F-0039 Seminario Hinkelammert

ECONOMÍA Y TEOLOGÍA: LAS LEYES DEL MERCADO Y LA FE II

1.- En la primera parte de su artículo acerca del vínculo íntimo entre Economía y Teología Hinkelammert dedica varios párrafos a Anselmo de Aosta (1033-1109) a quien valora como expresión del inicio de la sociedad burguesa, o al menos de parte de su marco categorial e imaginario. En la nota 6 subraya la distancia entre la propuesta evangélica y  el planteamiento de Anselmo: “Aquí nace el individuo burgués, aunque todavía en una forma muy alejada de la realidad inmediata. Es  individuo  que se refiere, vía Dios, a los otros. El sujeto cristiano, en cambio, se dirige, vía los otros, a Dios. Es sujeto en comunidad. Aquí, desde Anselmo en adelante, la comunidad está rota y sustituida por el individuo  (…) Se trata del verdadero nacimiento de la sociedad burguesa, que es una sociedad sin referencia comunitaria”. Probablemente Anselmo puede hacer esto porque, en su ideación, la verdad de cada individuo libre es creación divina y su comportamiento, también libre (derivado de una voluntad recta), está alojado asimismo en el entendimiento de Dios. Dios tiene conciencia de las acciones de todos los individuos de la especie desde siempre. Los seres humanos únicamente actúan lo que ya está previamente en el mapa de Dios. Así sus relacionamientos, que a ellos pueden resultarles o necesarios o casuales, pueden ser ignorados. Desde aquí aparece el imaginario de un individuo anterior a la comunidad y una comunidad contractual posterior a los individuos y cuya legalidad exige pagar las deudas.

1.1.- Un esquema nos permite captar las distancias entre la propuesta ‘cristiana’  de Anselmo en la lectura de Hinkelammert y la que parece ser una de las propuestas centrales en el discurso evangélico de Jesús de Nazaret:

                                                    

El referente evangélico nos presenta una comunidad que habla a Dios y a la que Dios le habla. La comunidad no se sigue de la etnia, el sexo-género o la nacionalidad, ni siquiera de una fe religiosa por ejemplo, sino de una actitud: reconocimiento generalizado de prójimos. Esta actitud y su acción podría ser considerada praxis. Por el contrario, la individualidad ‘religiosa’ (Anselmo) nos lleva no a una sino a diversas fragmentaciones determinadas aparentemente por una autoridad (Dios, consagración) y decantadas en una iglesia, fragmentaciones que rebajan de distintas maneras a individuos y grupos humanos. La segunda parte de “La maldición que pesa sobre la ley…” se abre con la crítica que hace Marx de la religión. Escribe Hinkelammert: “En su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel de 1844 Marx formula: <La crítica de la religión desemboca en la doctrina en la que el ser humano es el ser supremo para el ser humano y, por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable>” (pág. 182). No se trata de una crítica atea al sentimiento religioso sino de una crítica a la institucionalización de ese sentimiento si ésta contribuye a desagregar a los seres humanos y a rebajar a unos en provecho de otros. Esto no puede ser el cielo en la tierra, sino el infierno. Pero en la historia de los conceptos no se llama infierno sino sociedad civil.

2.- Podemos retornar a ‘Economía y teología…’. El texto incluye una propuesta central en el pensamiento de Hinkelammert y está asimismo, aunque de distinta manera, orientada, al símil del Padrenuestro: “…hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Versa sobre Abraham a quien Hinkelammert atribuye negarse a matar  a su hijo Isaac (Génesis, 22). Hinkelammert desea interpretar que, con su negativa, Abraham ilustra radicalmente”… un grito de libertad, una afirmación del hombre frente a la ley que mata; es la exigencia de someter la ley a las necesidades de la existencia humana” (itálicas no están en el original). Este Abraham puede asociarse con la respuesta de Jesús de Nazaret a quienes le reprochan permitir a sus discípulos trasgredir el sábado: “El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado” (Marcos, 2). Sin embargo, lo más importante de la interpretación es que Hinkelammert deriva del comportamiento de Abraham una libertad que se afirma como rechazo de la ley que mata desde la resistencia que opone su hijo Isaac al sacrificio y no en la acción del ángel que aparece para decir: “No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, pues ya sé que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único hijo”. El texto parece hablar de una extrema prueba de Dios, matar al único hijo, a la adhesión de Abraham, pero Hinkelammert lo traduce como rechazo de un Dios que ordena matar (no puede ser Dios, ha de ser un ídolo) y el discernimiento que se sigue de la resistencia a los ídolos y la adhesión a un Dios que afirma la vida. El Dios de la vida, el discernimiento y la libertad humanos no puede consentir la producción de vulnerables (Isaac) ni su muerte. Por ello, resistencia en la tierra y salvación en el cielo.

3.- Hinkelammert remata su texto señalando dos caminos: a) se requiere la fe de Abraham en un Dios de la vida para poder reivindicar la libertad; b) hace falta practicar esa fe para que resulte viable (tal vez ‘se hace camino al andar’), o sea se transforme en sensibilidad cultural, en ethos. La libertad (cristiano-judía) consiste en elegir de modo de “no producir víctimas”. Escribe: “Hay que organizar la economía para que cumpla con sus fines elementales: asegurar la sobrevivencia de todos los seres humanos a través de su trabajo y una distribución adecuada de los ingresos, y basar esta solución en el respeto a la sobrevivencia de la propia naturaleza, sin la cual el hombre no puede sobrevivir”. Una economía que no genere vulnerables: los que ni producen con eficiencia ni consumen con opulencia: los condenados de la tierra de quienes que tampoco se espera lleguen al cielo.

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