Universidad Omega, Nº 115,
julio 2021.

 

 

Como se sabe (si solo se lee La Nación S.A. y se ve Canal 7) el único desafío que tiene el área centroamericana en este momento es que Ortega Daniel y Murillo Rosario desean seguir desgobernando Nicaragua y para lograrlo meten en la cárcel a todos los que podrían oponérseles como candidatos. El periódico La Nación S.A. dedicó a este tema el domingo 11 de julio (2021) directa o indirectamente dos artículos de opinión y una entrevista de 2/3 tercios de página al asunto. De los artículos de opinión uno lo firma su ‘intelectual’ dominical: Carlos Alberto Montaner. Como acostumbra, el comentarista de origen cubano ofrece alguna iniciativa que él estima “bomba”. Su artículo se titula “Cómo enfrentarse al totalitarismo en América Latina”. Y su idea a él le parece notable y sencilla.  “Revivir la Legión del Caribe, pero a escala continental”. Esta Legión (algo así como una OTAN para los latinoamericanos) sacaría a bombazos a la causa de todos los males del área (los comunistas cubanos), a los populistas venezolanos, y a los desorientados bolivianos. Antes ha mencionado a Daniel Ortega y Rosario Murillo de quienes afirma “son odiados por el setenta y cinco por ciento de los nicaragüenses”. A todos ellos se les da bomba y metralla porque “es perfectamente legítimo sacar a cañonazos a Gadafi de Libia” y por ello también es legítimo sacar a bombazos todo lo que a Montaner le molesta de América Latina. Antes ha dedicado más de la mitad del artículo a comentar la inconsciencia de Daniel Ortega y su “excéntrica mujer (esposa) y vicepresidenta Rosario Murillo. Contra todos, los referidos bombazos. “A la democracia hay que defenderla no solo con palabras”. Montaner estima que el presidente Biden “entiende lo que es trabajar colegiadamente”, así que aprobaría los bombardeos. Parece no haberse enterado Montaner que Biden no es un sobrenombre de Donald Trump, sino otra persona.

   El artículo del delirante Montaner es acompañado en la sección de opinión de La Nación S.A. por un texto del intelectual centroamericano y nicaragüense Sergio Ramírez. Su estilo y contenido, por fortuna para él y el lector, en nada se asemeja al de Montaner. Ramírez recuerda los bellos sentimientos que levantó en su momento el triunfo del masivo levantamiento colectivo nicaragüense contra Somoza: la voz del escritor Julio Cortázar “…representaba la de numerosos intelectuales, escritores, artistas, que veían en la revolución nicaragüense un fenómeno nuevo, distinto, que valía la pena respaldar porque encarnaba una esperanza de cambio para un país pobre y atrasado que tendría por primera vez la oportunidad de desplegar sus propias fuerzas”. Ramírez acompañó, desde sus fuerzas, a los sandinistas y a los sectores populares nicaragüenses para desplegar ese futuro. Por ello se nota más una ausencia en su comentario. No recuerda que, derrocado Somoza, el gobierno de EUA levantó una guerra civil en Nicaragua y que para ello financió y armó un ejército a cuyos soldados se llamó “contras” (Ronald Reagan los llamaba “Combatientes de la libertad”, pero se impuso el de “contras”). El primer gobierno sandinista (década de los 80 del siglo pasado, electo en comicios) no pudo gobernar porque debió atender una guerra desorbitada y cruel que Nicaragua no se merecía. De esa experiencia brutal surgió el actual Daniel Ortega. La brutalidad estadounidense y el exabrupto católico (Cardenal Obando y Bravo) fueron dos de los pilares que reconstruyeron al combatiente sandinista revolucionario Daniel Ortega. Estimó éste que EUA solo admite dictadores corruptos en Nicaragua. Cedió a sus deseos. Quizás era presa fácil.

   En el marco de la brutal guerra, Ortega fue a elecciones contra Violeta Chamorro (o Violeta Barrios de Chamorro) y perdió. Violeta Chamorro obtuvo el 54,7 % de los votos. Daniel Ortega el 40, 8%. La señora Chamorro hizo lo que ella creyó era política neoliberal. Enriqueció a los más ricos y empobreció más a los más pobres. Estados Unidos y sus “contras” y la señora Violeta son antecedentes del actual Daniel Ortega. También lo es la dictadura somocista. Lo convencieron todos ellos a Ortega que EUA no acepta en el país (y quizás en la región) un gobierno honesto y de inspiración popular. Quien esto escribe no apoya al actual gobierno orteguiano-murillista. Pero quienes internamente lo adversan tampoco desean nada bueno para los nicaragüenses de a pie. Desean vencer y cobrar sus dineros, eso es todo. Por supuesto, entre ellos habrá algunos sensatos honestos que no aspiran a cargo alguno. En suma: el heroico pueblo humilde de Nicaragua que celebró su alzamiento-triunfo contra Somoza no tiene hoy los dirigentes que su heroísmo merece. Ninguno es bueno. Y tampoco ninguno va a gobernar para todos.

   El tercer texto que La Nación S.A. dedica al pueblo de Nicaragua es una entrevista que no puede ser sino polémica porque se hace a Zoilamérica Ortega quien tiene como padre adoptivo a Daniel Ortega. Sus declaraciones, excepto quizás la caracterización que hace de su madre, no son las de una enferma o histérica (que en parte le ha adjudicado la actual autoridad política nicaragüense), pero tampoco son en exceso realistas. Valora a su madre como obsesionada por el poder y lo sintetiza de la siguiente forma: “El poder para ellos (Ortega y Murillo) no es negociable. Me ha tocado entender que la persona que me dio a luz quedó atrás para dar lugar a una cuyo rol social e identidad están definidos por el poder”. En realidad, ninguna persona que no resulta aceptable para EUA tiene poder suficiente en Nicaragua y en toda América Central. Y una imagen de madre defendiendo a su hija “vende”. El discurso de Zoilamérica, puede ser real, efectivo, pero no convence. Es una lástima porque lo que ella dice haber sufrido excita solidaridad y también castigo para los delincuentes. Quizás la prensa la ha exhibido a Zoilamérica de modo inadecuado. En todo caso, en sus declaraciones tampoco ella hace mención a la guerra de los 80’s, guerra sin la cual el actual Ortega (y también el actual sandinismo) resulta inexplicable. En Costa Rica, los medios masivos hacen de los “nicas” algo negativo, inferior, pardo o café y violento. Esto, además de grotesco, resulta negativo para una Centroamérica y un Caribe que requieren articularse constructivamente para estar a la altura de la fuerza y sueños de sus pobladores humildes que desean ingresar al mundo de sus esperanzas. Con seguridad, Dios ni EUA me escucharán.

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Diálogo

Alea, Sebastián (Costa Rica) -. No nos queda claro por qué usted habla en su título de Centroamérica, pero el contenido se centra en Nicaragua.

HG. – Sí, es un defecto del texto y es bueno que ustedes lo hayan advertido. Tiendo a pensar el Caribe como una región geopolítica (lo que es correcto), pero centré la nota en Nicaragua. Ahora, Nicaragua es en estos días punto de atención porque se avecina una elección nacional y los contrarios a la permanencia del dúo Ortega-Murillo alegan fraude y denuncian un afán de la pareja por perpetuarse en el mando. Lo que observo es que Nicaragua no tiene ninguna tradición democrática y que la elección tampoco la iniciará, quienquiera la gane. La prensa costarricense presenta las cosas como que Ortega-Murillo son los antidemócratas y que sus adversarios son demócratas. Ojalá fuera así, pero no lo es. En Nicaragua nadie ostenta valores democráticos porque el país no ha conocido esa tradición. Los sandinistas triunfantes pudieron iniciar esa práctica, pero se les levantó una guerra interna que fue el principal factor, no el único, que la impidió. Lo que digo es que el  Daniel Ortega actual desciende más de esa guerra que de su anterior posicionamiento (heroico, sin duda) antidictatorial. Ahora lo que enfatizo es que esta realidad afecta a todos los centroamericanos. Y lo digo porque en Costa Rica parece creerse que Ortega-Murillo y su dominio en Nicaragua es lo único que se opone a la democratización de ese país y del área. Creo que este último enfoque resulta irreal. El área centroamericana sigue a la espera de que su presencia democrática sea parte efectiva de la historia de sus pueblos.

   Ahora, para precisar mi punto de vista, enfatizo que nadie (de los comentados) recuerda la “guerra de los contras”. Fue una guerra levantada por EUA (violaba las normas internacionales) y como toda guerra civil fue sumamente cruel. Creo que en esa guerra Daniel Ortega perdió gran parte o toda fisonomía de “joven luchador contra la dictadura”. Y sus actuales detractores (todos o muchos) aspiran a que una nueva guerra vuelva a derrotar en las urnas a Ortega.O  que la opinión pública internacioanal y la guerra lo hagan.Se puede entender (no justificar) que al actual Ortega no le importen los muertos. Pero a la que se dice “oposición democrática” deberían importarle. Y a los gobiernos que adversan a Ortega también deberían importarles. En una nueva guerra civil la única derrotada será Nicaragua, su pueblo, su ciudadanía. La alternativa a la guerra no es un nuevo gobierno de Ortega. La alternativa siempre ha sido un diálogo franco entre la oposición y el gobierno de Ortega-Murillo. Pero este diálogo debió ser precedido por un diálogo-acuerdo entre los opositores. No se produjo. Tal vez porque quien se cree ganador aspira a todo. O sea a la misma historia de Somoza que hoy hacen suya Ortega-Murillo.América Central (y ojalá la caribeña) debieron hacer presión para que el diálogo se produjera y condujera a acuerdos que se respetaran. Nadie hizo nada. La historia del pueblo de Nicaragua no interesa a los caribeños. Cada uno con su farsa. La historia de todos estos pueblos es dramática. Sólo desnudándose y mostrando su realidad (y prometer cambiarla) habrá salida para Nicaragua y para el Caribe. Les agradezco, Alea y Sebastián,, me hayan escrito. Les deseo sigan siendo amigos.Y ojalá discutan mucho.