OJO Censurado,

N° 26, agosto del 2013

 

       Intuyendo quizás el fin de los tiempos, La Nación S.A. se dedica a entrevistar al Espíritu Santo. Bueno, a alguno de sus portavoces regionales porque la Autoconciencia de Dios no suelta prenda. Solo sopla/suspira. Pero sus nuncios vienen siendo explícitos. No se traban ni amorran aunque su cerebro sea tijeras/cuchillo. Salta al ruedo el arzobispo costarricense, ya en paso de retirada, Hugo Barrantes. Se declara de espíritu opulento y carismático. Si él no lo dice, pasa inadvertido. Después que él lo afirma, tampoco nadie lo nota. Su gracejo le lleva a contestar sin dudas la consulta del reportero acerca de la fuga de ovejas de su rebaño. Suelta Barrantes: “Te diré, es un problema. Las minorías se están imponiendo a las mayorías. La mayoría del pueblo aquí es católico. Sí, hay unos cuantos divorcistas, unos cuantos abortistas. (...) El gran problema es que estos grupos hacen mucho ruido. Entonces, a ratos sí. Después de años de oír eso, alguien católico puede decir: “¡Hay que ponerse a la moda!” (LN: 8/07/2013). El reportero no  pregunta si entre los “divorcistas” incluye a Óscar y Laura y otros connotados. El prelado se ufana: “No ser más que Dios porque yo qué sé qué pasó con tu primer marido”. Más cordial que su iglesia el hombre. Esta última hace de los divorciados creyentes de tercera o sexta. En cuanto a sus ‘minorías’, calladitas y soportando palo son más bonitas. En sus campos no alienta el Espíritu.

   Tampoco en el siguiente. O en el antecedente. En realidad, en cualquiera da lo mismo. Le tocan la homosexualidad. En los varones, le rechina: “¡Ay, es una grosería y una cosa! (…) Yo, mirá, no me bajan dos hombres teniendo relaciones. ¿Entendés?”. Con las mujeres es otro. Arzo les ayuda porque son más “nobles” y “respetuosas”: “Fijate que una me decía: “Ay, ¿yo no puedo ir con mi novia a misa?””. Recuerda la doctrina: su iglesia respeta mucho a los homosexuales… si no practican. También respeta al mar sin oleaje y a los huracanes queditos: “La Iglesia nunca ha condenado que alguien sea gay”. Solo son ‘depravados’ si practican.

    La pedofilia en su iglesia a Barrantes le parece asunto chico. Ya la corte vaticana lo investigó y solo el 2% de curas, obispos, cardenales y monjas abusa a menores. ¡Otra minoría! Si nadie habla, no resulta repugnante ni delito.

   De Don Barra pasamos al Cardenal de Honduras, Óscar Rodríguez. La prensa lo distingue como ‘intelectual’. El periodista le consulta sobre la separación entre la iglesia católica y el Estado. El inicio de respuesta es una joya: “Creo que se malinterpreta el tema. La mayoría de la Iglesia católica está compuesta por laicos” (LN: 14/07/2013). Por supuesto, en la rígida y jerarquizada institución católica están los meros-meros (‘ordenados’) y los no-ordenados, o sea las ovejas. Pero para el Estado no hay laicos ni ovejas, sino ciudadanos: el ciudadano-cardenal y el ciudadano-campesino, por ejemplo. ¡Vivazo que es el Espíritu Santo! Además, él, Rodríguez, no malinterpreta. Los otros malinterpretan. El cardenal, y todos los de su ralea, tienen cogida por la cola a La Interpretación. O sea El Sentido. Casi nada. De su perla, el jerarca sigue: “La separación entre ambas instituciones (Estado e iglesia católica) no quiere decir confrontación”. Cierto. Pero de la separación entre Estado e iglesias que exigen una redención y la salvación se sigue algo muy preciso: aspirar a la salvación no es obligatorio. Para el ciudadano las obligaciones son asumir responsabilidades (sufragar, por ejemplo) y no cometer delitos. “Salvarse” es opción personal. Las iglesias de Satanás, mientras no cobijen delincuentes, no pueden ser prohibidas porque adorar a Satanás no es delito. Tal como no lo es, al menos en Costa Rica, la homosexualidad. Si optar por condenarse u optar por amar a alguien del mismo sexo no constituye delito, entonces quienes así actúan no deberían ser discriminados de ninguna forma. Son ciudadanos. “Digan lo que digan los demás” (San Raphael).

   El cardenal ‘intelectual’ cierra: “Estas discusiones vienen de resabios del pasado”. Cierto. De un pasado siniestro en el que la autoridad católica apresaba conciencias y torturaba herejes y en el que los reyes y señores poseían vasallos. No ciudadanos. Los ciudadanos, cuyo referente es el Estado, tienen hoy derecho a decisiones personales mientras no delincan. ¡Ah! Y a los curas no debe permitírseles cometer delitos ni menos darse gloria pública por violar derechos humanos.

                                                              II

      No se secó la tinta de las gracejadas anteriores cuando su Excelencia el papa Francisco I explotó su estadía en Brasil para aportar alguna cosa que sin duda no le sopló Espíritu. Según las insospechables agencias AFP y EFE (LN: 25/07/2013), el pontífice “rechazó la liberalización de las drogas, impulsada por varios expresidentes en Latinoamérica, y dijo que los problemas conexos que causa el flagelo deben combatirse educando a los jóvenes en los valores de la vida”. En realidad, la cuestión del narcotráfico en América Latina no es solo un asunto sobre el que se pronuncien expresidentes infieles, sino que también lo hacen, y desde hace mucho, políticos vigentes, intelectuales, artistas y cualquier hijo de vecino al que le quede una pizca de sentido común.

    Por supuesto no se pronuncian sobre la “liberalización de la droga (ilegal)”, como sentencia Francisco I, sino sobre su legalización, asunto distinto. Y la finalidad de esta legalización no consiste, como parece creer Pancho I, en terminar con el ‘azote’ de la drogodependencia de niños, jóvenes, adultos y ancianos en varones y mujeres, sino en sacar esa enfermedad del circuito del crimen organizado. En este momento existen drogas ‘legales’ cuyos efectos en la población son tan o más serios y masivos que la cocaína, el crack, la marihuana o el pegamento: la televisión comercial, el alcohol, los videos juegos donde el éxito consiste en destruir y aplastar, la corrupción desde el ejercicio del poder absoluto (esto lo conoce de primera mano el Papa porque incluye a su corte vaticana). Sin embargo, para emborracharse o ver Esposas Desesperadas e Intercambio de Esposas, por hacer tres menciones, el usuario no requiere relacionarse con el “El Mataperros Estrada” o “La Puerca Manuel”. Los adictos a la droga ilegal, sí. Por esto se la desea legalizar. Toda la droga, no solo la marihuana. Para que se la vea como un asunto de salud pública y no como un desafío criminal. Tiene sentido.

   En América Latina, además, el desafío de la droga ilegal alcanza carácter geopolítico. Estados Unidos militariza su tráfico. Su criterio, que es interesado, no estúpido, porque ellos tienen claro que es una guerra que no se ganará, lleva a espirales de violencia (México es buen ejemplo) y a la corrupción de funcionarios e instituciones y poblaciones, comenzando por las que deberían dirigir la guerra y terminando por los más humildes y jóvenes y niños de la calle. En el narco hay mucho dinero y mercado amplio/estratificado y en crecimiento. Es buen negocio. Incluye producción, comercialización y lavado financiero. Y exige un gasto en policías, militares y armas que podría usarse en crear fuentes de trabajo y dar educación de calidad a la población. De nuevo, cualquier persona decente y con un dedo de frente debería apoyar la legalización de la droga actualmente ilegal.

    Desde luego la medida ha de ser mundial y debe ir acompañada de programas de salud (prevención, tratamiento, cura, etcétera) con financiamiento también mundial. Reiteramos, el consumo no se detendrá. Tal vez en un plazo cultural extenso podría ser revertido en parte. La necesidad de droga es una señal del carácter de la sociedad moderna. Por eso no puede evitarse. Pero sí se puede sacar esta señal del ámbito de la violencia criminal y geopolítica y del derroche de recursos. Constituiría una muestra de amor al prójimo. Tal vez por eso el católico Francisco I la rechaza. Siente la legalización como mal ejemplo. Otro mundo podría ser posible. A personas como él, Espíritu Santo les sugiere arrepentirse.

   Aprovechemos la frivolidad (¿podría ser de otra manera?) papal para enfatizar que la droga hoy ilegal debería ser producida por una articulación de Estado y empresa privada y puesta a disposición de los drogodependientes en forma gratuita. Se trata de enfermos. No debería hacerse negocio con una enfermedad que se sigue de una producción social. La gratuidad de una droga de la más alta calidad (resultado de investigación científica y apoyo público) contiene asimismo la posibilidad de avanzar en el conocimiento de las adicciones hoy presentes y, quizás, en acciones para su superación. En lo que actualmente mata, angustia y desenfrena podrían encontrarse virtualmente factores de vida, goce y plenitud humana. Es más de lo que ofrecen las iglesias. Eso sí, podría no resultar buen negocio para ellas. Las iglesias y aparatos clericales están hoy están en los mercados de la inseguridad y la muerte.
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