Noviembre, 2006
El pasado mes de octubre “La Nación S.A.”, que entre sus principales activos publica un diario, cumplió sesenta años. Para una persona, sesenta años son momento de consumación, en el doble alcance de epítome y de inicio del final. Para un periódico, sesenta años marcan fiesta y prontuario. Si sus directivos se adecentan, ocasión de inflexión prolongada en cambio de rumbo. La Nación celebró sus sesenta con el autobombo festivo de quienes sintiéndose acaudalados se valoran por encima del bien y el mal. Por supuesto el periodismo de “La Nación S.A.”, en particular su línea editorial, está oligárquicamente enraizado en el mal. Su autoestima, vista así, no es sino expresión de descaro.
Dos botones del periodismo practicado por el cumpleañero. Se recordará que los sondeos mercantiles de opinión en las pasadas elecciones nacionales precipitaron un riña. Entre otros factores porque parecían afirmar un amplio triunfo de los Arias, ventaja que en las urnas no se dio. Que gente tan ‘seria’ como Rodrigo Arias creyó en esa inteligencia de los datos lo reveló su televisada cara fúnebre cuando su hermano iba abajo y la ciudadanía no le daba buena mayoría en la Asamblea. Una de las empresas discutidas fue Unimer, aparato oficial de La Nación S. A. para estos oficios. Se sabe que un sondeo puede ser perversamente diseñado, negligentemente aplicado e interesadamente difundido. Cuando esto último ocurre, la empresa debe desmentir a sus empleadores por acomodar datos a intereses. Bueno, ocurre que La Nación S.A. proclama ahora que Unimer acertó en todo en las elecciones pasadas. J. Guardia, columnista, sentencia: “La última encuesta de Unimer aclaró las dudas relacionadas con la validez de sus encuestas y confirmó que el sondeo de esa empresa, publicado en La Nación tres días antes de la elección, fue reflejo fiel de las intenciones de voto (…). No hubo engaño ni paquete…” (26/09/06).
La prisa guardiana para legitimar a Unimer se explica por el propósito de darle credibilidad a su nuevo rastreo, esta vez sobre el TLC, cuyo resultado la Nación S.A. interpreta como que ni siquiera quienes votaron por Ottón Solís lo adversan. La encuesta confirma todas las opiniones del periódico: no hay polarización sobre el tema, y sindicatos, PAC y políticos que rechazan este TLC carecen de toda representatividad, excepto la de su emotividad e ideología (26/09/06). Ah, la prueba de la ciencia sondista de Unimer la obtuvo la misma Unimer ¡con otro sondeo! Patético.
Un nuevo bufido de descaro se dio con la versión nacionista del Mensaje de la Conferencia Episcopal a la Comisión que maltrata opiniones sobre el TLC en la Asamblea Legislativa. Según editorial del 11 de octubre, los obispos solo rechazan la confrontación y desean una agenda de desarrollo. ¡Y claro, si es una propuesta pastoral! Pero también se preguntan por la equidad, justicia, participación, solidaridad y respeto ambiental a los que diferencian (y oponen) a mera eficiencia, competitividad y productividad. Además, piden un obligatorio diálogo nacional para una ausente agenda de desarrollo humano, diálogo que la Presidencia y sus yes men/women en la Asamblea traducen como “atolillo con el dedo”. Idos, los obispos no denunciaron la exégesis de la Nación S.A. que reduce y falsea su mensaje.
Si en los próximos 60 años La Nación persiste en sus mañas, y gracias al motor de Chang, vendrán de otras galaxias a conocer uno de los “periodismos” más peculiares, digamos, del mundo. Decía alguien, pero en alemán: “El descaro produce información”.