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El conflictivo período reconocido todavía como Semana Santa, porque en ella se recordaría la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, hijo de Dios y Dios él mismo, genera para muchos días feriados y pagos, humildes devociones sinceras, católicas celebraciones institucionalizadas y, también, ocurrencias curiosas. Dentro de estas últimas ha de ubicarse un artículo de autoría de Víctor M. Mora Mesen, quien se identifica como franciscano conventual, y al que, el editor de las páginas de opinión de La Nación S.A. le concedió un amplio espacio el pasado 4 de abril de este 2023. Su autor lo tituló “Las locuras del dictador y el satán”. El texto trata de asuntos diversos (en un orden complejo de descifrar), y parece dedicado a ratos a Daniel Ortega y en otros a una crítica del poder absoluto cuando se carece de un satán (traducido éste como alguien que, con diplomacia, interrogaba al “monarca (o incluso a Dios, paréntesis nuestro) acerca de la veracidad de sus opiniones o la conveniencia de sus decisiones.”
Hoy lo usual es que ‘satán’ se traduzca como el Diablo, el Demonio, una personificación del Mal Absoluto, el metafísico inducidor del pecado con el que se pierde todo. Lo más humanamente parecido a este engendro sería hoy quizás Donald Trump (él se mira todavía líder en una potencia mundial) o, para quienes aún ven en Rusia una fortaleza comunista, Vladímir Putin. Daniel Ortega y su esposa, aunque hagan sufrir a muchos nicaragüenses, no dan la talla de Satán. Si así lo deseara, el gobierno de EUA podría deshacerse de ellos en horas y nadie protestaría, excepto quienes se ven hoy beneficiados en los negocios que tornan millonarios a la pareja Ortega Murillo.
Retornando al artículo de Mora Mesén, él habla de “monarcas absolutos” a quienes el poder “puede enfermar (…) y hacer tomar decisiones fuera de toda lógica o suposición”. En realidad, el adjetivo ‘absoluto’ para calificar acciones o naturalezas humanas resulta inconveniente. Los individuos de la especie, cualquiera sea su tesoro o rango siempre se remiten a circunstancias. En ciertas circunstancias algunos tienen mayor capacidad de decidir sus acciones que otros. Pero humanamente lo que existe siempre es una acción en circunstancia. La acción determinada por la circunstancia puede o dañar o beneficiar a muchos o pocos, pero siempre resulta circunstancial. Por supuesto, puede fijarse objetivos o metas de más amplio o corto plazo. Estas metas resultan de acciones pertinentes y cuando se alcanzan se ha tenido éxito sin que importen las motivaciones (amistosas, constructivas, odiosas o destructivas). En este sentido, los satanes críticos resultan constructivos. Pueden alertar sobre el logro o resultados de las acciones. Ningún humano, con o sin satanes, puede esperar que sus acciones, por meditadas que sean y por la limpieza con que se ejecuten, alcancen las metas buscadas con su ejecución. La acción humana contiene siempre un margen de incerteza y error y los satanes no pueden eludirlos porque son seres humanos y lo buscado/deseado con una acción determinada puede fallar, tener alcances impensados o conseguir éxitos fortuitos.
Lo que hace oportuno y útil al satán, entonces, es la incerteza de la acción humana que se ejecuta respecto a condiciones complejas que se combinan de modo que resultan cada vez nuevas. El satán previene así sobre las posibilidades del éxito esperado y que no se produce o que genera alcances no previstos. Por ello es que la locura de un dictador puede resultar exitosa y la virtud de un santo precipitar catástrofes. Una referencia bíblica al respecto se encuentra en el evangelio de Marcos, capítulo 8: “29. Entonces Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.30. Pero Jesús les dijo con firmeza que no conversaran sobre él.31. Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días.32. Jesús hablaba de esto con mucha seguridad. Pedro, pues, lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo.33. Pero Jesús, dándose la vuelta, vio muy cerca a sus discípulos. Entonces reprendió a Pedro y le dijo: «¡Pasa detrás de mí, Satanás! Tus ambiciones no son las de Dios, sino de los hombres.» 34. Luego Jesús llamó a sus discípulos y a toda la gente y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga.35. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará.”.36. ¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo? 37. ¿Qué podría dar para rescatarse a sí mismo?38. Yo les aseguro: Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles». Como se advierte, Jesús actuaba como Satán cuando juzgaba el asunto lo requería.
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El obispo de la diócesis de Tilarán (Manuel Eugenio Salazar Mora) se declaró en los recientes previos días santos (Domingo de Ramos) “…cansado de escuchar en este país la gran ignorancia, la gran burrada de la frasecita esa que no hay que mezclar religión y política”…”Usan la frasecita ‘a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” a la que traduce de manera sumaria como significando “…que los cristianos métanse a los templos a rezar y dejen a los políticos hacer lo que les la gana en el país” (La Nación S.A., (04-4-2023, p 6). En la realidad la que el obispo valora “frasecita” expresa la sana voluntad de no utilizar las creencias religiosas para imponer prácticas a los ciudadanos, porque esas prácticas podrían escindirlos y precipitar incluso guerras. Eso ya ocurrió, las guerras por motivos religiosos existieron, fueron crueles, y nada positivo puede predicarse de ellos, excepto una moderna libertad personal de cultos que se valora “civilizada”. Estimar que la ‘frasecita’ que menciona remite bobaliconamente a los católicos a sus templos contiene la presunción falsa de que las creencias religiosas de las personas se manifiestan exclusivamente en el culto religioso de iglesias y no se tienen en cuenta en la diaria existencia ciudadana. El punto puede resultar verdadero para algunos y falso para una mayoría. Que los católicos no recen en cada cruce de calle o antes de dormir en sus camas no implica que dejen de tener creencias religiosas fuera de sus iglesias. La idea de no mezclar sentimientos religiosos con comportamientos ciudadanos (debidos al Estado) tuvo como una de sus finalidades ligar a estos ciudadanos con el régimen legal en el que existían y del que dependían centralmente sus existencias. La libertad de culto religioso que acompañó estas propuestas implicó no la ausencia de conflictos, pero sí la tolerancia religiosa (desde luego no en todas partes y siempre).
De modo que nada hay de “gran burrada” en la frasecita “A Dios lo que es de Dios y al César (Estado) lo que es del César”. Mas bien se trata de una propuesta civilizatoria que en nada impide que los creyentes religiosos expresen su espiritualidad religiosa dentro y fuera de los templos. Al creyente religioso efectivo el templo lo acompaña en cada segundo de su existencia. De hecho asiste al templo porque experimenta su fe religiosa como parte de una comunidad con la que comparte sentimientos las 24 horas del día. Técnicamente ningún fiel religioso efectivo asiste al templo para que lo vean sino a compartir sentimientos intensos y permanentes con personas creyentes como él. Y claro, como es fiel reliigioso y también ciudadano mezcla sus sentimientos positivos con los sentimientos positivos de otros. Ni está siempre en el templo ni tampoco está siempre fuera de él. En el tempo lo acompañan sus deberes ciudadanos. Y fuera del templo deberían acompañarlo sus sentimientos religiosos.
Asumir que en la existencia ciudadana moderna la persona religiosa no es también ciudadana y que la persona ciudadana carece de sentimientos religiosos resulta falso. Más todavía: podría darse que la existencia ciudadana sea experimentada como una religiosidad: cumplir con la ley. Y cambiar esta legislación cuando ella perjudica a las mayorías. En relación con las religiosidades el asunto es más complejo: sus instituciones pueden datar de siglos y, además, suelen considerarse deseo divino o revelación de Espíritus Santos. Pero también aceptan cambios y ello no altera su santidad. Basta recordar a los atletas que meditan religiosamente antes de desempeñarse en la pista y agradecen a las divinidades en que creen cuando quiebran el record mundial de su especialidad. Le atribuyen haberlos acompañado en su entrenamiento y en la prueba que les llevó a un record mundial. Su entrenamiento es también su iglesia. Por supuesto existen también atletas para los cuales su especialidad es la iglesia.
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Universidad Omega Nº 153
Semanario Universidad,
septiembre 2022.
Leo en la página 15 de La Nación S.A. un artículo del religioso franciscano Víctor M. Mora Mesén titulado “El problema político-religioso”. Mi lectura no es azarosa. Mora Mesén no es ni de lejos el peor articulista regular del periódico y su título me convoca porque hace parte de mis campos temáticos de discusión. El comienzo, sin embargo, resulta decepcionante. Mora Mesén declara haber leído “El evangelio en Solentiname” (Ernesto Cardenal), cuando todavía no llegaba a los 30 años y del que destaca la existencia de dos lenguajes: uno campesino (“…cuya lectura del Evangelio era inocente y simple, aunque no por ello carente de sinceridad existencial”). Este juicio del franciscano Mora contiene un error. En tiempos de los Somoza el analfabetismo de la población rural en Nicaragua era del 70% (lo que indica que esta población mayoritaria no “leía” el evangelio, sino que curas estudiados y eventuales laicos/as y otros ‘tutores’ se lo dictaban. Ahora, tener la capacidad de dictar el evangelio no implica haberlo comprendido, sino más bien lo contrario: se lo dicta porque no se lo entiende o porque no se desea entenderlo. Los evangelios son textos para compartir/discutir y recrearlos en comunidad de fieles religiosos y compañeros no religiosos. Esto porque los dos sectores resultan prójimos. Y si uno desea efectivamente compartirlos, antes, al menos. hay que alfabetizar. No es éste un tema de destrezas, sino de protagonismo personal-social y religioso. El cura no salva a nadie, aunque puede cooperar en ello. Cada quien se salva desde otros y con otros y para sí mismo. Al menos ése fue el posicionamiento de Jesús/Dios. Ahora, la alfabetización de la población de Nicaragua la acometieron los gobiernos sandinistas que la llevaron a un 87% de las gentes. En la actualidad, y tras gobiernos sandinistas y no-sandinistas, el analfabetismo es del 3%. El aporte de los gobiernos no-sandinistas a esta buena cifra resulta, como casi todo en la sufrida Nicaragua, polémico. Pero, en todo caso, 3% de analfabetos sigue siendo un reto. pero asimismo también una alegría. Porque en estos días nadie, en América Latina al menos, y en la segunda parte del siglo XX y ahora, ha sostenido políticamente que alfabetizar constituya un programa de Satanás. Se lo ha dicho antes, eso sí, pero esperemos que esos tenebrosos tiempos oligárquicos no retornen o se reactualicen.
Sin embargo, lo que parece interesar al franciscano conventual Mora Mesén es otra cosa. Relegando al Evangelio de Solentiname, indica que las cosas en Centroamérica han cambiado el carácter de las relaciones entre política y religión… “las cosas se han vuelto más complicadas y están asumiendo colores muy diferentes y no carentes de grandes interrogantes”. Esto porque Mora descubre que ‘América Latina’ es un nombre cómodo que designa realidades nacionales (y regionales) muy diferentes. Pero utiliza su descubrimiento para inventar otras abstracciones. Por ejemplo, habla de “países con más influencia del pensamiento liberal”, al que no determina, en los que las religiones habrían ido perdiendo espacio público-político, “al punto que en algunos países –Argentina, Chile y Uruguay—se volvieron insignificantes en cuanto a su papel de catalizadores sociales”. En los tres países que Mora Mesén menciona (que se han dado identidades poblacionales singulares) se sufrió dictaduras de Seguridad Nacional -feroces en su violación de derechos humanos, por si alguien no está enterado- y las iglesias más importantes, la católica a la cabeza, no tuvieron el valor de denunciarlas mundialmente o de enfrentarlas. Augusto Pinochet, por ejemplo, murió en el 2000 y la institución católica le celebró obsequiosos y agradecidos funerales. Esto quiere decir que, después de nuestra muerte, encontraremos a Pinochet en el Cielo tomándose unos vinitos con otros ángeles. Irrespetuoso, por decir algo. Los mártires que produjo Pinochet, y sus familias, gente sencilla, seguro exigirán a Dios y sus espíritus celestes que los instalen en espacios enteramente separados. O en el Infierno, ya que lo vivieron antes y están acostumbrados. Tras la muerte, las personas pierden algo y ganan mucho. El respeto, por ejemplo, que aquí en la tierra algunas iglesias no les conceden.
A Mora Mesén no le interesan los detalles anteriores. A fin de cuentas, suponemos, los muertos ya murieron y la ‘catalizadora’ acción eclesial aparecerá en algún momento. En español, ‘catalizador’ y ‘catalizar’ indican algo que favorece o acelera el desarrollo de un proceso. Sin duda resulta una discusión que las iglesias cristianas, en particular la católica, hayan servido como “catalizadoras” propiciando y acelerando la humanización de todos los latinoamericanos. Paulo Freire (1921-1987), por ejemplo, no pensó así. Tampoco Camilo Torres (1929-1966). Por supuesto, ambos resultan figuras excepcionales.
En fin, que Mora Mesén piensa en este artículo de otra manera. Finaliza su texto con las siguientes afirmaciones: “Lo que pasa en Nicaragua es muy lamentable, pero todo ello nos debería hacer reflexionar más detenidamente sobre el papel que el mundo religioso y cristiano desempeña en lo político. No podemos dejar de ser críticos en lo que a las prácticas y los discursos se refiere. Es necesario entender que está en juego mucho de nuestro futuro como para dejar que una tradición tan rica simplemente se pierda en posturas ingenuas o interesadas. La problemática de nuestra región y de nuestro país exige un pensamiento religioso mucho más consistente, que pueda reconocer sin tapujos los grandes errores institucionales y que corrija el rumbo para mantener una interacción social sana y fructífera.” Ahora, el cristianismo católico no puede mostrar una “tradición rica” en América Latina. Alimentó crueles etnocidios y odios racistas y sostuvo y sostiene estólidas oligarquías y militares criminales. Debería, por primera vez en su historia, arrepentirse y reparar, ambas cosas con humildad y alegría. Y cuando termine (que no se hará en semanas) podrá decirle al Vaticano: “Miren: he aquí su hija o hijo”. Y retornar a trabajar con arrebato porque comportarse cristiano en esta América Latina nunca ha resultado tarea fácil. Si fuéramos judíos, el Muro de los Lamentos se extendería desde México a la Antártica. Una tragedia cada centímetro. Entre nosotros ver en los otros a prójimos siempre ha resultado, con las excepciones del caso, un fastidio/odio para los pudientes amadores de un peculiar Dios.
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