Costa Rica, 18
de diciembre, 2009.
Siguen interesados algunos compañeros en el criterio de ingreso, que afecta a los contenidos de los trabajos, empleado en los textos sobre las elecciones en Costa Rica. Señalan: “Las huellas del maniqueísmo las vemos en seguir creyendo que hay una izquierda de planteamientos de clase. No la veo por ningún lado. ¿No pueden coincidir sectores de esa "izquierda" y del "centro" y la "derecha" en los objetivos que plantean los trabajos de HG? Veremos qué pasa en enero.”
En castellano “maniqueísmo” hace referencia a un sesgo o desviación en el análisis de la realidad. El sesgo consiste en valorarla e interpretarla como el enfrentamiento o “blanco” o “negro”, o de “bueno” contra “malo”. O “decentes” contra “corruptos/venales”. El análisis de clase (marxista) contendría un dispositivo maniqueo: “proletariado” contra “burguesía”.
Sobre la última observación, conviene determinar lo siguiente. El análisis de clase de la concepción materialista de las formaciones sociales es un movimiento que recorre y articula varios niveles: de mayor concreción conceptual a mayor concreción sociohistórica (a), o de mayor representación sociohistórica a menor representación socio histórica (b). Si escojo el primer movimiento (a), los niveles de análisis son ‘modo de producción’, ‘estructura social’, ‘situación social’ y ‘coyuntura social’. Solo en el primer nivel, el análisis de un modo de producción, el capitalista, por ejemplo, puede hablarse de un conflicto entre la personificación de la fuerza de trabajo (proletariado) y la personificación de la acumulación de capital (burguesía), o sea de un conflicto directo entre dos clases. Y no se trata de un giro maniqueo porque esos conceptos expresan una básica relación conflictiva (no un continuo descriptivo) y no universos enteramente separados. Tampoco existe aquí maniqueísmo alguno porque el análisis del modo de producción es un momento del movimiento que comprende los análisis de coyuntura, los de situación (en estos dos las gentes tienen rostro e historias particulares, número, densidad, residen en alguna parte, etc.), ya sea que se los recorra de arriba hacia abajo (a) o de abajo hacia arriba (b).
Sobre el punto conviene aclarar al menos dos cuestiones:
1) las clases en tanto concepto analítico sólo existen en estado “puro” (como concretos de pensamiento) en el nivel del modo de producción. La ‘clase obrera’ es un concepto que no puede ser transportado directamente a lo que existe socialmente. En la realidad social existen obreros sindicalizados y no sindicalizados. Los sindicatos pueden ser de clase o no. Existen trabajadores con altos salarios y buenas condiciones de trabajo y otros con pésimos salarios y condiciones precarias. Existen obreros productivos, trabajadores de servicios y desempleados. Tampoco es lo mismo ser obrero nica rural que obrero costarricense urbano. Tampoco niño-obrero que adulto-obrero. Ni por supuesto, obrera que obrero. Entre los empresarios también existen sectores o fracciones: exportadores, financieros, pequeños propietarios/productores para el mercado interno, pequeña burguesía urbana no propietaria, etc. Suele llamárseles sectores de clase y capas sociales. Otros grupos sociales, en los niveles de situación y coyuntura, bajo ciertas condiciones, configuran ‘categorías’ sociales (militares, estudiantes, intelectuales, etc.) Pueden darse conflictos, y agudos, entre estos sectores, capas y categorías… pero la tendencia es que esos conflictos, al interior de las clases, puedan resolverse dentro del sistema. El conflicto ‘entre clases’ (modo de producción) no puede resolverse sin afectar (incluso revolucionariamente) al sistema;
2) sí existe, o existió, un tipo de lectura “marxista” en América Latina que transporta el conflicto directo de clases a la existencia cotidiana. Recordemos que la lucha directa de clases supone una mirada conceptual o teórica. Para esta versión reduccionista u omniclasista, la mujer (proletariado) es explotada por los varones (burguesía). Los estudiantes no deben participar del Consejo Universitario porque éste es una institución burguesa explotadora (docente/administrativa) que explota a los estudiantes (“proletariado”). La lucha pequeño-campesina es, en último término, obrera. Igual la afroamericana, indígena, etc.
Pero la existencia de este tipo de lectura “marxista” no implica que todos quienes realizan análisis de clase adhieran a ella. Esta ahí y sin duda puede conducir a equívocos y despropósitos. Los comentarios sobre el proceso electoral costarricense que he suscrito no se adhieren a esa lectura.
Una segunda cuestión conceptual es que la noción de “izquierda”, en mi opinión, remite a una actitud, no a un origen de clase. Y esta actitud no forma parte necesariamente de un continuo que iría de la derecha a la izquierda, o de ésta a aquella. La ‘actitud de izquierda’ consiste en pensar radicalmente su realidad y darse (o producir) identidad en ella (parlamentaria, no parlamentaria, social, personal, etc.) y autoestima mediante luchas sociales. Obviamente pensar radicalmente no es algo que pueda hacerse con independencia de valores, pero éstos son función del proceso; mencionemos uno básico: producir, como tendencia, instituciones que potencien universalmente, o sea sin discriminación, el principio de agencia (autonomía, libertad, responsabilidad humanas en condiciones que no se determinan enteramente). Entre otros factores, el principio de agencia supone procesos de democratización.
Existen grupos en Costa Rica, parlamentarios y no parlamentarios, que aspiran a salidas políticas “de clase”, no importa el sentido que le den a ello. Mi opinión es que no tienen capacidad de incidencia en este momento y probablemente no la tendrán en el más próximo futuro. Hay factores geopolíticos que inciden en esto pero, sobre todo, decide el punto el que estos grupos no realizan el trabajo político necesario para legitimarse como fuerza política. Por supuesto, es una opinión y puede estar equivocada. En todo caso, los trabajos sobre el proceso electoral (una lucha parlamentaria) no coinciden con la calidad del esfuerzo de esos grupos, cualquiera sea el tesón que ponen en él. Creo que el artículo que habla específicamente sobre la izquierda electoral (Elecciones costarricences: ¿Y la izquierda?) toca, aunque de otra manera, estas cuestiones.
Pero, hay más: mi opinión de fondo, planteada en los espacios de quienes quisieron invitarme a discutir sobre estas cuestiones inmediatamente después de la derrota del NO en el referéndum, opinión que está en los artículos, es que una alternativa a la fuerza empresarial/política a la que llamo Consorcio o Entramado Arias, demanda una articulación de fuerzas y actores socialmente enraizados, lo que supone su diversidad, que debió haberse comenzado a construir en los últimos veinte meses allí donde no existía o reforzado en donde existía. Mi opinión es que eso era posible. Si se hubiera construido esa concertación de diversos, incluso una derrota electoral habría podido ser enfrentada con numerosos parlamentarios, quizás alcaldes y regidores, y un sector creciente de población en la que se estaría gestaría una nueva cultura política. Por supuesto, esto se dice mucho más fácil que lo que se hace.
Dice la opinión crítica: “¿No pueden coincidir sectores de esa "izquierda" y del "centro" y la "derecha" en los objetivos que plantean los trabajos de HG?”. La respuesta, aunque no es la terminología que me parece más adecuada, es sí, pueden coincidir, pero no lo harán “espontáneamente” ni con referencia solo a unas elecciones. Hay que empeñarse en un trabajo político no meramente electoral para ello. Insisto, las condiciones existieron. Pero el trabajo, por lo que sea, no se hizo. Seguirán existiendo las condiciones después de febrero del 2010 (porque algunas de ellas son sistémicas y otras pueden crearse), pero el esfuerzo será, sin duda, todavía más cuesta arriba.
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