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Categoría: En Periódicos
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Universidad, N° 2055,

septiembre  2014.

 

  

El nombre de la franquicia televisiva es en realidad “Dancing With The Stars”, en su versión estadounidense, pero en estos tiempos de monopólica propiedad intelectual conviene curarse en salud. Además, al igual que en el programa que ofrece Canal 7 los domingos, aquí se trata de otra cosa.

   Por lo pronto, las “estrellas” o “famosos” serían los que nos recetan la prensa, partiendo por La Nación S.A. Y a la cabeza tendrían que estar los políticos que ya están en campaña electoral. Otra novedad es que los notorios no bailarían solo en parejas sino que podrían competir en molote o solitario y, además, podrían repudiar a sus compañeros, e incluso expulsarlos ante la teleaudiencia, cuando las calificaciones amenazaran con su despido.

   Un trío podría conformarse con el hijo dilecto de la señora Olsen, José María, Kevin Casas y un emergente, anciano pero animoso: el doctor Vladimir Carazo. Para quien no lo conoce, Canal 7 le abrió espacio todos los sábados para que los costarricenses se atrevan a soñar y retornen a una Costa Rica sin zapatos y poco Liceo pero con valores ciudadanos y humanos. Hasta hace poco se le oía predicador y patético, pero el doctor ya avisó que entró con todo en las redes sociales para organizar a sus gentes. A lo que parece, Canal 7 desea gestar su propio “abelazo”. La coreografía del danzón quedaría a cargo del hijo dilecto porque, como se sabe, él es galáctico experto en todo.

   El trío podría ser replicado por Otto Guevara bailando solo, a distancia y ritmo resueltos por él mismo. Experto en unipersonalismos, tendría posibilidades… de llegar cuarto. Está calificado para eso.

    La novedad del grupo salta a la vista: cuatro varones heterosexuales desplegando sus artes escénicas ante públicos ávidos de apreciar las conspiraciones de Kevin, las experticias de José María, la bonhomía de Vladi y el macho contrapunto de Otto. Y los esfuerzos por sostener el grupo hasta que alguno, o cada uno, decidiera que ya es hora de liquidar a los otros y lanzarse solo.

   Una distinta pareja de revolcones podría configurarse con opinionistas redactores habituales de las páginas editoriales de La Nación S.A. Jaime Gutiérrez Góngora y Carlos Alberto Montaner lucirían soberbios como pareja. Se alternarían en la resolución coreográfica, porque se trata de almas gemelas. No se tenderían trampas, cuestión más que dudosa en el cuarteto anterior. Como se sabrá, ambos opinionistas estiman que la mejor respuesta ante cualquier desafío, en realidad la única, es matar a los enemigos (“enemigo” es todo lo que plantea desafíos). Su divisa es “asesinado el perro se acaba la rabia”. Perros son los palestinos, los no-cristianos armados, los indefensos, los vulnerables. Todo desafío surge de enemigos del capitalismo y del realismo geopolítico occidental, “luz única en la colina”. Lástima Moisés sea un mito porque aquí, cabe.

   Lo espectacular sería el desafío final: liquidados todos los otros, los opinionistas deberían resolver cuál de ellos seguirá bailando. Si existe una pareja existe siempre el peligro de disenso. Recuerden a Eva y Adán o a Abel y Caín. O a Ottón y el obispo luterano. En el envite final uno solo quedaría en pie. Es eso o el Planeta de Los Simios. Justo Orozco y el obispo Ulloa podrían ser jueces de la refriega.

   Otro trío sacaría chispas en la pantalla: Pinto Afanador, Eduardo Li y Paulo César. El coreógrafo sería el colombiano, J. Perozzo, por años colaborador de Jorge Luis, quien afirmó que Pinto era Hitler. Mientras danzaran él entraría a dar mordiscos, trancazos y salivazos a su ex director de faenas. El público deliraría. Cada bailador sentiría los aplausos como solo para él. Y el ganador (eso sí, predecible) no sería conocido sino hasta el próximo Mundial.

   Este programa, por el delirio ciudadano, haría ponerse las pilas a la televisión mundial. Y Costa Rica, otra vez, podría cumplir la pesadilla de Eduardo (Freddy) Lizano: Jugar en Grandes Ligas.

   Es hora de proponer grupos y solistas (el obispo luterano, el colocador de cocas colas y el diputado cooperativo harían un grupo bestialmente integrado; el coreógrafo sería Ottón) para que el Tribunal Supremo de Elecciones los apruebe, financie y los revolcones resulten democráticos.
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