Seminario Red de Fundaciones
Kolping, 1-18 de octubre 2012,
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México.
La Fundación Kolping es una asociación católica de laicos que recuerda y extiende la obra del sacerdote Adolfo Kolping (1813-1865), fundador de la más extensa federación social alemana. Los trabajos de la Fundación Kolping se hacen presentes actualmente en más de 50 países del mundo. En el Seminario Latinoamericano de octubre del 2012, participaron delegados de Alemania, Argentina, Colombia, Bolivia, México, Nicaragua, República Dominicana y Uruguay. Fui invitado a acompañar el encuentro y sus discusiones. El material que sigue corresponde a las presentaciones personales más amplias o a instrumentos para la discusión y reflexión generados por la dinámica del seminario. Se publican porque pueden estimular reflexiones de otras agrupaciones populares en el subcontinente.
1.- Me conversaban hace unos minutos algunos de ustedes sobre la película exhibida anoche “Cadena de favores”. Lo básico, que el film había golpeado a todos los que estaban, más que las sillas, muy incómodas, que las mujeres lloraban y los varones no, pero que éstos estuvieron mudos, con los ojos muy abiertos y que despejaron el lugar sin decir palabra y se fueron sombríos a sus cuartos. Para quienes no llegaron, es que el niño héroe de la trama y de la existencia, que es bello, o sea un niño, muere al final. Una muerte que no merecía y que quizás pudo ser evitada.
Yo había visto antes esa película y quedé disgustado con su final. Primero pensé que era una reacción mía contra la muerte del chico. Después asocié mi malestar con la escena final, en que los vecinos se acercan con flores y luces para testimoniar su simpatía por la pareja que habría sido finalmente quienes criarían al niño (recordarán que las luces se multiplican en la toma panorámica con las luces del barrio al fondo y las de los automóviles que pasan por la carretera y, de alguna manera, por el cielo estrellado). Quiso ser quizás un final adecuado, pero tal vez falló porque no cumple con una de las tesis centrales del relato: la acción por acometer para transformar el mundo debía ser difícil de realizar. Debía comprometer la identidad. Y el testimonio de simpatía de los vecinos no cumplía con el requisito. Era un gesto de acercamiento y simpatía, pero también era políticamente lo esperado. Era lo que tocaba hacer en la situación para quedar bien. A alguno de esos vecinos quizás le comprometía la identidad, pero para muchos era más solo una formalidad. Como ven, como varón yo no quería llorar porque el niño había muerto. Y entonces buscaba una explicación por mi disgusto con el final de la historia. Quedé por un rato conforme con esta última interpretación: el final resultaba inconsistente y yo podía criticarlo saltándome el asesinato del chico.
Pero todavía volví sobre ese final. Y pensé que la madre del niño y su compañero, el maestro, que habría jugado finalmente el papel de padre del niño, que era lo que el chico quería para su madre y para sí mismo, para reemplazar a ese padre biológico que lo golpeaba a él y destruía a su madre, se hacen pareja en ese final de película. Han superado sus miedos y debilidades y se han vuelto una pareja. El niño murió, pero ellos se hicieron pareja. El niño viviría en esa pareja, voy a decirlo con una imagen, viviría para siempre gracias a la historia y memoria de su hijo asesinado porque darían servicios sin pedir nada a cambio, solo porque él chico los había dotado de esa capacidad, les había mostrado que resulta factible transformar el mundo con acciones quizás micro sociales sin solicitar nada a cambio. Solo que el beneficiado hiciera lo mismo con otros. Después de todo era un final apropiado el de la película, y yo había sido un espectador torpe al no advertirlo El niño había muerto, pero salvándolos a ellos, sus padres afectivos, y viviendo para siempre en ellos, una exalcohólica y un hombre que había sido odiado por su madre y que siempre se juzgó incapaz de recibir amor y de darlo. En este sentido, la película nos decía algo a todos y el final era apropiado aunque quizás cinematográficamente no podía traducirse directamente desde las imágenes.
En el cine, cada espectador ve una película diferente. Y es porque el cine compromete y articula muchas artes y el espectador, cada uno desde su historia personal, puede resultar conmovido íntimamente por lo que una película muestra/narra. El último final me gustaba más que mis emociones anteriores porque me decía que era legítimo, en el sentido de justo, llorar por el niño, y también sentirse disgustado por el final y, por ultimo aceptar con dificultad que los guionistas hicieron morir al chico para que su legado a quienes quiso más durante su vida resultara eterno. Él hizo lo más difícil para un ser humano que es trascender mediante un compromiso radical con la producción de humanidad. Como decía, cada espectador ve una película diferente y no le resulta fácil comunicar lo que sintió/vio/experimentó. Cada uno de nosotros contiene muchos mundos.
2.- Quisiera referirme, teniendo presente esa película, a las metáforas o imágenes con que ustedes sintetizaron desde un trabajo en grupos lo que representa el ser Kolping en sus vidas. Es solo alguna indicación. El Grupo Cuatro se inclinó por la gestación de una mariposa como las que ostenta el afiche hermoso de esta convocatoria. Belleza, armonía en vuelo. También tránsito desde huevo a oruga y a crisálida y luego a imago. Transición que es una metamorfosis, un proceso de cambio que va desde lo menor a lo mayor, un perfeccionamiento. Metamorfosis en la cual cada mariposa es ‘actor’. Es una gran metáfora. Sí hay que observarle un aspecto. La mariposa actúa sus transformaciones, pero no puede cambiar ni su despliegue ni sus escenarios. Estrictamente no es responsable por su desarrollo. Posee una ‘naturaleza’ vinculante. La mariposa no es libre para crear su experiencia de existencia. Esta observación apunta a la debilidad que suele acompañar a las imágenes cuando se busca representar con ellas las experiencias complejas y se tiene poco tiempo para hacerlo. Si las familias Kolping se asemejan a mariposas, tienen que agregarse la libertad para crear experiencias de existencia, incluso inéditas, y hacerse responsables por ellas. Esto en nada afea a las mariposas ni a la metáfora. Solo indica una distancia. Y es una distancia significativa. Una familia Kolping, es una experiencia humana y de humanidad. Y en este sentido está siempre abierta a la creación y recreación de su actividad, no de su actitud, sino de las acciones mediante las cuales se constituye como familia.
El Grupo Tres eligió el curso de un río como su imagen. En relación con la mariposa el cauce de un río es una metáfora con cierta ventaja. El río puede alterar su cauce, ya porque aumenta su caudal o porque encuentra obstáculos a su paso. Tampoco su sentido es único o a primera vista no lo parece. El agua de un río puede ser utilizada para navegar en ella, para recolectar alimento, como lugar de limpieza y lavado. Pero también para alimentar una represa y producir electricidad. Es plástica y a la vez elástica esta agua del río. Aunque no se devuelva, puede recuperar su sentido original, aunque tal vez en otras condiciones. No se encierra en un solo destino. Si se mira hacia sus fuentes, podría secarse. En términos humanos diríamos que su significación queda abierta. ¿Qué seré mañana? no es una pregunta fácil para el cauce de un río. Tal vez tampoco lo sea, en estos tiempos de mundialización (quizás no lo haya sido nunca), para las familias Kolping. En su flujo incesante, pero que podría troncharse, el río nos pregunta: ¿Qué seré mañana? O, mejor: ¿qué haré de mí mañana para poder seguir siendo río?
El Grupo Uno optó por una gota de agua que cae y genera ondas que pueden llegar muy lejos, incluso a todas partes, sin perder su naturaleza. Aquí se enfatizó la idea de un centro generador y de ondas que no podrían formarse sin ese centro generador. Positivamente está la imagen de una ‘naturaleza’ que se expande y toca cada vez más a más. Es una referencia a la cultura o espiritualidad Kolping. Se la desea y busca universal. Es una buena metáfora. Pero se lo podría observar que el vínculo centro indispensable-ondas que dependen de ese centro (la gota que cae) puede entenderse en términos autoritarios. El padre proveedor en el hogar. El Centro de Mando en el Ejército. El cura en el púlpito. El profesor en el aula. Se puede ir más lejos: el centro nunca perderá su naturaleza de centro generador y la onda, tan lejos como pueda estar, nunca perderá su carácter o naturaleza de onda generada, dependiente. La gota central nunca será onda y la onda nunca será gota central. Es el universo de las prisiones que pueden seguirse de nociones como “naturaleza” y “esencia”. Tiene un corolario social sintetizado en el dicho: “El que nace para maceta, del corredor no pasa”. Y ustedes trabajan para que las ‘macetas’ humanas salgan del corredor, crucen las calles, jueguen fútbol, tejan sus hilos y lanas y produzcan su mundo y lo ofrezcan a otros. Hay que conversar y discutir los términos y las nociones en lo que tienen de provechoso y en lo que pueden tener de limitantes. Lo más relevante para mí: el vínculo que no se rompe entre la gota que cae y la onda que se produce: la relación, la espiritualidad, que anima y liga a los emprendimientos Kolping con los trabajos Kolping, las acciones Kolping, las familias Kolping. Hermoso.
El Grupo Dos propuso un hogar o una casa como metáfora. Es muy sugerente. Una casa física y un hogar socio-cultural poseen muchos ingresos, puertas, ventanas. En el hogar pueden coexistir, articulados, diversos, la familia nuclear y la ampliada. Y este hogar puede abrirse a otros hogares, en el barrio, en la comuna, para trascender los hogares singulares mediante proyectos que los mejoran a cada uno de ellos y a la comunidad. Un hogar, si está integrado, es decir si se da una espiritualidad articuladora para que todos, madre, hijos, padre, cercanos, puedan alcanzar plena estatura humana en su seno, es un motor de cambio personal y sectorial. Cada hogar puede generar muchas mariposas libres, para recordar la primera imagen, muchas expresiones de agua que producen vida, material y espiritual, energías que alimentan/mantienen la existencia y la iluminan revelando sus sentidos. Fue parco al Grupo Dos al hablarnos de su metáfora. Tal vez dan por sentado que todos aquí la entienden de la misma manera. Pero una familia, todas las familias, son producción humana y por ello sus formas pueden ser diversas dentro de una misma lógica: reconocimiento, acompañamiento, integración personal desde otros y para con otros. Autoestima que se ofrece a otros para crecer. Y también están las que se presentan como familias, pero cuyos miembros no se ligan unos con otros mediante el reconocimiento y acompañamiento y la caridad, por citar tres valores. Se presentan como familias y hogar pero no lo son. Y de la metáfora surge entonces la necesidad del cuidado constante, del trabajo constante para alcanzar día con día la estatura de familia y abrirse a quienes no la tienen todavía. Luchar día con día para producir humanidad para todos desde el seno de las familias. Esta metáfora, de un modo más directo que las anteriores, apunta hacia el carácter de la producción y responsabilidad humanas. Situadas y universales.
Creo que se merecen ustedes un fuerte aplauso por sus metáforas porque nos han obligado a sentir y pensar e imaginar.
Y esto quiere decir que, sin proponérselo, han hecho con sus metáforas una o varias películas como la que vieron anoche: nos hemos dado esta mañana una cadena de favores gratuitos. Con la entera confianza de que resulta factible comunicarnos entre nosotros. Y con la esperanza de crecer.
3.- Nos dijeron esta mañana, desde la vivencia de una experiencia de desarrollo, los compañeros de la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), que ellos veían que la realidad actual presenta dos procesos de crisis: una financiera, que castiga a la fuerza de trabajo empleada y desempleada y también al comercio y a los procesos productivos, y otra ecológica, entendida como una crisis del medio natural desde el que emerge la experiencia humana y que es también su lugar de trabajo. En efecto, esas crisis tienen efectos diversos hoy en todos los países/poblaciones/economías del mundo. Pero eché de menos, cuando nos mencionaron eso, otra crisis, de la que se habla menos pero que experimentan quienes, como las familias Kolping y UCIRI, trabajan con y para los sectores más humildes. Faltó la crisis central: la crisis de civilización. Vivimos una crisis civilizatoria. Puede resumirse de la siguiente manera: la organización básica actual de la existencia torna no factible la posibilidad de una especie humana universal. O si lo prefieren, de un modo más directo: el capitalismo no tiene como propósito el que todas las experiencias de humanidad quepan y prosperen en él. Es la experiencia de los indígenas mexicanos y de sus mundos culturales, de los empobrecidos y excluidos en toda América Latina y el mundo. El mundo actual produce opulentos y empobrecidos y se jacta de producirlos. Y es una discusión que los opulentos alcancen una plena estatura humana. Esa misma que su opulencia les niega a los empobrecidos. En este proceso de rebajamiento codicioso de la capacidad humana para ser una especie político-cultural, no solo una especie biológica, se da, quizás como islas, la espiritualidad Kolping y sus trabajos. Y también, por supuesto la de UCIRI.
Entre las banderas que decoran y animan este salón figura la sentencia papal: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Es una idea de Paulo VI, pero que popularizó Juan Pablo II. El desarrollo o progreso es asimismo una idea/valor de las sociedades modernas. Dice aquí que la ciencia y la tecnología harán desaparecer la miseria y el hambre. Tal vez ello contribuiría a que desapareciesen las dominaciones (imperios) y y las discriminaciones y prejuicios entre grupos sociales y culturas, entre pueblos y entre sexos y generaciones. Una sola cifra: según el Secretario General de la ONU, el año 2011 padecían hambre mil millones de seres humanos. Solo en el sur de África (Somalia, Yibuti, Etiopía, Eritrea), una zona geopolíticamente significativa, se consumen en el hambre más de 13 millones personas. No es un problema de falta de alimentos, sino de precios, es decir de acceso a los mercados, y de ausencia de solidaridad. El mismo funcionario de Naciones Unidas dice que la respuesta pasa por organizar a los pequeños agricultores y subsidiar los precios de los alimentos que satisfacen necesidades elementales, pero ni la lógica financiera (los grandes bancos no apoyan al pequeño productor y si le prestan dinero es para asfixiarlo con los intereses y rematar sus tierras) ni el mercado controlado por las grandes corporaciones y gerenciado por el FMI están dispuestos a conceder subsidios. Más bien su actitud es la de declarar la guerra a este tipo de iniciativas. Quienes controlan el dinero no desean ni impuestos ni subsidios. No interesan las necesidades de las gentes ni de la Naturaleza. Lo que interesa centralmente es ganar y acumular. El mundo de la máxima ganancia es el mejor de los mundos posibles aunque en él no quepan todos. Este mundo de los “buenos negocios” provoca en América Latina entre 52 y 53 millones de desnutridos, según informa la FAO.
Estoy seguro ustedes aprecian y palpan la actual crisis civilizatoria en cada uno de sus países y en sus proyectos. Una solidaridad a lo Kolping no está hoy de moda. Se la ignora o se intenta arrinconarla. Después que ustedes presentaron un bosquejo de la realidad que enfrentan las familias y proyectos Kolping en sus países, se les hizo una exposición de cómo serían evaluadas sus ideas de trabajo si deseaban conseguir financiamiento de las agencias internacionales. Se les dijo que cuando faltaran ciertos ítems (operativos, cuantitativos, normalmente) sus proyectos no serían ni siquiera considerados. El expositor reiteró hasta el cansancio que ustedes no debían recibir su exposición como una amenaza. Dijo que él se limitaba a exponerles la realidad tecnocrática imponiendo su canon a quienquiera desea utilizar fondos públicos. Este mismo celo tecnocrático no opera no ya para cautelar el uso de fondos privados (¡cada cual hace con su dinero lo que le parece!, así mate a la gente o a la Naturaleza), sino para denunciar con energía la opulencia y el derroche que hoy matan el mundo que es el hogar de la especie humana y de la vida como hasta hoy la conocemos. Selectiva la racionalidad tecnocrática. Selectiva y miope la racionalidad instrumental y fragmentaria.
Bueno, es tiempo de dominio de la razón tecnocrática y eficientista, donde “eficacia” y “eficiencia” se pronuncian desde un ámbito mercantil. Se les indica que si no se comportan según las exigencias de la eficiencia y eficacia mercantiles sus programas y proyectos no serán considerados para un financiamiento. Pero la eficiencia y la eficacia del mercado matan, según hemos visto. Y la eficiencia y la eficacia ustedes suelen medirla mediante valores y criterios que no son exclusivamente mercantiles. Puede que los consideren, y esto es bueno porque tienen aspectos positivos, pero no resultan decisivos para sus empeños. No son esta eficacia y eficiencia mercantiles lo que da carácter a su trabajo. Lo que da valor a su trabajo es la integración y articulación humana que se consigue con las acciones y programas Kolping. Es un programa evangélico. Y Jesús de Nazaret nunca valorizó sus acciones en Wall Street.
Entonces la crisis de civilización plantea un desafío a lo que ustedes hacen. Sean sus acciones pequeñas o grandes. Como el niño de la película “Cadena de favores”, ustedes deben imaginar e intentar llevar a cabo formas de transformar este mundo. La integración personal y la acción solidaria con los otros de las familias Kolping, sus valores, no son mercantiles aunque tampoco sean anticomercio. Pero al comercio ustedes quieren llamarle “Comercio Justo”. La palabra “justo” separa el mundo Kolping del mundo que ha sido llevado a una crisis de civilización que se manifiesta no solo como exclusión humana, sino que como daño ambiental y guerras para controlar recursos.
Podemos volver a la sentencia de Paulo VI presente en esa bandera del salón, aunque reiterada por Juan Pablo II: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Se trata de la paz personal, entendida como integración personal que se abre a los prójimos, paz social, que remite a la articulación integradora entre sectores sociales, paz mundial, entendida como el necesario reconocimiento de la dignidad humana de todas las culturas y la proscripción de las armas y de la guerra como paso primero para la erradicación de toda violencia sistémica. Articulación e integración entre los seres humanos y sus diversas culturas y posiciones sociales. Sin dominaciones. Sin exclusiones. Sin violencias. El desarrollo es el nuevo nombre de la paz. Un sueño. Otro mundo. Otra espiritualidad a la que las familias Kolping deben darle, y le están dando, cuerpo.
Recordemos, los Kolping trabajan en mundo (orden/desorden) difícil, brutal. Donde ‘desarrollo’ fue desplazado por ‘crecimiento’. Desarrollo quería decir para los latinoamericanos calidad de vida, no solo industrialización. El ‘crecimiento’, en cambio, se mide por el Producto Interno Bruto (PIB). Haciendo una sola referencia: el desarrollo es incompatible con la prostitución infantil, el crimen organizado y las asesinadas de Ciudad Juárez (que condensan emigración, soledad y vulnerabilidad). El crecimiento económico es enteramente compatible, incluso puede ser factor de sus causas, con la prostitución infantil, el crimen organizado y las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Como el niño de “Cadena de favores”, Trevor era su nombre, ustedes se han autoconvocado para transformar este mundo en Uruguay, en Argentina, en México, en Alemania, en Bolivia, en República Dominicana, en Nicaragua, en Colombia. En el desafío se juegan ustedes su identidad religiosa, social y humana. Casi nada.
4.- Solo enunciar algo que también se nos dijo esta mañana y que contiene un aporte para cambiar para mejor este mundo. Se hace necesario analizar esta observación básica, discutirla y asumir sus alcances. Uno de los expositores de experiencias no-Kolping (Unión Regional de Apoyo Campesino [URAC]) invitado, enfatizó, no al pasar lo que podría ser un lema: “Acciones sociales que educan y no educación para cambiar situaciones sociales”. Parece lo contrario de Paulo Freire, que ha aparecido en varias de las propuestas de ustedes. ¿Será así? ¿O será factible leer e interpretar a Freire desde el lema Acciones sociales que educan y no educación (formal) para cambiar situaciones? El punto se relaciona no solo con el carácter de los emprendimientos educativos sino con su vínculo con una necesaria transformación cultural, es decir de las subjetividades que determinan el carácter de las acciones, emociones, utopías de las personas y sus agrupamientos colectivos en el mundo y para el mundo. Aquí recuerdo el lema para que ustedes lo pesen, sientan y discutan: “Acciones sociales que educan y no educación para cambiar situaciones sociales”. No se trata de elegir o uno o lo otro. Pero sería bueno discutir este punto de vista aunque no lo hagamos, por falta de tiempo, en este seminario. Y tampoco sería negativo recordar que el paradigma Kolping de su sección alemana determina que “aprender y formar” es la tarea de Kolping. Quizás sea compatible este enunciado del paradigma con el posicionamiento que nos planteaba la URAC: “Acciones sociales que educan, porque constituyen experiencias de aprendizaje para todos los que participan en ellas, para cambiar situaciones sociales”.
5.- Ya estamos en el último punto que quería compartir con ustedes. Es breve. En las exposiciones de esta mañana se ha escuchado varias veces enfatizar el término ‘unidad’ para designar un comportamiento de las comunidades, de los trabajadores, de las familias. Buena palabra “unidad”, pero quizás no la más correcta. En español, entre otros alcances, designa la conformación de una unión. Pero esta ‘unión’ supone perseguir objetivos similares. Por ejemplo, la locomotora de un tren une vagones que, línea descontada, pueden llevar alguno gallinas frigorizadas, otro televisores y otro personas, etcétera. Todos, en este ejemplo, se bajarán en el mismo destino. Entonces la locomotora configuró una unidad o unión mecánica y falsa. La mera continuidad y contigüidad no constituyen una unidad, estrictamente, en los asuntos humanos. Para los sectores sociales con los que ustedes trabajan conviene quizás más emplear el término ‘unidad’ en su alcance de ‘articulación’. Así, lo adecuado es una buena articulación que supone que los distintos pueden emprender un mismo camino, pero algunos se bajarán en una estación y otros en otras, porque son distintos, pero pueden reconocerse y apoyarse para algunas o muchas cosas. A los sectores populares les convienen las articulaciones (entre sí, con instancias gubernamentales, con sectores privados favorables). En la articulación, cada sector o componente mantiene su autonomía relativa, su independencia. Formar parte de varias redes populares (comunitarias, cooperativas, de solidaridad, de ayuda mutua, etcétera) quiere decir estar bien articulado. Lo que está bien articulado posee fuerza para proponer y hacer y también para defender. Y si se tiene fuerzas desde estas redes se puede uno articular con sectores del Estado (o de los gobiernos locales) y del mercado que resulten favorables en determinadas situaciones. Recuerden que ustedes hacen cosas que quizás el Estado ni el mercado ni las iglesias hagan. Entonces conviene estar articulado. Buenas articulaciones favorecen unidades, cuando son necesarias, sólidas y combativas. Una unidad en la que se pierde autonomía relativa (identidad propia) quizás sea siempre más frágil por expuesta a conducciones personalistas, ideológicas, tecnocráticas o economicistas. Todas ellas autoritarias. Ustedes admiran a esas mariposas que nos convocan desde el fondo de esta sala. Cada una de ellas está bien articulada, integrada. Ninguna de esas mariposas es autoritaria. Piénsenlo. Vale la pena.
Y disculpen lo extendido de esta presentación.
1.- Se nos dijo y me quedó en la memoria y en mis notas lo que nos repitió uno de los invitados: “No caigamos en trampas”. Buen consejo. La primera trampa es sentirnos mediana o enteramente satisfechos con los resultados de nuestro trabajo. Arrellanarnos cómodos en nuestro nicho. Siempre, aunque hagamos mucho y bien, resulta factible exigirnos más. Ustedes han elegido una vida de autoexigencia. Den todavía más. Nadie dijo nunca que ser humano, autoproducirse como humano, era tarea sencilla. Tampoco podría afirmarse que nacer latinoamericano conduzca a una existencia de solo satisfacciones. Las habrá y sabremos construirlas y reconocerlas y celebrarlas. Pero enteramente satisfechos, nunca. Siempre es factible exigirnos más y dar más. No caigamos pues en la indulgente trampa que podemos ponernos nosotros mismos.
El mundo, este orden/desorden en el que estamos y que no podemos eludir, también nos tiende trampas. Hoy está de moda declarar que cada cual tiene la suerte que se merece. Que el mercado no pertenece a nadie (resultaría de la concurrencia de iniciativas de individuos libres) y que si a uno le va mal en él es porque no sabe leer las oportunidades que ofrece. No se comporta como un productor eficiente ni como un consumidor racional. El único responsable por su fracaso es él mismo. Si es así, nada hay tampoco que pedirle al Estado. El Estado debe concentrarse en que las leyes que aseguran los negocios se cumplan y ya. No está para atender necesidades que cada individuo debe resolver por sí mismo. Este tipo de discursos es la antesala de una proclamación de la muerte de las esperanzas de la gente humilde. El Estado no atenderá sus necesidades de educación ni de salud y salubridad ni de casa ni tampoco de electricidad, por referir cuatro necesidades básicas. Todo eso debe ser negocio privado orientado a las ganancias de los inversores. La idea central es: así es el mundo y no puede cambiarse, entierra tus esperanzas. En senda contraria, el paradigma Kolping indica como uno de los doce argumentos en su favor: Abrimos perspectivas para los jóvenes. No existen perspectivas que no estén nutridas por esperanzas. Las esperanzas no pueden morir. Ni para los jóvenes ni para los humildes ni para las familias Kolping. Eludamos la trampa de la muerte de la esperanza y de un desesperanzado para siempre-más-de-lo-mismo.
Desde el seno de la trampa de la muerte de las esperanzas surge el discurso tecnocrático que les pide ser eficientes y eficaces para que el sistema funcione. No importa para qué funcione aunque lo que resuelva ese para qué sea una combinación, cada día más recurrente, de la OTAN con el mercado global. La misma realidad ante la cual no tienen cabida las esperanzas. Ser ordenados y pulcros con los dineros públicos y privados está bien. Elaborar proyectos racionales y que puedan ser evaluados por tecnócratas, también tiene ventajas. Lo obliga a uno a ser más responsable. Pero existen asimismo para las familias Kolping responsabilidades en relación con los valores e ideas de Adolfo Kolping, y también con la fe de Jesús de Nazaret, y desde luego con los valores que se siguen de la solidaridad humana, en particular con los jóvenes y humildes. Estas responsabilidades son irrenunciables para las familias Kolping y no pueden someterse al control tecnocrático y a la razón instrumental para la que todo debe tener un precio. No caigamos pues en la trampa tecnocrática e instrumental. Seamos eficientes y eficaces pero en el marco de una cultura del servicio y de la solidaridad. Hay desafíos que ni el mercado ni el Estado y a veces ni siquiera las iglesias pueden contribuir a resolver (si así lo quisieran). Los grupos Kolping enfrentan estos desafíos desde una cultura de la solidaridad de cuyo testimonio esperan penetre y constituya radicalmente la cultura de cada ser humano y de todos. No es poco empeño. Pero para realizarlo bien estemos siempre atentos e informados ante el carácter de los desafíos. Evitemos así las trampas.
2.- ¿Para qué contribuir a crear/construir una cultura alternativa, una cultura penetrada por la solidaridad? ¿Para tener poder? No. Para darle otro carácter al poder. Que ya no se utilice para agredir y discriminar, sino para servir a uno y a todos.
3.- Debo recordarles que si en sus países y fuera de ellos no los atacan (muchas veces ferozmente) no lo están haciendo bien. Se vive la crisis de una civilización que ha acumulado un poder destructivo tal, subjetivo y objetivo, que no quiere criticarse ni menos retirarse sino que desea morir con sus botas puestas. Y si es del caso, llevándose al planeta y a la vida entre esas botas. En una crisis de civilización ustedes, en cuanto son testimonio de solidaridad, recibirán ataques desde todos lados, desde arriba, desde abajo, desde la izquierda, desde la derecha, desde los Estados/gobiernos, desde las corporaciones. Ataques feroces y ataques solapados. Deseo que esos ataques nunca provengan desde otras familias Kolping. Distingo entre ataques y discrepancias. Los ataques podrán derrotarlos solo si su espiritualidad Kolping flaquea y se desvanece. Ustedes pertenecen al lado luminoso de la fuerza. Vencerán. Quizás ustedes no verán el triunfo pero sus herederos sí, si el lado oscuro no consigue debilitarlos y apagarlos. Nadie ni nada conseguirá apagarlos si ustedes testimonian día a día la autoestima que contagian a otros desde su solidaridad en acto.
4.- Y un deseo final, puesto que tal vez nunca volvamos a encontrarnos: cultiven su fuerza y produzcan desde ella las condiciones para que la suerte caiga de su lado.
_________________
1.-La espiritualidad, vigor que alienta, es lo que nos anima o sostiene para estar en el mundo y actuar de cierta manera en él. El mundo es la Naturaleza, pero también nuestras sociedades, las familias que en él se constituyen, las formas y contenidos de la producción de bienes, la repartición de esos bienes. Estado y mercado, la cultura, son el mundo. Las espiritualidades religiosas no se agotan en el mundo. Suelen trascenderlo al ligarse con un referente sobrenatural. Esta referencia sobrenatural, y las instituciones que las median (iglesias, familia Kolping, por ejemplo) son también el mundo para estos creyentes religiosos. Y, usualmente, su aspecto más importante. El decisivo. O debería serlo.
2.- Visto históricamente el mundo es ‘producción humana’. Esto quiere decir que no está en frente de nosotros como una 'cosa'. Somos parte de esa cosa: de la institución familiar, del mercado, del Estado de las iglesias, de la cultura. De lo que hacemos o dejamos de hacer desde nuestra fe religiosa y antropológica. Las ‘cosas’ del mundo funcionan de acuerdo a ciertas lógicas. La familia, por ejemplo, suele contener patrones de organización patriarcales y adultocéntricos. Sus efectos los sufren las mujeres, los niños y adolescentes y los ancianos. Las expresiones de estas violencias suelen presentarse a todos como 'naturales' e incluso sus víctimas pueden asumirlas como tales. No lo son. Son producción humana. Pueden analizarse y transformarse, es decir hacerlas pasar desde formas de violencia y discriminación a expresiones de reconocimiento, integración e inclusión en el seno de la familia.
3.- Los seres humanos pueden producir y cambiar sus instituciones y estructuras sociales porque pertenecen a la única especie que conocemos en el planeta capaz de crear tanto dominaciones estables (discriminación, exclusión) como también los procesos para liberar a todos de esas dominaciones. Desde un criterio religioso principalmente occidental, el cristiano, Dios creó a los seres humanos a su imagen: libres y creadores. Pueden por ello esclavizar (en sentido figurado o material) y también liberarse. Mejor, darse condiciones para autoliberarse. Según Paulo Freire, por ejemplo, las personas pueden salir desde sí mismas (autonomía) desde una sensibilidad mágica para darse una sensibilidad crítica. Esta última posibilita sentir, discernir, imaginar y actuar libremente, es decir con responsabilidad. En cuanto la espiritualidad Kolping apunta a integrar e incluir personas en todos los procesos sociales en que participan o en los que están involucrados, es decir aspira a que cada persona sea actor y sujeto libre y responsable, podemos caracterizarla como sociohistóricamente situada y, a la vez, con horizonte de universalidad. Nada que resurte extraño para quien asume el Evangelio.
4.- El mundo actual no contiene tendencias centrales que se orienten a la liberación de las personas ni enaltezcan la vida y la dignidad humanas. Por ejemplo, castiga a la Naturaleza a la que ve como ámbito de explotación y la torna, quizás irreversiblemente, incapaz de reproducir la vida en ella; castiga a la fuerza laboral desagregándola y explotándola o transformándola en población "sobrante" o "migrante no deseada". Castiga a los ciudadanos bloqueándoles su capacidad de participación informada y responsable. Castiga a las nuevas generaciones porque amenaza dejarlas sin planeta. Por razones geopolíticas o económico-culturales desata guerras, una tras otra. No cuenta a sus víctimas ni mancha sus manos con sangre. Se enorgullece de estas guerras porque las hace en nombre de derechos humanos y de una existencia democrática y pacificada. En ocasiones alguno de sus dirigentes afirma que Dios ha ordenado estas guerras. Las guerras, la desagregación, la conducción por parte de una minoría política y tecnocrática que deja de lado la finalidad/sentido humana de sus acciones para apreciar el rigor y belleza de los procedimientos ("La operación fue perfecta”, declara el cirujano, “… por desgracia el paciente murió”), y la exclusión, son factores de un mundo que hace del crecimiento económico un sinónimo del desarrollo entendido como calidad humana de la existencia. La denuncia de la irracional idolatría de este mundo no es exclusiva de los expertos en teología. Los ídolos son parte de la existencia diaria. Es en la existencia de todos los días, y en sus instituciones, donde estos ídolos aniquilan, material o culturalmente, a sus víctimas humanas.
5.- Por ello en el mundo de hoy la espiritualidad Kolping además de una opción y servicio político-cultural y religiosa libre es también un reto. La espiritualidad Kolping aspira a estar, porque ayuda a construirlo, en un mundo sin violencia, de personas integradas y comunitarias, de culturas en encuentro mutuo y diálogo. En su horizonte más próximo esta espiritualidad de reconocimiento y servicio cree en los seres humanos, cree firmemente en los cuadros Kolping, cree en otros sentidos para el mundo. En su horizonte más amplio y trascendente cree que lo que los seres humanos, liberados de dominaciones y de miedos, pueden hacer del mundo y del planeta constituye el plan de Dios para la especie. Plan de Dios que se expresó en la Buena Nueva de los Evangelios: todos los seres humanos son hermanos, todos deben ser libres, todos deben alcanzar la autoestima que les proporciona su creatividad. Si así se hace, Dios habitará en todos. Las gentes Kolping pueden hacer de estos retos su programa.
6.- Los retos sociales y humanos por dignidad, libertad, autoestima y responsabilidad comprometen la identidad Kolping. Esta identidad es un proceso que debe ir siendo construido, cautelado y vitalizado permanentemente por las familias Kolping en todo el mundo. La sensibilidad Kolping enfrenta hoy al menos los siguientes desafíos:
- La banalización de las violencias
- la falsa seguridad en que una fe religiosa puede ignorar la fe en los seres humanos y en sus capacidades
- La creencia en que el trabajo micro o particular (situado) no se realiza en relación con señales del sistema y que por ello este trabajo micro puede asimismo incidir sobre el sistema de violencias (el mito de que su trabajo no es político, sino técnico)
- El abandono de su sentir/comprender respecto que la humanidad es algo que debe ser producido y que esta producción de humanidad, a la que todos están llamados, debe manifestarse en las instituciones de la existencia social y en sus lógicas
- El ignorar que la autoestima solo es legítima si se ha trabajado duramente y todos los minutos de cada día porque los demás también la tengan: si tú no eres, yo tampoco soy.
7.- No hay nada de fácil ni sencillo si se asume estos desafíos. Pero tampoco a nadie se ha forzado nunca a pertenecer a la familia Kolping.
Tuxtla Gutiérrez, octubre 2012.
Si se viene de otra galaxia, cosa muy común en estos días de rupturas radicales en la Tierra, lo primero que se siente es un calor espeso de guerra y odio, una desagregación gélida por despreciativa y cínica, la impunidad de una violencia material y simbólica en contra de otros que amenazan con paralizar el corazón o hacerlo latir tan de prisa que él podría fundirse y extinguirse. Hay que reconocer, sin embargo, que el problema puede radicar más en la rígida torpeza del extraterrestre que soy que en la realidad de lo que yo/él siente/ve, de modo que a ponerse los anteojos especiales.
Con los anteojos, y los artefactos tecnológicos que los hacen instrumento, se divisa al instante cruzando una calle, arribando a un bosque, cantando al borde de un río o conversando en la taberna, a la espiritualidad Kolping que se presenta a veces desgreñada, en otras con vestido de fiesta, a ratos soñando y de pronto cavando una zanja o apilando materiales con una pequeña pala inútil para estas tareas y que le rompe las manos. No parece abofetear esta espiritualidad, pero en algunos relatos desabridos a veces lo hace. Las manos rotas por la pala no permiten dar feroces golpes. Pero este es campo de leyendas y rumores y es mejor dejarlos. Que los examinen los historiógrafos con su escasa fe.
La espiritualidad Kolping se sabe cristiana y católica. 'Cristo' es uno de los nombres de Jesús de Nazaret, encarnación especial del ser humano, quien vivió, para los seres humanos hace mucho, y para nosotros, de alguna forma mudos testigos eternos, como si fuera ayer y hubiese habido sol, brisa y rocío y vida y pudiésemos seguir su rastro entre las hojas o en la arena seca. Este hombre pisaba fuerte e iba adelante con otros. En algún momento Jesús de Nazaret se hizo imperio y su huella tomó otro carácter. O tal vez fueron sus zapatos. Subió a la montaña y allá, entre rayos y truenos, no se consigue alcanzarlo. La espiritualidad Kolping se quedó con Jesús de Nazaret. Practica la fe de Jesús, o al menos eso me parece con estos anteojos. Puede ser que también adhiera a la fe 'en Jesús', pero es solo a ratos o en situaciones y luego se le olvida. Sin embargo la espiritualidad Kolping no acepta se la estime ambigua o caprichosa. "Es solo que no soy dogmática", afirma. Y sonríe. Esta espiritualidad Kolping tiene bella sonrisa. Con ella abraza y construye y cuando abraza y construye no hay mano rota o corazón desfallecido que la entorpezca.
Jesús de Nazaret sentía y miraba las relaciones entre los seres humanos y veía que ellas los diferenciaban en mujeres y varones, en tribus y culturas, en endeudados y deudores, en autoridades y servidores, en extranjeros y nacionales, en empobrecidos y opulentos. En los de este barrio y los del otro, los de más allá y los de más acá. Las mujeres bajaban la mirada y los varones irrumpían en gritos, daban manotazos y bebían cerveza. Jesús de Nazaret pronunció: "Ese que bebe cerveza es tu hermano". "Y esa mujer joven allí en la esquina también lo es, solo que debe ser llamada 'hermana"'. “Y hasta esos ancianos de Ucrania son, ‘hermanos’”. Cuando te relacionas con ellos como hermano, viene Dios, golpea la puerta de tu casa y solicita le permitan entrar. Se busca un lugar entre todos y bebe y cena y, como cualquiera, hace recuerdos de su vida. Es la manera buena de estar en el mundo. “No siempre se la ha escogido”, comenta Dios a veces, sin tristeza.
Desde que escuchó estas palabras, la espiritualidad Kolping ya no destroza sus manos con herramienta alguna. Al perder las manos ensangrentadas, descubrió que la guerra es una forma de violencia, pero no la única (y quizás no la principal). Como ya no quiso la guerra ni las dominaciones, denunció también la violencia entre los diversos, aunque sin conflicto, hermanos, y se pronunció, aunque no sin disputas, por llevar a cabo con éxito la empresa de la Torre de Babel. Está ahora en eso y a veces jadea fatigada y mira hacia atrás y desea/espera que alguien invente de nuevo los idiomas.
Pero ya están avanzados los cimientos, y aquellos a quienes convocó a trabajar la animan y ríen y le recuerdan la vez que un leopardo entró a una liturgia y se bebió el vino de la Eucaristía. La espiritualidad Kolping ríe, lo que en ella es un abrazo u ola de ternura, se sube las mangas del traje, olvida el calendario y prepara más mezcla para los ladrillos. Y los otros cantan. A veces ensordecen. Y se dan bodas entre ellos. Y con las bodas, familias.
Uno a uno, día con día, viéndose y asumiéndose, cree ir subiendo o descendiendo la espiritualidad Kolping no para arrimarse al cielo sino para ocupar un sitio allí adentro donde late el corazón abierto y se producen imágenes y sonidos como pregunta de cada uno y por todos, por todos y de cada uno. Corazón universal y situado se quiere esta espiritualidad.
Me quito mis gafas y los gruesos zapatones rígidos que utilizo aquí porque debo regresar a mi galaxia. Aun es tiempo quizás de avisar a los míos, que aquí serían otros, de esta espiritualidad Kolping. Tal vez logremos, con ella, desde ella, avanzar en nuestra propia y demorada Torre de Babel.
____________________