Universidad, N° 1851
mayo 2010.
Una de las frases cliché del expresidente Óscar Arias sobre su oficio es la de que “un gobernante debe decirle al pueblo lo que debe saber y no lo que quiere oír”. Aunque la regla puede remitir a G. Orwell pronunciándose sobre la libertad (“Rebelión en la granja”), Arias la utiliza en el sentido de Platón, para quien el filósofo-rey tiene la verdad en el bolsillo (o en su espíritu o, más modernamente, en su billetera), mientras que los de a pie (el pueblo) están movidos por sus pasiones e impericias. De esto se siguen al menos dos corolarios: no se debe escuchar al pueblo ya que no sabe de lo que habla, aunque se puede pedir sus votos, manipulándolo y, como la verdad es solo una, se debe despreciar a opositores y críticos como “caracoles” y “batracios” porque desde su necedad y resentimiento atacan y obstaculizan al único que sabe y ejecuta el verdadero destino. El sólido prestigio de Platón, como lo han mostrado en rigurosos estudios, Charla González y Smily Martin, se relaciona casi nada con su admiración por el régimen democrático.
Moviéndose velozmente, Hunimer pidió las opiniones de los ignorantes costarricenses mientras el entonces presidente Arias daba su último discurso público (“Mi mayor honor: servirle a Costa Rica”) aunque, como fue tradicional, para sí mismo. Patético resultado, aunque la sondeadora no decide acerca de a qué o a quién cargarle el epíteto. El margen de error es nulo porque Hunimer afinó instrumentos gracias al motor de plasma de F. Chang.
Un 99% (una dama no contestó porque no logró escuchar la pregunta), señaló que le habría gustado oír que el presidente encarcelaba a la oposición (no incluye a Otto) o la desterraba a la Galaxia Chewbacca (opción preferida por quienes tienen sexto grado o más) apoyándose en su mayoría en la Asamblea Legislativa, su control del Poder Judicial, Sala IV y TSE, la empatía de los medios, la ejecutividad de la DIS, la euforia empresarial por el TLC, el delirio de la Ultra por el Gran Estadio Chino y la masiva simpatía por su hermano Rodrigo, en lugar de llorar porque esta oposición existiera.
Un 100% dijo que le habría gustado oír que se sacó la estatua de Figueres Ferrer de la Plaza de Óscar Arias (también conocida como Plaza de La Democracia) por inseguridad y angustiante envidia. En un país de 51.100 km² cabe solo un Líder. El mismo 100% llamó “hedionda” a la versión de que el monumento fue quitado por “remodelación” y para que “se apreciara mejor”.
Un 73% afirmó que le habría gustado oír desde un inicio que se gobernaría para empresarios, parientes y amigos y para beneficio del gran capital mundial y en desmedro de los trabajadores productivos mientras se hacía guiños a los más vulnerables (por aquello de los votos). El 27% restante no pudo contestar porque estaba o pagando deudas o ahogado en llanto.
Un 100% indicó que habría preferido oír que el gobernante electo llega al gobierno y no al poder porque El Poder no se juega en las elecciones. Gane quien gane este poder será el mismo (corporaciones, opulentos, medios, curas). Un 49% estimó que un gobernante, apoyado en el sufragio y la organización ciudadana, podría al menos encarar a estos grupos (a ver si acaso). El 51% restante estalló en carcajadas, hipos y otros flujos corporales al sugerírseles esta opción.
Siempre según Hunimer, un 14.440 % declaró que habría preferido oír clarito que los Mercedes Benz que traería el TLC con Estados Unidos vendrían dentro de 500 años (LN: 07/05/2010). Este 14.440% creyó que los vehículos los esperaban a la salida de las urnas tras votar Sí. Muchos de lo sondeados sacaron puñales y macanas al hablar del punto.
Cuatro millones de habitantes a coro (se excusó María de los Ángeles Antillón) gruñeron a los sondeadores que habrían preferido oír, antes de votar por él, que Arias padece de Alzheimer selectivo porque aunque se arrepiente de lo que hace ‘no recuerda de qué se arrepiente’ (LN: 08/05/2010). Nicaragüenses en tránsito se negaron a contestar. Varios corrieron a esconderse. Podrían ser acusados por rebeldía (Fiscal General dixit).
Por último, estos mismos cuatro millones y algo más (incluye nicaragüenses) dijeron no importarles no haber escuchado que la DIS investigaría hasta las últimas consecuencias el complot Casas/Sánchez para forzar a la ciudadanía a votar por el Sí. Opinión unánime: ningún bicho devora su propia cola.
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