Universidad Omega Nº 127,
Semanario Universidad,
agosto 2022.

 

   El dicho francés del título hace referencia a que si un varon estable se comporta de manera inexplicable o inusual/torpe es porque ha tropezado con una mujer a la que procura impresionar o de la que quiere conseguir algo. En estos costarricenses días del 2022 no se hace necesario buscar a mujer alguna para comprender comportamientos quizás peculiares. La dama que hizo noticia, Laura Chinchilla, se “apartó” pública e indefinidamente del partido de toda su vida, Liberación Nacional, y lo hizo porque le resulta intolerable que la agrupación en la que militó siempre, y que la eligió como candidata a la Presidencia de la República (ganó y ejerció el cargo entre el 2010-2014), “…pareciera estar absolutamente despegada de la realidad, que no tiene conciencia de las demandas y aspiraciones de sus bases, de la gente y que, en consecuencia , se niega a transformarse y a reformarse a sí mismo” (periódico La Nación, 30 de julio del 2022).

   El PLN, decisivo desde los años 50 del siglo pasado para la conformación de la Costa Rica actual, ha perdido las últimas elecciones presidenciales y, a juicio de Chinchilla, “Si seguimos así, Liberación termina por desaparecer”. La exigencia de Chinchilla es precisa: “… creo que no podemos seguir yendo a elecciones haciendo una apuesta a que los contendientes de Liberación van a ser tan malos, tan mediocres, tan ignorantes como para que eso nos haga pasar. Reconozco que en esta elección íbamos con un candidato, desde el punto de vista de la experiencia, la trayectoria y el conocimiento de la cosa pública, muy sólida, un expresidente. Y también reconozco que llegamos muy lejos, pero la apuesta básicamente era contra quien vamos a competir y creo que en ese sentido se minimizaron esos riesgos. Yo creo que siempre tenemos que competir imaginando que vamos contra el mejor… Definitivamente, la gran debilidad de José María (Figueres) era que tenía un techo muy bajo”. Digamos que ese ‘techo bajo’ se lo ganó el señor Figueres (hijo del efectivo líder José Figueres Ferrer, 1906-1990) inmerecida o merecidamente con su ejercicio presidencial entre 1994 y 1998 y su posterior salida del país. Sin embargo, Figueres Olsen nunca fue juzgado ni condenado en Costa Rica (u otro lugar) por delito alguno. En cambio, él renunció a su participación como miembro del Foro Económico Mundial, donde ejercía como uno de sus directores ejecutivos, al ser cuestionado por un eventual involucramiento en el caso Instituto Costarricense de Electricidad-Alcatel (años 2010-2016).

   Este “caso” se centró en un proceso judicial costarricense (2010-2016) que buscó esclarecer un supuesto mal manejo de 800 mil dólares que la firma francesa de comunicaciones Alcatel habría traspasado al entonces presidente de Costa Rica de apellido Rodríguez. Este último fue arrestado con escándalo poco después de haber sido elegido Secretario General de la OEA y fue finalmente absuelto el año 2016 por los tribunales. El expresidente, que siempre reclamó su total inocencia, inicialmente fue condenado a 5 años de cárcel, pero fue posteriormente absuelto el año mencionado. Como suele ocurrir en estos casos, la absolutoria judicial no logró disipar del todo la mala imagen pública que la acusación judicial y su trámite habían provocado. El expresidente Rodríguez siempre alegó ser víctima de una “persecución infame” manejada por algún otro expresidente y un Fiscal General del período. Otro exmandatario, Rafael Ángel Calderón (ejerció el cargo entre 1990 a 1994) también había sido condenado judicialmente (5 años de prisión) el año 2009 al encontrársele culpable de favorecer a empresas vinculadas con la venta de equipo médico a la Caja Costarricense de Seguro Social, una institución-emblema del país. El año 2011 otro fallo judicial redujo la pena de cárcel contra Calderón a 3 años. La reducción de la condena, derivada de una recalificación del delito, le permitió al expresidente no ir a la cárcel porque así lo determina la legislación local. En todo caso, juicios y sentencias contra expresidentes en la transición entre siglos no favorecieron la cultura política del país. En este marco enrarecido, quizás letal, y del que Figueres Olsen, no se escapa, aunque no haya sido objeto de acusación judicial alguna, se inscriben las declaraciones de Laura Chinchilla.  

   Puntualmente Chinchilla dice preocuparse porque su partido no escoge los candidatos presidenciales adecuados para lograr el triunfo (acumula dos derrotas seguidas) pero, más grave, una vez que se produce la derrota, el PLN no se la toma en serio: “Seguimos actuando como si no hubiese pasado. Y seguimos teniendo las mismas personas, aspirando a volver a hacer lo mismo, de la misma manera. Si seguimos así, Liberación termina por desaparecer”.

   Se trata de una preocupación, la de Chinchilla, legítima, pero de alcance reducido. Costa Rica se ha dado, tras una guerra civil, un régimen democrático, pero sus partidos políticos, al menos en la transición entre los siglos XX y XXI solo funcionan como aparatos electorales. No se pronuncian sobre situación alguna, excepto que haya una elección cercana, en especial la presidencial. Y ocurre que en los regímenes democráticos modernos la exigencia a los partidos es que existan todo el tiempo. Estudiando, proponiendo, discutiendo y polemizando. Cautivando con sus propuestas a jóvenes, a mujeres, a empobrecidos, por hacer tres referencias. Si solo aparecen para las elecciones, la ciudadanía (no la maquinaria interna) deja, primero paulatina pero después aceleradamente, de sentirlos como parte suya (para apoyarlos o resistirlos): la política electoral se vuelve periódico show y no forma radical de estar políticamente vivo. Si no es así, se dan fenómenos como el que alguien (que tiene financiamiento) se inventa un partido y gana. Y otro, que es el que preocupa a Chinchilla: “Algunos han atrincherado su mediocridad en el PLN” (título periodístico de su entrevista). Pero es que el partido político tiene la obligación de existir vigoroso siempre. De hacerse presente siempre. Y sin fastidiar. Por ello es que los partidos requieren pensar y polemizar y diagnosticar y proponer. Han de mostrar vitalidad todos los días, todas las semanas, todos los años. No solo exhibir sus diputados y salir periódicamente años con un candidato al que los ciudadanos (por los motivos que sean) no pueden tomar en serio sino inercialmente. Como candidato inercial (no sostenido por el trabajo y análisis/voz permanente del partido) la figura puede perder con cualquiera que sume financiamiento y hable de corrido. Lo del financiamiento resulta indispensable. Pero un partido efectivo resuelve sus deudas. Las elecciones costarricenses actuales no se dan fuera del vigente “mundo del espectáculo y del comercio”. En la elección recién pasada un “hijo del caudillo mítico” pierde contra un recién llegado que se inventa un partido y tiene quienes financien su campaña. Chinchilla lleva razón al intuir que un PLN sin mediocres en su seno tiene que fajarse con la realidad del país todas las semanas de cada año. Así aspirará a ganar elecciones y gobernar y también a constituirse en oposición madura cuando le toque.
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