprimen con violencia obteniendo el apoyo de sectores significativos de la población. Un Ministro de Seguridad dice que los ciudadanos que manifestaban en defensa de la Seguridad Social fueron “racionalmente apaleados” por la policía. Ya se ve, la denuncia ciudadana no es racional. El apaleo brutal sí lo es. Y hasta surgen los héroes. Una mujer, Griselda Lara, “empresaria escazuceña” obtiene casi una página completa y foto de La Nación S.A. porque enfrenta a los conductores de motocicletas que bloqueaban, a su automóvil más que a ella, su individual derecho irrestricto a ir de compras. “No es posible que a mí me detengan, que alguien impida mi libre tránsito”, aúlla la empresaria y califica de “pendejos” a los otros conductores de autos de lujo que no se bajan a agredir a los manifestantes. La presidenta Chinchilla posteriormente aprovechará los incidentes con los propietarios de motocicletas, víctimas de decisiones ‘técnicas’, para dividir a los costarricenses en “buenos” y “malos”. Los buenos son los que van de compras. Los malos los que impiden a los buenos ir de compras. Ya se ve por donde van los tiros. Si los manifestantes obstruyen, resisten o golpean en su defensa a la policía brutal, son malos e irracionales con quienes no se puede dialogar: la presidenta quiere significar que dejaron de ser ciudadanos y que dejan de ser dignos de diálogo, hay que vapulearlos ‘racionalmente’ (es obviamente un paso hacia considerarlos no-personas). En el segundo frente, el de las redes sociales, ya se discute internacionalmente la factibilidad de censura para Internet.
A6.- ¿Cuáles son las estrategias de lucha mundial y nacional? Las principales son movilizaciones de masas ‘ciudadanas’ e insurgentes que se mueven por reivindicaciones puntuales o politicistas. ‘Politicista’ es aquí mala palabra, porque indica una reducción del carácter de los conflictos sociales. Estas movilizaciones suelen poseer una organización básica floja y por ello no constituyen movimiento y no crean cultura (sensibilidad) popular. Si luchan por algo de lo que el sistema puede sacar ventaja (Libia, por ejemplo, o Siria hoy), se las promueve, financia y arma. Tienen buena prensa. Si no es ese el caso, es decir si son relativamente autónomas o nacionales, se las desagrega/reprime o se las golpea, encarcela y mata. No se consideran aquí los casos de Estados/gobiernos que buscan alguna manera nueva de integración nacional que podría tener alcance popular (Bolivia, Venezuela, la Honduras de Zelaya, por referir ejemplos latinoamericanos). No existen estrategias de lucha mundial, debido a que los sectores populares han sido sistemáticamente desagregados o aislados mediante una combinación de la economía de mercado y la saturación derivada de los medios masivos. Las luchas ‘nacionales’ están asimismo en la mira para ser consideradas ‘terroristas’. Los consorcios dominantes crean un ‘nuevo orden/desorden mundial’ con amigos y enemigos. Para ellos se trata de una guerra y en eso llevan razón. Los sindicalistas de la periferia, excepto cuando están domesticados, son “enemigos”, es decir factor de desorden y caos. Esto, por supuesto desde la perspectiva de la dominación. Insisto en el punto porque ustedes como sindicalistas deben darse una muy diversa perspectiva.
A7.- ¿Qué rol debe jugar el movimiento sindical? El rol lo determina la fuerza social que se ha construido y que puede materializarse en acciones con incidencia. Sin esa fuerza tal vez se quiera tener un rol, pero no se logra el objetivo. Una fuerza social sindical no es un mero agregado de individuos o personas, sino que pasa por la creación de una sensibilidad sindical autónoma, una nueva cultura interna que se manifiesta como actitud de existencia (subjetividad). Desde aquí se puede hablar de otros roles, como la articulación sindical y popular, o sindical y ciudadana. Por supuesto puede hablarse asimismo de un, o varios, rol estratégico, pero él no se cumplirá sin dar los primeros pasos: organización básica y fuerza para alcanzar incidencia no solo económico-política sino cultural (legitimidad, hegemonía). El sindicalismo es una forma de existencia que se debe testimoniar con vigor, limpieza y belleza para despertar y convocar legitimidad social.
A8.- ¿Es válida la bandera de derechos humanos para luchar contra la crisis, las medidas de los gobiernos y la represión? Cualquier bandera de lucha social es buena si tiene carácter popular y se inscribe en un proyecto de una nueva sociedad. Si eso ocurre con derechos humanos, es buena y oportuna bandera. Pero debe empezar por reconocerse que el sistema, mundial y local, no acepta derechos humanos. Y que se les debe dar un nuevo carácter. Por lo tanto hay que luchar contra las tendencias a valorar derechos humanos desde el Derecho natural, o desde su reductiva propuesta jurídica y entenderlos como parte de una nueva cultura, de una nueva manera de sentir y pensar el mundo y de estar humanamente en él. Cuando las personas comunes escuchan ‘derechos humanos’ piensan en la dignidad humana, en la iglesia, en los circuitos judiciales…, pero en realidad deberían pensar en una nueva manera de entender la sociedad toda: de hecho, de una sociedad que hace del trabajo vivo su principal punto de apoyo. Nada fácil.
Digamos ahora una palabra acerca del tema específico que se me asignó.
B.- Derechos humanos en la agenda sindical
a) La noción de agenda tiene su complejidad: a) existe un nivel material de la agenda: se constituye en los desafíos del día a día o coyuntura tras coyuntura. Entonces, hay que sentir/conocer estos desafíos; pero el nivel material de la agenda se pone de manifiesto no solo como tareas, cumplimientos y responsabilidades, sino también por las lógicas que determinan y animan la realización de esas tareas: lógica de no discriminación, por ejemplo. Lógica de articulación, más que de unidad, en otro ejemplo. Lo primero quiere decir que los varones sindicalistas no discriminen a las mujeres sindicalistas ni que los sindicalistas con más experiencia discriminen a los jóvenes sindicalistas, por hacer dos referencias. Esto significa que la diferencia (todos somos diferentes: ninguno de ustedes en esta sala se cambiaría por otro) no se traduzca en una dominación, en hacer del otro un inferior. Y en cuanto a la articulación, buscar lo que liga a los diversos sectores contenidos en una expresión amplia como ‘trabajadores de la educación’ (maestros, profesores, conserjes, etcétera, distintos sindicatos, estudiantes, padres de familia, comunidades, etcétera) y avanzar hacia tareas que faciliten vincular a estos trabajadores de la educación con otros sectores y frentes de trabajadores, sin pretender hegemonizar (dirigir) sus luchas específicas o rebajarlas. Luchas de mujeres, de jóvenes, de ecologistas… articuladas con las luchas de los trabajadores de la educación, sin pretender supremacía ni conducción. Articular luchas más que proclamar su unidad.
Pero lo central aquí es que las acciones y compromisos de la agenda material, agenda de lucha, deben expresar o poner de manifiesto una lógica de no-discriminación, una lógica articuladora, una lógica democrática, por citar tres de estos componentes de una nueva cultura, de una nueva manera de estar en el mundo, la de los trabajadores. Estas lógicas o ‘espiritualidades’ no se ven con los ojos de la cara, pero se testimonian/expresan en cada acción, nutren su agenda material, prueban y comunican el espíritu que anima a los sindicalistas y a los trabajadores de la educación.
b) Si lo anterior tiene sentido, existe una dimensión de la agenda sindical que no se ve inmediatamente con los ojos de la cara: le llamo su dimensión virtual: está presente, pero no se ve directamente, hay que efectualizarla. Si no se la efectualiza, la agenda pierde carácter sindical. Remamos y hacemos, pero no sabemos para dónde ni cómo remamos ni hacemos. Pegamos fuerte, quizás, pero de repente nos encontramos golpeando al amigo y no al rival. La agenda virtual, que contiene lógicas y también posibilidades, debe nutrir la agenda material sindical empezando por la forma en que esta última se constituye. La agenda material se hace sabiendo dónde se ubica y cuál es la fuerza o vigor que en un determinado momento posee el sindicato, pero la agenda virtual nos habla sobre el carácter de esta fuerza y nos dice sobre la manera como este carácter se pone de manifiesto en el ejercicio diario de la fuerza sindical. Este aspecto virtual de la agenda nos pone en relación con la identidad que contiene y expresa un sindicato de trabajadores. Esta identidad es autoproducida y en sociedades con principios de dominación, de clase, de sexo género, culturales,… supone autotransferencias de poder. Queremos ser poderosos para alcanzar nuestros objetivos, pero ‘poderosos’ se dice de muchas maneras. Queremos ser poderosos pero en cuanto trabajadores. ¿Cómo se pone de manifiesto y cómo se legitima y alcanza capacidad de comunicación este poder de los trabajadores? Por aquí va, por aquí se orienta la agenda virtual de un sindicato. El poder de los trabajadores no es semejante al poder de los empresarios y tecnócratas y clanes políticos. O no debería serlo, porque el poder de los trabajadores, su fuerza, se construye y se utiliza para otros fines.
c) La agenda sindical posee también, por lo recién dicho, una dimensión estratégica. Esta dimensión se constituye básicamente por el vínculo entre la organización y la lucha sindicales y su sentir/comprender el sistema social. No se trata solo de tener conocimiento de este sistema. Los grupos dominantes han mitificado el papel del conocimiento. Hablan incluso de ‘economía del conocimiento’. Otros, de ‘sociedad del conocimiento’. Si los trabajadores no sienten, en el sentido de resentir, sufrir, el sistema, no lograrán conocerlo. ‘Sentir’ significa tener emociones, sentimientos de repulsión o de afecto. Repulsión por la explotación, por la dominación que nos impide alcanzar estatura humana o que condena a nuestros hijos a no acceder a educación de calidad o nos amarra a una relación salarial impropia por esclavizante. Sin emociones de repulsión contra la dominación y de afecto o pasión por la liberación no existe conocimiento sindical del sistema ni agenda sindical de lucha. Sin pasión/comprensión sistémica no existe lucha sindical efectiva. Y esta comprensión sistémica, conocimiento penetrado de pasión, de valores construidos en la lucha, se articula con los horizontes de esperanza, con los sueños y contra las pesadillas. En bonito, suele llamárselas utopías. Las utopías surgen desde experiencias sociales de contraste. Los seres humanos tenemos la capacidad para imaginar experiencias sin dominación, sin sufrimiento, sin exclusión, sin daño ambiental irreversible. Y podemos darnos la capacidad para guiarnos en la existencia por la pasión, el conocimiento o discernimiento y la imaginación utópica. Podemos si sentimos y sabemos, construir desde nuestros sueños hechos lucha y comunicación. Sin utopías de una toda nueva sociedad, construidas por seres humanos como cada uno de ustedes, por trabajadores organizados, no existe agenda sindical. Luego, la agenda de todos los días, la que hemos llamado material, está penetrada por el imaginario de una sociedad en la que la educación o la socialización es un arte de liberación, de libertad y creación. Un trabajador de la educación que se asume como artista y que entiende su tarea como la empresa de generar para otros, con otros, experiencias bellas de búsqueda y comunicación para crecer como seres humanos. Sin este sueño penetrando la agenda material no existe tampoco agenda sindical de los trabajadores. Esto es lo que quería decirles, sindicalistas, luchadores. Muchas gracias.
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[*] Participan como expositores iniciales en el foro Gabriela Arguedas Ramírez y Randall Blanco Lizano.
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Intervenciones
.- ¿Qué papel juegan las transferencias de poder en el campo de derechos humanos, en qué consisten, que supone esto para los sindicalistas?
HG.- La constitución de derechos humanos siempre ha contenido transferencias de poder, aunque ellas pueden poseer diverso carácter. El rey y los nobles tenían derechos de vasallaje, que contenían prácticas de dominio unilaterales, entonces traficantes comerciales y empresarios (y sus pensadores) inventaron la figura del ciudadano que obedece a la ley que es igual para todos. Los curas podían configurar a su gusto las conciencias (lo que había que sentir y pensar e imaginar) y los comportamientos debidos (moral, pecado) y entonces comerciantes y empresarios proto-capitalistas exigieron libertad de conciencia y expresión. El ‘hereje’ ya no será más quien disiente de la ortodoxia clerical, sino quien atenta contra la vida y la propiedad. Se le llamará delincuente. Por supuesto se le podrá quitar la vida. Estos son procesos de transferencia de poder. Para ser más exactos de autotransferencias de poder, de capacidades. Antes mataba el rey o el señor feudal, ahora mata la ley, el Estado. El ciudadano que desplaza al vasallo y el delincuente que desplaza socio-culturalmente al hereje o impío, suponen otras creaciones: el Estado de derecho, por ejemplo. Con este Estado pierden capacidades los reyes, los nobles y los curas. También los gremios de artesanos. Pero asimismo se inventa una figura económico-filosófica-cultural: el individuo ajeno a todo nexo social. Tiene tanta positividad, o sea realidad efectiva, como el unicornio que extravió Silvio Rodríguez, pero este individuo a-social, previo a todo nexo social, campea hasta hoy. Entonces se trata de procesos complejos, sociohistóricos y conviene estudiarlos.
A finales del siglo XIX los trabajadores y sus pensadores advirtieron que no podían asumir la realidad de las condiciones en que les tocaba existir afirmándose en el mito de los individuos pre-sociales y superiores a la sociedad. Se dieron cuenta que el sentimiento/pensamiento/imaginación que servía a su realidad e intereses pasaba por comprender la sociedad no como un agregado de individuos sino por sus relaciones sociales. Eran las relaciones sociales las que constituían individuos (diversos, diferenciados) y no al revés. Entonces surge la crítica obrera y también femenina de estas relaciones sociales. La crítica obrera y femenina puede tener como meta mejorar la posición dentro de las mismas o parecidas relaciones sociales (suele llamárseles conquistas reivindicativas: mejor salario, por ejemplo, o igualdad jurídica), o cambiar estas relaciones por otras que no produzcan ni miserables ni desempleados ni explotados ni reificación. La crítica se puede vincular así con la transformación político-social y cultural del sistema.
Histórica y conceptualmente la sensibilidad de los sindicalistas se nutre entonces del sentimiento, el discernimiento y el imaginario que surgen desde su asunción de las relaciones sociales existentes y de su capacidad para cambiarlas. El sindicalista debe encontrar la manera de autotransferirse capacidades para sentir/discernir/imaginar desde esta perspectiva, que es la suya propia, derechos humanos. Dicho con palabras pomposas, el sindicato es un lugar desde el que debe producirse, ustedes deben producir, conocimiento social distinto al que desean los grupos dominantes que se produzca. Ustedes pueden reflexionar desde este punto de partida para una mejor comprensión de la organización sindical y de los distintos tipos de sindicatos que es factible constituir. Y, también, acerca de por qué el sindicato es poderoso si se construye a sí mismo como factor de una fuerza social con muchos y para muchos y estos muchos se articulan constructivamente con otros muchos para generar nuevos escenarios políticos (los partidos tradicionales no lo harán) y dar peleas socio-culturales de emancipación.
.- ¿Tienen poder o algún poder los profesores y maestros?
HG.- Ninguna persona, sector social o profesional, carece del todo de poder. Un maestro, por ejemplo, puede desalentar o animar a sus estudiantes. También puede castigarlos. Pero el sistema educativo formal es un subsistema social de una sociedad más amplia, hoy configurada por constelaciones transnacionalizadas de poder. Los poderes centrales o nucleares, constitutivos y configuradores, matriciales, se siguen de cuestiones como la propiedad/apropiación, el orden/violencia de sexo-género, los dominios étnicos, el vínculo con lo sobrenatural, el carácter del Estado, por citar desordenadamente algunos factores/procesos. Los profesores en el aula son portadores de estos poderes sociales, de sus lógicas. Ustedes acostumbran llamarle a esto “currículum oculto”, pero el concepto debe ser entendido en forma más amplia que la usual. Ustedes transmiten valores de “decencia” que acostumbran ser valores para reproducir el statu quo o para reforzarlo. Luego ustedes tienen capacidades para alcanzar ciertos objetivos, mejor o peor. Ejercen poder en la fracción del subsistema donde tienen una parcela de autoridad, muy limitada, con carácter restringido y restrictivo. Pero carecen de capacidad para determinar la organización básica del Liceo, por ejemplo, los programas, los momentos de creación y ocio, etcétera. Desde este punto de vista carecen de capacidad de incidencia política constitutiva dentro del establecimiento y también fuera de él. Son funcionarios de un subsistema (y de un sistema) que delega en ustedes algunas capacidades operativas. Parecido a como el padre patriarcal delega en la esposa, a la que llama “ama de casa”, la responsabilidad por el el ‘orden’ familiar. Pero él se reserva “seguir siendo el rey”.
Los sindicatos de trabajadores de la educación y los sindicalistas que lo configuran surgen para crear, reforzar o ampliar sus capacidades de incidencia como sector tanto dentro de los establecimientos de enseñanza como fuera de ellos. Con esas metas se organizan entre semejantes (maestros y profesores, trabajadores) y se abren horizontalmente a otros sindicatos y trabajadores de la educación. En estos procesos deben aprender quiénes son realmente y qué papel los hacen jugar y cuáles podrían protagonizar desde sí mismos. Atender los desafíos ‘menores’ (salarios, incapacidades, arbitrariedades, etcétera), pero también asumir las cuestiones estratégicas: qué estamos enseñando y para qué. Qué estamos aprendiendo (y recibiendo) cuando 'enseñamos'. Qué queremos ser como trabajadores de la educación y como educadores costarricenses. Qué no queremos ser. En estos procesos se debe identificar también amigos y obstáculos. Los estudiantes, ojalá organizados, deberían ser amigos y aliados de los profesores y maestros y de los trabajadores de servicio. Si se ponen de acuerdo para ser mejores, en cuanto maestros y estudiantes y trabajadores, no hay Director que pueda resistírseles. Ni el más burócrata o amigo del Ministro del ramo.
Y si se puede ser cercano y aliado de los estudiantes, también es factible, como maestro y profesor, acercarse, como sindicato, a los padres y a las familias de los estudiantes. Y si se hace esto los trabajadores de la educación y sus sindicatos ya están instalados, como maestros y profesores, como sindicalistas, en las comunidades y en los barrios. Articulándose con todas estas otras personas y gentes, ojalá organizadas por sí mismas, ya han ampliado su capacidad de incidencia. Una articulación de profesores y trabajadores de la educación con estudiantes y padres y dirigentes barriales y ciudadanos… probablemente pueda contra cualquier Director autócrata, burócrata e inútil. Y quizás hasta tal vez pueda contra el currículo y el programa que entontece a estudiantes y profesores.
Pero no hagamos aquí un símil de la fábula de la lechera. Maestros y profesores tienen poder, pero inicialmente éste es delegado o funcionario y su carácter y alcance lo reciben de otros. Pero pueden darse poderes distintos si se organizan y articulan con quienes deben hacerlo, con quienes sufren el sistema (aunque no lo sepan). Para eso están los sindicatos y otras formas de organización popular. Por eso ustedes deben tomar en serio su responsabilidad de sindicalistas. Dirán que ya la toman. Pues redoblen y tripliquen sus esfuerzos de comprensión, organización y acción para alcanzar cada vez más capacidad de incidencia. Ubicado como observador externo, a este expositor no le queda en exceso clara la capacidad de incidencia que ustedes poseen. Los siento divididos a los profesores, ensimismados en sus asuntos personales y de familia, manipulables, reactivos más que propositivos. Las metas estratégicas, los sueños… no pueden alcanzarse si ustedes no aprenden a ser sabios y tenaces desde su raíces ciudadanas, sociales, laborales y profesionales. Alguno de ustedes, una compañera, se ha preguntado aquí, con mucha valentía, si quienes esta mañana aquí se reúnen son efectivamente sindicalistas. La respuesta deben darla ustedes con sus prácticas y su capacidad de incidencia. Aquí lo que se puede hacer es presentar y discutir fieramente el punto.
.- Algunos piensan, y han escrito, que se están dando situaciones que podrían desembocar en una guerra civil. Desde el punto de vista de los trabajadores, ¿quién dirigiría esa guerra?
HG.- En una guerra civil combaten siempre fuerzas sociales, lo sepan o no quienes participan en ellas. Estas fuerzas sociales se dan liderazgos, que son personalidades o grupos de personalidades que condensan/expresan de una manera mejor los intereses de esas fuerzas sociales. Los líderes no aparecen y se afirman por su voluntad personal o individual (como el caso de alguien que se creyó a la cabeza del Movimiento por el No en la lucha por ganar el referéndum del Tratado de Libre Comercio con EUA para saltar desde allí a la presidencia de la República; no sacó ni los votos de su familia. Él se creyó designado por Dios), sino porque condensan/expresan mejor el ethos (la sensibilidad) de ciertas fuerzas sociales y tienen la capacidad para orientarlas y hacerlas combatir. El liderazgo es algo que hay que ganarse y ejercerlo. El liderazgo en una guerra civil, si es que ella se produce o es producida, no escapa a esta descripción básica. Dirigentes sindicales pueden estar a la cabeza del bando popular, pero dejan de ser dirigentes sindicales y pasan a constituirse como dirigentes del bando popular. Algunos cuyo origen social no es exactamente popular ¿pueden estar a la cabeza del bando popular? La respuesta es sí, pero tienen que ganárselo y asumir los valores populares con más intensidad y honestidad que ninguno: combatir y morir por esos valores y contingentes humanos populares. Un sindicato, que es una institución, no puede encabezar una guerra civil, pero los sindicalistas de un determinado sindicato popular pueden y deben ser factor de las fuerzas sociales progresivas que combaten en una guerra civil.
En todo caso, las guerras civiles no se producen por sí mismas, sino que hay que producirlas y a los sectores populares les conviene estar preparados, lo que quiere decir organizados, para participar en ellas. También conviene advertir desde ya que en una eventual guerra civil en Costa Rica habrá actores ‘externos’, EUA, y transnacionales, como el Vaticano, vía la jerarquía de la Iglesia Católica, buscando acarrear agua para sus molinos. También quisiera señalar que no veo en el horizonte de Costa Rica una guerra civil y que si ella ocurriera en este momento plantearía muy serios desafíos a los ciudadanos y a los sectores populares. Esto por su desagregación, principalmente, no porque les falte o falle el coraje.
.- ¿De dónde surge la fuerza de un sindicato?
HG.- De su capacidad orgánica para constituirse como espacio de vida y existencia. Y esta capacidad le viene de la asunción y lectura efectiva de sus raíces sociales, es decir de sentir/entender que son ‘resultado’ de una determinada producción social. Esta producción social es la que genera para ellos experiencias de contraste, la capacidad de imaginar algo mejor y distinto y el sentimiento de que organizadamente es factible construir esa nueva realidad. Estos factores son los que nutren, para los sindicatos, su agenda material, su discernimiento, su tenacidad, su mirada de horizonte, la esperanza construida, la articulación de solidaridades radicales y la humildad. La soberbia no es un valor sindical. Un grito, un puño, una barricada o una toma pueden ser a la vez sólidos y humildes. La humildad de los trabajadores no contiene rebajamiento ni sumisión. Consiste en reconocer que no se tiene todo el conocimiento ni todas las potencias, pero que sabiduría y fuerza se pueden construir y que los errores ayudan a crecer si se los reconoce y critica. La humildad popular es una forma de energía constructiva, no restricción ni apocamiento.
.- ¿Cómo luchar contra la fuerza de medios tan orquestados y antisindicales como los que existen en Costa Rica?
HG.- El desafío no está en los medios, sino en la sensibilidad cultural que recibe su mensaje sin crítica. Y en esta sensibilidad cultural cumplen funciones las familias, la educación formal, las iglesias, la existencia cotidiana, la danza de las mercancías. Ustedes pueden ser o actores o funcionarios tanto en sus hogares como en el aula o establecimiento educativo y también en la existencia cotidiana. Ya se enfatizaba aquí por varios de ustedes que ser sindicalista remite a una forma de existencia, no es solo una militancia del día sábado o martes. O para la huelga y la marcha. Es una realidad que en Costa Rica sindicatos y sindicalistas no son buenas palabras y a ustedes les resultan para nada accesibles o inmediatos, o enteramente distantes y hostiles, la orquestación de medios masivos (no existe prensa sindical efectiva, televisión sindical, radios sindicales) y los espacios clericales. Tampoco ayuda el que no exista un partido que desee ser interlocutor y caja de resonancia y articulación nacional de los sindicalismos y otras formas de lucha popular. Pero si ustedes contribuyen como actores en la configuración de una sensibilidad popular extendida (una manera de leer, de sentir el mundo, de estar en él), esos medios y espacios, como La Nación S.A., con sus mentiras y sus semiverdades, con sus énfasis, se irán transformando, para sí mismos, en sus peores enemigos. Cuanto más mientan y tergiversen o invisibilicen, más socialmente ‘verdaderos’ serán ustedes. De aquí la importancia de trabajar y articularse con jóvenes, niños, amas de casa, ciudadanos, religiosas y religiosos progresistas y honestos, con los espacios universitarios y otros sectores, para los sindicalistas. La acción sindical y su incidencia se ahogan en los guetos, en el aislamiento, en el sectarismo. El sindicato no es un aparato que pueda prosperar aislado, requiere abrirse a su sociedad tanto como nutrirse de ella. Alguien dirá, “Es que somos pocos y estamos divididos y no tenemos dinero…”. Bueno, esos no son caracteres fijos, sino desafíos. Y en ellos existen responsabilidades compartidas. Ahí tienen que vérselas para llegar a ser millones y fuertes. No todo el mundo tiene que pertenecer a un sindicato, pero el sindicalismo debe convertirse en un factor cultural, en uno de los motores decisivos de la existencia social costarricense. Si no lo hace, los motores de la sociedad seguirán siendo la acumulación de capital, las grandes corporaciones, las iglesias y sus curas, CNN, La Nación S.A., Lady Gaga, el COMEX, Canal 7, etcétera. Se trata de una cuestión política y de un compromiso existencial y está en ustedes resolverlos positivamente. No está en sus solas manos triunfar, pero sí está en ustedes resolver su camino. Que no es nada fácil. Ni aquí en Costa Rica ni en ninguna parte del mundo.
.- ¿En qué consiste el poder social popular y cómo se origina?
HG.- Sectores populares son todos los grupos que sufren formas estructurales de dominación… y lo saben. Si lo saben, se organizan para resistir esa dominación y también para cancelarla, o sea para que ya no exista. Los asalariados, los campesinos y las mujeres, por referir tres sectores sociales, son sectores populares desde este punto de vista. Lo son socialmente, pueblo social, si no resienten la dominación y no aspiran políticamente a dejar de ser dominados. Lo son políticamente (pueblo político), si se dan capacidades (es un proceso) para enfrentar esa dominación y cancelarla. Si la cancelan, han avanzado hacia otro tipo de sociedad. Originalmente las cooperativas europeas del siglo XIX fueron organizaciones sociales populares porque se orientaban a mejorar la capacidad de los salarios para adquirir mercancías básicas y también para eliminar los intermediarios. Pero fueron asimismo democráticas y privilegiaban el trabajo personal de cada socio. No tenían empleados. A su modo, y en tiempos de gran penuria para los trabajadores, avisaron otra sensibilidad cultural. Fueron, por lo tanto, pueblo social y semillas asimismo de pueblo político. Por supuesto, no avanzaron por este último camino. Pero si al juntar salarios mejoras tu capacidad de compra, entonces te estás autotransfiriendo poder. Y si eliminas intermediarios comerciales, de alguna manera lanzas una señal cultural acerca del valor del trabajo productivo en la experiencia social humana. Añadan la asamblea democrática: cada asociado un voto. Tal vez ese asalariado no tenía derecho a votar en las elecciones nacionales, pero votaba en la asamblea de su cooperativa, que era efectivamente una institución suya. Las cooperativas, como las asociaciones de ayuda mutua y los sindicatos pertenecen a una misma época del movimiento social popular europeo en su momento de gestación, alrededor de la mitad del siglo XIX. Cooperativas de consumo y producción, asociaciones de ayuda mutua y sindicatos pueden ser visto como instituciones defensivas de los trabajadores y sus familias, pero también contienen señales culturales orientadas por imaginarios de una nueva sociedad: sociedad determinada por los productores directos, sociedad centrada en la satisfacción de necesidades, sociedad sin formas sistémicas de dominación, o liberada, sociedad democrática con valores de reciprocidad y asistencia. Ustedes tienen que pensarse desde esta tradición social y cultural y apropiarse de ella, hacerla carne propia, junto con sus determinaciones costarricenses. Aunque hoy no lo tengan/sientan claro, estas experiencias son parte decisiva de sus existencias.
.- ¿Qué relación existe o debería existir entre sindicatos y partidos políticos?
HG.- Se trata de una relación que históricamente ha sido compleja y no demasiado fructífera. Entre otras razones porque no se puede hablar sin más de los partidos políticos ni tampoco de los sindicatos. Existen partidos de asamblea y al mismo tiempo ómnibus (es decir que cualquiera puede subirse a ellos) que son estrictamente parlamentarios, es decir se acogen a la institucionalidad vigente. El llamado PLN costarricense es uno de ellos, por ejemplo. Este tipo de partidos suele tener secciones o frentes en los que se expresarían sindicatos y cooperativas o jóvenes. Es decir, abre una sección para los trabajadores organizados y para las cooperativas y los jóvenes aunque en cuanto liberacionistas. Pero lo que hace a continuación es básicamente utilizarlos, así como utiliza a jóvenes, campesinos y mujeres, para los intereses de sus cúpulas y de los grupos que esas cúpulas representan o tienen como ‘clientelas’ de diverso tipo. Este tipo de partidos, se relaciona con los sindicatos o para manipularlos o porque transforma las demandas sindicales en demandas ciudadanas. Esto último es otra forma de manipulación. En algún momento de su existencia el PLN tuvo un frente sindicalista. Pero el PAC, más reciente, trata a los trabajadores en cuanto ciudadanos. Entonces no se interesa por generar un frente y una línea sindical. Hago estas referencias como ejemplos. No se trata de un análisis.
Han existido también partidos políticos explícitamente de clase. Por razones que no ampliaré aquí estos partidos se atribuyeron la entera representación de los intereses de los trabajadores organizados. De esta manera desapareció, para estos partidos, la organización autónoma de los trabajadores y los sindicatos pasaron a ser correa de transmisión de la línea política de esos partidos de clase. Aquí puede darse también una instrumentalización de los intereses de los trabajadores organizados en sindicatos. Su forma más extrema sería una en que se considerara que “los trabajadores no entienden o no saben bien lo que les conviene. El partido sí lo sabe”. Por desgracia esta expresión extrema fue dominante en el siglo XX para los partidos de clase (que se querían revolucionarios) y los trabajadores organizados en sindicatos o frentes rurales y urbanos. El trasfondo conceptual de esta desviación es compleja, pero es posible resaltar de ella dos factores: la necesidad de defender una revolución popular triunfante de sus enemigos internos y externos y el hacer de los intereses estratégicos del proceso revolucionario un proceso central y siempre por encima de los intereses inmediatos de la existencia de los trabajadores. Uno de los corolarios de este último factor es que se desconfía de la organización autónoma de los trabajadores y sus sindicatos y se los prefiere utilizar como ‘correas de transmisión’ de la línea partidaria. Es un error. Entre sindicatos y línea partidaria pueden existir tensión y conflictos, pero la resolución de estas situaciones debe seguirse de un diálogo/acuerdo constructivo entre las partes. Así todos aprenden y pueden remar hacia objetivos comunes. Se beneficia el partido y se benefician los sindicatos. Por desgracia el factor defensivo privilegió el dominio unilateral del partido sobre las organizaciones que debían haber sido autónomas de los trabajadores. Pero el asunto es más complejo que lo que esta respuesta solo bosqueja.
Este expositor se inclina por la existencia de partidos populares y de organizaciones populares autónomas, en diálogo y construcción conjunta. Los partidos tienen tareas propias y específicas cuando no son gobierno (diagnósticos nacionales, organización nacional, coordinación popular, etcétera) y también cuando lo son, pero también los sectores populares las tienen. Nadie puede representar enteramente las vivencias e intereses inmediatos y estratégicos de los sectores populares y ello no puede resolverse haciendo que sus principales dirigentes tengan responsabilidades como militantes en los partidos. Se requiere de otro estilo de trabajo político: mesas permanentes de trabajo conjunto, por ejemplo. Y no hay que temer a las diferencias y disputas. En las relaciones sociales y humanas, que son complejas, éstas se darán siempre. Una articulación constructiva es algo distinto y superior a una unidad con sometimiento.
Todavía una palabra sobre el punto. Algunos estiman que los sindicatos no deben tener expresión directa en el ámbito político, puesto que son parte de la sociedad civil. En realidad el ámbito político-cultural, ya bajo su forma de constitución básica, ya bajo su expresión de reproducción del orden/desorden social, ya como la creación de escenarios políticos, compromete todos los espacios de la existencia social. La idea/imagen de una separación de competencias entre el ámbito político (configurado por el eje estatal) y el ámbito de la sociedad civil (propio de los intereses particulares) es propia del imaginario burgués. Para los sectores dominantes separar tajantemente intereses económicos y político-culturales es conveniente porque ellos ‘poseen’ la economía y designan a ‘sus’ representantes como parlamentarios, jueces, generales, presidentes o primeros ministros, etcétera. Pero este imaginario no sirve a los intereses populares y sindicales porque éstos no designan a los funcionarios a cargo de la superficie de lo político-cultural ni tampoco dan carácter (excepto por su subordinación) a la constitución del orden/desorden social. Luego, si pueden expresarse como fuerza social y constituir escenarios políticos desde su autonomía los sindicatos sí deben formar parte de los escenarios políticos de las sociedades modernas, constituirlos e incidir en todos ellos en cuanto trabajadores organizados. Esto si no se desea jugar con las reglas (que serán ignoradas cada vez que se abra una crisis significativa) del juego del enemigo. Pero se trata de un tema que exige por sí mismo un curso completo de formación y capacitación. Y esta palabra introductoria ya ha sido bastante extensa.
.- Quisiera insistir sobre una cuestión anterior: ¿tenemos efectivamente poder profesores y maestros? ¿Y como sindicalistas?
HG.- Poder “delegado”, y por ello sin autonomía efectiva, sin duda tienen. Ese poder delegado que les concede la autoridad del Ministerio ustedes lo pueden ejercer contra los estudiantes o a favor de los procesos de enseñanza-aprendizaje, haciendo del aula un emprendimiento común. Lo que interesa entonces centralmente no es si ustedes tienen poder en cuanto maestros y profesores, sino qué carácter le imprimen ustedes a ese poder que ejercen. Algo semejante ocurre con el poder (capacidad para alcanzar objetivos) que ustedes pueden autotransferirse como sindicalistas, o sea como trabajadores de la educación y como profesionales. ¿Qué carácter van a darle a ese poder en ejercicio en sus diversas etapas, gestación, configuración, madurez…? ¿Va a ser un carácter que se ejerce contra otros sindicatos de educadores o contra otros sectores de trabajadores, urbanos y rurales? ¿Van a reiterar como sindicalistas las discriminaciones contra los nicaragüenses, discriminaciones comunes en Costa Rica, o contra las mujeres, que es un tipo también generalizado de discriminación? ¿O contra los homosexuales, mujeres y varones? ¿Qué lógicas sostendrán sus prácticas de poder? Es el punto del carácter con que se ejerce el poder. Y aquí influyen las formas mediante las cuales se autotransfieren poderes los sindicalistas de APSE y también el sentido en el que ustedes los inscriben. Si lo hacen, por ejemplo, rechazando las lógicas de discriminación, hacia el interior de su organización y también hacia el exterior. O si las recogen de la dominación social de los patrones y las reproducen en su seno. ¿Quieren ser luchadores populares los sindicalistas de Ande? ¿O prefieren parecerse a los hermanos Arias o al PUSC o a los funcionarios que liquidan la Caja de Seguro Social o a los empresarios y funcionarios que se roban el dinero de la trocha o a los obispos que están por encima del bien y del mal?
Esta cuestión pasa por el proceso mediante el cual se construye poder sindical y también por cómo cada uno de ustedes se integra personalmente como sindicalista y cómo expresa esta integración personal en el seno de su familia y en el trabajo, en el barrio y en la vida diaria y, desde luego en cada una y todas las luchas que dan como sindicalistas. Entonces el punto central no es si tengo o no poder, porque todos ustedes tienen capacidades como profesores, como conserjes, como trabajadores de la educación, como madres y padres de familia, como esposas y esposos, como ciudadanos, capacidades para proponerse objetivos y medios para alcanzarlos… y también tienen capacidades jurídicas y sociales como sindicalistas. Y si como sindicalistas no las tienen, pues pueden autotransferírselas luchando por ellas. Y el carácter de esas capacidades, el carácter del poder sindical se apreciará en cómo se relacionan con ustedes mismos, cómo trabajan en el sindicato y en cómo se relacionan con los otros luchadores populares, cómo los motivan, y en cómo respetan y acompañan sus luchas.
Por supuesto lo anterior se dice fácil, pero es difícil, arduo. Pero nadie nunca ha dicho que ser trabajador en América Latina es algo fácil. Y ser trabajador de la educación y crear espacios de aprendizaje tampoco es fácil. Y si alguien les dice que ser sindicalista en Costa Rica es tarea cómoda y bien recibida, ustedes estoy seguro lo toman a broma de no muy buen gusto. Pero así viene el naipe cuando una sociedad es oligárquica y se pretende capitalista. Fácil y cómodo para un sindicalista efectivo en América Latina no hay nada. Y si alcanzan poderes populares autónomos y los ejercen, esperen garrote, persecución y muerte. En lo que ustedes están no es jugando. El otro lado se juega su Dios, su propiedad y su identidad. Su opulencia y arrogancia en esta vida y la existencia eterna en la otra. Ustedes dirán qué es lo que se juegan existencialmente ustedes.
Quisiera todavía enfatizar un punto. Una mala tradición sindical ha sido integrarse hacia adentro y perseguir solo beneficios sectoriales particulares. Es necesario aprender a articularse más ampliamente. Les dibujo un sueño: articularse con maestros y profesores. Articularse con otros sindicatos, y sus luchas, tanto de trabajadores de la educación como de otros trabajadores y ciudadanos. Pero no detenerse aquí: articularse con los estudiantes y con sus padres y familias y por medios de ellos con sus barrios y comunidades. Y proponerse una meta: que cada institución de enseñanza (Liceos o escuelas) elija sus autoridades periódicamente desde esta base social amplia y organizada. Maestros, profesores, conserjes, estudiantes, padres de familia... eligen a los directores de los centros de enseñanza. Y diseñan sus actividades. Adiós Ministerio. Realicen este proceso en cinco, diez, quince o veinte años. Con tesón, con paciencia, sin desmayar. Háganlo por ustedes y por Costa Rica y también por el proceso de socialización que la gente requiere. Para que el país tenga la educación pública que sus sectores populares merecen. No es la revolución, pero se parece. Y es un sueño, sin duda. Una cordillera dura que parece no factible escalar. Pero si desean para sus hijos y nietos educación de calidad, tendrían que dar esta guerra de organización y autotransferencia de poderes y autoestima aquí solamente bosquejada. Si triunfaran, ustedes dejarían de ser profesores asalariados y funcionarios públicos y serían creadores libres de experiencias de aprendizaje. Nunca ha existido esto en América Latina. Un sueño. Profesoras y profesores artistas libres para crear experiencias de aprendizaje en una toda nueva escuela. No es la revolución, pero sin duda se constituiría como un factor de ella. Para vencer a una cordillera fortificada se requiere dar con ánimo inquebrantable el primer paso y aprender en el camino, con otros y para otros, cuáles son las maneras apropiadas para vencer y llegar a sus cumbres. Conviértanse, caminen y venzan. Les agradezco el interés, la atención y la participación. Y también la paciencia. Y felicitaciones por haber rematado este primer curso sindical. Ustedes no han sido alumnos sino estudiantes.
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