Universidad Omega,
Nª112, enero 2021.

 

 

   No experimentar emociones negativas ante el peligro resulta positivo. Que los frenos del vehículo que se maneja fallen en la carretera cuando se baja una montaña puede o petrificar a su conductor o avivar su ingenio. Lo segundo podría salvar la vida de todos los viajeros. Si es lo primero, probablemente haya entierros en los días siguientes. Donald Trump (n. 1946, por desgracia vivo hasta hoy), experto en emociones negativas, ha cultivado un ego difícil de encontrar fuera de EUA. Hitler (1889-1945) nunca ocultó su agresividad contra lo que aborrecía. Fue fiel con sus odios hasta la muerte. Hitler no se escudaba tras un aparato democrático. Sus aversiones explícitas fueron parte de su carisma. La acción de masas excitadas contra el Capitolio este enero del 2021, urdida por Trump, para afear y descalificar el traspaso de la presidencia a Joe Biden fue, en cambio, un acto de “astucia a lo Trump”. El hombre se desespera por volver a ser el candidato republicano en la próxima, aunque algo lejana, elección presidencial. La muchedumbre excitada lo representaba en un escenario en el que él perdía.  Para Trump era su manera de prologar lo que él valora su estrellato en la presidencia de EUA. Solo él, o alguno de sus hijos/as, merece instalarse en esa posición. La irrupción de sus seguidores en el Capitolio fue una acción teatral (Trump no parece sensible a las diferencias entre los diversos escenarios en que actúa). Desatada ya la violencia y la trifulca pidió a sus seguidores retornar a sus casas, sin olvidar decir que su ira era justa. Que él era distinto y capaz de todo ya estaba probado. La inédita adhesión de masas confirmaba su rol histórico: estar al mando.

   En este mismo 2020, Trump había dado ya su prueba de lo que para él significa estar al mando.  El asesinato del militar iraní Qasem Soleimani (enero 2020) mediante un ataque focalizado, pero no quirúrgico, y en el territorio de un país “aliado” (Irak), no causó molestia a nadie, excepto a las familias de los asesinados y a quienes los querían, pero nadie reclamó por ese crimen internacional. Irán “vengó” unos días después el asesinato de su líder militar destruyendo un avión comercial con 176 personas (Ukraine International) entre pasajeros y personal de vuelo. Trump precipitó esas 176 muertes. El otro responsable es el líder iraní Alí Hoseiní Jamenei quien resolvió vengar así a su jefe militar. Nadie reprochó ni el asesinato del general (y muchas otras personas con él) ni tampoco la liquidación cobarde de los pasajeros del avión ucraniano. Es el ambiente que Trump disfruta: aplastar a otros y parecer ganador. Muertos y lisiados carecen de importancia. Tuvieron la mala fortuna de ponerse en su camino.

   Turbas asaltando el Capitolio para afear el acceso de un nuevo mandatario es el estilo de una personalidad, la de Trump, que entiende que existe en un mundo legal y socialmente fragmentado y violento en el que una personalidad carente de escrúpulos puede sacar ventaja. Uno de los slogans trumpeanos condensa el punto: “Hagamos a América grande de nuevo” («Let's Make America Great Again»). Los publicistas lo idearon para la campaña de Ronald Reagan (1980), pero Trump se lo apropió como distintivo de su candidatura y de su presidencia. Cuando se trata de hacer a EUA grande de nuevo, nada está prohibido. Y contra aquellos que se opongan, todo está permitido. Alguien dirá: “¡Pero eso es Maquiavelo!”. No lo es. Maquiavelo (1469-1537) es bella persona. Se le cita: “El fin justifica los medios”. Pero Maquiavelo llama “fin” a la seguridad de la propiedad de cada cual. Maquiavelo escribe en los inicios del capitalismo. Su frase defiende a las nuevas clases emergentes: los propietarios capitalistas y los trabajadores asalariados. Para Trump, “retornar a la grandeza” quiere decir mostrar quitar los obstáculos que impiden a los blancos poderosos mostrar su poderío unilateral en EUA y en el Mundo. Se recordará que Trump se precia de racista y sexista. Más todavía: para él existe una ‘raza’ privilegiada: se compone de su familia: él y sus hijos.

  Trump no es un fenómeno de la Naturaleza. Lo creó EUA con su compleja desagregación y enfrentamientos internos. Porque les “dice” algo moviliza a sus gentes incluso contra el Capitolio. Porque algo les significa a estas gentes, ellas se movilizan contra negros, ‘latinos’, etc. Trump no está solo en EUA, aunque la decencia más elemental debería haberlo expulsado de esa sociedad o, al menos, encerrado en una cárcel. En el asalto al Capitolio (para nada un capricho) la defensa de las instalaciones públicas fue débil. “Compadre hablado” le llaman. No se trataba, como opinan muchos, de “afear” el reconocimiento del nuevo presidente, sino del primer paso directo de Trump hacia su retorno a la Presidencia. Trump padece de ansiedades, pero sabe cuándo se ha de esperar. Es difícil que los republicanos lo eliminen de sus filas. Y en Estados Unidos la presidencia se disputa solo entre demócratas y republicanos. Hablando de la seguridad de la edificación que sería asaltada y de las personas a agredir por querer reunirse que estarían en ella, la protección resultó débil. La manifestación iba a producirse y todos lo sabían. Se avisó. En estos casos, 48 horas antes se bloquean los accesos (calles, avenidas) a la edificación. Se requisa todo lo que pueda servir de arma o que parezca entrañar peligro. Nadie puede ingresar al área sin identificarse y mostrar que no puede agredir excepto con sus manos, pies, gestos y voz. Ya en relación con el edificio se establece un bloque defensivo en su perímetro. Nadie puede traspasarlo si carece de permiso e identificación. Nada que pueda servir de arma está permitido. Inmediatamente después del grupo que resguarda el ingreso se instala el primer grupo de choque que defiende a quienes legítimamente pueden ingresar y combate y arresta a quienes no pueden hacerlo. Este grupo defensivo no utiliza armas de fuego. Tras él se instala otro grupo de choque armado como para un combate o guerra. Estos guardias se encargan de que nadie sin permiso o invitación ingrese al edificio. Y todavía detrás de ellos se instala otro personal en salas, escaleras y ventanas que se consideren estratégicas. Vigilan el ingreso al sitio o sala específicos en que se realizará el acto programado. También están armados. No deben permitir que nadie que no corresponda al protocolo ingrese a la sala principal (que es donde se realiza la actividad). Este amplio dispositivo de seguridad debe contar con vehículos (incluye helicópteros) que permitan mantener detenidos o trasladar a encierros legales a quienes se haya apresado por acciones que ameriten presentarlos a los circuitos judiciales o facilitar la salida de personalidades previamente seleccionadas. Obviamente ha de tenerse una ruta de escape para que quienes debían institucionalmente reunirse puedan abandonar el edificio sin sufrir agresiones o tensiones.

   Nada de esto se hizo para el acto que ratificaba institucionalmente la victoria de Biden. Los videos muestran, ya dentro del edificio, personal de seguridad (individuos aislados) huyendo de los manifestantes. ¡Absurdo! Revela que alguien (o muchos) no cumplieron con sus responsabilidades. La manifestación y su propósito fueron anunciados. No hay excusa. Los responsables por la altísima ineficiencia en seguridad deben ser sancionados. Entiendo que hoy se avisa de renuncias.

   Cuando ya el daño estaba hecho, Trump pidió a su gente irse en paz para la casa. Trump estaba satisfecho. A su juicio, la tarea se había cumplido. Daba su primer paso para una futura reelección. O para la elección de alguno de sus hijos. En el resto del mundo deberíamos desear que esto no ocurra. Y en EUA todos deberían trabajar día con día para mostrar que el país está mejor sin Trump y favorecer así su neutralización o expulsión del Partido Republicano. Y si no es pedir en exceso, Trump debería ser juzgado por sus desafueros y comportamientos delictivos, condenado y enviado a prisión. Que conste que muestro piedad al no pedir que se le envíe a algunas de las cárceles secretas que EUA posee en el mundo.
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Conversación
 
   Celia, Darío, Hernán (Costa Rica). – Nos pareció excesiva su caracterización de Trump. Alguien que llega a la presidencia de EE.UU. no puede ser tan malo.

   HG. – Si fuese un ciudadano corriente, uno podría ignorarlo.  Pero se trata de un político que alcanza un rango en el que tiene responsabilidades hacia su población y también hacia el mundo. EUA no es cualquier país ni cualquier economía ni tampoco cualquier ejército. No se puede ser frívolo ni patán ni mentiroso compulsivo o delincuencial cuando se alcanza ese rango y se personifica ese poder. Un presidente de EUA tiene que interesarse por sus ciudadanos y también por la calidad de la ciudadanía de todo el mundo. No puede por ejemplo despreciar la realidad de la pandemia que afecta hoy al planeta y declarar que no existe. Ese comportamiento genera muertos algunos de los cuales habrían podido evitarse. Tampoco un político mundial disfruta arrojando bombazos que pueden terminar en una Guerra Planetaria. Hoy existe armamento nuclear capaz de barrer el planeta muchas veces. Tampoco un político responsable (menos si su poder se ejerce en una potencia) puede alimentar hoy el sexismo, la ignorancia, el racismo o despreocuparse de los costos ambientales de la mala educación y de la gula en el planeta, o de la depredación irreversible contenida en el uso de ciertos insumos. Y ocurre que Trump está en todas ésas. No vaciló en desprestigiar el sistema electoral de su país. Lo hizo porque creyó que perdía. Y desprestigió el sistema hasta hoy. Todo esto sin prueba alguna. Al hombre le sobra irresponsabilidad. No es tan anciano como para no desearle cárcel por sus desafueros. O que su cabeza sea utilizada en espantapájaros. Él se ganó ambas cosas. El artículo lo terminé este jueves (7 de enero) como a las 15.45. Y la televisión de las 19.00 confirmó casi todo lo que escribí sobre la presión en el Capitolio. Por muchas razones él debería ser sentenciado a prisión. El problema ahí es que la cárcel no rehabilita.
    
   Mirta, Alda y varias personas más (Costa Rica). – Usted le desea la muerte a Donal Trump. Nos parece que no ha de desearse la muerte de nadie. Todos tenemos defectos y no por eso se nos ha de desear la muerte.
   
   HG. – Que se sepa, los meros deseos no matan a nadie. Y para precisarlo, añadiré que su fallecimiento antes de ser candidato a presidente habría sido un gran destino y le habría ahorrado muertos a EUA y agravios a quienes fueron miembros de su gobierno. Hoy la prensa informa de la renuncia a sus cargos de dos mujeres de su administración. Una declaró: “Ese comportamiento (azuzar el asalto al Capitolio) fue excesivo para nuestro país. No hay duda del impacto que su retórica (la de Trump) tuvo sobre la situación y es un punto de inflexión sobre mí”. Se trata de la Secretaria (Ministra) de Educación. Y es que, con Trump, estamos ante un impresentable no defendible. Entonces mejor confesado, arrepentido y muerto. Y que goce de vida eterna. Pero yo no lo mataría. Y si se arrepiente sinceramente y se le concede nueva existencia en el planeta, estaría de acuerdo. Y también alegre porque Trump tendría la oportunidad de reparar todo lo malo que causó en esta su primera vida. Lo reparable, porque algunas de sus acciones no pueden revertirse.
   
   Julio (Costa Rica). – Trump comunicó no asistirá a la ceremonia de investidura de los nuevos mandatarios.

   HG- Ya lo habíamos conversado. Su personalidad no tolera ni haber perdido la elección ni tampoco que otro sea investido presidente estando él con vida. Probablemente su enfermedad no tiene cura. Esto porque rechazaría el tratamiento.

   Julio, Henry (Costa Rica). – Usted indica que Trump es una ‘producción’ estadounidense. ¿Qué quiere decir con eso, más exactamente?

   HG. – Como todo individuo de la especie humana, Trump es producido complejamente por la sociedad en la que nació y se crió. La especie no contiene individuos singulares aislados sencillamente porque no puede producirlos. Todos los recién nacido de la especie nacen indefensos y tardan años en aprender las determinaciones de la cultura en la que se insertan. Esto incluye, por ejemplo, el idioma, aunque alguien podría aprender varios idiomas desde temprano. Pero no es lo mismo iniciarse en inglés y bribri, y hablarlos, por ejemplo, que en bribri y español. Esto puede traducirse en un ‘nadie es solo él”. Robinson Crusoe es un tipo de inglés. Aunque su amistad con Viernes es sincera, él, Robinson, posee el poder político y cultural en la isla que es su mundo forzoso. Ni Robinson ni ‘Viernes’ nacen de nuevo. Uno es portador de una cultura, la capitalista y cristiana, que domina a la otra. Donald Trump fue producido por su familia y por el sector social al que esta familia pertenecía. Se hizo cargo (exitosamente) de las empresas de su familia antes de los treinta años. Se le consideró varias veces entre los hombres más millonarios del mundo y como tal estelarizó un programa en televisión. Resolvió meterse en política a inicios de este siglo y siempre desde su deseo de ser presidente del país. Aunque inició su carrera política en un partido menor (el Partido Reformista) luego lo abandonó para integrarse al Partido Republicano (que alberga a distintos frentes de la derecha y ultra derecha estadounidense). Este partido lo eligió como su candidato presiidencial para el 2016. Blanco, millonario autosuficiente, figura del espectáculo, les pareció el candidato perfecto. Ya como candidato fue caracterizado como polémico y mentiroso. Esto por sus detractores, pero también por los sectores dominantes del republicanismo. No les importó. Perdió en el voto ciudadano contra Hillary Clinton, pero ganó en los votos electorales. Como presidente siguió comportándose como antes: polémico y mentiroso. Solo que ahora representaba, formalmente, a la nación estadounidense. Esto no es algo que Trump pueda hacer. Para él solo existe el trumpismo incondicional. Esta soberbia o estupidez genera ahora, en enero del 2021, una discusión, en Estados Unidos, acerca de si no sería necesario destituirlo de su rango (a pocos días de finalizar su mandato) y proscribir su reingreso a la política. Esto lo firma un profesor de la Universidad de Princeton (Jan-Werner Mueller, La Nación S.A., “Hay que destituir y proscribir ya mismo a Trump”, 09/02/021). Pero esta misma Universidad de Princeton es parte del entorno que creó a Trump. Como se advierte, se trata de una “creación” compleja. Con alivio podemos estimar que Trump no se interesó por América Central. Poca cosa para él. Entre nosotros existen sectores que habrían aplaudido estruendosamente la voluntad de Trump para eliminar “comunistas”, “malas razas” y “mal agradecidos” sindicalistas que contaminan el aire de sus benefactores. Por eso construyó un “murito” (para los inmigrantes un murazo) que impidiera a mexicanos y centroamericanos pisar Su País. Ahora, al actualmente impresentable Donald Trump sus ciudadanos y analistas tendrían que haberlo discernido desde siempre. Ahora deberían preocuparse tanto por castigarlo judiicialmente como por dejar de producir que otros especímenes semejantes logren los votos que les faculten para llegar a cúspides políticas. Aunque todos deberían inquietarse los primeros en darle cabeza al asunto tendría que ser los republicanos y los actuales legisladores sobre política interna e internacional del país. Otro Trump podría resultar planetariamente insostenible.

Hannia, Luisa, Paula (Costa Rica). – No menciona usted el daño al régimen democrático contenido en el asalto al edificio del Capitolio. ¿Por qué no aparece entre sus opiniones?

HG. – Puedo indicar una razón sencilla pero que tiene su complejidad. El régimen democrático de gobierno es un concepto y también una forma de régimen político propio de sociedades específicas. El régimen democrático de gobierno de Estados Unidos no es el régimen democrático de gobierno que se ha dado Costa Rica. En Costa Rica la elección periódica de quien ocupará el sitio presidencial la hacen directamente sus ciudadanos. En EUA su candidato puede alcanzar una amplia mayoría ciudadana y perder debido a que es minoría resuelta por los electores votados en cada estado. Luego, ‘la democracia’ como concepto-valor es parte de discursos sobre los regímenes de gobierno. Lo que en realidad existe son regímenes democráticos de gobierno con sus peculiaridades. Creo que la reacción hostil y mentirosa del candidato Trump en la reciente pasada elección causó daños al régimen democrático estadounidense. En cambio, también estimo que no existió daño directo sobre el concepto-valor ‘democracia’, porque se trata de asuntos y planos distintos. Diciéndolo directamente: Trump daña al sistema democrático de gobierno de su país al pretender que se le de ganador en elecciones en que resultó perdedor. Pero no daña al concepto-valor democracia como régimen político porque este concepto se ubica en otro plano de realidad. Lo que realmente daña el funcionamiento del régimen democrático estadounidense es, por hacer dos referencias, la creación de sectores opulentísimos y de sectores pobres y miserables. Empobrecidos sistémicos y opulentos sistémicos potencian las desagregaciones sociales internas y estas fracturas debilitan al régimen democrático de gobierno. Con el voto se desea ganar no solo poder político sino también capacidad económica. El punto no es de recibo en las sociedades modernas que crean en un mismo movimiento opulencia y miseria. El gran arquitecto político del régimen democrático en Atenas fue Clístenes (570 a.C-507 a.C.). Su principal propuesta fue la de un principio básico: la igualdad (isonomía) de los ciudadanos (se excluía a mujeres, esclavos y extranjeros). Esta igualdad desplazaba tanto los derechos determinados por el nacimiento como los derivados de las diferencias de riqueza. La participación en la asamblea democrática se resolvía por sorteo. El régimen democrático estadounidense (y los modernos en general) no expresa el criterio de Clístenes. La igualdad ciudadana tiene como enemigos las separaciones sociales monstruosas determinadas inicialmente por la riqueza que se prolonga luego como poderío político que se ejerce contra otros. O sea, las diferencias económicas (que se siguen de determinadas relaciones productivas y de género) crean diferencias y fracturas sociales que lesionan hasta impedir la existencia del régimen democrático. Trump no creó esto. Él actúa en un sistema político que hace de los opulentos directores del sistema social y cultural y anula/pervierte política y culturalmente a los empobrecidos o los transforma en clientelas. Existe un buen texto en castellano de Phillip Resnick sobre este campo temático. El título es “La democracia del siglo XX”. También pueden leer a Robert Dahl. Ninguno de estos autores, que yo sepa, es comunista. Resnick se interesa en la articulación de diversos para generar su Canadá democrático y Dahl fue en vida profesor en Yale. Murió en el 2014. Estima que, para desplegarse, el régimen democrático y moderno de gobierno exige una base social moderna (M), dinámica (D) y pluralista (P). Son rasgos que no nos hemos dado los latinoamericanos.

Hilda, Freddie, Héctor y otros (Costa Rica). - Hoy la columnista Nuria Marín Raventós afirmó que el asalto al Capitolio fue un ataque a la democracia. No es lo que usted dice.

HG. - Y, sí. Es la opinión de ella y la expone en su condición de columnista habitual de La Nación S.A. Pero entrega una opinión adocenada sobre el tema. No creo haya tratado de comprenderlo o estudiarlo. De hecho, su texto es principalmente una narración de situaciones que todo el mundo ya conoce porque las hicieron noticia mundial. Algunos comentaristas (fútbol) de televisión hacen algo semejante. Le narran al telespectador lo que este último acaba de ver. Esto cuando su tarea consiste en añadir algo a lo que se vió. No están comentando para ciegos ni para primerizos. Comentan para personas que ven el juego porque les gusta (muchas veces son hinchas) y porque entienden algo de él. La columnista Marín Raventós es más débil todavía que estos comentaristas poco profesionales. Por ejemplo, escribe: “El llamado pausado y directo de Joe Biden resultó adecuado y eficaz: el movimiento perdió fuerza cuando el mandatario solicitó la desmovilización y restaurar la paz”. Lo que el nuevo presidente diga no tiene efecto alguno en Trump. Él desprecia a Biden. Trump llamó a terminar con la movilización y el irrespeto (violencia) porque ésta ya había conseguido todo lo que podía conseguir. Lo que buscaba era ensuciar el conteo de votos de los representantes y el anuncio del legítimo ganador de la contienda electoral. Toda la prensa se focalizó en la gresca y en el muchacho con cornamentas y tatuajes. Gol del Trump despechado. Biden, que es una persona correcta, nunca conseguiría nada de un Trump tosco y que lo desprecia. El asunto se había enmugrientado y esto era el triunfo para Trump. Lo del conteo de votos masivos ya le había fracasado. Tenía que ensuciar el conteo final. Combatiendo hasta el final y de cualquier manera es como él quiere mostrarse a sus gentes. Si lo consigue, es su triunfo. La columnista ve en Trump un político ‘normal’ y no entiende nada. Por ello desea al final de su texto: “…que el país (EUA) tenga la sabiduría de empezar a tender puentes y cerrar heridas, pues la cordura y la sensatez son esenciales para un buen gobierno”. Lo único que puede “empezar a tender puentes y cerrar heridas” es el enjuiciamiento y condena a presidio de Trump. Y a ello debe sumarse el retorno de una parte de la cúpula del Partido Republicano a los valores democráticos y republicanos. Esta reconversión pasa por la expulsión de Trump de dicho partido. Expulsión sin retorno. Esas son las maneras de cerrar heridas y restaurar los valores democráticos en EUA. Es una tarea larga. Lo otro, el camino del ‘hermanitico’ no se lo han creído ni Luis Alberto Monge ni Óscar Arias que, cuando se pelearon políticamente, lo hicieron públicamente con la inquina que puede verse de vez en cuando en los bares. A Trump, quien a lo mejor ni bebe, hay que buscarlo en las cantinas. Ellas, y el presidio, son sus territorios.

Enrique, Braulio, Edward (Costa Rica). - ¿No es su comentario demasiado duro contra la articulista?

HG. - No es contra ella, en realidad, sino contra su manera de enfocar la situación que procura comentar. Titula su artículo: “Ataque a la democracia”. Pero ‘la democracia’ es un concepto/valor.  Lo que recibió ataques fue el régimen democrático de gobierno estadounidense y su institucionalidad. Pero a este régimen lo ataca todo el tiempo la fragmentación social de ese país. Hay racismo, sexismo e hiperopulentos y miserables, por indicar tres espacios permanentes de segmentación. Y hay más. Pero las películas comerciales estadounidenses nos dicen una y otra vez que los peligros vienen de extraterrestres que desean vencernos y dominarnos o destruirnos. Igual: se nos dice que el peligro para el régimen democrático estadounidense es el levantamiento de un sector minoritario de la población que enturbió un acto oficial en el Capitolio. Pero este levantamiento ni siquiera es la punta de un iceberg. Se trata de un suceso singular cuyo referente es la estructura socio-cultural de EUA. Más decisivo que la horda trumpista es Black Lives Matter. Costa Rica tiene muchas ‘black lives’ y ninguna importa. Como se advierte ya no hablo de la articulista sino del criterio para diagnosticar un asunto que podría ser relevante para todos hoy día. Hasta el joven trumpista con cuernos y tatuajes puede asumirse con propiedad desde mi enfoque.

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