F-0039 Seminario F. Hinkelammert: Emancipación y redención
LA MALDICIÓN QUE PESA SOBRE LA LEY EN 1 CORINTIOS
1.- La Carta a los Corintios (1 Corintios) es un texto largo que interesó particularmente a Hinkelammert ya en el capítulo I de su trabajo, “El juego de las locuras”. Su interés se centra en la determinación que Pablo de Tarso hace a una comunidad de fe cristiana (que parece tener distancias políticas, o sea de ordenamiento/violencia internas) sobre el carácter de su espiritualidad (es decir lo que anima su actuar). Aparece en el siguiente texto: “…para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. Sabemos, por Hinkelammert, que esta sabiduría de los hombres resulta locura ante los ojos/poder de Dios. Pablo de Tarso ‘habla de sabiduría’ “… entre los que han alcanzado madurez en la fe; no la sabiduría de este mundo ni de los poderosos de este mundo, que perecen. Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la cual ninguno de los poderosos de este mundo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria” (itálicas no están en el original.
1.1.- En el polo positivo, del texto, se encuentra el poder de Dios que se expresa mediante una sabiduría oculta, misteriosa, que se encarna en un Jesús de Nazaret que muere y es resucitado por ese poder misterioso del que él mismo es parte. El poder de Dios resulta misterioso e incomprensible (locura) a los ojos de los poderosos que viven para este mundo cuando se ha de existir para el otro o nuevo mundo, el expuesto por la crucifixión y la muerte (mediadas por transferencias de poder a los humildes) resuelta con la resurrección de la carne. Una parte del mensaje es, por tanto: no vivan para este mundo de locura egoísta y codicia, de disputas, sino para el mundo oculto de un Dios sabio que ha resuelto desde siempre la salvación para quienes confían en su locura (la de Dios). La locura de Dios es sabiduría primera y última para los creyentes: salva, aunque parezca no emancipar. ‘Sabiduría consiste aquí en saber hacer. Salomón, por ejemplo, es sabio porque “sabe hacer” (o sea siente, discierne y procede/imagina). Sin embargo, también es rey (y concentra gran poder) y se extravía en la riqueza y las sensualidades del poder. Luego, se arrepiente. Sabio es ahora quien sabe hacer desde la oculta, y primera y última, sabiduría de Dios (locura para la mayoría de seres humanos). Hinkelammert desea traducir esta sabiduría como opción por los pobres (o empobrecidos por los poderes de este mundo, que son locura a los ojos de Dios), opción por la cual se puede llegar al sentido de lo real, divino o no divino. Jesús de Nazaret resulta ser encarnación divina que anuncia, con su cruz, muerte y resurrección, la Buena Nueva: la salvación consiste en asumir la locura divina que hace de los empobrecidos sitio (lugar epistémico, político, cultural) de una sabia esperanza trascendental.
2.- La Carta 1 a los Corintios sin embargo, por su extensión, y porque parece estar dirigida una comunidad que albergaba tensiones internas, contiene otras posibilidades de lectura. Se da aquí un ejemplo tomado del capítulo 11 de la Carta. Remite a las relaciones jerárquicas, es decir políticas porque determina deseos/comportamientos, en el seno de la comunidad de fe: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, deshonra su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza, porque es lo mismo que si se hubiera rapado. Si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. El varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón, pues el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón; y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer ni la mujer sin el varón, porque, así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios (…). Con todo, si alguno quiere discutir, sepa que ni nosotros ni las iglesias de Dios tenemos tal costumbre”. La última oración quizás suavice (o torne más dura) la consideración respecto a que si en la comunidad de creyentes (todos animados por la sabiduría de Dios) se subordina a las mujeres, y especialmente en lo que toca a la oración, entonces ellas serán las producidas como empobrecidas en el seno de esa comunidad. En ellas se mostrarán la cruz y la resurrección. Los varones, en cambio, expresarían la locura del mundo (un tipo de vanidad/poder ligada al cuerpo mortal). Y el asunto ni siquiera amerita discutirse.
2.1.- Otro texto de 1 Corintios parece orientarse en sentido parecido al que acaba de mostrarse. Está en el capítulo 6: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios”. Aquí quienes hacen violencia a los injustos solo retóricamente están animados por la codicia (que es el mandamiento que Hinkelammert privilegia [págs. 77-79 de La maldición que pesa...]). Los mueve un desagrado espiritual personal ante lo que estiman ‘vicios’ o ‘perdiciones’. Y las categorías que utiliza Pablo de Tarso no permiten la generalización conseguida por una enumeración: ‘afeminados’ y ‘homosexuales’ no coinciden con ‘idólatras’. Los primeros podrían asumir la espiritualidad de Jesús de Nazaret (entrega, cruz, resurrección), sabiduría de Dios. Sus opciones sexuales o ‘modos’ no influyen en esto. Los últimos en cambio se han entregado a la locura de este mundo de poderes que ellos estiman sabiduría. El borracho (y los hay de distintos tipos), no es idéntico, por su carácter, al ladrón. Y estos últimos también pueden diferenciarse. Un ladrón puede robar a quien poco o nada tiene y sumirlo en la desesperanza ya que lo ha perdido todo y nadie le ayuda en esa circunstancia (entre otras cosas porque no se le cree cuando afirma haberlo perdido todo). Y un gran comerciante puede “robar” por distintos medios a quienes tienen algo o mucho y estos últimos ni siquiera lo advierten. Situaciones diversas en las que se generan “empobrecidos” no necesariamente pueden incorporarse en una generalidad. La secuencia enumerativa de Pablo de Tarso resulta muda, por insuficientemente determinada o abstracta.
3.- Lo inmediatamente anterior carece en realidad de importancia (el texto de Pablo de Tarso es situacional) excepto por un alcance: de 1 Corintios no se puede seguir un planteamiento político-epistémico único (como la opción por los empobrecidos, por ejemplo) excepto que se lo lea selectiva o fragmentariamente y se lo aísle de su eje comunicativo. Está dirigido a una naciente comunidad de fe religiosa que experimenta desagregaciones internas quizás derivadas de la locura de este mundo.
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