Red de Desarrollo Integral
del Bajío, Guanajuato, México,
agosto 2208..
La noción de ‘estrategia’ remite a un proceso en curso en el que intentamos ser actores. Indica las metas que, en ese momento, cuando nos imaginamos el referente estratégico, querríamos alcanzar. Esas metas pueden ser subjetivas (integración personal o de un equipo), objetivas (lograr que se apruebe una legislación o que culturalmente desaparezca la violencia contra sectores vulnerables de la población, como las mujeres e indígenas) y organizacionales (darse las condiciones como colectivo para alcanzar una altísima efectividad).
Los procesos tienen momentos (particularizados en el espacio y tiempo, en la dotación de recursos, etc.). En cada momento se debe tener presente lo que él, ese momento, significa (su logro o frustración) para el proceso estratégico. Por ejemplo, si quiero crear una cooperativa de tejedoras, habrá un momento que es el de inscripción jurídica o legal, que debo llenar con éxito. O si quiero gestar una movilización contra el precio de los alimentos de primera necesidad, habrá un momento de convocatoria social, otro de organización y también uno de planificación y uno de seguimiento. El resultado de esos momentos, en los que soy actor o protagonista, facilitará o impedirá el logro de metas estratégicas. Para las cooperadas, por ejemplo, la cooperativa puede significar la resolución de sus desafíos de trabajo y de ingreso (y con ello avanzar en autoestima e identidad propia) abriendo así la posibilidad de educar a los hijos. La marcha contra el precio de los frijoles puede tener como objetivo o que la autoridad controle su precio y distribución o mostrar el carácter antipopular del Gobierno o, más allá, del orden capitalista a que se somete México.
La perspectiva estratégica, en el caso de la movilización, podría combinar las tres metas u objetivos señalados.
Como se advierte, la noción de estrategia remite a un mejor discernimiento o comprensión del sentido de sus acciones para un actor popular o político. Cuando los actores populares tienen una comprensión estratégica de lo que significan sus acciones puntuales o parciales (momentos), entonces son actores sociopolíticos. Esto quiere decir que aspiran, y se dan medios, no solo para alcanzar metas de mejoramiento, sino también para alterar o cambiar el 'orden' o sentido del sistema que produce (o en el que se generan) sus desafíos o conflictos (estos conflictos se siguen de no tener empleo e ingreso o de no poder pagar los precios de los alimentos, en el caso de uno de nuestros ejemplos).
Sectores de mujeres, en otro ejemplo, podrían organizarse para no ser agredidas (acosadas sexualmente, discriminadas o postergadas socialmente, asesinadas, etc.) por los varones. Podrían considerar que una manera de lograrlo es meterlos a todos a la cárcel o enviarlos a otro planeta. Esa meta estratégica, de alcanzarse, cambiaría enormemente el alcance de las agresiones, pero no las eliminaría porque algunos sectores de féminas (mujeres) comenzarían a comportarse como varones: dominarían, explotarían, vejarían, se darían una ‘espiritualidad patriarcal. Esto porque el patriarcado o machismo es un factor cultural (una lógica o ‘racionalidad’) del sistema y afecta o compromete no solo a los varones, sino también a las féminas (y a las relaciones de los seres humanos con las cosas y otros seres humanos) y penetra las instituciones como la propiedad, las familias, la escuela, la iglesia, el prestigio, los medios masivos.
Por ello la lucha estratégica de esas mujeres tendría que orientarse contra la lógica o ‘racionalidad’ patriarcal, o machista o sexista. Es decir que tendría que orientarse contra el sistema. O al menos contra uno de sus factores (factor sistémico).
En esa lucha pueden existir muchos momentos: por ejemplo, algunas (y algunos) buscarán, con éxito, transformar su relación de pareja. Otras, revertir la lógica patriarcal de su familia. Más allá, habrá quienes se organizarán por un lenguaje inclusivo, no sexista, en la vida diaria y en los medios masivos. Otras/otros buscarán que en el Estado de Guanajuato la legislación contemple, proteja y potencie a las mujeres. Pero todos ellos serán momentos legítimos, de diverso alcance o incidencia, de una lucha estratégica antisistema.
Pero también todos esos momentos, los más pequeños y los más amplios, operacionalizados en acciones específicas, constituirán una práctica política o sociopolítica.
La práctica política no es privilegio o monopolio del Gobierno, los partidos o los Estados. Toda acción que busque alterar (liberadoramente) las tramas sociales básicas (relaciones de sexo-género, o las formas de propiedad (universalizar las cooperativas, por ejemplo) tiene carácter político, aunque sus actores o sujetos no lo sepan o no lo crean. Ahora, las acciones antisistema son, por definición, políticas. Por eso demandan una comprensión estratégica del sistema. Esta comprensión puede contener, sin problemas, un componente pasional.
Un sistema es la forma en que se presenta una estructura (o complejo de estructuras). Las formaciones sociales modernas se configuran mediante la articulación de estructuras que son animadas por principios de dominación. Los principios de dominación generan prácticas e instituciones de imperio unilateral (como el dominio del capital sobre las personas, el dominio de los varones sobre las mujeres, el dominio de los obispos y curas sobre los laicos, el de los adultos sobre los niños, jóvenes y ancianos, el de los ‘intelectuales’ y científicos sobre los conocimientos y apreciaciones de la gente de a pie , o el de la burocracia estatal y privada o corporativa sobre las necesidades humanas de la población).
Un sistema de dominación, o modo de dominación, busca, mediante sus prácticas e instituciones, dominar y, a la vez, reproducir las condiciones que permiten su imperio. Por ello las prácticas políticas populares liberadoras pueden orientarse contra los ‘efectos’ del sistema o contra su (s) lógica (s) o contra ambos. ‘Tocar’ (mediante el sentimiento, la imaginación, el pensamiento y la acción organizada) el sistema o la estructura de dominación para buscar transformarlos (reposicionarlos, reconstituirlos) liberadoramente resulta imprescindible para acabar con las dominaciones sistémicas, las vejaciones, las discriminaciones o las ‘injusticias’.
Los principios básicos de dominación sistémica o estructural en las formaciones sociales latinoamericanas son:
- La propiedad económica excluyente y monopólica (de clase y sector) oligárquica y extranjerizante
- La administración libidinal sexista con imperio masculino, genitalmente focalizada, ‘adulta’, clericalmente acosada (pecado, culpa)
- La jerarquización social naturalizada (oligárquica)
- La jerarquización político-gubernamental naturalizada (dirigentes y dirigidos)
- El monopolio oligárquico, neoligárquico, clerical y dependiente de la producción simbólica
- Las formas del capitalismo oligárquico dependiente.
Las formas de resistencia (emocionales, imaginarias, práctico-organizativas, etc.) populares de liberación tienen como referente estratégico estos principios (algunos de ellos o todos) de dominación y las instituciones y sectores sociales que los materializan (personifican).
Esos principios de dominación pueden funcionar como criterios articuladores de las luchas populares ‘en apariencia’ (o sea fenoménicamente) muy distintas.
Por ejemplo, el principio de imperio libidinal (o sexual) de dominación es referente estratégico de luchas de mujeres con teoría de género, de jóvenes (contra criterios adultocéntricos) , de pequeños campesinos (que asumen la tierra como raíz cultural o de existencia personal y familiar), de indígenas originarios (que valoran culturalmente la tierra como principio metafísico de vida), de ecologistas radicales (juzgan el sistema capitalista global como destructor de la Naturaleza), de activistas por el desarme mundial y la paz, de creyentes religiosos antiidolátricos…, sectores que poseen (existencialmente) y dan, cada uno de ellos y todos, luchas particulares y específicas, pero que podrían articularse (cuando sientan la necesidad y se abran a la posibilidad) con referencia a una administración social de la energía sexual polimorfa liberadora, creativa, no genitalmente reductiva, generadora de integración personal, autoestima y voluntad de vida (una forma erótica, gratificante, amable, de estar en el mundo y de serlo). Sin duda esto se vincula asimismo con la formas de propiedad y apropiación, trabajo y empleo.
El discernimiento (comprensión) estratégico es básicamente conceptual. Forma parte de la teoría social y política (cultural) de los colectivos populares. Facilita vincular movilizaciones y movimientos y generar articulaciones novedosas para tener más vigor en luchas propias (específicas y particulares) y antisistémicas. Potencia asimismo la asunción de identidades populares efectivas (por oposición a las identificaciones sociales inerciales que el sistema procura y que son función de su reproducción).
Hoy la articulación de sectores y grupos en lucha se entiende como muchas veces como red. Una red es un circuito de servicios de información que sus usuarios desean y logran transformar en comunicación. Esta comunicación la utilizan para sus luchas particulares y para avanzar también en el logro de sus metas estratégicas. Forma parte asimismo del proceso de integración de sus (procesuales) identidades efectivas. Un actor popular es sabio, por decirlo así, cuando su acción política legítima va incidiendo en su autonomía y autoestima (identidades autoproducidas) y alimentándolas. Esto no garantiza su triunfo pero sí da radicalidad y valor socio humano a su empeño.